Eduardo J. Vior
para InfoBaires24
Al día siguiente
de haber sido sobreseído por el Senado, Donald Trump se descargó contra sus
adversarios dentro y fuera del gobierno. Fue un mes duro, pero al presidente
finalmente pudo empezar la campaña electoral con el pie derecho. A esta altura
del año, faltando nueve meses para la
elección presidencial, nadie duda del triunfo de Donald Trump. La incógnita se
plantea sobre la política que éste llevará adelante en su segundo mandato.
En una alocución
espontánea ante el personal de la Casa Blanca el jueves 6 por la mañana el jefe
del Estado empezó descargando las tensiones que pasó durante 36 meses: “primero
pasamos por el griterío de ‘Rusia, Rusia, Rusia,'”, dijo, aludiendo a las
acusaciones de complicidad con Rusia, para ganar la elección de 2016. “Fue todo
una bosta [sic] que nos obligó a soportar el Informe Mueller”, continuó
refiriéndose a la investigación del fiscal especial Robert Mueller sobre si
Trump había obstruido la Justicia durante las pesquisas sobre la intromisión
rusa.
“Ésta no es ni
una conferencia de prensa ni un discurso; es solamente una celebración”,
sintetizó. “No niego haberme equivocado en mi vida ni haber hecho cosas
incorrectas, aunque siempre sin intención, pero el resultado es éste”, culminó,
mostrando la tapa del The Washington Post con el titular del día: “Trump
sobreseído”.
Al absolver al presidente por 52 contra 48
votos en un cargo y por 53 contra 47 en el otro, el Senado de Estados Unidos
dio el miércoles a la noche por terminado el juicio político que habilitó
la Cámara de Representantes en diciembre pasado por los delitos de abuso de
poder y de obstrucción al Congreso.
La votación en
el Senado se realizó apenas unas horas después de que Trump presentara el
martes su informe anual sobre el estado de la Unión ante la Asamblea
Legislativa. Las escenas de Donald Trump negando el saludo a su anfitriona, la
presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, y la de ésta rompiendo
el texto del discurso, apenas el mandatario hubo terminado, fueron cuidadosamente
representadas, para inaugurar la campaña electoral. Un novelón perfecto, que el
pleno subrayó aplaudiendo unánimemente a su huésped Juan Guaidó, cuando Trump
lo presentó como “verdadero presidente de Venezuela”.
Las asambleas
del Partido Demócrata (DP, por su
sigla en inglés) en Iowa el pasado lunes 3 debían dar el puntapié inicial para
la campaña preelectoral de la oposición, pero un grave desmanejo informático
hizo que el partido pasara un papelón. Tres días después del comicio, con el
97% de las mesas escrutadas, Pete
Buttigieg, exalcalde de South Bend, Indiana, superaba el jueves al senador Bernie Sanders ¡por 3 votos!
Consecuentemente, el Comité Nacional Demócrata (DNC, por su nombre en inglés)
ordenó la repetición de las asambleas.
El martes 11 se
realizará la primera elección primaria en Nueva Hampshire, a la que el 22
suceden las asambleas demócratas en Nevada y el 29 la primaria demócrata en
Dakota del Sur. Ya el martes 3 de marzo las primarias en 16 estados perfilarán
más claramente las candidaturas. Mientras que en el Partido Republicano el
liderazgo de Trump es incuestionable (en Iowa sacó el 97% de los votos), el
Partido Demócrata aparece atomizado y sin liderazgo.
También el
martes se conocieron los resultados de la última encuesta electoral de Gallup.
Según la misma, el 49% de los votantes
norteamericanos aprueba la gestión de Donald Trump. Es el índice más alto desde
que asumió la presidencia en enero de 2017 e incluye tanto a un 94% de
republicanos como a un 42% de electores autodefinidos como independientes. Sin
embargo, el porcentaje de sostén entre los demócratas bajó a un inédito 7%. La
diferencia de 87 puntos entre los partidarios de uno y otro partido es, según
Gallup, la mayor polarización registrada
desde que se realizan estas mediciones.
Para todo
observador atento de la política mediooriental, en tanto, es evidente que el espacio político perdido
por Irán tras el asesinato del comandante de la Fuerza Quds de la Guardia
Revolucionaria Islámica, Qasem Suleimaní, el pasado 2 de enero, fue ocupado por
Rusia y no por EE.UU. En el mes que pasó desde que Donald Trump ordenara su
muerte, la diplomacia de Moscú consiguió reducir la influencia iraní en Siria e
Irak y se afianzó como garante del orden postbélico en Medio Oriente. Sin
embargo, en Estados Unidos el presidente logró imponer la sensación de que el
magnicidio sirvió para evitar futuros atentados.
Asimismo, dos
semanas después de que China y EE.UU. firmaran el llamado Acuerdo de Fase 1 para resolver su entredicho comercial, este lunes
pasado el Departamento de Comercio sacó una resolución que permite imponer tasas aduaneras suplementarias a los productos de
países que hayan devaluado artificialmente sus monedas en relación al dólar,
para mejorar sus chances ante los productos norteamericanos. Si bien los medios
predominantes han puesto el acento en el mayor volumen de bienes y servicios
que la República Popular se ha comprometido a comprar a Estados Unidos, el
acuerdo se destaca en realidad por la rigurosa
protección de la propiedad intelectual de los productos y servicios
estadounidenses y por la eliminación de la obligación de transferir tecnología
a China. Al mismo tiempo, la potencia asiática se obligó a aumentar sus importaciones de EE.UU. en 200 mil millones
de dólares tan sólo entre 2020 y 2021, lo que va a impulsar fuertemente el
crecimiento de la economía. Si bien se trata sólo de un acuerdo inicial y
todavía quedan muchos sectores de ambas economías sobre los cuales negociar,
Donald Trump puede vanagloriarse de haber alcanzado un triunfo enorme.
En el mismo
sentido, una encuesta publicada el lunes 3 muestra que el 61% de los norteamericanos aprueban el modo en que el gobierno federal
está manejando el riesgo de extensión de la epidemia de coronavirus. Si
bien muchos temen que la misma se expanda a EE.UU., muy pocos sienten temor a
un contagio inminente.
Durante su
discurso sobre el estado de la Unión, el pasado martes, Trump no se privó de
alabar enfáticamente su llamado “plan de paz” para Oriente Medio. El presidente
había presentado el proyecto el 28 de enero en la Casa Blanca ante un auditorio
compuesto por líderes republicanos e importantes financiadores del partido,
como el magnate del juego Sheldon Adelson. Según la propuesta, EE.UU.
reconocería la soberanía israelí sobre
los asentamientos judíos en Cisjordania, a Jerusalén como capital de Israel
y daría a éste la custodia de todo el territorio, especialmente del valle del
Jordán. Al mismo tiempo, permitiría la constitución de un Estado palestino en
los retazos territoriales que quedarían en Cisjordania y Gaza y la instalación
de su sede gubernamental en Jerusalén Oriental.
La propuesta,
que no fue consultada con los palestinos, fue informada previamente al primer
ministro israelí, Benyamin Netanyahu, y a su contendiente, Benny Gantz, quien
también la aprobó. Para los observadores se trata de una grosera intromisión en
la campaña israelí para la elección parlamentaria de marzo próximo, pero sobre
todo un recurso propagandístico para asegurarse el apoyo de las iglesias y
congregaciones evangélicas sionistas.
A pesar de sus éxitos políticos, diplomáticos
y económicos es dudoso que el presidente obtenga en noviembre la mayoría del
voto popular, sobre todo por el rechazo que experimenta en los estados más
poblados de las costas Este y Oeste. Igual que en 2016, va a recurrir
entonces a conquistar la mayoría del Colegio Electoral. Por ello es que está
tan pendiente del voto evangélico,
predominante en los estados rurales del Sur, Medio Este y Medio Oeste, y del voto latinoamericano anticastrista y
antichavista, determinante en Florida.
Donald Trump
dista de ser un líder ideológico. Más bien es una veleta que gira con el
viento. Según su visión estratégica, EE.UU.
debería retirarse del Medio Oriente ampliado y llegar a una mutuamente
provechosa partición de áreas de influencia con Rusia y China. Sin embargo, el
secretario de Estado Mike Pompeo, lo ha
atenazado eficazmente desde el gobierno, el Alto Mando, la CIA y el sionismo
evangélico y el presidente se ha plegado a la política de los sectores
ultrarreaccionarios. Gracias a ellos piensa ganar la elección. Después
dependerá de la correlación de fuerzas. No hay dudas de que Donald Trump será
reelecto, pero nadie sabe qué política llevará adelante en su segundo mandato.