Por
GABRIEL FERNÁNDEZ
Para La Señal Medios
La
dictadura implantada en 1976 es, en
tanto continuidad de la gestada en 1955, el origen de muchos de los problemas
que padece la Argentina. A través del terror y la anulación de la vida
política, los jefes de las Fuerzas Armadas comandados por José Alfredo Martínez
de Hoz impusieron un modelo oligárquico concentrador y rentístico que sigue
costando desmantelar. Esto es así y algunos peronistas lo comprendimos
inmediatamente, al punto de combatir ese régimen –con pertrechos menores, hasta
ingenuos- desde el primer día.
Sin
embargo, el llamado proyecto contra el negacionismo que impulsan varios
organismos defensores de los derechos humanos, con los cuales hemos colaborado
en su búsqueda de justicia, ingresa en un terreno delicado y objetable. Aún
coincidiendo con su diagnóstico –en algunos casos sólo parcialmente, en otros
con mayor profundidad- es preciso señalar que no es justo (paradoja) ni
culturalmente fructífero anular el debate histórico. Esto se parece bastante,
porque las aguas turbias que corren por debajo son semejantes, a la discusión
sobre la libertad de prensa. No se asuste lector y lea hasta el final.
El asunto no es prohibir todos los
medios liberal conservadores, sino alimentar adecuadamente a los propios, del
Estado por un lado y nacional populares por el otro, para que puedan vertir su
visión sobre la realidad. En vez de clausurar tal o
cual espacio, cabe desmonopolizar por un lado y equilibrar los auspicios y
publicidades por el otro. Igualá y largamos. En el campo periodístico asentado
en el Pensamiento Nacional, tenemos con qué. La ausencia de debate público
sobre la actualidad –historia presente- sólo derivaría en un tono monocorde,
cerrado y por tanto abrumador.
En
materia histórica –política previa- la cuestión tiene lazos que hilvanan esos
criterios. Lo que se hace imprescindible es insertar el Revisionismo Histórico
–espejo retrovisor del Pensamiento Nacional- en las escuelas, los centros de
estudios, las universidades y por supuesto, los medios. No es necesario
prohibir la visión oligárquica sino otorgar un justo lugar en el debate, la
elaboración, la publicación, las cátedras, a quienes narran la vida desde el Pueblo
y desde el Sur. Carece de sentido penalizar un investigador, un docente, un
periodista, porque posee una mirada justificatoria de la dictadura. Lo que hay
que hacer es refutarlo con pruebas claras y difundir esas concepciones con
altavoz.
El
problema presente, que no alcanzan a visualizar muchos organismos, es la escasez de docentes y programas
revisionistas en las aulas, y la endeblez económica de los medios de
comunicación que informan y analizan desde una perspectiva nacional popular.
Si no se resuelve ese desequilibrio, hoy a favor del mitrismo en claustros y
periódicos, la prohibición del “negacionismo” puede ser una torpeza que
aprovecharán los grandes emisores educativos y comunicacionales para
presentarse como víctimas… a los gritos, en las facultades y en las pantallas.
La
historia está de nuestro lado, pero se insiste en facilitar la difusión de
quienes la ocultan y desfiguran. El macartismo en la Argentina se asienta en
considerar “militante” la verdad histórica y la información presente. De tal
modo se anulan el pensamiento y la crítica. Como contracara, se presenta como
“objetiva” la mirada oligárquica en el sistema educativo y en el mundo
periodístico. Esa acción devaluatoria del razonamiento y por tanto de la acción
política arrasó la vida interna norteamericana y busca eliminar el rico
despliegue de ideas argentino. Prohibir un debate, darlo por cerrado, no
modificará el cuadro de situación y apenas facilitará los argumentos de quienes
hegemonizan y al mismo tiempo se dicen perseguidos.
Seguimos
bregando por la construcción de un gran medio nacional y popular. Es deseable
que los trabajadores de la educación y los investigadores hagan lo propio,
sentando las bases de un sistema educativo basado en ese mismo perfil.
APUNTES ZIGZAGUEANTES AL TEXTO
NEGACIONISMO.
Sin
Evitar el mate, pese al calor, me permito una arbitrariedad impropia de quien
acepta y valora las nuevas tecnologías y las redes sociales: tengo la
percepción incomprobable de que todas las redes de wassap, también las que se
presentan como peronistas, son gorilas de un modo u otro. Así que me suman y
después de ver los contenidos, me salgo. Creo intuir alguna clave.
La
circulación rápida que obtuvo el artículo en cuestión mereció numerosas
lecturas y tantos comentarios. Pero en esas tramas de wassap me bombardearon
con documentos de Abuelas en los cuales se explica cuán negativa fue la
dictadura y con referencias internacionales del tipo “Belgica y Francia
sancionaron una ley así”, como si ambos ejemplos configuraran argumentos en sí
mismos. Esos objetores dejaron pasar, pues ni cuenta se dan, el eje del
material: la exigencia de incorporar el Pensamiento Nacional y el Revisionismo
Histórico a los medios y las aulas.
Para
un jauretcheano debería ser claro que si estas acciones no se generan, la
hegemonía del mitrismo y su extensión presente liberal conservadora hacia el
proyecto oligárquico –verdadero articulador económico y conceptual de la
dictadura- persistirá sin modificación, mientras sus planteos se verán
embellecidos por algún apunte del tipo “pero no aceptamos la desaparición
forzada de personas ni la tortura”. Además: ¿cómo a ninguno de los “anti
negacionistas” se les canta rebelarse y batir ¡qué carajo me importa lo que
hagan los belgas!? Por así decir.
Es
más; todo lo que Abuelas puedan decir sobre lo malo que resultó el régimen
dictatorial para el pueblo es cierto. Esto no tiene relación con el debate
planteado. La forma de analizar qué ocurrió fehacientemente, incluyendo
represión pero también responsables civiles –mencionamos en la nota a Martínez
de Hoz que encarna renta parasitaria, grandes propiedades, producción primaria
y destrucción industrial- no está en el cierre de una discusión por ley, sino
en el impulso de las distintas vertientes de razonamiento nacional popular que
el pueblo argentino y sus mejores pensadores han ayudado a generar.
Solo
por apuntar casos cercanos, quiero indicar: es doloroso que la enorme tarea de
mis amigos Fermín Chávez, Eduardo Luis
Duhalde, Jorge Enea Spilimbergo, Norberto Galasso, o gigantes a quienes conocí
apenas en conversaciones irregulares como José María Rosa y Alberto Methol
Ferré, no estén presentes –salvo raras y dignas excepciones- en la
formación de historiadores, sociólogos, periodistas argentinos. Ni hablar de
los forjistas clásicos.
Cuando
uno repasa esos autores, además de comprender, piensa: si no leen esto ¿qué
leen? La respuesta llega rápido, con un montón de nombres británicos, alemanes,
franceses, italianos y algunos cipayos locales; nombres tan valiosos como
ajenos.
Así salen las clases y así salen las
coberturas de los periodistas. Con miradas que pretenden neutralidad y en
realidad se asientan en la percepción norteña del mundo.
Pero ya que estamos y los que llegaron hasta acá tienden a demandar textos sin
borde, reitero una precisión. En modo alguno exijo que “todo el mundo” se
zambulla en nuestros predecesores, aunque sería valorable. Lo que indico es que
aquellos que se dedican a la enseñanza histórica, la investigación social y la
comunicación no deberían permitirse ignorarlos. Se trata de actividades
escogidas, voluntarias, no son labores de emergencia para parar la olla; sus
realizadores necesitan saber qué se elaboró en esta tierra antes de su arribo.
Y durante el tramo actual, también.
Esto
no releva las responsabilidades institucionales y empresariales. Es preciso
modificar planes de estudio y líneas editoriales. Pero también, ahí voy, existe
una dedicación individual intransferible: cada difusor tiene la obligación de
armarse de los elementos adecuados para concretar su actividad. En definitiva,
tras el rebote de un texto –entre tantos- sigo alarmado por la ausencia de
Pensamiento Nacional en muchos compañeros que se definen peronistas y que
llevan adelante tareas relacionadas con la formación y la comunicación. Muchas
redes, mucho wassap, mucho twitt … y poco tiempo personal para la lectura de
los mejores.
Se
pierden algo valioso: si preparan el mate –pese al calorcito, insisto- y abren
las Polémicas de Jauretche, por dar un ejemplo, hallarán una luz que las
energéticas privatizadas no pueden ofrecer.