Apuntes sobre los orígenes del Japón moderno
por José Luis Muñoz Azpiri (h)
A la memoria de Moisés Mauricio Prelooker
Es mejor
prender una vela que maldecir las tinieblas
(Confucio)
Desde hace ya muchos años constituye un lugar común
entre los “analistas de café” el célebre apotegma de un premio Nóbel de
economía que sentenció: “Existen cuatro clases de países en el mundo:
Desarrollados, subdesarrollados, Japón y la Argentina”, dando a entender que un
país pródigo en recursos materiales y humanos no tiene nada y que otro,
sometido a las adversidades del medio geográfico y a las trágicas vicisitudes
de su historia lo tiene todo.
Dicha frase a pasado a integrar la larga lista de
sentencias autodenigratorias con las cuales la “intelligentzia” y sus voceros
que, pontifican respecto a la “nociva” experiencia histórica de los
protagonismos populares y nos estigmatizan como representantes del pensamiento
arcaico o resabios de ideologías perimidas y arrasadas por los vientos de una discutible
globalización. Omiten destacar que el Japón
pudo convertirse en un país moderno porque fue atípico, porque se aferró a sus
instituciones tradicionales, porque mantuvo en forma inquebrantable su propia
personalidad nacional.
El desarrollo japonés se caracterizó por un elevadísimo ritmo de acumulación, sobre
todo de capital productivo. La reinversión llegó a la tercera parte del
producto en el largo período de prosperidad que siguió a la Segunda Guerra
Mundial. El capitalismo japonés fue fundamentalmente austero, no solo en los
estratos superiores, sino en toda la población
Los gastos
militares, que antes constituían el 7% del producto, se redujeron a niveles
insignificantes a partir del gobierno del general Mc Arthur. Por otra parte, el
mismo gobierno japonés impuso una
reforma agraria más avanzada que la que habían deseado algunos
reformadores. El desmantelamiento de las fuerzas armadas liberó a muchos
técnicos, que iniciaron modestas empresas que después alcanzaron dimensiones
gigantescas. El gobierno y la iniciativa privada incorporaron masivamente la tecnología de Occidente, sobre todo por el
envío sistemático de gente a formarse en el exterior. Pero no renegó de sus
propios valores ni abjuró de su historia y su tradición. Solo se admitieron las
trasnacionales cuando el Japón pudo tenerlas y competir con ellas.
Ahora bien, ¿A qué se debe la austeridad del
capitalismo japonés? ¿Algunos pueblos están predestinados a la acumulación
previsora y otros al derroche por su carácter nacional o por un determinismo
genético? ¿Existe algún fatalismo histórico que lleva a algunas naciones a la
prosperidad y a otras a la pobreza y a la dependencia?
Texto completo en UNAMIRADAAUSTRAL