AUMENTO POBLACIONAL: LA PRIORIDAD DEL PRÓXIMO GOBIERNO
Anticipo de mi libro “¿Grieta o sepultura?, que editaré,
Dios mediante, a fines de febrero próximo
Por Juan Gabriel Labaké
2019 será un año decisivo para
la Argentina, no solo porque durante su curso se desarrollara la campaña
electoral que culminará con la elección de un nuevo presidente en octubre y su
asunción del mando el 10 de diciembre, sino porque esos comicios no serán como
cualquier otro. En ellos se decidirá el
modelo de país, o más directa y simplemente, el país que tendremos en las
próximas décadas.
En los mensajes que envié a
mis amigos y compañeros durante 2018, en varias oportunidades me he referido a
los importantes cambios que se produjeron en el tablero internacional en los
últimos 10 o 15 años. Sintéticamente: de
un rígido dominio planetario de EEUU, se pasó a un complicado y muy fluido
panorama multipolar, y ello a costa de la pronunciada pérdida de influencia
planetaria de la superpotencia norteamericana, principalmente a manos de China
y Rusia.
Ello desembocó, como era
previsible, en un repliegue de EEUU
tanto de Asia Central, como de Medio Oriente y África. Esa pérdida de
control territorial, sumada al futuro enfrentamiento norteamericano-chino, que
seguramente será en forma preponderante económico y no militar, produjo un
renovado interés de EEUU por fortalecer
su retaguardia o patio trasero, que sigue siendo Latinoamérica y,
especialmente, Sudamérica.
Para completar el cuadro de
situación internacional que se nos presenta a los argentinos en este momento,
hay que agregar la especial importancia que está adquiriendo el Atlántico Sur y
la Antártida para las potencias del mundo y, sobre todo, para nosotros.
Ése es el tablero que me ha
llevado a postular la adopción de una estrategia geopolítica para la Argentina
de los próximos años, centrada en tres
ejes de desarrollo y de aumento de nuestra influencia territorial, económica y
aún política:
- la Cuenca del Plata y su relativamente fácil
conexión con las cuencas del Amazonas y del Orinoco;
- el eje bioceánico Atlántico-Pacifico, en
asociación estratégica con Chile; y
- el aprovechamiento integral de lo que he
llamado el Proyecto Sur que, geopolíticamente, comprende la Patagonia, las
Malvinas y las otras islas del Atlántico Sur, nuestro sector antártico hasta el
Polo Sur, y el pasaje de Drake de
fundamental importancia para el transporte marítimo futuro de gran calado.
Ese ambicioso, pero no utópico,
plan de expansión territorial y de influencia de la Argentina tiene una
condición primordial e insoslayable: el
rápido, programado y racional aumento de la población. Como un dato
ilustrativo, agrego que nuestra Patagonia, que abarca un millón de kilómetros
cuadrados, posee solo un millón de habitantes. Con un plan de desarrollo
razonable y una sensata política poblacional, en dos o tres décadas la
Patagonia podría albergar 10 millones de habitantes. Con los mismos criterios
expansivos y en el mismo lapso, la población argentina podría pasar
holgadamente los 100 millones de habitantes, en lugar de los exiguos 44
millones que tenemos hoy.
Al respecto, en el mundo hay
suficiente población y capitales para inversión física directa disponibles,
incluidos los activos de residentes argentinos en el exterior.
Será necesario, también,
atender los dos parámetros que influyen sobre la cantidad de habitantes de un
país: la tasa de crecimiento vegetativo
(nacimientos versus defunciones) y el saldo
migratorio internacional (inmigrantes extranjeros versus emigrantes argentinos).
En ambos sectores, la desidia,
la incomprensión o el desinterés de los gobiernos de las últimas décadas ha
permitido que la Argentina retroceda peligrosamente, en lugar de mejorar su
posición.
MIGRACIONES
Y NACIMIENTOS
Así, para el INDEC, y según su
informe del censo de 2010 (el último realizado; el próximo se hará en 2020):
Hasta 1960, el aporte de la migración internacional - originaria
mayoritariamente de Europa- al crecimiento de nuestra población fue
significativo aunque con distinta intensidad : entre 1885 y 1890 el papel de la
migración tuvo su máxima expresión al explicar el 70 por ciento del crecimiento
en ese período, durante los primeros quince años de este siglo aporta alrededor
de un 50% ; luego aparecen oscilaciones provocadas por una disminución de la
llegada de inmigrantes durante las dos guerras mundiales para aparecer un
reflujo posterior a la segunda guerra, que refuerza el aporte migratorio, y que
alcanza a representar el 20% del crecimiento total entre 1945 y 1955. A partir
de 1960, el crecimiento poblacional
depende casi exclusivamente del crecimiento vegetativo, al perder
relevancia el componente migratorio, cuya incidencia futura se considera poco
significativa.
A partir del año 1960 se
produjeron dos fenómenos que crecieron con el tiempo. El primero de ellos fue
que la inmigración desde los países
latinoamericanos, y especialmente la de los países limítrofes (Paraguay,
Bolivia, Uruguay, Chile) más la proveniente de Perú comenzó a reemplazar a la
de origen europeo, hasta superarla ampliamente.
El segundo fenómeno fue que,
aún con el aporte de inmigrantes hispanoamericanos, el balance migratorio
comenzó a ser cada vez menos positivo y, en los últimos años ha sido
desfavorable para nosotros. Cada día se ahonda más nuestro problema de
disminución de la población por las migraciones.
De modo que, hoy, somos un
país que necesita aumentar en forma acelerada su población por razones
geopolíticas y económicas pero, incomprensiblemente, mantiene una estratégica
política general que expulsa población, en lugar de atraerla, al punto de
perder cada año más habitantes por los movimientos migratorios.
A esto debe agregarse otro
fenómeno que es mundial: por un lado, el aumento
de la expectativa de vida, que se traduce en menos fallecimientos al año, y
que con ello ayuda al aumento poblacional; y por otro lado una abrupta y
permanentemente acelerada disminución de nacimientos. Lamentablemente para
nuestro país, la disminución de nacimientos es mucho mayor que la disminución
de fallecimientos producida por el alargamiento de las expectativas de vida.
Para el INDEC, y siempre según
su informe sobre el censo de 2010:
Entre 1870/1875 y 1950/1955,
la tasa bruta de mortalidad
descendió fuertemente del 31,9 por mil al 9,2. Con posterioridad la baja es
poco pronunciada, para llegar a 7,8 por mil en el 2010. Este estancamiento de
la tasa bruta de mortalidad se debe al progresivo aumento de la población mayor
de 65 años y oculta las ganancias logradas en la esperanza de vida. La natalidad, en cambio, continuará su
tendencia secular descendente hasta reducirse al 18 por mil durante el
período 2005-2010, gracias a la baja sostenida de la fecundidad, es decir del
número de hijos que en promedio tienen las mujeres al final de su vida
reproductiva.
Así, la cantidad de hijos por
cada mujer era en 1950/1955 de 3,15. En 1965/1970 había bajado a 3,04, para
caer a 2,62 en 1995/2000, y a 2,30 en 2005/2010.
De esa forma, y si se tienen
en cuenta todos estos fenómenos (el balance migratorio y el llamado crecimiento
vegetativo que compara nacimientos y fallecimientos) el resultado general es
que, desde la segunda guerra hasta hoy, el fenómeno dominante y preocupante es
que nuestra población cada vez crece a un ritmo menor.
Para contrarrestar esta
verdadera catástrofe poblacional, el gobierno que surja de los comicios de
octubre próximo debería adoptar, como centro de su estrategia política y pilar
fundamental de su programa de desarrollo, un
plan que tienda a poblar integral y racionalmente todo el territorio argentino,
para aprovecharlo adecuadamente. Cuando hablo de desarrollar y aprovechar todo
el territorio nacional, incluyo los aproximadamente 6.600.000 Km2 que nos ha
reconocido la CONVEMAR (Convención de las Naciones Unidas para el Derechos del
Mar) en 2016, entre el mar bajo soberanía argentina (1.700.000 Km2) y la zona
de explotación económica exclusiva (otros 4.900.000 Km2).
Una última reflexión: todo
aumento poblacional está basado, por un lado, en una política migratoria de puertas abiertas, complementado con un plan de
radicación de nueva población en las zonas que el país necesita desarrollar; y,
por otro lado, en una política que favorezca y apoye efectivamente el aumento
de los nacimientos y las familias numerosas, como puntal de la elevación de
la tasa de crecimiento vegetativo.
Buenos Aires, 10 de enero de
2019