martes, 11 de febrero de 2020

NEGACIONISMO



Por GABRIEL FERNÁNDEZ 

La dictadura implantada en 1976 es, en tanto continuidad de la gestada en 1955, el origen de muchos de los problemas que padece la Argentina. A través del terror y la anulación de la vida política, los jefes de las Fuerzas Armadas comandados por José Alfredo Martínez de Hoz impusieron un modelo oligárquico concentrador y rentístico que sigue costando desmantelar. Esto es así y algunos peronistas lo comprendimos inmediatamente, al punto de combatir ese régimen –con pertrechos menores, hasta ingenuos- desde el primer día.
Sin embargo, el llamado proyecto contra el negacionismo que impulsan varios organismos defensores de los derechos humanos, con los cuales hemos colaborado en su búsqueda de justicia, ingresa en un terreno delicado y objetable. Aún coincidiendo con su diagnóstico –en algunos casos sólo parcialmente, en otros con mayor profundidad- es preciso señalar que no es justo (paradoja) ni culturalmente fructífero anular el debate histórico. Esto se parece bastante, porque las aguas turbias que corren por debajo son semejantes, a la discusión sobre la libertad de prensa. No se asuste lector y lea hasta el final.
El asunto no es prohibir todos los medios liberal conservadores, sino alimentar adecuadamente a los propios, del Estado por un lado y nacional populares por el otro, para que puedan vertir su visión sobre la realidad. En vez de clausurar tal o cual espacio, cabe desmonopolizar por un lado y equilibrar los auspicios y publicidades por el otro. Igualá y largamos. En el campo periodístico asentado en el Pensamiento Nacional, tenemos con qué. La ausencia de debate público sobre la actualidad –historia presente- sólo derivaría en un tono monocorde, cerrado y por tanto abrumador.
En materia histórica –política previa- la cuestión tiene lazos que hilvanan esos criterios. Lo que se hace imprescindible es insertar el Revisionismo Histórico –espejo retrovisor del Pensamiento Nacional- en las escuelas, los centros de estudios, las universidades y por supuesto, los medios. No es necesario prohibir la visión oligárquica sino otorgar un justo lugar en el debate, la elaboración, la publicación, las cátedras, a quienes narran la vida desde el Pueblo y desde el Sur. Carece de sentido penalizar un investigador, un docente, un periodista, porque posee una mirada justificatoria de la dictadura. Lo que hay que hacer es refutarlo con pruebas claras y difundir esas concepciones con altavoz.
El problema presente, que no alcanzan a visualizar muchos organismos, es la escasez de docentes y programas revisionistas en las aulas, y la endeblez económica de los medios de comunicación que informan y analizan desde una perspectiva nacional popular. Si no se resuelve ese desequilibrio, hoy a favor del mitrismo en claustros y periódicos, la prohibición del “negacionismo” puede ser una torpeza que aprovecharán los grandes emisores educativos y comunicacionales para presentarse como víctimas… a los gritos, en las facultades y en las pantallas.
La historia está de nuestro lado, pero se insiste en facilitar la difusión de quienes la ocultan y desfiguran. El macartismo en la Argentina se asienta en considerar “militante” la verdad histórica y la información presente. De tal modo se anulan el pensamiento y la crítica. Como contracara, se presenta como “objetiva” la mirada oligárquica en el sistema educativo y en el mundo periodístico. Esa acción devaluatoria del razonamiento y por tanto de la acción política arrasó la vida interna norteamericana y busca eliminar el rico despliegue de ideas argentino. Prohibir un debate, darlo por cerrado, no modificará el cuadro de situación y apenas facilitará los argumentos de quienes hegemonizan y al mismo tiempo se dicen perseguidos.
Seguimos bregando por la construcción de un gran medio nacional y popular. Es deseable que los trabajadores de la educación y los investigadores hagan lo propio, sentando las bases de un sistema educativo basado en ese mismo perfil.

APUNTES ZIGZAGUEANTES AL TEXTO NEGACIONISMO.
Sin Evitar el mate, pese al calor, me permito una arbitrariedad impropia de quien acepta y valora las nuevas tecnologías y las redes sociales: tengo la percepción incomprobable de que todas las redes de wassap, también las que se presentan como peronistas, son gorilas de un modo u otro. Así que me suman y después de ver los contenidos, me salgo. Creo intuir alguna clave.
La circulación rápida que obtuvo el artículo en cuestión mereció numerosas lecturas y tantos comentarios. Pero en esas tramas de wassap me bombardearon con documentos de Abuelas en los cuales se explica cuán negativa fue la dictadura y con referencias internacionales del tipo “Belgica y Francia sancionaron una ley así”, como si ambos ejemplos configuraran argumentos en sí mismos. Esos objetores dejaron pasar, pues ni cuenta se dan, el eje del material: la exigencia de incorporar el Pensamiento Nacional y el Revisionismo Histórico a los medios y las aulas.
Para un jauretcheano debería ser claro que si estas acciones no se generan, la hegemonía del mitrismo y su extensión presente liberal conservadora hacia el proyecto oligárquico –verdadero articulador económico y conceptual de la dictadura- persistirá sin modificación, mientras sus planteos se verán embellecidos por algún apunte del tipo “pero no aceptamos la desaparición forzada de personas ni la tortura”. Además: ¿cómo a ninguno de los “anti negacionistas” se les canta rebelarse y batir ¡qué carajo me importa lo que hagan los belgas!? Por así decir.
Es más; todo lo que Abuelas puedan decir sobre lo malo que resultó el régimen dictatorial para el pueblo es cierto. Esto no tiene relación con el debate planteado. La forma de analizar qué ocurrió fehacientemente, incluyendo represión pero también responsables civiles –mencionamos en la nota a Martínez de Hoz que encarna renta parasitaria, grandes propiedades, producción primaria y destrucción industrial- no está en el cierre de una discusión por ley, sino en el impulso de las distintas vertientes de razonamiento nacional popular que el pueblo argentino y sus mejores pensadores han ayudado a generar.
Solo por apuntar casos cercanos, quiero indicar: es doloroso que la enorme tarea de mis amigos Fermín Chávez, Eduardo Luis Duhalde, Jorge Enea Spilimbergo, Norberto Galasso, o gigantes a quienes conocí apenas en conversaciones irregulares como José María Rosa y Alberto Methol Ferré, no estén presentes –salvo raras y dignas excepciones- en la formación de historiadores, sociólogos, periodistas argentinos. Ni hablar de los forjistas clásicos.
Cuando uno repasa esos autores, además de comprender, piensa: si no leen esto ¿qué leen? La respuesta llega rápido, con un montón de nombres británicos, alemanes, franceses, italianos y algunos cipayos locales; nombres tan valiosos como ajenos.
Así salen las clases y así salen las coberturas de los periodistas. Con miradas que pretenden neutralidad y en realidad se asientan en la percepción norteña del mundo. Pero ya que estamos y los que llegaron hasta acá tienden a demandar textos sin borde, reitero una precisión. En modo alguno exijo que “todo el mundo” se zambulla en nuestros predecesores, aunque sería valorable. Lo que indico es que aquellos que se dedican a la enseñanza histórica, la investigación social y la comunicación no deberían permitirse ignorarlos. Se trata de actividades escogidas, voluntarias, no son labores de emergencia para parar la olla; sus realizadores necesitan saber qué se elaboró en esta tierra antes de su arribo. Y durante el tramo actual, también.
Esto no releva las responsabilidades institucionales y empresariales. Es preciso modificar planes de estudio y líneas editoriales. Pero también, ahí voy, existe una dedicación individual intransferible: cada difusor tiene la obligación de armarse de los elementos adecuados para concretar su actividad. En definitiva, tras el rebote de un texto –entre tantos- sigo alarmado por la ausencia de Pensamiento Nacional en muchos compañeros que se definen peronistas y que llevan adelante tareas relacionadas con la formación y la comunicación. Muchas redes, mucho wassap, mucho twitt … y poco tiempo personal para la lectura de los mejores.
Se pierden algo valioso: si preparan el mate –pese al calorcito, insisto- y abren las Polémicas de Jauretche, por dar un ejemplo, hallarán una luz que las energéticas privatizadas no pueden ofrecer.


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