Carlos LEYBA para EL PAÍS DIGITAL
11 de febrero de 2020
La
gira presidencial, la excursión europea, fue una actuación, por distintas localidades, del
equipo presidencial con vuelta al punto de partida. Esa sería la versión
femenina de la “raíz” de gira según el diccionario.
Pero la versión masculina, giro,
significa cambio de dirección o estilo.
Claramente la gira tuvo mucho de
actuación del libreto “albertista” o “guzmanista” en relación al trato con los
países desarrollados – por otra parte nuestros acreedores e impulsores de la apertura
económica vía libre comercio – en torno al crucial tema de la votación
favorable, de esos países, para una espera prolongada del FMI respecto de
nuestra deuda.
La gran pregunta es sí el fin de la
gira representará un giro en tanto cambio de dirección. ¿Por qué? Veamos.
No bien aterrizó, Cristina, implacable, le marcó la cancha al
Ministro que esta semana recibirá a la misión del Fondo.
Desde
Cuba Cristina señaló que, a su criterio, en el Estatuto del Club FMI está la
claúsula que impide la quita a las deudas y también la cláusula que, de
aplicarse, habría impedido que el FMI nos otorgue esos créditos.
Colige la Vicepresidenta y Jefa
política del Frente de Todos, que el FMI debe aceptar una quita de la deuda,
justamente, porque otorgó ese crédito fuera de sus normas. Un crédito mal
parido no se debe devolver al 100%. Esa es la tesis Cris.
Ni remotamente es lo que dijo
Fernández en Europa. Seguramente algo inadmisible, por ejemplo, para la
Canciller alemana.
Aclaro que esta “lógica estatutaria”
para “fundar una quita” la escuché hace cuatro meses de altísimos funcionarios
de este gobierno. No es una idea peregrina, sino una convicción o una duda que
se mastica hace tiempo entre los consultados habitualmente por Fernández.
De
ahí que de la “gira de buenas maneras”, podemos pasar al “giro” o cambio de
dirección con el FMI: una cosa es patear los plazos y otra tratar de pagar
menos.
A nadie se le escapa que si de quita
se trata, el costo político en materia de relaciones con el Occidente
desarrollado sería tan grande que sólo lo justificaría una quita “de verdad”,
por ejemplo 50%, y a pagar en 20 años. Lo que es un sueño de una noche agitada
de verano.
Ante este impacto mundial, la “buena”
es que además y en compensación de la reputación de “mal pagador” – de lograr
esa quita – la misma sería “más que compensada” por la “reputación confirmada”
que tan generosamente nos han regalado dos ex presidentes uruguayos, uno de
derecha y otro tan de izquierda que fue tupamaro armado y después símbolo civil
de la no violencia, todo se reescribe por aquí.
Horas antes del exoset de Cristina, Jorge Arguello embajador ante los Estados
Unidos, recibió lo que fue a buscar: el apoyo de Donald Trump para conseguir la
tan ansiada espera por la deuda con el Fondo.
El mismo apoyo que Donald le brindó a Macri, violando la
tradición del FMI en lo que hace a tiempos y montos de crédito; y que con
Fernández sería según CFK - la merecida violación traducida en elevado
descuento.
La gira presidencial por el apoyo
(incluido Trump) para la espera, se trastocaría a partir de este mensaje en
giro por la quita. Es decir hay que
pedirle a Trump que dado que empujó por el crédito, se haga cargo y ahora
empuje por la quita. ¿Será así?
Y si no es así, si es que Guzmán
insiste en buscar el apoyo del FMI para cerrar rápido el trámite de toda la
deuda, entonces, los dichos de Cristina han sido para echar leña al fuego, para
marcar que hay otra mirada.
Y otra estrategia para el futuro si es
que la de Guzmán se demora demasiado.
Aclaro que, en lo que a mí respecta,
desde la reunión de Guzmán con Kristalina en Washington y antes de ser
ministro, creo que las cosas con el FMI
están cocinadas y lo que hizo Guzmán con impuestos y jubilaciones es una manera
de decir mírame que cumplo.
Pero si CFK insiste en la quita a la
deuda con el FMI, entonces nos animamos a imaginar un escenario conflictivo y
lejano al de “calmar la economía” que ha sido el leit motiv de Guzmán.
Estas declaraciones provocadoras de
CFK corroboran que el clima local, el interno, está caldeado… Y que no es el
calor, que nos aplasta, lo que nos inspira sino el malestar futuro que
trasuntan las palabras partidas del mismo gobierno y gritadas, en voz alta y
para afuera. ¿Por qué gritan tanto?
Antonio
Cafiero decía que los
peronistas son como los gatos, cuando gritan parece que pelean pero se están
reproduciendo. Pero no es el caso.
De lo que no estoy seguro es que la
mayoría de los que le ladran a Fernández hayan sido alguna vez peronistas de
Perón ¿hay otra manera de serlo?. Cuando hablan no suenan a cultura peronista.
Pero lo cierto es que son parte del
gobierno y del Frente.
Mientras que el presidente, y su
ministro a cargo de la deuda, han sido recibidos de manera que pueden sentirse
halagados y por ahí, avalados. Que no es poco… se escuchan las voces que
inquietan a los que los recibieron como del mismo palo. Nadie esperaba recibir
un palo.
Antes de la desautorización implícita
de CFK al trato del Ministro con Kristalina Georgieva, una ministra de Alberto, que adquirió fama por ser la abogada de
Milagros Sala, le enmendó impiadosamente la plana al Presidente y a su Jefe de
Gabinete. Hay piñas económicas y piñas políticas. No hay hasta ahora piñas
sociales. Atención Baradel.
Primero la ministra enmendó refutando,
ministerialmente, la doctrina albertista de “prisiones arbitrarias” que
descalifica el carácter de “presos políticos” atribuido a los ex funcionarios
presos por la Justicia.
La arbitrariedad está implícita en que
no es imposible la arbitrariedad en las prisiones preventivas. Es que pueden
que no estén dadas las condiciones que establecen las leyes para dictarlas. Es
una cuestión de apreciaciones. Unos piensan que están dadas y otros piensan que
no.
Pero como no son hechos sucedidos,
sino que unos piensan que pueden suceder y otros que no, la decisión judicial
será arbitraria para el que piensa que no o en el caso contrario para el que
piensa que sí, porque “la razón” está fundada en la evaluación de la conducta
futura.
Esa opinión, prisiones arbitrarias, es muy lejana
a “presos políticos”. Alberto lo aclaró “presos a disposición del Poder
Ejecutivo no hay”. ¿Quién lo duda?
Respecto a los hechos que motivan la
judialización, ellos – sean presos o en proceso -, los presos arbitrariamente o
no, han protagonizado un periplo que, como mínimo, para muchos de los
involucrados ha sido económicamente afortunado, lo que seguramente los
herederos celebran.
Pero – lamentablemente – ese proceso
“afortunado” coincide, desde su mismo origen, con la vida pública de personas
de previa vida muy modesta, económicamente hablando. Todos desde una pequeña
ciudad de vida modesta, todos acumulan una condición de vida que cualquiera
diría propia de ricos.
Eso ya no es para celebrarlo. Necesita
muchas explicaciones, entre las cuales no calificará la versión de la alquimia.
Está probado que no se puede transformar la arena en oro. ¿Se entiende?
Esto vale para muchas
administraciones, la que se fue, la que se fue antes y muchas más, etc. No se
trata de cuestiones ideológicas o programáticas. H. Verbistky hace décadas
escribió “Robo para la Corona”. Nada nuevo bajo el sol. Lo nuevo sería el
juicio justo.
Es decir, en esto no debería haber
grieta ¿o no? ¿O qué cosa forma la grieta?
No es necesario extenderme sobre el
tema, porque lo políticamente relevante, en estas horas, es la apertura de la
disputa, por ese tema, desde los despachos gubernamentales.
Dicho de otra manera ¿investigaremos y
en su caso, castigaremos los delitos de cohecho o corrupción independientemente
de quien sea el autor, o no? Esa es la cuestión. Meterla en la grieta no está
bien, ni de un lado ni del otro.
Pero lo que ahora nos conmueve es el
hecho que con estas disputas sí se plantea una confusión del mensaje acerca de
dónde radica el poder.
Hay que recordar que un gobierno es la conducción de una nave. Y en
el caso nacional actual, se trata de una nave – digamos frágil – en un mar
embravecido y con un horizonte en sombras.
El comando de la nave define todas las
acciones; y una vez que estas están en la voz del que manda, los tripulantes
obedecen las líneas de mando y trabajan para cumplirlas.
Seguramente la gravedad de la situación
y los distintos puntos de vista, obliga, a todos los que están más cerca de la
línea de mando, a participar ordenada y discretamente en los lugares y momentos
de conversación de modo de señalar probables errores del comando o mejores
alternativas que las señaladas por la conducción.
Todos
los funcionarios del Ejecutivo son “funcionarios de”, es decir, cumplen
funciones que el cerebro del gobierno indica. No están para enmendar la plana
del Jefe. Y menos públicamente.
Un
Poder Ejecutivo no es un Parlamento. Y los ministros no son legisladores. Apenas son secretarios para cumplir
una tarea para el que los eligió que es el Presidente.
Suena horrible cuando un ministro
refuta al Presidente o a su mano derecha legal, el Jefe de Gabinete y se
complica mucho más cuando la Vicepresidente propone un argumento con la deuda
que el Ministro no comparte, o que parece que no comparte.
No creo que le haya dicho a Kristalina
“te voy a pagar la mitad”.
No están los ministros para dar sus
opiniones personales. Si las tienen, las cuentan puertas adentro o si son tan
importantes como para darlas a conocer diferenciándose del Presidente, lo digno
es renunciar. Renunciar, cosa muy difícil que ocurra si es que el cargo se
otorgó como contraprestación y no por una selección de convicciones o
capacidades.
Y en el caso de CFK imposible porque
no sólo fue elegida sino porque ella eligió: sólo le cabe el autocontrol o la
grandeza.
La ministra de marras aclaró que,
además de haber – refutando a Alberto – presos políticos, la ley que va a
mandar (ella!!!) es una de “legalización
del aborto”.
La afirmación era una refutación de
los dichos de Santiago Cafiero quién habló de “despenalización y después
legalización”. Lo relevante es “después” que define que para Cafiero (y para
Alberto) las dos (despenalización y legalización) propuestas son diferentes.
Y la diferencia radica en la voluntad
de hacer “un poco para cada lado”. Marcamos aquí no el carácter de la
diferencia sino “la voluntad política de expresarlo”.
Así entendido, pareciera que la
ministra quiere “conflicto ya” y marcar la cancha, o exacerbar los ánimos. Tal
como Cris.
Los que responden a Alberto, como
Cafiero, prefieren “de a poco” o “gradualismo abortista”. No hay enormes
diferencias, pero una cosa no “suena” lo mismo que la otra. Y la ministra se
encargó de decir “aborto ya” no me joroben.
No es la única disputa o contradicción
al aire como hemos visto.
También las hubo del ministro del
interior. Y la más rimbombante – aunque pertenece a otra jurisdicción – ha sido
la del periplo financiero Kicillof.
Fue todo mal.
Una pulseada, una mojada de oreja y un
arrugue. Los que cobraron felices. Y no molestarán más.
Pero, si bien no es igual y no son los
mismos, el ministro Martín Guzmán, está más condicionado ahora que antes – a
causa del mecanismo de amenaza y repliegue de Kicillof - a plantear una mansa
renegociación de la deuda con los bonistas.
No
es ni malo ni grave lo de Axel. Sólo inútil. Y peor lo de CFK porque es más
inútil. Porque si es ladrido que no implica mordida (en el buen sentido)
malquista y si va en serio, agarrate Catalina.
En estas condiciones los gestos
inútiles son pérdida de tiempo, fuga de energía y clima malquistado adentro y
afuera, porque a los amigos, que quieren ganar Alberto y Guzmán, estos
funcionarios díscolos del Frente, incluida Cris, los alejan y tienden a empiojar la relación.
Y eso – como se sabe – pica; y lo que
pica, lo hay que rascar, obliga a buscar un palenque como decía José Hernández.
Justamente la gira de Alberto
Fernández fue exitosa en la búsqueda del palenque de afuera y mientras tanto,
aquí adentro, le aflojaban el palenque...
En términos de la estética de las
relaciones internacionales esta sorpresiva gira del Presidente - desde Israel
hasta el corazón de Europa – lo ha
colocado en el “Hola” de las relaciones exteriores en un lugar más destacado
que el que, con enorme autobombo, logró Mauricio.
Sin duda los grandes medios y sus
comentaristas no han celebrado estos pasos de Alberto como un avance en la
“inserción en el mundo”. No de la manera en que festejaban cada sonrisa
presidencial en la foto con Mauricio.
En aquellos años, al respecto,
dominaba el “entusiasmo incondicional” y por lo que parece, en estos, dominará
la “descalificación incondicional”.
Mauricio y equipo, señalaban que cada
recepción educada en territorio desarrollado anunciaba la inmediata “lluvia de
inversiones”. Claramente eso es lo que no pasó.
En
subsidio llegó la bicicleta alimentada por el delirio del retraso cambiario más
tasas de interés estratosféricas.
El final fue la parálisis ante la
deuda externa con el sector privado (sumada a la que ya había) más la deuda externa con el FMI convertido
en una “ambulancia loca”: una que no lleva a ningún lugar donde se trate la
enfermedad por la que fue llamada.
Mientras los contactos de Macri “procuraban” inversiones, los de Alberto
procuran “ayuda” para el trato generoso del FMI– una deuda que no sirvió para
nada – y tal vez, una carta de recomendación para los prestamistas:
“recíbalo a Fernández, él va a contar como va ha hacer para pagarle con una
tasa de interés que en ningún otro lugar del mercado va a conseguir”.
Llegados a este punto conviene aclarar
que las relaciones internacionales, entre los países desarrollados y los que no
lo somos, si hablamos en serio, se miden – primero - por las inversiones de los primeros efectivamente
radicadas en los segundos. Inversiones que, segundo, se miden por si incorporan capital de la mejor tecnología
destinado a generar diversificación productiva; y no sólo para financiar
“corto” la explotación de riquezas naturales con escasa agregación de valor.
Esas inversiones de extracción no generan ni empleo estable de calidad ni alto
nivel de transferencia tecnológica.
Hay inversiones para seguir haciendo
lo mismo o aquellas para transformar la estructura productiva y caminar al
desarrollo. Crecer o desarrollar: esa es la cuestión.
Las inversiones, y en esto también
radica su valor, tienen que venir asociadas a la recepción privilegiada de esos
nuevos y diversificados, productos en los mercados de los países desarrollados.
Y tienen que – y no es una ayuda menor – garantizar el financiamiento sine die de los desequilibrios financieros propios
de las primeras etapas de la transformación y expansión productiva a las que,
esas inversiones y mercados, estarían asociados.
Inversiones,
transformación, mercados y financiamiento de largo plazo de los desequilibrios
del desarrollo, conforman la verdadera materialización de las buenas relaciones
internacionales y de
la meneada inserción en el mundo. Todo lo demás es literatura o fotos para la
tribuna, sea con guitarra o con las obras completas de Jorge Luis Borges.
Alberto tiene muchas guitarras, Macron debe tener una docena de las completas
de Borges.
Un mix de las relaciones productivas
de desarrollo, que hemos mencionado, es fácil de rastrear – en Occidente -
desde el fin de la Segunda Guerra Mundial y a partir del Plan Marshall. Fueron
las relaciones internacionales de posguerra y “la inserción en un nuevo mundo”.
Ejemplos, Alemania Occidental – el “medio país” que sería el futuro motor
económico de la unidad europea -; la recuperación de la economía japonesa.
Después el sudeste asiático y aún
hoy – a pesar del tira y afloja - la construcción de esa suerte de “neo
continente global” que fue la “chimérica”, de cuyas reverberaciones surgió el
“viento de cola” que bañó el Atlántico y nos ofreció una década de
oportunidades que, por esa maldita falta de pensamiento estratégico que nos
caracteriza, no supimos ni quisimos aprovechar para “integrarnos
productivamente al mundo”. Nos quedamos
en el excedente comercial que nos brindó la primarización de la soja: la
proteína vegetal o lo más primario que podemos hacer.
De esto debemos hablar cuando hablamos
de “inserción en el mundo”.
Recepciones, discursos, regalos. Muy
bien. Condición necesaria para la “inserción inteligente en el mundo”. Pero lo
suficiente, lo beneficioso para el país, es lograr aquello que han probado, en
los hechos, los países devastados o subdesarrollados que han dejado de serlo
con el “apoyo” de los “ricos”. Relaciones todas intensamente vinculadas a las
situaciones geopolíticas miradas desde la potencia del momento.
La
Argentina no tiene un privilegio geopolítico: su relación, en ese plano, es de especialización y no
de diversificación; y por lo tanto es de “dependencia”, aunque la palabra suene
“demodé”.
Es habitual escuchar la monserga que
la economía argentina es una economía cerrada; cerrada por la estructura
arancelaria o de control comercial, o por el escaso peso del comercio exterior
en el PBI.
Ambas formas de medir son, como
mínimo, incompletas. Importa ponderarlas en función de la participación de las
importaciones en los distintos mercados. La primera aclaración es que nuestro PBI, a pesar de nuestro bajísimo
nivel de productividad, está básicamente conformado por la valoración contable
de las actividades de servicios y de las que producen bienes no transables
(concesionarios)
En bienes transables, dejando de lado
alimentación, la industria de transformación genera, en un año no recesivo, un déficit comercial internacional de 30
mil millones de dólares; y la penetración de bienes importados, en los sectores
industriales de los bienes que compramos con manufactura local, va de un
extremo del 80% en la industria automotriz a un mínimo de 20% en las industrias
más vegetativas. No somos – con el
sentido estricto de medir “lo transable” – una economía cerrada sino más bien
una economía perforada.
En consecuencia, las relaciones
internacionales y la inserción inteligente en el mundo, es lograr que “esas
relaciones” contribuyan a la transformación vía inversiones de diversificación.
De eso se trata “la política económica
y comercial internacional”: si no resulta en tecnología y diversificación no
nos “integra en el mundo”. Nadie
llamaría “integrada” a una economía “dependiente” que importa saber y vende
naturaleza.
Volvamos al periplo de buenas
relaciones que, en esta aproximación de urgencia, están motivadas por el apoyo
para la negociación de la deuda o para no caer en default.
Una apostilla acerca del buen trato
“presidencial” magnificado en su significado como predictor de “avances en la
línea de la inversión y apoyo a la transformación”. Vale para todos los que
destacan la buena atención promesas de los líderes mundiales. Por eso es bueno
recordar que, por ejemplo, en Estados Unidos se lo llamó al impresentable y
lamentable Leopoldo Fortunato Galtieri, “General majestuoso”; y al poco tiempo
esos halagos se transformaban en la respuesta sobre Malvinas.
Como en todos los órdenes de la vida
las consecuencias reales dependen de los hechos y no de las palabras.
Aunque – sin duda – las palabras son
siempre el principio. Fernández las ha pronunciado y las ha recibido por ser
Presidente y por haber tenido a favor la intervención de destacadas
personalidades como el Embajador Juan
Archibaldo Lanús y Gustavo Osvaldo Beliz, quienes han tejido relaciones
profundas y estables en Francia y la Santa Sede respectivamente. Gracias a
ellos esas puertas se han abierto con extrema e inusual cordialidad.
En Francia, además, Fernández dio una
charla en Sciences Po y la Señora Merkel le ofreció una comida. El Papa Francisco - que le hizo el
enorme favor de delegar en el Cardenal Pietro Parolin la “incomoda” referencia
al Magisterio de la Iglesia acerca del aborto
- le brindó los argumentos de San Juan
Pablo II acerca de lo gravoso de los programas que cargan (ajuste,
desempleo, reducción de la protección social) sobre la población más vulnerable
los costos de la cancelación acelerada de la deuda. Un flagelo que se suma al
deterioro planetario producido por la desprotección ambiental y social de la
desigualdad. Las tres desprotecciones (deuda,
ambiente, inequidad) obedecen a la misma matriz de un sistema capitalista
que necesita un rediseño inspirado en el respeto a todas las dimensiones de la
persona y de la vida.
El ministro Martín Guzmán, con
envidiable modestia, ha demostrado en Roma, una vez más, su gran capacidad para
ser escuchado por el acreedor más importante del país que es el FMI; y ha
puesto en evidencia que sus pasos, en el orden fiscal, responden a
conversaciones, previas a asumir su cargo actual, mantenidas con Kristalina
Georgieva.
Es decir – si la finalidad es resolver
la deuda y en particular hacerlo con la anuencia del FMI – los pasos de Guzmán
no son improvisados y bien pueden ser la matriz de un acuerdo pronto. Eso es lo
que todos vemos.
Pero lo que no vemos y lo que su
ausencia angustia, es la definición sistémica de dónde queremos ir.
Todos los funcionarios económicos,
desde Guzmán al heterodoxo Matías Kulfas, recitan “primero la macro”: superávit
fiscal, baja de la inflación. Nadie puede discutir esa necesidad.
Pero lo que sí es absolutamente
discutible y preocupante es que, con esos objetivos y los instrumentos hasta
aquí revelados, la fatiga de materiales es inevitable. Porque las causas están
en otro lado.
La
causa del desequilibrio fiscal, la causa de la inflación, responden a la misma
enfermedad: una economía de bajísima productividad, orientada al consumo,
militante del presente, que ha decidido ignorar que el futuro es ahora.
Pero la decisión y la posibilidad de
construir el futuro implica necesariamente limar, obligación del que gobierna,
las aristas punzantes de la grieta de modo que se pueda construir un puente y
alentar el tránsito de unos y otros a ambos lados de la grieta.
Ese puente es la conversación sobre el
futuro. Y la necesidad de dejar las aristas punzantes del pasado fuera de la
discusión.
La intervención de dos ministros
refutando el concepto presidencial de “prisiones arbitrarias” a la espera de la
definición final de la Justicia, es una contribución a la mantenimiento de la
grieta. La afirmación “presos
políticos”, además es inútil. Si las cuestiones están en la Justicia solo
caben presentaciones judiciales y no declaraciones políticas.
Pato o gallareta los presos lo están
por decisión, arbitraria o no de la Justicia, y sólo la Justicia podrá
resolverlo, salvo que agrandemos la grieta con una intervención política sobre
ella.
En la cuestión del aborto, la “despenalización” no es lo mismo que la
“legalización”. El Jefe de Gabinete puso un orden. Y esa ministra lo “desordenó”. Y aportó un
escollo más en la tarea de reinventar un futuro colectivo alejado de la y las
grietas que nos agotan.
Internamente Fernández, si quiere
licuar la grieta para poder conversar el futuro, el único lugar donde vamos a
vivir y el único ámbito donde podemos consensuar, necesita alinear su tropa,
bajarle la intolerancia a muchos que lo rodean, reducir las exigencias
engrietantes – muchas, las más de ellas – sostenidas sólo por minorías
militantes y ruidosas. La razón no es de comisario del orden, sino de la
necesidad de ensanchar el campo. Fernández necesita empezar ya el camino del futuro.
Para todo lo que hay que hacer hay que
empezar por aquellas cosas en la que ni siquiera hace falta pagar costo alguno
y ni siquiera aplicar recursos. Solamente decisiones. Las cosas más decisivas
sólo necesitan decisiones.
Un solo ejemplo que sólo que requiere
decisión: la reforma del Estado, en
todos los niveles, que no puede esperar. Este sector público consume mucho más
de lo que realmente produce. Nada de un día para otro. Pero hay que empezar ya.
Por ejemplo, lo hemos reclamado hace
mucho tiempo, congelar la totalidad de los cargos públicos con un acuerdo
concertado con todos los intendentes, gobernadores, todos los organismos
autárquicos, Banco Central, empresas del Estado, parlamentos de todos las
jurisdicciones y la administración de Justicia, etc. Todo lo que implique remuneración públicas o contratos debe ser
congelado, empleo o contrato que vence no se debe renovar. Y se sustituye,
con reentrenamiento, con los que están. Congelación de toda nueva designación
aun del reemplazo del que se va.
Habrá que generar una política complementaria de formación y
reentrenamiento, si se quiere de incentivos, para que todas las funciones
imprescindibles que necesiten personal puedan ser satisfechas con personal de
otras reparticiones debidamente entrenado y sin incorporar gente de afuera.
Una decisión de ese talante reducirá de manera veloz y sin despedir a
nadie la enorme superpoblación del área pública. Nada es simple. Es una
decisión silenciosa que sólo afecta a los que conducen que no podrán incorporar
y tendrán que administrar con recursos escasos.
Y este es un ejemplo de que sólo con
decisiones se pueden generar enormes pasos adelante. Pero se necesita consenso
que solo se logra aventando a los fanáticos de la grieta que se encuentran en
ambas márgenes tratando de romper puentes. Son pocos. Pero gritan.
Pero para decidir no sólo hace falta
calmar la economía, como dijo Guzmán, sino calmar la sociedad para diluir la
grieta y ponerle suavizante a los militantes de las causas ríspidas para las
que el apuro no sirve para nada.
La buena onda alcanzada afuera se
puede malograr si agigantamos la grieta interna y son las minorías activas y
beligerantes las que siempre han agitado conflictos básicamente porque no
tienen nada que perder.
Vamos al futuro que es el ámbito del
consenso. “El futuro no es lo que va a venir, sino lo que nosotros vamos a
hacer”. (Henri Bergson). Sin acción que lo busque, no hay futuro.