martes, 12 de mayo de 2020

John William Cooke y el nacionalismo económico


Aritz Recalde[1], marzo de 2019



“Las clases dominantes argentinas durante mucho tiempo no solo fueron instrumento material del capital extranjero (…) además del dominio económico había un dominio intelectual. No sólo se los dominaba por medio de la economía, se les creaba una mentalidad típica de indefensión, una mentalidad de entrega”. J. W. Cooke
“La clase dirigente entregó todo al extranjero, todo cuanto éste exigió, desde el manejo de la moneda y el crédito, hasta el monopolio de los transportes (…) extranjeros eran los ferrocarriles, los teléfonos, el gas, los frigoríficos trustificados que controlaban las exportaciones de carnes, las empresas de comercialización de cosechas, los tranvías, ómnibus y subterráneos”. J. W. Cooke

John William Cooke (1919-1968) es uno de los dirigentes políticos más destacados del justicialismo. Entre sus diversos roles alcanzó el cargo de Diputado Nacional y se desempeñó como el primer delegado de Juan Perón luego de iniciada la dictadura del año 1955. En su activa trayectoria vinculó las identidades del radicalismo, del peronismo y de la izquierda latinoamericana.
Se destacó además, por ser un agudo analista y un teórico del proceso histórico del cual fue protagonista. Entre sus aportes conceptuales más destacados deben mencionarse su noción del nacionalismo industrialista y la explicación del factor imperialista como el centro fundamental de las relaciones internacionales.

A lo largo del presente artículo, vamos a describir de manera sucinta algunos de sus conceptos fundamentales sobre el funcionamiento de la economía de la Argentina.

La historia de la dependencia económica argentina
“La dependencia económica aseguró la esclavitud mental”. J. W. Cooke

En su trabajo “Apuntes para la militancia” Cooke realizó un breve análisis sobre la historia de la Argentina.  Allí descrió la existencia de dos grandes tendencias políticas, sociales, culturales y económicas enfrentadas. Por un lado, se desenvolvió  un proyecto orientado al desarrollo soberano, productivista y de carácter federal; por el otro, avanzó el programa económico de sumisión al mandato del capitalismo británico y de inserción dependiente del país al mercado mundial.   
Cooke detalló que en el siglo XIX el grupo unitario porteño fue la polea de transmisión del proyecto foráneo y  le “concedió a Inglaterra la franquicia para que sus barcos navegasen nuestros ríos, a cambio del derecho espectral de que los barcos que no teníamos navegasen por el Támesis”. Bernardino Rivadavia continuó estas acciones y pactó un préstamo con la Baring Brothers inglesa, entregó las minas de la Fátima en la Rioja -a un consorcio europeo del cual el mismo era miembro- y fundó el Banco de Descuentos controlado por comerciantes británicos. Esta corriente política impidió el desarrollo de las artesanías del interior del país arruinando a la “provincias mediterráneas”. La economía aperturista frenó el desenvolvimiento industrial y desató los sangrientos enfrentamientos entre los representantes de las provincias y el gobierno de Buenos Aires. En óptica de Cooke, el unitarismo porteño descuidó las Guerras de la Independencia, permitió la escisión de la Banda Oriental y fue un acelerador del desmembramiento del Alto Perú y del Paraguay.  
La contracara del programa unitario lo encarnaron los caudillos federales. Cooke caracterizó de forma positiva a Juan Manuel de Rosas, quién forjó un pacto político entre Buenos Aires y el interior tendiente a detener al colonialismo europeo. La Ley de Aduanas del año 1835 protegía la industria artesanal existente en las provincias y sentó las bases para la organización de la Nación sobre principios federales. Como resultado de esa promoción, se desenvolvió una “industria capitalista independiente del sistema del comercio de Inglaterra” con la cría de ganado, los saladeros y la flota de barcos bonaerenses.
Cooke destacó el hecho de que en el Río de La Plata la búsqueda de soberanía política nacional, adquirió la dinámica de lucha económica y de disputa militar. El Imperio británico intentó desandar el proyecto productivo proteccionista con la guerra de 1845 siendo derrotado por la Confederación y recién pudo aplicar su agenda de gobierno luego de la Batalla de Caseros de 1852. 
Cooke cuestionó a Justo José de Urquiza  por su decisión de incorporar al nuestro país al proceso económico mundial como “complemento del capitalismo inglés”. Caracterizó críticamente las políticas del liberalismo aperturista y el hecho de que los ríos protegidos en la Batalla de la Vuelta de Obligado “pasan a ser vías internacionales por prescripción institucional: no la prosperidad sino la miseria navegará por ellos”.
Cooke consideró que el programa de desarrollo nacional autónomo desarticulado por las oligarquías y por los ingleses, fue retomado recién por Hipólito Yrigoyen quién había tenido entre sus méritos “el de cumplir su promesa de no enajenar ninguna parte de la riqueza publica ni ceder el dominio del Estado sobre ella”.  En particular, Cooke le reconoce al dirigente de la UCR el apoyo que le otorgó a YPF y las tentativas, fracasadas, de fundar el Banco Agrícola y el Banco del Estado. Puntualizó que “dentro de su política económica nacionalista hay fallas fundamentales tal como la de haber desamparado a la industria que creció durante la guerra, indefensa luego ante la competencia extranjera, la cual fue consecuencia de la mentalidad agrarista de la que no se evadió ni el radicalismo ni su jefe”.
Luego de ser derrotados Juan Manuel de Rosas e Hipólito Yrigoyen, se impuso un orden económico e ideológico neocolonial y en palabras de Cooke “el imperialismo es tanto un hecho técnico-económico como cultural”. Las clases dirigentes locales asumieron el liberalismo propio de las burguesías de las Naciones adelantadas y “eran las consignas del desastre para un país que se hallaba en estadios inferiores de desarrollo; su trasplante servil nos dejó a merced del extranjero y nos deparó un siglo de economía deformada”.

Cooke sostiene que le correspondió al Justicialismo refundar económicamente al país sobre los principios industrialistas, soberanos y populares. Sus ideas quedaron expresadas, centralmente, en sus intervenciones en el recinto de la Cámara de Diputados. En el año 1964 Cooke destacó que el Justicialismo de 1946 a 1955 impulsó una “política nacionalista en su más estricto sentido, cosa que, por otra parte, fue fijada por nuestro bloque. Personalmente lo hice en debates tales como el de la nacionalización del Banco central, el de la nacionalización de los depósitos bancarios, cuando se creó la Secretaría de Transporte, cuando se liquidó la Corporación de Transporte de Buenos Aires, etc. (…) algún rotativo que sirve al imperialismo aludía a mis discursos diciendo “ha pronunciado un nuevo ritornelo antiimperialista”. Ese fue el sentido de nuestra actuación”.

La planificación Estatal Justicialista del Primer Plan Quinquenal
“Ningún partido podrá ya gravitar en el escenario nacional sino está imbuido de nacionalismo en materia económica”. J. W. Cooke

El Gobierno Justicialista implementó un programa de desarrollo nacionalista e industrialista caracterizado por la intervención y la planificación del Estado. La Revolución formuló el Primer Plan Quinquenal (1947-1951) que fue presentado por Juan Perón en el Congreso el día 21 de octubre de 1946. La propuesta incluyó más de 25 Proyectos de Leyes sobre aspectos estructurales de Política, Salud Pública, Educación, Cultura, Justicia, Defensa Nacional, Población, Obra Social, Energía, Transportes, Producción, Comercio Exterior y Finanzas.
En ese contexto Perón denunció la condición de dependencia extranjera que padecía la economía argentina. Mencionó que “quienes se sentaban en el honroso sillón de Rivadavia tenían el gobierno político de La Nación, pero no el gobierno económico ni el gobierno social del país. La economía ha sido en gran parte manejada desde el exterior por intermedio de los grandes consorcios capitalistas del país (...) En 1810 fuimos libres políticamente. Ahora anhelamos ser económicamente independientes. Vasallaje por vasallaje, no sé cuál sería peor”.
Sobre la institución argentina reguladora de la política monetaria Perón expresó “¿Qué era el Banco Central? Un organismo al servicio absoluto de los intereses de la banca particular internacional. Manejaba y controlaba los cambios y el crédito bancario y decidía la política monetaria de la Nación con total indiferencia respecto de la política económica que la Nación debía desarrollar para la promoción de su riqueza”.
El Presidente caracterizó a los bancos privados como parte de la estructura de la dependencia, ya que eran controlados por “monopolios” que manipulaban el ahorro del país desconociendo los intereses de la producción y del trabajo argentino. Cuestionó el hecho de que el comercio interior y exterior era controlado por grandes grupos económicos. En ese sombrío panorama Perón se preguntó “¿quién ha de organizar la riqueza? ¿los monopolios?. Se habla de economía dirigida. Y yo pregunto ¿dónde la economía es libre?. Cuando no la dirige el Estado, la dirigen los monopolios”.
Sobre la base de este diagnóstico y teniendo en cuenta los informes y lineamientos técnicos elaborados por el Consejo Nacional de Posguerra, el Justicialismo nacionalizó el Banco Central, los depósitos bancarios, el comercio exterior (IAPI), los servicios públicos y buena parte de los recursos naturales.

En su condición de Diputado de la Nación, Cooke acompañó las medidas del oficialismo y fijó una posición marcadamente antiimperialista. En el recinto efectuó una defensa del Primer Plan Quinquenal y de la planificación estatal de la economía. En las sesiones del 27 de marzo del año 1947 estableció “queremos dejar constancia que intervención ha habido siempre en este país, y sobre todo en los gobiernos anteriores a la revolución. El intervencionismo no es nuevo. Lo que es nuevo es el intervencionismo en favor de la clase necesitada y el intervencionismo por medio de la planificación, porque puede haber intervencionismo sin planificación y lo ha habido en este país; lo que no puede haber es planificación sin intervencionismo; se demuestra que la planificación es imprescindible, de hecho quedará demostrado que no puede dejar el Estado de intervenir en la relaciones del capital privado”.
Cooke compartía las opiniones de Perón y apoyó la planificación económica que implementó el Justicialismo y fundamentó su posición doctrinaria en la existencia del factor imperialista mundial. El diputado remarcó el hecho de que los países centrales y las grandes empresas multinacionales estaban luchando permanentemente entre ellas con la finalidad de apropiarse de la riqueza de sus competidores. Mencionó en el recinto el día 27 de marzo de 1947 que “Desde el punto de vista económico no existe la paz (…) las economías guerrean entre sí”. En este contexto, el Plan Quinquenal tenía como meta fundamental “evitar los efectos de las crisis o de hipotéticos estados de guerra en nuestro país, tiene por objeto favorecer a todos los sectores de la población incrementando sus niveles de vida, y procurar la expansión económica de nuestro potencial. El programa de desarrollo de la Revolución Justicialista hacía realidad su certeza acerca de que “La planificación es la única perspectiva que le queda a la democracia para salvarse”.
Cooke propugnó la intervención activa del gobierno en la economía y propuso regular las aduanas, reorganizar impuestos y nacionalizar recursos naturales y servicios públicos. Con esa meta, el Estado tenía que adoptar una renovada y protagónica capacidad de decisión sin por eso reproducir el modelo comunista. En sus palabras “hay que hacer una planificación en el verdadero concepto y sentido en que puede hacerse una planificación en la República Argentina, es decir, hay que hacer lo que Karl Mannheim llamó una planificación para la libertad y no una planificación para la servidumbre; no una planificación totalitaria, sino una planificación congruente con nuestro sistema constitucional que, al mismo tiempo que asegure las elementales garantías individuales, no permita que esas mismas garantías se vean perturbadas por el desarrollo desmesurado del poder financiero”.




[1] Capítulo del libro John William Cooke, ecos de un Pensamiento, compilado por Cristian Gaude y editado por la UNGS en mayo de 2020.

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