miércoles, 9 de junio de 2021

Duguin: profeta de Eurasia

                                                                     Alberto Buela 

 Alexander Duguin (Moscú, 1952) se ha transformado hay en el más significativo geopolitólogo ruso. Inscripto en la ideología nacional bolchevique del estilo de Ernst Nietkisch sostiene un socialismo de los narodi. Esto es, un socialismo de los pueblos, despojado de todas las taras modernas como su materialismo, su ateísmo y su ilustración.

Su teoría geopolítica es la construcción de un gran espacio euroasiático con centralidad en Rusia.

En este libro que comentamos, traducción al portugués de Aganist the west (2012), se va a ocupar en primer lugar de qué entiende por Occidente, que a partir del nacimiento de la modernidad, pasando por sus distintas etapas - Renacimiento, Nuevo Mundo, Reforma, Revolución francesa, Revolución bolchevique, Transformación tecnológica, Globalización – se ha ido transformando en el criterio normativo del mundo.

El proceso de modernización tiene dos caras, una exógena que no emerge de las necesidades de los pueblos y otra, endógena, que es un principio interno que no puede ser negado. La primera ha servido para la colonización y dominio de los pueblos, en tanto que la segunda surgió como una necesidad natural.

En cuanto a la globalización: representa el último punto de realización práctica de las pretensiones fundamentales de Occidente a la universabilidad de su experiencia histórica y de sus valores.

A la tesis de “Rusia, país europeo” va a oponer la tesis “Rusia-Eurasia como una civilización opuesta tanto Occidente como a Oriente”.

Apoyándose en la idea “gran espacio” (1939) de Carl Schmitt y teniendo como antecedente la Doctrina Monroe (1823) propone recuperar la idea de imperio.

Sostiene que la Doctrina Monroe nació como una idea anticolonialista y se fue transformando en una propuesta colonialista. Para nosotros, americanos del sur, tal Doctrina fue siempre colonialista cuyo enunciado real fue desde un comienzo: América para los norteamericanos.[1]

El concepto de imperio que se propone va más allá de los contextos históricos o políticos en que se haya dado y no se limita solo a una dimensión física ni a la presencia de un emperador. Eso si, el imperio exige un estricto centralismo administrativo y una amplia autonomía regional: El imperio es la mayor forma de humanidad y su mayor manifestación.

Cuando entre los imperios nombra el imperio comunista de la URSS y al imperio liberal de los EUA, y los pone a la misma altura que los imperios romano o autro-húngaro, Duguin no realiza la distinción entre imperio e imperialismo. Así, el imperio impone pero deja valores que le son propios (lengua, instituciones), mientras que el imperialismo es la imposición de un Estado sobre los otros para su explotación lisa y llana. El imperialismo deja solo desolación con sus factorías en tanto que el imperio abre un mundo desconocido a sus dominados.

Un comentario especial merece su caracterización del conservadorismo, donde se ve la influencia de Alain de Benoist, seguramente el más original pensador francés vivo. El conservador quiere conservar el pasado por ser pasado, según se lo define habitualmente, pero para Dugin, como para nosotros, es el que pretende conservar del pasado lo constante, lo perenne. Y eso, porque no tiene una visión diacrónica de la historia sino sincrónica. El sentido del ser, de lo que es y existe no se apoya para él en la ideas de movimiento (pasado, presente, futuro) donde las cosas nos hacen un llamamiento desde el futuro bajo la idea de progreso, como sucede con el iluminismo, el modernismo y, hoy, el progresismo, sino que el sentido de las cosas hay que buscarlo en lo constante, en lo que permanece. El ser tiene una primacía sobre el tiempo; lo comanda y predetermina su estructura: el tiempo se da en el seno del ser como acontecimiento apropiador del ser.[2]

La conclusión política del conservadorismo ha dado lugar a la “cuarta teoría política”, pues así como en el siglo XX se dieron la primera teoría política con el liberalismo, la segunda con el marxismo, la tercera con el nazismo hoy, a comienzos del siglo XXI, hace su aparición la “cuarta teoría política” que hunde sus raíces en la revolución conservadora alemana del período entre guerras y que tuvo como exponentes, entre otros, a Moeller van der Bruck, Carl Schmitt, los hermanos Jünger, Martín Heidegger, von Solomon, von Papen, Werner Sombart, Stefan George que no se pudo plasmar en una práctica política concreta.

El imperio eurasiano propuesto por Duguin con Rusia como centro y cabeza que: debe pensar y obrar imperialmente, como un poder mundial que tenga opinión sobre todo hasta los lugares más distantes del planeta, tiene “carácter civilizatorio” nos parece ambicioso, pero no inverosímil.

Nosotros creemos, y hemos intentado mostrar a través de múltiples trabajos, que las ideas de gran espacio y de imperio, en este caso, se unifican en la idea de “ecúmene”, que como la Hélade para los griegos, la romanitas para los romanos, o la hispanidad para los españoles, designan los grandes espacios de tierra habitados por hombres que comparten entre sí, lengua, usos, costumbres, creencias y enemigos comunes. Y en este sentido sostenemos que el mundo es un pluriverso compuesto por varias ecúmenes entre las que se destaca, para nosotros, la iberoamericana.

Finalmente, toda la última parte del libro va ha estar ocupada en asuntos internos y temas casi exclusivamente rusos, de los que no nos encontramos capacitados para juzgar: la relación de Rusia con Ucrania, la filosofía del narod y su patriotismo erótico, el arcano roxo de Rusia, la estructura sociogenética de Rusia e intereses y valores post Tskhinvali.

Queremos felicitar a los traductores brasileños por este trabajo, que acerca al mundo luso e hispano hablante a un geopolitólogo de valía, prácticamente desconocido en nuestra común ecúmene cultural.


 SU ÚLTIMA TESIS

 El último trabajo del que tenemos noticias es La Cuarta teoría política, libro traducido ya al inglés, farsi, serbio, portugués, francés y español. En él va ha exponer en forma detenida aquello que anunció en un breve capítulo en el libro antes comentado.

La cuarta teoría política surge luego del fracaso de las tres teorías políticas que primaron durante los siglo XIX y XX: la primera, el liberalismo; la segunda el marxismo-comunismo y la tercera el nacionalismo, el nacional socialismo y el fascismo.

Estas tres teorías políticas se apoyaron en una concepción errada del hombre, la sociedad y la historia pues privilegiaron, respectivamente, al individuo, la clase, el Estado o la raza. Los nacionalismos del tercer mundo quedan englobados dentro de esta tercera teoría política.  Cualquiera que haya vivido en Argentina sabe que el peronismo es considerado como un fascismo casi todo el mundo académico, aun cuando sabemos que esencialmente no lo es. En este sentido Duguin se suma a este reduccionismo intelectual del pensamiento único.

En lo que acierta es cuando afirma que las tres primeras teorías políticas son un producto de la modernidad y que insistir en ellas es no asumir la crisis de la razón ni la crisis de representación política que padecemos hoy, en esta época postmoderna.

Propone con su Cuarta teoría política fundarla en un nuevo paradigma que no vaya dirigido ni al individuo, ni a la clase ni al Estado o la raza, sino que se dirija al ser ahí, al Dasein.

Esta instrumentación geopolítica del Dasein es una gran originalidad de Alexander Duguin pues muestra que el pensador ruso busca hundir las raíces de su pensamiento en el concepto fundamental del filósofo más significativo del siglo XX, el alemán Martín Heidegger.

En este sentido Duguin rompe los moldes interpretativos  a que nos tienen acostumbrados los académicos y profesores universitarios, que en general se copian unos a otros, y  que lo único que hacen es “oscurecer las aguas para que parezcan más profundas”. Duguin supera la trampa de “la erudición” e intenta una interpretación arriesgada pero propia.

Y así sostiene que la revolución conservadora alemana que apareció después de la primera guerra mundial realizó aportes en todos los campos del saber pero que no se puedo plasmar políticamente. Es el antecedente remoto de lo que él denomina la Cuarta teoría política. Y que hay dos autores que se destacan por sus propuestas, que Duguin recoge como propias: Carl Schmitt y su teoría de los grandes espacios y Martín Heidegger y su teoría de Dasein. Así el jurista de Plettemberg está en la base de su concepción de Eurasia y filósofo de Messkirch en su concepción de la Cuarta teoría.

Es que Heidegger tanto en Ser y tiempo (1927) como en conferencia Tiempo y Ser (1962) va a sostener que el tiempo es el horizonte (la idea de horizonte es fundamental en Husserl, su maestro) de la pregunta por el ser, pero que el tiempo se da en el horizonte del ser. Es decir, que el tiempo tiene que ser concebido como “un advenir presentante que va siendo sido” en definición de Heidegger. Tenemos que entenderlo a través de lo constante, de lo valioso, de lo permanente. Y esto es lo que hace el pensamiento conservador, recata lo que dura en el tiempo, lo permanente, lo constante, lo valioso. La tradición no es conservar cosas viejas por ser viejas sino cosas pasadas que conservan su valor, que siguen siendo valiosas.

Esta es una visión radicalmente diferente de aquella del Iluminismo que reservó al tiempo, sobre todo al tiempo presente y futuro, el sentido valioso de las cosas y descartó el pasado. Esta visión está inserta hoy en el progresismo como lo estuvo en el liberalismo de antaño, como en el marxismo, como en el fascismo.

Duguin termina su exposición afirmando que la postmodernidad está buscando una salida política y social a las despolitización y a la deshumanización y que la Cuarta teoría política se ofrece para encontrarla.

Sin lugar a dudas esta propuesta no va a ser bien vista por la intelligensia, por el pensamiento políticamente correcto, por los agentes políticos y culturales del actual statu quo reinante, porque ella  encierra mucho de reactivo, de no conformista, de alternativo, pero como dijera ese gran pensador colombiano Gómez Dávila: Ser reaccionario es haber comprendido que no se puede demostrar, ni convencer, sino sólo invitar.

 

Post scriptum

Parte de un reportaje realizado para España

F.G - Actualmente Dugin y la 4ª Teoría Política están dando mucho que hablar. Estuviste en el I Encuentro Iberoamericano sobre la 4ª TP en Curitiba (Brasil), en noviembre pasado, ¿Qué te pareció aquel encuentro y cómo crees que esta teoría puede tener aplicación en Hispanoamérica?

A.B. – Nosotros tuvimos el honor de participar de dicho congreso donde además me publicaron un libro Hispano-América contra o Occidente y mis dos estudios introductorios a los libros Para além dos directos humanos de Alain de Benoist y Contra o Occidente (Rusia contra-ataca) de Alexander Dugin. Asistió el politólogo Leonid Savin vía Internet y varios e interesantes expositores.

Así como en el siglo XX se dieron la primera teoría política con el liberalismo, la segunda con el marxismo, la tercera con el nazismo hoy, a comienzos del siglo XXI, hace su aparición la “cuarta teoría política” que hunde sus raíces en la revolución conservadora alemana del período entre guerras y que tuvo como exponentes, entre otros, a Moeller van der Bruck, Carl Schmitt, los hermanos Jünger, Martín Heidegger, von Solomon, von Papen, Werner Sombart, Stefan George que no se pudo plasmar en una práctica política concreta.

La cuarta teoría política surge luego del fracaso de las tres anteriores. Estas tres teorías políticas se apoyaron en una concepción errada del hombre, la sociedad y la historia pues privilegiaron, respectivamente, al individuo, la clase, el Estado o la raza. Propone Dugin con su Cuarta teoría política fundarla en un nuevo paradigma que no vaya dirigido ni al individuo, ni a la clase ni al Estado o la raza, sino que se dirija al hombre, al ser ahí, al Dasein, concepto trabajado por Heidegger en su obra Ser y Tiempo de 1927.

Esta instrumentación geopolítica del Dasein es una gran originalidad de Alexander Duguin pues muestra que el pensador ruso busca hundir las raíces de su pensamiento en el concepto fundamental del filósofo más significativo del siglo XX, el alemán Martín Heidegger. Quien junto con Carl Schmitt y su teoría de los grandes espacios son los dos autores que más influyen sobre la construcción de la cuarta teoría política.

F.G – Se podría hablar de Perón como representante argentino de la Tercera Posición o incluso como precursor hispanoamericano de la 4ª TP, al unir lo social y lo nacional, yendo más allá de la Patria argentina para vislumbrar una Patria Hispanoamericana no sometida al imperialismo anglo-americano. ¿Qué opinión tienes sobre el General?

A.B. – Efectivamente Juan Perón es el creador de la tercera posición y su representante argentino más genuino.  La conferencia de Bandung de abril de 1955 convocada por Nehrú de los países no alineados, ni con Usa ni con la Urss, “ni yanquis ni marxistas” tuvo en Perón un animador principalísimo, aun cuando no pudo asistir pues las circunstancias políticas internas de ese momento no se lo permitieron.

Existe, en nuestra opinión, una convergencia entre tercera posición y cuarta teoría política y ésta es sobre el verdadero sentido político del ser humano en sociedad, que va más allá del liberalismo y el marxismo para el peronismo, a los que la cuarta teoría agrega el nacional socialismo.

La diferencia está en sus puntos de apoyo teóricos pues, como hemos visto, la cuarta teoría se apoya en los pensadores de la revolución conservadora alemana, mientras que el peronismo lo hace sobre los pensadores nacionales iberoamericanos.

Existe además una diferencia notable en el concepto de nación, pues para el peronismo la nación es el proyecto político cultural que un pueblo se da para intervenir en la historia del mundo por lo tanto este proyecto es unitario. En el sentido que unifica las distintas “naciones étnicas que lo componen” y no a la inversa como pretenden hoy el indigenismo en Iberoamérica de edificar Estados a partir de naciones  mapuches, tobas, aimará o lo que sea. Este mamarracho político, jurídico y filosófico que acaba de afirmar que Bolivia es un estado plurinacional compuesto por 36 naciones  es el ejemplo emblemático de lo que queremos decir.  Una cosa es el ethos histórico y político de una nación y otra es el ethos étnico de una nación. Para el peronismo éste último está subordinado al primero y no a la inversa.

¿Qué opinión tenemos de Perón? Que fue un eficaz conductor de masas populares. Que modificó para siempre la vieja estructura social y política de Argentina, pues nunca más se pudo hacer política aquí sin el peronismo. Que realizó una revolución que quedó inconclusa. Que creó nuevas Instituta politica más allá de las dadas por el sistema liberal burgués y que, en definitiva, nos enseñó que el anglo-yanqui es nuestro enemigo histórico.

 


[1] Cfr. El excelente trabajo del mejicano Carlos Fuentes: La doctrina Monroe

[2] Cfr. Martín Heidegger: Tiempo y ser (1962), que no hay que confundir con Ser y tiempo de 1927.

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