Por
Walter Graziano
En
forma llamativa, de repente, sin ningún fenómeno previo inmediato que lo
explique, renació en Argentina la idea de dolarizar la economía. Esta idea es
ahora enarbolada por un sector extremo del liberalismo, podríamos decir el ala
más extrema del mismo, los que se autodenominan indistintamente como libertarios o anarco-capitalistas. Como
muchas otras propuestas que ha lanzado este grupo, fue vastamente publicitada
en medios de comunicación y redes sociales y se la propuso como algo a
aplicarse sin más, sin haber hecho lo que se debería denominar un “estudio de
factibilidad”, sin ningún rigor científico. Por lo tanto, lo que se hace cada
vez que se pregona la dolarización en los medios no es otra cosa que un acto de
propaganda. A eso hay que sumar una advertencia al lector: este grupo -muy
ruidoso en medios, pero inexistente como factor de peso social- ha venido
coqueteando con otra idea: la abolición
del Banco Central y la adopción de la total libertad para emitir moneda:
algo que no se aplica en ningún lugar del mundo. Podemos decir entonces que los
libertarios o anarco-capitalistas oscilan entre utopías inaplicables o ideas
aplicadas solo en países considerados de cuarto orden como Ecuador, Panamá y El
Salvador en el caso de la dolarización.
Antes
de adentrarnos en un análisis de factibilidad de la dolarización para
Argentina, es necesario remarcar, para aquellos nostálgicos de la convertibilidad que se aplicó aquí en la década del
noventa, que la dolarización es algo muy diferente a la misma. No es lo
mismo tener una moneda nacional con tipo de cambio fijo e inamovible, que
además debe cumplir una regla monetaria de igualar la base monetaria a la
cantidad de reservas, que directamente utilizar el signo monetario de otro
país. Ya lo veremos, yendo punto por punto:
a) La dolarización es
inconstitucional, y
por lo tanto, ilegal. En efecto, el artículo 75 inciso 6 de nuestra
Constitución establece que debe existir un banco federal con la potestad de
emitir moneda. O sea, se establece una moneda nacional, un banco central, y un
único emisor de moneda nacional.
b)
Dolarizar no es una medida cualquiera así nomás que pueda tomarse un día porque
uno se levantó con las ideas cambiadas. Para dolarizar se requiere que todos los pesos depositados en los bancos y en
circulación en la gente sean canjeados por los dólares de las reservas del
BCRA. Y deben ser reservas de libre disponibilidad, de otra manera ese
canje sería imposible. Por lo tanto, de los 66.000 millones de las reservas del
BCRA habría que restar los encajes de los argendólares, que son cerca de
u$s17.000 millones y los u$s19.000 millones del swap de monedas con China que
no son reservas de libre disponibilidad. Quedarían u$s30.000 millones de los
cuales habría que restar también otros activos que no constituyen reservas de
libre disponibilidad, y muy probablemente también el dinero del FMI que fue
otorgado para pagar la deuda y no para dolarizar. Pero supongamos que por arte
de magia pueden utilizarse esos u$s30.000 millones. Pues bien, la cantidad de depósitos en pesos y de circulante en el
público supera con creces los u$s100.000 millones, por lo que sería necesaria
una devaluación de más del 300% para poder dolarizar. Se necesita un dólar
de cerca de $150 por dólar. Vale recordar que la cifra necesaria de reservas
para dolarizar es muy superior a la necesaria en una convertibilidad, dado que
en la dolarización no es suficiente canjear la base monetaria por las reservas
porque si los depositantes desean retirar sus depósitos los bancos deben poder
entregarle a los depositantes el 100% de sus activos en dólares, por lo que hay
que convertir a divisas el 100% de los depósitos y circulante en el público.
c)
Si la probabilidad de un default desde
2020 en adelante luce nada baja hoy en día, ni qué hablar entonces de la
que habría en la dolarización: el BCRA
se habría quedado sin reservas, y el Tesoro solo contaría con la recaudación
para pagar no solo el gasto operativo, sino los intereses y hasta el propio
capital de la deuda si los mercados deciden no renovarla. Por lo tanto el
dislate de dolarizar es desde el punto de vista fiscal múltiple: se cae en el
riesgo de defaultear además de la deuda,
las jubilaciones y salarios del sector público si la recaudación es
insuficiente por una eventual recesión o cualquier otro factor y los mercados
no financian el faltante. Los problemas no concluyen allí: no se podría tener
una deuda flotante como la que hoy hay de Letes porque se corre el riesgo de
caer en situaciones inmanejables y el default sería un fantasma omnipresente.
El riesgo-país sería estratosférico en una dolarización argentina.
d)
Las cuentas externas del país, se trate de la balanza comercial o se trate de
la cuenta capital expondrían al sector financiero a vivir momentos de
iliquidez, en caso de haber déficit de
balanza comercial o fuga de capitales al exterior para las que no habría
posibilidad de financiamiento transitorio de ninguna autoridad monetaria. En
tal caso los dólares saldrían del sistema financiero al exterior dejando a
muchos bancos en situación muy comprometida. Los bancos serían los primeros en
caer en la auténtica picadora de carne que sería una dolarización en nuestro
país.
e)
Desde el punto de vista del nivel de
actividad, la economía argentina quedaría librada a la situación de precios
relativos que la Reserva Federal de los Estados Unidos, subiendo o bajando
las tasas de interés, quisiera imponer a aquella economía por motivos
totalmente ajenos a la economía argentina. Si el dólar subiera o bajara de
manera fuerte en el mundo la economía argentina quedaría expuesta a sufrir
bruscas recesiones o expansiones sin poder morigerarlas con las tasas de
interés ni tampoco con instrumentos que aumenten o disminuyan la liquidez.
f)
Desde el punto de vista de la rentabilidad
del sector bancario, la dolarización implicaría la necesidad de muy altos
encajes, dado que habría que impedir a toda costa que una corrida contra un
banco lo deje sin efectivo de dólares para atender el retiro de depósitos. Una
caída de un solo banco se convertiría rápidamente en una corrida sistémica dado
que el público sabría perfectamente que no hay ninguna asistencia posible del
BCRA a ningún banco. Pero sería un dilema propio de Hamlet, dado que con altos
encajes en dólares en Argentina, el negocio bancario tendería a mudarse al
exterior.
g)
La deuda de Argentina con el FMI se
convertiría en eterna. Nunca podríamos pagar al Fondo y dar las gracias
porque habría que juntar un superávit de u$s57.000 millones más intereses para
cancelar el crédito o en su defecto encontrar otro financiamiento el cual sería
imposible de obtener si se tiene en cuenta que muy probablemente nadie estaría
dispuesto a prestarle dinero fresco a un país que no cuenta con política fiscal
ni política monetaria y posee alta probabilidad de default.
Y
hay muchos, muchos problemas más que por cuestiones de brevedad no podemos
nombrar aquí. En síntesis, los pocos pero ruidosos libertarios, tras la frustración
que les produce no poder eliminar el Banco Central ni ir a una múltiple emisión
privada de monedas están cerca de organizar un piquete para dolarizar. Es
probable que nuevamente se frustren. No sería raro que, con la excentricidad y
extremismo que los caracteriza a estos economistas, la próxima idea retrógada
de esta corriente anarco-capitalista virulentamente antinflacionaria, que está conduciendo al liberalismo argentino a
una peligrosa esterilidad sea, nada más y nada menos, que instaurar el trueque.
walter.graziano@yahoo.com