“Creo que la forma más importante de
soberanía es la soberanía del espíritu: la soberanía intelectual”.
Alexandr Dugin
“América Hispánica existe. Una serie
de atributos congenitales tipifican la comunidad cultural iberoamericana (…)
descansa sobre un sistema homogéneo de símbolos artísticos, idiomáticos,
religiosos, míticos, étnicos, que le dan coherencia cultural”.
Juan José Hernández Arregui
“El Justicialismo es el resultado de
un conjunto de ideas y valores que no se postulan; se deducen y se obtienen del
ser de nuestro propio pueblo. Es como el pueblo: nacional, social y cristiano”.
Juan D. Perón
Alexandr Dugin (Moscú 1962) es uno de los escasos intelectuales contemporáneos que tiene un pensamiento original y profundo. No fue asimilado por la mediocridad y por el conformismo que es propio de la ideología del pensamiento único de origen anglosajón, en sus vertientes liberales de izquierda y liberales de derecha. Dugin dispone de una formación universitaria en filosofía y se doctoró en sociología y ciencia política, cuestión que le aporta un conocimiento integral de los debates académicos contemporáneos. A su formación básica general o universal, siguiendo una simplificación impuesta por el Occidente europeo, el pensador ruso le suma un heterodoxo bagaje de lecturas distantes del canon cientificista y una original perspectiva euroasiática.
Sostenemos
que es un pensador nacional por dos cuestiones. Por un lado, su tarea
intelectual se orienta a la praxis[1] y
su obra contribuye a la emancipación política, social, cultural y de la ecúmene
euroasiática. Su perspectiva brega por el derecho a la autodeterminación de la
comunidad rusa y dicho posicionamiento conlleva una lucha contra el orden
capitalista, imperialista y liberal anglosajón. En segundo lugar, sostenemos que
es un intelectual nacional ya que su obra conforma una perspectiva original que
es propia de su tiempo y de su espacio y que no se subordina al pensamiento
único vigente. Dugin reflexiona, siente y actúa con el mandato de su tierra, de
su historia y de su tradición, elevándose desde lo nacional hacia lo universal
situado.
Las Relaciones Internacionales y la
Geopolítica de las civilizaciones enfrentadas
“La historia universal es la historia
de la lucha entre las potencias marítimas contra las terrestres y las
terrestres contra las marítimas”. Carl Schmitt
“Es necesario desarrollar la escuela
geopolítica suramericana con visión continental”.
Alexandr Dugin
Recuperando
las categorías de Carl Schmitt Dugin definió a la Geopolítica como la “teoría que mira la estrategia mundial como
la concurrencia de dos civilizaciones o de dos grandes espacios: el espacio
atlantista y el espacio continental o euroasista”. Puntualizó que Halford
Mackinder fue el primer geopolítico europeo y fundó la disciplina como ciencia
o “método epistemológico” (Dugin
2018: 25). Dugin destacó que esta conceptualización sigue estando vigente en la
actualidad y que Zbigniew Brezinski es uno de sus difusores más prominentes
dentro del establishment norteamericano.
Dugin
recalca que debate de la Geopolítica y de las Relaciones Internacionales
adquirió cada día mayor importancia en el mundo académico y científico. Puntualizó
que si bien hay varios paradigmas en las Relaciones Internacionales, las
escuelas de los realistas y de los liberales son las hegemónicas en las
universidades. Los primeros, consideran que la soberanía es vital y que no
deben existir instancias supranacionales que limiten la capacidad del Estado
nacional. Con estos principios, el realismo auspició las políticas de
desarrollo económico y de defensa nacional de los Estados modernos (Dugin 2018
b: 69). El liberalismo tiende a limitar la soberanía y a fomentar instancias
legales supranacionales y en palabras de Dugin “este paradigma, consiste en que la soberanía no es el último valor,
sino algo transitorio (…) y por eso no es necesario un ejército soberano (…) La
idea de Gobierno mundial[2]
no es ningún complot, es el término que encontramos en los manuales de teoría
de las Relaciones Internacionales” (Dugin 2018: 33-34).
La
Geopolítica y las Relaciones Internacionales ordenan la acción política, cultural
y militar de los Estados. Es en este sentido que Dugin impulsó su estudio y la
institucionalización de la disciplina en las universidades y en el Estado Mayor
Ruso sobre el supuesto de que “sin Geopolítica
y sin teoría de las Relaciones Internacionales no es posible ser militar,
militar consciente, militar digno de profesión” (Dugin 2018: 24).
La civilización del mar
“Los modernos han considerado como una
conquista el tránsito de una “civilización del ser” a una “civilización del
devenir” (…) Distanciado de los orígenes, el movimiento indefinido, insensato y
acelerado de esto que se ha llamado justamente “fuga hacia adelante”, se
convirtió el tema dominante de la civilización moderna, a menudo bajo la
etiqueta del evolucionismo y del progresismo”. Julius Evola
“El liberalismo es la forma ideológica
de la civilización del mar. Liberalismo y civilización del mar son lo mismo”.
Alexander Dugin
Dugin
recuperó las nociones de la obra de Carl Schmitt “Tierra y mar”. Mencionó que la civilización
del mar se corresponde con la acción expansiva colonialista y militarista
de Inglaterra en el sistema mundo. Esta civilización impuso el liberalismo que
junto al marxismo y a los diversos nacionalismos de derecha (fascismo,
nacionalsocialismo etc.-), guiaron el desarrollo político y social del siglo
XX.
La civilización del mar será retomada por
los EUA y con el presidente Wilson (1913-21) se consolidó la hegemonía
internacional del país y se expandió el imperialismo norteamericano que fue
justificado en nombre de la “democracia”
y del derecho universal al “intervencionismo”.
La civilización del mar fomenta el cambio y
el movimiento permanente en las identidades humanas y eso supone el borramiento
de las fronteras étnicas, culturales y políticas de las naciones. El mar no
tiene márgenes concretos y conduce al mundo al autoritarismo de la universalidad y del sistema único que
niega la diversidad humana. El mar funciona como una “metáfora del tiempo” en devenir, como una especie de andar
permanente y dinámico que disuelve la identidad y el ser de las personas, de
los pueblos y de las naciones. En palabras de Duguin “el mar es universal, está desencarnado. El mar es cambio, es una
metáfora del tiempo; el tiempo, el devenir, no es eternidad, no es algo
constante (…) el mar es otra manera de escoger, escoger el tiempo en lugar de
la eternidad, de escoger la igualdad en lugar de la jerarquía, de escoger el
progreso en lugar de la tradición, de escoger la ausencia de jerarquía en
contra de esta idea de la verticalidad de la sociedad” (Dugin 2018: 45).
El
comerciante contemporáneo es el estereotipo de la civilización del mar. El capitalista no tiene raíces culturales, ni
patria, ni religión y busca la liquidación de las fronteras, de los Estados y
de las diferencias históricas e identitarias entre las personas y los pueblos.
Dugin remarcó que “el capitalista
financiero ya es un subhumano, el pico de la deshumanización. Es un parásito
que explota todos los bienes naturales reales del hombre y la naturaleza. El
capitalista es el anticristo social” (Dugin 2018 b: 122).
Occidente
asumió el mar como destino a partir de la modernidad y propagó esa civilización
por intermedio de la guerra y del comercio que fueron justificados con la
racionalidad liberal y materialista. La expansión de la “metafísica moderna” se presentó a partir del discurso de la ciencia
y de la técnica que se autodefinen neutrales y universales, cuando en realidad
son la justificación de una civilización colonialista, imperialista y
decadente.
Para
imponer el capitalismo liberal occidente difundió el mito del progreso, propagando la falaz idea de
que existe una única marcha inevitable y universal del devenir humano. Dugin
mencionó que Demócrito, Epicúreo y Marx representan los valores de la
modernidad y “toda esta idea de una
inmanencia total, naturalista y materialista existía en la antigüedad. Nada es
nuevo en la modernidad. La modernidad existió siempre como civilización del mar”
(Dugin 2018: 46).
La civilización de la tierra
Dugin
puntualizó que la tierra como categoría geopolítica “no es materia (…) es un cierto tipo de sociedad que se basa sobre la
idea de lo eterno, sobre una ontología y una axiología de la eternidad”.
Los valores de la tierra se afirman y se desenvuelven como mandato histórico de
un pueblo que mantiene vigentes su forma de vida y su tradición cultural
(religión, lenguaje y valores). Al momento de actuar en el presente y de
proyectar el futuro los miembros de la comunidad cargan con esa tradición y con
esos valores que se vuelven perpetuos y “la
eternidad vive y la eternidad es siempre nueva, como la tierra”. La
tradición “es la idea no de hacer
presente algo que pertenece al pasado, sino de hacer presente el acceso a lo eterno,
de llevar desde el pasado hacia el futuro esa posibilidad” (Dugin 2018 b: 107)[3].
La civilización de la tierra tiene
jerarquías y afirma un orden de valores y de prácticas organizadas y
transmitidas de una generación a otra por la familia, por las instituciones del
Estado y por las organizaciones de la comunidad. Las jerarquías permiten
mantener vigentes los principios fundantes y fundamentales de la civilización.
Dugin
entiende que hay tres importantes jerarquías en la civilización de la tierra. La primera, es la del sabio, el filósofo
y el santo que son arquetipos fundamentales en la medida que afirman y que sostienen
la fidelidad de los valores trascendentales. Luego de los filósofos, vienen los
guerreros que están dispuestos a enfrentar a la muerte por amor a la patria y
por la defensa de la eternidad del ser. Dugin consideró que los campesinos
pertenecen a la civilización de la tierra
y la liturgia del trabajo y su cercanía con la naturaleza los dotan de una
forma de vivir y de sentir firme y estable y poco permeable a la cultura
anglosajona (Dugin 2018: 42-45).
Estos tres
grupos o estamentos (filósofos, guerreros y campesinos) son los grandes
defensores de la tradición del pueblo Euroasiático y en ellos no hay lugar para
que ingresen el capitalismo liberal y el materialismo anglosajón. Son los
guardianes de la eternidad del ser y los defensores del derecho a la
autodeterminación política y cultural de su comunidad.
La tierra
vive en la tradición y el mar se desenvuelve como ideología del progreso. La
tierra afirma las jerarquías y el mar contrapone el igualitarismo y el
cosmopolitismo. La tierra reivindica el principio de la soberanía colectiva del
pueblo y el mar postula el individualismo.
La civilización de la tierra es la base del
continentalismo. Dugin menciona que
las naciones son construcciones
burguesas de la modernidad y que surgieron destruyendo los vínculos
tradicionales. Actualmente, las naciones
están siendo demolidas por los capitalistas para fundar el orden de la
dictadura liberal y la globalización. Aunque suene paradójico, la creación y la
destrucción de las naciones es un hecho del capitalista anglosajón (Dugin 2018
b: 46).
Frente a
la civilización del mar, Dugin
reivindica el derecho a existir de la civilización
de la tierra y de una diversidad de realidades históricas, culturales y
políticas.
La dictadura liberal contemporánea
“Comparado con los totalitarismo
antiguos, el liberalismo no es totalitarismo, pero comparado consigo mismo lo
es, porque su corrección política está contra todas las formas de identidad
colectiva”. Alexander
Dugin
“La globalización también entraña una
distribución cada vez más desigual de las oportunidades de vida (…) Las
conquistas sociales penosamente adquiridas a través de continuas luchas se ven
hoy cuestionadas, una tras otra (…) El desempleo ya no es un fenómeno
coyuntural, sino estructural (…) La vieja clase obrera, que peleaba en una
sociedad donde todavía se hallaba integrada en su nivel, ha sido remplazada por
la clase de los desempleados, que queda simplemente excluida”.
Alain de Benoist
El mar y
la tierra se enfrentaron a lo largo de los siglos por intermedio de la
política, de la cultura y de las armas. Dugin destaca que la Guerra Fría fue
una manifestación de esta contienda entre el atlantismo y el eurasianismo o en
categorías de Mackinder entre el “land
power (poder de la tierra) y el “sea
power” (poder del mar). Con el derrumbe de la Unión Soviética y del
comunismo, no desapareció la disputa ya que el origen del enfrentamiento no es
el régimen de gobierno, sino más bien una lucha histórica de civilizaciones.
Detrás de la ideología oficial soviética materialista y marxista se encontraba
latente la identidad de la civilización
de la tierra, que renacería luego del derrumbe de la URSS con la voluntad
histórica del presidente Vladimir Putin (Dugin 2018: 48).
Tras el
derrumbe de la Unión Soviética el mundo se volvió unipolar y se expandió la
globalización que destruyó las culturas para imponer “una sola cultura” que es la liberal anglosajona. Para Dugin el
mundo unipolar y la globalización “son lo
mismo, porque la globalización es unipolar, porque el proceso se desarrolla
desde un solo centro que proyecta los así llamados valores de esta forma de
civilización sobre todo el mundo sin preguntar si están de acuerdo con esto los
otros pueblos, las otras culturas, las civilizaciones” (Dugin 2018: 49).
En el
terreno económico se instaló el capitalismo globalizado financiero y el sistema
de intereses de las corporaciones y de las empresas multinacionales que
destruyeron la producción y la soberanía nacional. Dice Dugin que “La liquidación de la soberanía es la idea
del liberalismo desde Adam Smith, que criticaba al Estado nacional como
regulador del comercio internacional” (Dugin 2018 b: 34).
Dugin
destacó que el mundo unipolar inauguró la democracia de las minorías y el
gobierno de las élites que dirigen la “dictadura
liberal”. Mencionó que tuvo un encuentro personal con Francis Fukuyama y
que éste intelectual le manifestó que “la
democracia de nuestro tiempo es el poder de las minorías dirigido contra las
mayorías, porque según él, las mayorías son populistas y fascistas” (Dugin
2018: 50 y 57). En la dictadura liberal “estar
del lado del pueblo es un crimen y defender la identidad racismo. Estar a favor
del Estado nacional es también un crimen” (Dugin 2018 b: 50).
El nuevo
orden mundial iniciado tras el derrumbe soviético no trajo bienestar para las
naciones, sino que condujo a la mayoría de los Estados a situaciones de crisis
frecuentes, al desmembramiento territorial y a la inestabilidad social, emocional
y política. El globalismo liberal justificó como un hecho natural el deterioro y
el empobrecimiento de las condiciones de vida de gran parte de los pueblos del
planeta. En los países oprimidos se formó
una dirigencia que vive del relato anglosajón, de la ficción ideológica
y que impulsa agendas gubernamentales totalmente distantes de la realidad de
las mayorías. El resultado del liberalismo en nuestros Estados es la escisión
entre la política y los intereses nacionales y eso lleva a las permanentes
crisis cíclicas del sistema político y económico. Dugin remarcó enfáticamente
que la democracia liberal anglosajona es una nueva forma de dictadura con manto
progresista y “el poder está entre las
manos del capital global, de las élites políticas capitalistas que imponen las
normas, lo valores que, declaran, son valores universales” (Dugin 2018: 57).
Los
valores universales de occidente anglosajón
“La globalización empieza con la
destrucción de la soberanía espiritual e intelectual, afirmando que existen
valores universales”. Alexander
Dugin
“El pensamiento único es cada vez más
único y cada vez menos pensamiento”. Alain de Benoist
Dugin
mencionó que el libro más importante del liberalismo del siglo XX fue el de
Karl Popper, “La sociedad abierta y sus enemigos”
y que le sirvió a George Soros para redactar su plan de dominio mundial. En
este trabajo los “enemigos” de la
sociedad abierta son todos los pueblos o identidades que “son no liberales” y que por eso deben ser aniquilados (Dugin 2018:
51) (Dugin 2018 b: 40).
Dugin interpreta
que si bien los comunicadores hablan de la existencia de libertades, el régimen
mundial es totalitario y no reconoce el derecho a la autodeterminación cultural
y política de las personas, de las naciones y de las diversas civilizaciones.
En el actual sistema mundo se puede ser liberal de izquierda y ser liberal de
derecha, pero nunca una persona o un gobierno podrán definirse como “no
liberales”. Dice Dugin que “somos libres
de ser liberales, pero no somos libres de no serlos, porque si no somos un
peligro” (Dugin 2018: 58) (Dugin 2018 b: 110). Las civilizaciones o los
regímenes políticos que no adhieren al liberalismo son acusados de
autoritarios, de fascistas, de populistas, de comunistas o de depositarios de
una forma de vida a-histórica que tiene que desaparecer frente a la modernidad y
el progreso.
Actualmente
y con los fines de imponer esta ideología, el imperio anglosajón aplica la Guerra de Redes[4] que
le permite obtener triunfos políticos sobre otros Estados sin necesidad de involucrar
a las Fuerzas Armadas. En Palabras de Dugin “se puede vencer a un país sin disparar, sin utilizar hardware, sin
utilizar el ejército en el sentido clásico, podemos desinformar, podemos crear
económicamente o en el nivel informático algunas situaciones que serían
totalmente destructivas para el enemigo. Podemos vencer al enemigo sin disparar”
(Dugin 2018: 35).
La guerra
al pasado y a los valores de la colectividad
“Es el individualismo la causa
determinante de la actual decadencia de Occidente (…) Vale más, para el
renombre de un filósofo, inventar un error nuevo, que repetir una verdad que ya
ha sido expresada por otros”. René Guénon
“Al ser la religión propiamente una
forma de la tradición, el espíritu antitradicional no tiene más remedio que ser
antirreligioso”. René Guénon
“Pensamos que en la comunidad, el
Pueblo y los individuos pueden, discutir y disentir en todos los problemas
menos en uno, que es fijar el destino que le es común y asegurar la realización
de la comunidad”. Juan
D. Perón
El
globalismo liberal quiere monopolizar el presente y el futuro y para eso debe
negar el derecho de los pueblos a afirmar su pasado y su tradición. Con este
fin se instala la idea de “derechos del
hombre” o de “derechos humanos”
buscando homogeneizar a los pueblos desconociendo las diferencias étnicas,
nacionales y religiosas históricas (Dugin 2018: 58). Dugin puntualizó que
ideológicamente la unipolaridad "se
basa en valores modernos y posmodernos, que son abiertamente
anti-tradicionales. Comparto la opinión de René Guénon y de Julius Evola, que
consideraban la modernidad y su base ideológica (el individualismo, la
democracia liberal, el capitalismo, el conformismo, etc.-) como las causas de
la futura catástrofe de la humanidad” (Dugin 2018 b: 23).
Dugin indicó
que los liberales instalaron en nuestras sociedades los valores del nihilismo,
el individualismo y el materialismo.
Dicha ideología desliga a la persona del colectivo y le quita
responsabilidades con su pueblo, con su patria y con su historia. El sujeto se
atomiza y pierde el principio ético de solidaridad social con sus pares, para
entablar una fría y distante relación de lucha y competencia comercial. El
liberalismo destruye los valores tradicionales de la comunidad que se
desintegra en nombre del progreso capitalista y de una supuesta evolución
humana que nunca llega. El liberalismo quiere desligar “al individuo más y más de todos los vínculos colectivos, lo que acabará
lógicamente por destruir y por liquidar al hombre” (Dugin 2018: 51).
La Cuarta Teoría Política
“Evola y Heidegger son dos precursores
de la Cuarta Teoría Política. No eran nacionalistas limitados como los
burgueses afirman”. Alexander
Dugin
“La Cuarta Teoría política no es ni
comunismo ni fascismo ni su síntesis (…) no se trata de una nueva doctrina, no
es un dogma, no es una nueva construcción ideal para la sociedad del futuro. Es
la idea de salvar al ser humano del futuro”. Alexander Dugin
Dugin
mencionó que el siglo XX estuvo atravesado por las Teorías Políticas del
liberalismo, el marxismo y el fascismo/nazismo. Luego de la Segunda Guerra éste
último sistema desapareció auspiciando el enfrentamiento de los dos
triunfadores de la contienda, que fueron los EUA y la Unión Soviética.
En el año
1991 cayó el muro de Berlín y la Teoría Liberal ocupó todo el espacio y el
marxismo y el fascismo quedaron como una mera “moda cultural”. Dugin remarcó que actualmente el neofascismo está
en la marginalidad de los skinheards y los comunistas hoy “son los freaks que lucha por valores secundarios (…) Los comunistas de
hoy sólo trabajan para los capitalistas. La mayoría está apoyada por las redes
de George Soros, que paga a la juventud de extrema izquierda y por las
revoluciones de color que impulsa el gran capital globalista” (Dugin 2018:
57). Dugin reconoce que el marxismo puede servir como una teoría para describir
el statu quo (Dugin 2018 b: 83).
De manera
similar al planteo de René Guénon y de Julius Evola[5],
Dugin destacó que la modernidad liberal tiene orígenes en el Protestantismo que
fragmentó a la Iglesia Católica difundiendo la “fe individual” en Cristo, desligando al individuo del colectivo
institucional. Dugin puntualizó que “el
liberalismo históricamente empieza con el anti catolicismo” y siguió con la
destrucción de los Imperios y de las monarquías fundando en su lugar nuevos
Estados nacionales (Dugin 2018 b: 43).
La lucha
contra el comunismo entablada durante la Guerra Fría se propuso destruir la
identidad colectiva de clase, cuestión que fue consagrada con el derrumbe
soviético del año 1991. Luego de ello el capital avanzó, prácticamente sin
límites, en la explotación y el empobrecimiento del pueblo euroasiático.
Este
proceso de desarraigo hoy se completa con lo que Dugin denominó ideología de género. Dicha ideología
interpreta como “coercitivo y violento”
la condición morfológica y social de hombre y de mujer. Para Dugin el género es
una forma de “identidad colectiva” y
no es un tema meramente subjetivo e individual (Dugin 2018 b: 99).
Los
hombres están abandonando los anclajes y puntos de referencia existenciales al
liberarse de la Iglesia, de la nación, de la tradición, del Estado y del
género. La negación de todo tipo de mandato histórico y cultural lleva a la
deshumanización definitiva y en esta evolución las personas podrán optar si
quieren seguir siendo humanos o transformarse en “poshumanos”, por intermedio del uso de la robótica y de la
inteligencia artificial. De no ponerles límites, el liberalismo y la civilización del mar conducirán a la
humanidad a un catastrófico fin (Dugin 2018 b: 105-106).
Dugin
mencionó que el liberalismo y el capitalismo deben ser combatidos. Con ese
objetivo, impulsa la construcción de la
Cuarta Teoría Política que se basa sobre el respeto de la multipolaridad y de
la coexistencia armónica entre comunidades políticas y culturalmente
diferentes. El autor destacó que “cuando
una sociedad trata de juzgar a otra, aplica sus propios criterios y comete, por
lo tanto, una violencia intelectual. Esta misma actitud es precisamente el
crimen de la globalización y de la occidentalización, así como del imperialismo
norteamericano” (Dugin 2018 b: 25).
Para
construir este nuevo sistema mundo no servirá el comunismo (segunda Teoría
Política), que es moderno, ateo, materialista y cosmopolita y “por el contrario, la solidaridad social, la
justicia social, el socialismo y una actitud holista hacia la sociedad son
buenos en sí mismos” (Dugin 2018 b: 24). Tampoco debe aplicarse la tercera
Teoría Política nacionalsocialista o fascista ya que contiene los aspectos
negativos de xenofobia, de racismo y de chauvinismo.
La Cuarta
Teoría Política reconoce la importancia de trabajar por la edificación de un
Mundo Multipolar[6],
actualmente impedido por el imperialismo anglosajón de la civilización del mar. La diversidad de las tradiciones es una
riqueza a conservar y “no la razón de un
conflicto inevitable: muchas civilizaciones, muchos polos, muchos centros,
muchos conjuntos de valores”. Dugun considera que deben coexistir las
religiones y no tienen que imponerse unas sobre otras (Dugun 2018 b: 28 y 94).
El
intelectual ruso impulsa la formación de un frente anti-globalista y
anti-imperialista y para eso hay que identificar al enemigo común, “elemento necesario para cualquier tipo de
alianza” (Dugin 2018 b: 23). Dugin propone fusionar las tradiciones
políticas de izquierda, de derecha y a los actores sociales de las distintas
naciones que tienen un mismo enemigo. Reconoció que la izquierda suele levantar
las banderas de la justicia social y que el populismo
reivindica los valores propios de la derecha de la defensa de la tradición y de
la identidad. Esas corrientes ideológicas tienen diferencias, pero también
pueden y deben forjar alianzas a partir de las banderas de la “justicia social, la soberanía nacional y los
valores tradiciones”. Estos tres pilares pueden ser las bases del frente
antiglobalista (Dugin 2018 b: 26 y 55). Luego cada pueblo y cada civilización,
organizarán su propio sistema de vida y ello será el resultado del ser y de la
autenticidad de la existencia.
La revolución conservadora
“Una comunidad que posea una doctrina,
que alcanza una ética y tenga un real sentido de la jerarquía, está en
condiciones de comenzar a organizarse”. Juan D. Perón
Dugin
impulsó una “revolución conservadora que es algo muy diferente al conservadurismo.
La revolución conservadora tiene una visión cíclica de la historia, no una
visión lineal. Revolución, etimológicamente significa “vuelta”, es un concepto
cíclico. La revolución conservadora es una vuelta y un retorno a la eternidad,
no al pasado”. La revolución conservadora es una invitación a reformular el
sistema de vida creado por la modernidad e incluye la posibilidad de promover
nuevos valores, pero siempre que pertenezcan a la eternidad y a los valores
sagrados de la propia civilización (Duguin 2018 b: 103).
El autor
consideró que el nuevo orden multipolar va a conformarse en base a comunidades
organizadas, fundadas en principios de tradición, cultura y religión. Mencionó
que “La vida del hombre tiene sentido: el
sentido de la vida es volver a la unidad. Y política, religión, cultura,
nuestra vida organizada dentro de la comunidad es la forma de volver, es el
camino para la unidad que ésta precede, que precede nuestra existencia en el
mundo” (Dugin 2020: 11-12) (Dugin 2020: 22). Se debe derrotar a la civilización del mar y la civilización de la tierra será la norma
del nuevo mundo y cada colectividad histórica afirmará su ser autentico.
Dugin
consideró que la religión es esencial para la construcción de la civilización y
en “ella está contenida la idea de la
creación eterna, de la comunicación eterna, de la experiencia de Dios”.
Puntualizó que la decadencia actual de las religiones no se origina en los
errores de la Iglesia, sino en el “hombre
que ha negado su propio origen sagrado y eterno” (Dugin 2018 b: 107).
La revolución
conservadora y Eurasia
Dugin brega por la reorganización de las fronteras
nacionales con la finalidad de que se ajusten
a la realidad del ser, que es propio de la historia y del desarrollo de
las civilizaciones pre-modernas. En este marco, reivindicó la existencia de
Eurasia como una expresión de la civilización
de la tierra con características definidas que deben restaurarse. Su
lenguaje es parte del legado griego, su religión es mayoritariamente la cristiana
ortodoxa y Dugin consideró que si bien “Somos
europeos, no nos reconocemos en la Europa actual, no nos reconocemos en el
occidente norteamericanizado”. Puntualizó que la “idea de Eurasia, de Rusia como Eurasia, postula una identidad
geopolítica. El eurasismo representa a Rusia no como país, Estado nacional,
pueblo, etnia o religión, sino a Rusia como civilización de la tierra.
Civilización que quiere conservar sus formas tradicionales contra la
civilización del mar” (Dugin 2018: 51). El pensador ruso remarcó que
Eurasia es fundamentalmente eslava y cristiana ortodoxa y que convive y que
respeta la existencia en su seno de cientos de etnias diferentes, forjando una
forma del ser que es única.
Dugin
entiende que Vladimir Putin aplica el realismo en las Relaciones
Internacionales. Eso permite poner límites a la intromisión norteamericana de
la OTAN en Rusia y en Eurasia. Interpretó que el mandatario ruso no es
imperialista, sino que retoma aspectos de la tradición Imperial rusa cuyo
ámbito de influencia histórica excede los marcos del Estado nacional actual. El
Imperio reconoce la existencia federal de entidades políticas y culturales y en
su seno había “muchos centros diferentes
y muchos grupos heterogéneos unidos en esta civilización y unidos en la expresión
política” (Dugin 2018 b: 91). Alberto Buela remarcó que en Dugin “el imperio exige un estricto centralismo
administrativo y una amplia autonomía regional: El imperio es la mayor forma de
humanidad y su mayor manifestación” (Buela 2013). Aspectos de la política
internacional de Putin, tienden a reconstruir Eurasia como una federación y
como una entidad histórica antiliberal y
anti-anglosajona (Dugin 2018 b: 68 y 77) (Dugin 2020: 18).
Civilizaciones en los márgenes de la dictadura
liberal
“La unión euroasiática, el gran
espacio chino, el gran espacio de la civilización islámica, son realidades.
Europa podría ser un gran espacio, África, América del Norte y América del Sur.
Es interesante que hoy podamos ver estos grandes espacios, estas civilizaciones
que se manifiestan más y más”. Alexandr Dugin
Dugin
destacó que entre las civilizaciones de la tierra y del mar hay un territorio
medio ubicado entre ambos polos y en disputa permanente a lo largo de la
historia.
En la
actualidad, Europa oriental recibe la negativa influencia ideológica de
occidente globalista y la agresión militar de la OTAN. Pese a eso, esos
territorios no han sido asimilados por el liberalismo y siguen manteniendo
aspectos tradicionales y culturales propios. Dugin consideró que Vladimir Putin
lucha por mantener vigentes los valores eslavos en esos Estados y que con ese
fin promueve la unidad de dichas regiones con Rusia.
India y
China fueron colonias británicas, sin por ello haberse occidentalizado
totalmente. En ambos Estados sigue vigente una tradición y una forma de vida
propia que la civilización del mar no
pudo borrar.
Oriente
Medio es un terreno de lucha entre las potencias mundiales. Los territorios de
Siria, Irán, Afganistán e Irak habían caído en los años noventa bajo la esfera
de los atlantistas, hasta que Putin “empezó
a volver a la geopolítica y a oponerse activamente a esta presión” (Dugin 2018: 29). Sostiene Dugin que “La acción de Rusia en Siria, de Irán, de
Turquía, entre otros, denota que cada vez más gente responde a civilizaciones,
religiones y sociedades todavía tradicionales, que no son pre-modernas. No
están destinadas a ser modernizadas por el sólo hecho de que escogen no ser
modernas” (Dugin 2018 b: 99).
El autor caracterizó
a Turquía y a la “civilización
turco-otomana” como parte de la diversa tradición euroasiática, que es más
continental que anglosajona y atlantista (Dugin 2018: 30).
Iberoamérica y la civilización de la tierra
“Toda la historia argentina es una guerra
euroasiática en algún sentido. Hasta la disputa por las Malvinas es una guerra
continental”. Alexander
Dugin
“Iberoamérica reúne las condiciones de
una nación integral. Y el falaz nacionalismo de la repúblicas sin existencia
propia, auspiciado desde afuera, será sustituido por la conciencia histórica de
la nación iberoamericana”. Juan
J. Hernández Arregui
Dugin
consideró que “América del Sur representa
una civilización propia, una civilización distinta con sus propios intereses
estratégicos. Esto es soberanía geopolítica en potencia” (Dugin 2018: 31). Sudamérica
comparte idioma (portugués y español) y su población es mayoritariamente
católica y coexisten en armonía diversas tradiciones étnicas. El autor destacó
que nuestra región “no es la civilización
europea, sino la sudamericana” (Dugin 2018 b: 91).
De manera
similar a su opinión acerca de la historia de Rusia, Dugin interpretó que la
tradición hispánica fue Imperial y no imperialista[7].
España fundó un nuevo mundo como continuación de su propia civilización y no
como en mero hecho colonial de explotación y de saqueo. Los territorios
anexados se desenvolvieron “como
provincias españolas. Tal como existe una Córdoba argentina y otra española.
Esta forma de ser se manifestó, además,
en la conservación de la tradición católica, del catolicismo de las provincias
ibéricas en el nuevo mundo; en la forma de la conservación de los aspectos de
la sociedad tradicional, no mercantiles sino productivos, con su propia nobleza
como aristocracia en el nuevo mundo; con sus sacerdotes, con los jesuitas y
otras órdenes espirituales y con los campesinos, no esclavos, como la fuerza de
trabajo más importante de la civilización” (Dugin 2018: 47) (Dugin 2020: 19).
La condición de Imperio favoreció la existencia de una diversidad de realidades
políticas, sociales, culturales y territoriales con autonomía relativa (Dugin
2018 b: 51 y 91). El continente iberoamericano está enraizado por una cultura, por un idioma
y por una religión y conforma como plantea Alberto Buela, una “ecúmene” (Dugin 2020: 16).
Dugin
incluye a Iberoamérica como parte de la civilización
de la tierra y como un continente con identidad propia, con un ser
histórico definido. Las guerras de la Independencia auspiciaron la
fragmentación nacional y la creación de distintos Estados sin por eso borrar la
“base metafísica del continentalismo”,
actualmente existente. La región reúne las condiciones civilizatorias para la
reunificación y la formación de los Estados
Unidos de América del Sur y Dugin remarcó que “Sudamérica es soberana” como lo es Eurasia (Dugin 2018 b: 82).
Iberoamérica es eternidad y es pasado, es presente y es futuro.
La civilización de la tierra y el
continentalismo de la Revolución Justicialista
“Podemos considerar entonces a Perón como un
profeta, como un hombre genial que pensaba más allá de su época y de las
condiciones y circunstancias históricas concretas de su tiempo”.
Alexandr Dugin
“El hombre no es un ser angélico y abstracto.
En la constitución de su esencia está implícita su situación, su conexión con
una tierra determinada, su inserción en un proceso histórico concreto. Ser
argentino significa también esto: saber, o al menos intuir, que ser lúcido y activo
habitante de su peculiar situación histórica forma parte de la plena
realización de su existencia. (…) Su pertenencia a esta historia y no a otra,
su habitar en esta situación y no en otra, su apertura a un destino
irreductiblemente propio, bastan para que aquellos principios esenciales que
todo hombre atesora se concreten de una manera única e irrepetible,
configurando la esencia del hombre argentino y conquistando para él un tiempo
singular y definitivo en la historia del mundo”. Juan D. Perón
Dugin mencionó
que la “Argentina es el centro
intelectual de América Latina” y destacó la vitalidad de la filosofía del
país que tiene referentes como Alberto Buela y Carlos Astrada que recuperó la
tradición gauchesca y “esa identidad
profunda se siente en Argentina a pesar de la modernización” (Duguin 2018:
23)
Dugin
entiende que “Perón sobrevive a su muerte
porque ha creado el peronismo. No sólo sus escritos, su vida, su política, su
ideología era el peronismo”. El líder de la revolución forjó una doctrina y
una organización que le dio realidad, vitalidad y capacidad de realización
histórica.
Juan Perón
construyó al sujeto histórico pueblo,
que se integró con otros grupos en una Comunidad Organizada asentada en
valores. El pueblo justicialista no era una imitación del “proletario”
materialista que propugnó el marxismo y tampoco del ciudadano o “clase media” del
liberalismo. Como sostiene Alberto Buela, el Justicialismo propugnó la
formación de una comunidad reunida por un principio de solidaridad social y por
valores y no meramente por un pacto electoral, institucional y de mercado.
Dugin
interpretó que el ideario y la práctica del líder justicialista se relacionan a
la Cuarta Teoría Política. Puntualizó que “Perón
insistió en la combinación de la moral conservadora tradicional, la
religiosidad y la ética, con la justicia social, y el apoyo al trabajo honesto”.
Remarcó que en el Justicialismo estaba ausente el “chauvinismo y cualquier indicio de racismo”. Perón “no era liberal, sino anti-liberal; no era
comunista, sino anti-comunista, y tampoco era fascista” (Dugin 2018 b: 52 y 84).
Dugin
mencionó que el justicialismo en Relaciones Internacionales fue realista y que
la Tercera Posición suponía una inscripción
internacional por fuera de la subordinación a las potencias liberales y
comunistas. Además y tema fundamental, Perón era continentalista y eso quedó bien expresado en la alianza del
ABC (Argentina, Brasil y Chile). Dugin puntualizó que el “continentalismo de Juan Perón debe ser comprendido como la forma
iberoamericana de la civilización de la tierra, porque esta es la esencia del
Justicialismo que está contra el materialismo comunista y contra el liberalismo
capitalista por la tercera posición, que está con las raíces del pueblo, del
trabajo noble. Por eso existe la CGT” (Dugin 2018: 51).
El autor
subraya que Perón intentó unir al continente a partir de un pacto estratégico
con el Brasil, “porque dónde están los
ibéricos, portugueses, españoles, indígenas que han entrado en este contexto
criollo; donde está el catolicismo, dónde está el idioma castellano o
portugués; allí está la civilización de la tierra, de la identidad, está la
ontología de la eternidad: el ser que prevalece sobre el mar, el tiempo y su
dictadura”. Dugin destacó que la potencialidad de la unidad de Argentina y
Brasil puede ser comparada con el pacto entre Francia y Alemania para fundar la
Unión Europea; y también es analogable con la articulación entre Rusia, Turquía
e Irán para resolver la situación política actual en Medio Oriente (Dugin 2018: 51 y 80) (Dugin 2018 b: 81).
Buela Alberto (2013) Dugin, profeta de Eurasia, en línea https://paginatransversal.wordpress.com/2013/08/22/duguin-profeta-de-eurasia/
Dugin Alexsandr (2018) Geopolítica Existencial, Conferencias en
Argentina, V 1, Nomos, CABA.
(2018
b) Identidad y soberanía: contra el mundo
posmoderno, Conferencias en Argentina, V 2, Nomos, CABA.
De Benoist Alain (2018) Rebelión en la Aldea Global, ensayos
escogidos, NOMOS, CABA.
Dugin A. y Buela Alberto (2020) A 70 años de la vigencia de una idea: la
Comunidad Organizada, CEES, CABA.
Evola Julius (S/F) Rebelión contra el Mundo Moderno.
Guénon René (2015) La crisis del mundo moderno, Ediciones Sieghels, CABA.
Hernández Arregui Juan José (2002) ¿Qué
es el ser nacional?, Catálogos, CABA.
Perón Juan Domingo (2006) El Modelo Argentino para el Proyecto
Nacional, INJDP, CABA.
Schmitt Carl
(1942) “Tierra y mar, consideraciones sobre la historia universal”, en C.
Schmitt (2004) Teólogo de la política,
Fondo de Cultura Económica, México.
[1]
Alexandr Dugin dispone de una larga
militancia política y cultural. Fue miembro fundador del Partido Nacional
Bolchevique (1992) y luego del Movimiento Euroasiático (2001). Tiene una importante
influencia en la política rusa y en diversos movimientos culturales y partidos
políticos de Europa y de Asia.
[2]
Dugin considera que podrían existir gobiernos supranacionales en la medida que
se correspondan a cada una de las diferentes civilizaciones. De ningún modo
cree positivo y necesario que se forme un único “gobierno mundial” (Dugin 2018 b: 83).
[3]
Alberto Buela comenta que en este punto Dugin aplicó la teoría del Dasein de
Martín Heidegger, presentada en el Ser y
el Tiempo (1927). Buela puntualizó que el filósofo alemán postuló que el
tiempo debe interpretarse como “un
advenir presentante que va siendo sido” y “Tenemos que entenderlo a través de lo constante, de lo valioso, de lo
permanente. Y esto es lo que hace el pensamiento conservador, rescata lo que
dura en el tiempo, lo permanente, lo constante, lo valioso. La tradición no es
conservar cosas viejas por ser viejas sino cosas pasadas que conservan su
valor, que siguen siendo valiosas” (Buela 2013).
[4]
Para contrarrestar la guerra de redes Dugin impulsa una “revolución conservadora en los medios” tendiente a que cada civilización
tenga su instrumento de comunicación propio. Esta condición permitiría que se
mantengan firmes los valores propios de cada comunidad y que dialoguen entre sí
las civilizaciones. A partir de acá, es que Dugin considera positivo la
existencia diferentes perspectivas de medios de prensa como es el caso de Russia
Today (rusa), de Press TV (iraní), de Al Jazeera (árabes), etc. (Dugin 2018 b:
105).
[5]
Guénon interpreta que el Protestantismo fue el “individualismo” aplicado a la religión y que favoreció el “libre examen” de la Biblia que disolvió
la autoridad y auspició la “moral laica”
(Guénon 2015: 99-100). Evola sostiene que la tarea del protestante Lutero
legitimó la “revuelta contra el principio imperial de autoridad” (Evola S/F:
569).
[6]
Dugin reivindicó como un hecho positivo y auspicioso para el necesario orden
pluriversal a construir, a la unión de Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica
(BRICS). Estos países son asimétricos y a su vez complementarios y disponen de
recursos y de capacidades que pueden ser integradas, demostrando que es viable
una alianza estratégica internacional sin hegemonismos (Dugin 2018 b: 78-79 y
116).
[7]
Juan José Hernández Arregui alcanzó
la misma conclusión y destacó que para la “corona,
estas tierras eran provincias del reino, y así se las definía (…) el sistema virreinal, fue la transfusión a
América del régimen federativo de las provincias españolas, independientes
entre sí, aunque unidas por la corona de Castilla”. Si bien este
posicionamiento no evitó la explotación del aborigen, tampoco son reales la “leyenda negra” y el anti-hispanismo
impuestos por el imperio británico.
Puntualizó que “junto a la
acometida sobre la raza de bronce subyugada, España trajo a estas tierras una
de sus virtudes más grandes, el espíritu de independencia y las instituciones
que lo resguardaron” (Hernández Arregui 2002: 43 y 57).