lunes, 17 de febrero de 2020

Entre la gira o el giro del presidente


Carlos LEYBA para EL PAÍS DIGITAL
11 de febrero de 2020


La gira presidencial, la excursión europea, fue una actuación, por distintas localidades, del equipo presidencial con vuelta al punto de partida. Esa sería la versión femenina de la “raíz” de gira según el diccionario.
Pero la versión masculina, giro, significa cambio de dirección o estilo.
Claramente la gira tuvo mucho de actuación del libreto “albertista” o “guzmanista” en relación al trato con los países desarrollados – por otra parte nuestros acreedores e impulsores de la apertura económica vía libre comercio – en torno al crucial tema de la votación favorable, de esos países, para una espera prolongada del FMI respecto de nuestra deuda.
La gran pregunta es sí el fin de la gira representará un giro en tanto cambio de dirección. ¿Por qué? Veamos.
No bien aterrizó,  Cristina, implacable, le marcó la cancha al Ministro que esta semana recibirá a la misión del Fondo.
Desde Cuba Cristina señaló que, a su criterio, en el Estatuto del Club FMI está la claúsula que impide la quita a las deudas y también la cláusula que, de aplicarse, habría impedido que el FMI nos otorgue esos créditos.
Colige la Vicepresidenta y Jefa política del Frente de Todos, que el FMI debe aceptar una quita de la deuda, justamente, porque otorgó ese crédito fuera de sus normas. Un crédito mal parido no se debe devolver al 100%. Esa es la tesis Cris.
Ni remotamente es lo que dijo Fernández en Europa. Seguramente algo inadmisible, por ejemplo, para la Canciller alemana.
Aclaro que esta “lógica estatutaria” para “fundar una quita” la escuché hace cuatro meses de altísimos funcionarios de este gobierno. No es una idea peregrina, sino una convicción o una duda que se mastica hace tiempo entre los consultados habitualmente por Fernández.
De ahí que de la “gira de buenas maneras”, podemos pasar al “giro” o cambio de dirección con el FMI: una cosa es patear los plazos y otra tratar de pagar menos.
A nadie se le escapa que si de quita se trata, el costo político en materia de relaciones con el Occidente desarrollado sería tan grande que sólo lo justificaría una quita “de verdad”, por ejemplo 50%, y a pagar en 20 años. Lo que es un sueño de una noche agitada de verano.
Ante este impacto mundial, la “buena” es que además y en compensación de la reputación de “mal pagador” – de lograr esa quita – la misma sería “más que compensada” por la “reputación confirmada” que tan generosamente nos han regalado dos ex presidentes uruguayos, uno de derecha y otro tan de izquierda que fue tupamaro armado y después símbolo civil de la no violencia, todo se reescribe por aquí.
Horas antes del exoset de Cristina, Jorge Arguello embajador ante los Estados Unidos, recibió lo que fue a buscar: el apoyo de Donald Trump para conseguir la tan ansiada espera por la deuda con el Fondo.
El mismo apoyo que Donald le brindó a Macri, violando la tradición del FMI en lo que hace a tiempos y montos de crédito; y que con Fernández sería según CFK - la merecida violación traducida en elevado descuento.
La gira presidencial por el apoyo (incluido Trump) para la espera, se trastocaría a partir de este mensaje en giro por la quita. Es decir hay que pedirle a Trump que dado que empujó por el crédito, se haga cargo y ahora empuje por la quita. ¿Será así?  
Y si no es así, si es que Guzmán insiste en buscar el apoyo del FMI para cerrar rápido el trámite de toda la deuda, entonces, los dichos de Cristina han sido para echar leña al fuego, para marcar que hay otra mirada.
Y otra estrategia para el futuro si es que la de Guzmán se demora demasiado.
Aclaro que, en lo que a mí respecta, desde la reunión de Guzmán con Kristalina en Washington y antes de ser ministro, creo que las cosas con el FMI están cocinadas y lo que hizo Guzmán con impuestos y jubilaciones es una manera de decir mírame que cumplo.
Pero si CFK insiste en la quita a la deuda con el FMI, entonces nos animamos a imaginar un escenario conflictivo y lejano al de “calmar la economía” que ha sido el leit motiv de Guzmán.
Estas declaraciones provocadoras de CFK corroboran que el clima local, el interno, está caldeado… Y que no es el calor, que nos aplasta, lo que nos inspira sino el malestar futuro que trasuntan las palabras partidas del mismo gobierno y gritadas, en voz alta y para afuera. ¿Por qué gritan tanto?
Antonio Cafiero decía que los peronistas son como los gatos, cuando gritan parece que pelean pero se están reproduciendo. Pero no es el caso.
De lo que no estoy seguro es que la mayoría de los que le ladran a Fernández hayan sido alguna vez peronistas de Perón ¿hay otra manera de serlo?. Cuando hablan no suenan a cultura peronista.
Pero lo cierto es que son parte del gobierno y del Frente.
Mientras que el presidente, y su ministro a cargo de la deuda, han sido recibidos de manera que pueden sentirse halagados y por ahí, avalados. Que no es poco… se escuchan las voces que inquietan a los que los recibieron como del mismo palo. Nadie esperaba recibir un palo.
Antes de la desautorización implícita de CFK al trato del Ministro con Kristalina Georgieva, una ministra de Alberto, que adquirió fama por ser la abogada de Milagros Sala, le enmendó impiadosamente la plana al Presidente y a su Jefe de Gabinete. Hay piñas económicas y piñas políticas. No hay hasta ahora piñas sociales. Atención Baradel.
Primero la ministra enmendó refutando, ministerialmente, la doctrina albertista de “prisiones arbitrarias” que descalifica el carácter de “presos políticos” atribuido a los ex funcionarios presos por la Justicia.
La arbitrariedad está implícita en que no es imposible la arbitrariedad en las prisiones preventivas. Es que pueden que no estén dadas las condiciones que establecen las leyes para dictarlas. Es una cuestión de apreciaciones. Unos piensan que están dadas y otros piensan que no.
Pero como no son hechos sucedidos, sino que unos piensan que pueden suceder y otros que no, la decisión judicial será arbitraria para el que piensa que no o en el caso contrario para el que piensa que sí, porque “la razón” está fundada en la evaluación de la conducta futura.
Esa opinión, prisiones arbitrarias, es muy lejana  a “presos políticos”. Alberto lo aclaró “presos a disposición del Poder Ejecutivo no hay”.  ¿Quién lo duda?
Respecto a los hechos que motivan la judialización, ellos – sean presos o en proceso -, los presos arbitrariamente o no, han protagonizado un periplo que, como mínimo, para muchos de los involucrados ha sido económicamente afortunado, lo que seguramente los herederos celebran.
Pero – lamentablemente – ese proceso “afortunado” coincide, desde su mismo origen, con la vida pública de personas de previa vida muy modesta, económicamente hablando. Todos desde una pequeña ciudad de vida modesta, todos acumulan una condición de vida que cualquiera diría propia de ricos.
Eso ya no es para celebrarlo. Necesita muchas explicaciones, entre las cuales no calificará la versión de la alquimia. Está probado que no se puede transformar la arena en oro. ¿Se entiende?
Esto vale para muchas administraciones, la que se fue, la que se fue antes y muchas más, etc. No se trata de cuestiones ideológicas o programáticas. H. Verbistky hace décadas escribió “Robo para la Corona”. Nada nuevo bajo el sol. Lo nuevo sería el juicio justo.
Es decir, en esto no debería haber grieta ¿o no? ¿O qué cosa forma la grieta?
No es necesario extenderme sobre el tema, porque lo políticamente relevante, en estas horas, es la apertura de la disputa, por ese tema, desde los despachos gubernamentales.
Dicho de otra manera ¿investigaremos y en su caso, castigaremos los delitos de cohecho o corrupción independientemente de quien sea el autor, o no? Esa es la cuestión. Meterla en la grieta no está bien, ni de un lado ni del otro. 
Pero lo que ahora nos conmueve es el hecho que con estas disputas sí se plantea una confusión del mensaje acerca de dónde radica el poder.
Hay que recordar que un gobierno es la conducción de una nave. Y en el caso nacional actual, se trata de una nave – digamos frágil – en un mar embravecido y con un horizonte en sombras.
El comando de la nave define todas las acciones; y una vez que estas están en la voz del que manda, los tripulantes obedecen las líneas de mando y trabajan para cumplirlas.
Seguramente la gravedad de la situación y los distintos puntos de vista, obliga, a todos los que están más cerca de la línea de mando, a participar ordenada y discretamente en los lugares y momentos de conversación de modo de señalar probables errores del comando o mejores alternativas que las señaladas por la conducción.
Todos los funcionarios del Ejecutivo son “funcionarios de”, es decir, cumplen funciones que el cerebro del gobierno indica. No están para enmendar la plana del Jefe. Y menos públicamente.
Un Poder Ejecutivo no es un Parlamento. Y los ministros no son legisladores. Apenas son secretarios para cumplir una tarea para el que los eligió que es el Presidente.
Suena horrible cuando un ministro refuta al Presidente o a su mano derecha legal, el Jefe de Gabinete y se complica mucho más cuando la Vicepresidente propone un argumento con la deuda que el Ministro no comparte, o que parece que no comparte.
No creo que le haya dicho a Kristalina “te voy a pagar la mitad”.
No están los ministros para dar sus opiniones personales. Si las tienen, las cuentan puertas adentro o si son tan importantes como para darlas a conocer diferenciándose del Presidente, lo digno es renunciar. Renunciar, cosa muy difícil que ocurra si es que el cargo se otorgó como contraprestación y no por una selección de convicciones o capacidades.
Y en el caso de CFK imposible porque no sólo fue elegida sino porque ella eligió: sólo le cabe el autocontrol o la grandeza.
La ministra de marras aclaró que, además de haber – refutando a Alberto – presos políticos, la ley que va a mandar (ella!!!) es una de “legalización del aborto”.
La afirmación era una refutación de los dichos de Santiago Cafiero quién habló de “despenalización y después legalización”. Lo relevante es “después” que define que para Cafiero (y para Alberto) las dos (despenalización y legalización) propuestas son diferentes.
Y la diferencia radica en la voluntad de hacer “un poco para cada lado”. Marcamos aquí no el carácter de la diferencia sino “la voluntad política de expresarlo”.
Así entendido, pareciera que la ministra quiere “conflicto ya” y marcar la cancha, o exacerbar los ánimos. Tal como Cris.
Los que responden a Alberto, como Cafiero, prefieren “de a poco” o “gradualismo abortista”. No hay enormes diferencias, pero una cosa no “suena” lo mismo que la otra. Y la ministra se encargó de decir “aborto ya” no me joroben.
No es la única disputa o contradicción al aire como hemos visto.
También las hubo del ministro del interior. Y la más rimbombante – aunque pertenece a otra jurisdicción – ha sido la del periplo financiero Kicillof. Fue todo mal.
Una pulseada, una mojada de oreja y un arrugue. Los que cobraron felices. Y no molestarán más.
Pero, si bien no es igual y no son los mismos, el ministro Martín Guzmán, está más condicionado ahora que antes – a causa del mecanismo de amenaza y repliegue de Kicillof - a plantear una mansa renegociación de la deuda con los bonistas.
No es ni malo ni grave lo de Axel. Sólo inútil. Y peor lo de CFK porque es más inútil. Porque si es ladrido que no implica mordida (en el buen sentido) malquista y si va en serio, agarrate Catalina.
En estas condiciones los gestos inútiles son pérdida de tiempo, fuga de energía y clima malquistado adentro y afuera, porque a los amigos, que quieren ganar Alberto y Guzmán, estos funcionarios díscolos del Frente, incluida Cris, los alejan y  tienden a empiojar la relación.
Y eso – como se sabe – pica; y lo que pica, lo hay que rascar, obliga a buscar un palenque como decía José Hernández.
Justamente la gira de Alberto Fernández fue exitosa en la búsqueda del palenque de afuera y mientras tanto, aquí adentro, le aflojaban el palenque...
En términos de la estética de las relaciones internacionales esta sorpresiva gira del Presidente - desde Israel hasta el corazón de Europa – lo ha colocado en el “Hola” de las relaciones exteriores en un lugar más destacado que el que, con enorme autobombo, logró Mauricio.
Sin duda los grandes medios y sus comentaristas no han celebrado estos pasos de Alberto como un avance en la “inserción en el mundo”. No de la manera en que festejaban cada sonrisa presidencial en la foto con Mauricio.
En aquellos años, al respecto, dominaba el “entusiasmo incondicional” y por lo que parece, en estos, dominará la “descalificación incondicional”.
Mauricio y equipo, señalaban que cada recepción educada en territorio desarrollado anunciaba la inmediata “lluvia de inversiones”. Claramente eso es lo que no pasó.

En subsidio llegó la bicicleta alimentada por el delirio del retraso cambiario más tasas de interés estratosféricas.
El final fue la parálisis ante la deuda externa con el sector privado (sumada a la que ya había) más la deuda externa con el FMI convertido en una “ambulancia loca”: una que no lleva a ningún lugar donde se trate la enfermedad por la que fue llamada.
Mientras los contactos de Macri “procuraban” inversiones, los de Alberto procuran “ayuda” para el trato generoso del FMI– una deuda que no sirvió para nada – y tal vez, una carta de recomendación para los prestamistas: “recíbalo a Fernández, él va a contar como va ha hacer para pagarle con una tasa de interés que en ningún otro lugar del mercado va a conseguir”.
Llegados a este punto conviene aclarar que las relaciones internacionales, entre los países desarrollados y los que no lo somos, si hablamos en serio, se miden – primero - por las inversiones de los primeros efectivamente radicadas en los segundos. Inversiones que, segundo, se miden por si incorporan capital de la mejor tecnología destinado a generar diversificación productiva; y no sólo para financiar “corto” la explotación de riquezas naturales con escasa agregación de valor. Esas inversiones de extracción no generan ni empleo estable de calidad ni alto nivel de transferencia tecnológica. 
Hay inversiones para seguir haciendo lo mismo o aquellas para transformar la estructura productiva y caminar al desarrollo. Crecer o desarrollar: esa es la cuestión.
Las inversiones, y en esto también radica su valor, tienen que venir asociadas a la recepción privilegiada de esos nuevos y diversificados, productos en los mercados de los países desarrollados. Y tienen que – y no es una ayuda menor – garantizar el financiamiento sine die de los desequilibrios financieros propios de las primeras etapas de la transformación y expansión productiva a las que, esas inversiones y mercados, estarían asociados.
Inversiones, transformación, mercados y financiamiento de largo plazo de los desequilibrios del desarrollo, conforman la verdadera materialización de las buenas relaciones internacionales y de la meneada inserción en el mundo. Todo lo demás es literatura o fotos para la tribuna, sea con guitarra o con las obras completas de Jorge Luis Borges. Alberto tiene muchas guitarras, Macron debe tener una docena de las completas de Borges.
Un mix de las relaciones productivas de desarrollo, que hemos mencionado, es fácil de rastrear – en Occidente - desde el fin de la Segunda Guerra Mundial y a partir del Plan Marshall. Fueron las relaciones internacionales de posguerra y “la inserción en un nuevo mundo”.

Ejemplos, Alemania Occidental – el “medio país” que sería el futuro motor económico de la unidad europea -; la recuperación de la economía japonesa. Después el sudeste asiático y aún hoy – a pesar del tira y afloja - la construcción de esa suerte de “neo continente global” que fue la “chimérica”, de cuyas reverberaciones surgió el “viento de cola” que bañó el Atlántico y nos ofreció una década de oportunidades que, por esa maldita falta de pensamiento estratégico que nos caracteriza, no supimos ni quisimos aprovechar para “integrarnos productivamente al mundo”. Nos quedamos en el excedente comercial que nos brindó la primarización de la soja: la proteína vegetal o lo más primario que podemos hacer.
De esto debemos hablar cuando hablamos de “inserción en el mundo”.
Recepciones, discursos, regalos. Muy bien. Condición necesaria para la “inserción inteligente en el mundo”. Pero lo suficiente, lo beneficioso para el país, es lograr aquello que han probado, en los hechos, los países devastados o subdesarrollados que han dejado de serlo con el “apoyo” de los “ricos”. Relaciones todas intensamente vinculadas a las situaciones geopolíticas miradas desde la potencia del momento.
La Argentina no tiene un privilegio geopolítico: su relación, en ese plano, es de especialización y no de diversificación; y por lo tanto es de “dependencia”, aunque la palabra suene “demodé”.
Es habitual escuchar la monserga que la economía argentina es una economía cerrada; cerrada por la estructura arancelaria o de control comercial, o por el escaso peso del comercio exterior en el PBI.
Ambas formas de medir son, como mínimo, incompletas. Importa ponderarlas en función de la participación de las importaciones en los distintos mercados. La primera aclaración es que nuestro PBI, a pesar de nuestro bajísimo nivel de productividad, está básicamente conformado por la valoración contable de las actividades de servicios y de las que producen bienes no transables (concesionarios)
En bienes transables, dejando de lado alimentación, la industria de transformación genera, en un año no recesivo, un déficit comercial internacional de 30 mil millones de dólares; y la penetración de bienes importados, en los sectores industriales de los bienes que compramos con manufactura local, va de un extremo del 80% en la industria automotriz a un mínimo de 20% en las industrias más vegetativas. No somos – con el sentido estricto de medir “lo transable” – una economía cerrada sino más bien una economía perforada.
En consecuencia, las relaciones internacionales y la inserción inteligente en el mundo, es lograr que “esas relaciones” contribuyan a la transformación vía inversiones de diversificación.
De eso se trata “la política económica y comercial internacional”: si no resulta en tecnología y diversificación no nos “integra en el mundo”. Nadie llamaría “integrada” a una economía “dependiente” que importa saber y vende naturaleza.
Volvamos al periplo de buenas relaciones que, en esta aproximación de urgencia, están motivadas por el apoyo para la negociación de la deuda o para no caer en default.
Una apostilla acerca del buen trato “presidencial” magnificado en su significado como predictor de “avances en la línea de la inversión y apoyo a la transformación”. Vale para todos los que destacan la buena atención promesas de los líderes mundiales. Por eso es bueno recordar que, por ejemplo, en Estados Unidos se lo llamó al impresentable y lamentable Leopoldo Fortunato Galtieri, “General majestuoso”; y al poco tiempo esos halagos se transformaban en la respuesta sobre Malvinas.
Como en todos los órdenes de la vida las consecuencias reales dependen de los hechos y no de las palabras.
Aunque – sin duda – las palabras son siempre el principio. Fernández las ha pronunciado y las ha recibido por ser Presidente y por haber tenido a favor la intervención de destacadas personalidades como el Embajador Juan Archibaldo Lanús y Gustavo Osvaldo Beliz, quienes han tejido relaciones profundas y estables en Francia y la Santa Sede respectivamente. Gracias a ellos esas puertas se han abierto con extrema e inusual cordialidad.
En Francia, además, Fernández dio una charla en Sciences Po y la Señora Merkel le ofreció una comida. El Papa Francisco - que le hizo el enorme favor de delegar en el Cardenal Pietro Parolin la “incomoda” referencia al Magisterio de la Iglesia acerca del aborto - le brindó los argumentos de San Juan Pablo II acerca de lo gravoso de los programas que cargan (ajuste, desempleo, reducción de la protección social) sobre la población más vulnerable los costos de la cancelación acelerada de la deuda. Un flagelo que se suma al deterioro planetario producido por la desprotección ambiental y social de la desigualdad. Las tres desprotecciones (deuda, ambiente, inequidad) obedecen a la misma matriz de un sistema capitalista que necesita un rediseño inspirado en el respeto a todas las dimensiones de la persona y de la vida.
El ministro Martín Guzmán, con envidiable modestia, ha demostrado en Roma, una vez más, su gran capacidad para ser escuchado por el acreedor más importante del país que es el FMI; y ha puesto en evidencia que sus pasos, en el orden fiscal, responden a conversaciones, previas a asumir su cargo actual, mantenidas con Kristalina Georgieva.
Es decir – si la finalidad es resolver la deuda y en particular hacerlo con la anuencia del FMI – los pasos de Guzmán no son improvisados y bien pueden ser la matriz de un acuerdo pronto. Eso es lo que todos vemos.
Pero lo que no vemos y lo que su ausencia angustia, es la definición sistémica de dónde queremos ir.
Todos los funcionarios económicos, desde Guzmán al heterodoxo Matías Kulfas, recitan “primero la macro”: superávit fiscal, baja de la inflación. Nadie puede discutir esa necesidad.
Pero lo que sí es absolutamente discutible y preocupante es que, con esos objetivos y los instrumentos hasta aquí revelados, la fatiga de materiales es inevitable. Porque las causas están en otro lado.
La causa del desequilibrio fiscal, la causa de la inflación, responden a la misma enfermedad: una economía de bajísima productividad, orientada al consumo, militante del presente, que ha decidido ignorar que el futuro es ahora.
Pero la decisión y la posibilidad de construir el futuro implica necesariamente limar, obligación del que gobierna, las aristas punzantes de la grieta de modo que se pueda construir un puente y alentar el tránsito de unos y otros a ambos lados de la grieta.
Ese puente es la conversación sobre el futuro. Y la necesidad de dejar las aristas punzantes del pasado fuera de la discusión.
La intervención de dos ministros refutando el concepto presidencial de “prisiones arbitrarias” a la espera de la definición final de la Justicia, es una contribución a la mantenimiento de la grieta. La afirmación “presos políticos”, además es inútil. Si las cuestiones están en la Justicia solo caben presentaciones judiciales y no declaraciones políticas.
Pato o gallareta los presos lo están por decisión, arbitraria o no de la Justicia, y sólo la Justicia podrá resolverlo, salvo que agrandemos la grieta con una intervención política sobre ella.
En la cuestión del aborto, la “despenalización” no es lo mismo que la “legalización”. El Jefe de Gabinete puso un orden. Y  esa ministra lo “desordenó”. Y aportó un escollo más en la tarea de reinventar un futuro colectivo alejado de la y las grietas que nos agotan.
Internamente Fernández, si quiere licuar la grieta para poder conversar el futuro, el único lugar donde vamos a vivir y el único ámbito donde podemos consensuar, necesita alinear su tropa, bajarle la intolerancia a muchos que lo rodean, reducir las exigencias engrietantes – muchas, las más de ellas – sostenidas sólo por minorías militantes y ruidosas. La razón no es de comisario del orden, sino de la necesidad de ensanchar el campo. Fernández necesita empezar ya el camino del futuro.
Para todo lo que hay que hacer hay que empezar por aquellas cosas en la que ni siquiera hace falta pagar costo alguno y ni siquiera aplicar recursos. Solamente decisiones. Las cosas más decisivas sólo necesitan decisiones.     
Un solo ejemplo que sólo que requiere decisión: la reforma del Estado, en todos los niveles, que no puede esperar. Este sector público consume mucho más de lo que realmente produce. Nada de un día para otro. Pero hay que empezar ya.
Por ejemplo, lo hemos reclamado hace mucho tiempo, congelar la totalidad de los cargos públicos con un acuerdo concertado con todos los intendentes, gobernadores, todos los organismos autárquicos, Banco Central, empresas del Estado, parlamentos de todos las jurisdicciones y la administración de Justicia, etc. Todo lo que implique remuneración públicas o contratos debe ser congelado, empleo o contrato que vence no se debe renovar. Y se sustituye, con reentrenamiento, con los que están. Congelación de toda nueva designación aun del reemplazo del que se va.
Habrá que generar una política complementaria de formación y reentrenamiento, si se quiere de incentivos, para que todas las funciones imprescindibles que necesiten personal puedan ser satisfechas con personal de otras reparticiones debidamente entrenado y sin incorporar gente de afuera.
Una decisión de ese talante reducirá de manera veloz y sin despedir a nadie la enorme superpoblación del área pública. Nada es simple. Es una decisión silenciosa que sólo afecta a los que conducen que no podrán incorporar y tendrán que administrar con recursos escasos.
Y este es un ejemplo de que sólo con decisiones se pueden generar enormes pasos adelante. Pero se necesita consenso que solo se logra aventando a los fanáticos de la grieta que se encuentran en ambas márgenes tratando de romper puentes. Son pocos. Pero gritan.
Pero para decidir no sólo hace falta calmar la economía, como dijo Guzmán, sino calmar la sociedad para diluir la grieta y ponerle suavizante a los militantes de las causas ríspidas para las que el apuro no sirve para nada.
La buena onda alcanzada afuera se puede malograr si agigantamos la grieta interna y son las minorías activas y beligerantes las que siempre han agitado conflictos básicamente porque no tienen nada que perder.
Vamos al futuro que es el ámbito del consenso. “El futuro no es lo que va a venir, sino lo que nosotros vamos a hacer”. (Henri Bergson). Sin acción que lo busque, no hay futuro.

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