domingo, 13 de junio de 2021

¿Y si probamos con un proyecto nacional? El peronismo y la planificación. El progresismo y la “improvisación”

Por Juan Godoy para REVISTA MOVIMIENTO


“Establecida la planificación en tales términos, es posible actuar realmente con la eficiencia necesaria para lograr la mayor parte de la expansión física que el país debe producir año a año. En gran medida, en los últimos lustros, nos hemos manejado con nombres y no con programas; y (…) la política que resultó fue de neto corte liberal”. (Juan Perón, 1974)

 

“sin industrialización no hay independencia económica base de la soberanía nacional (…) Toda industrialización es un intento consciente del país que ejecuta para alcanzar la plena soberanía”. (Juan José Hernández Arregui)

 

Nuestro país ha llegado a niveles exorbitantes de pobreza, indigencia, desigualdad, profundización del entramado económico-político dependiente, saqueo de los recursos, drenaje de nuestras riquezas, postración económica, sostenimiento de un modelo primario-exportador y de valorización financiera, altos índices de desocupación, sub-ocupación y precarización laboral, relativismo cultural, destrucción de los valores que constituyeron pilares en nuestro país, etc. Cabe resaltar que la crisis económica es la última en el orden de las diversas crisis que atravesamos, es el último escalón.

Esta realidad se ha manifestado en mayor o menor medida desde la última dictadura cívico-militar. Una constante que aparece es que en el transcurso de los ciclos de “crecimiento-decrecimiento-crecimiento-etc.” no logramos perforar el piso si se quiere, y la caída no pareciera tener fin. Sintéticamente los índices logrados por tercer gobierno peronista siempre quedan lejos. La pandemia, muchas veces utilizada como excusa (más allá que es claro que dificulta la situación), solo vino a agravar o acelerar un proceso que viene de años. Más allá del este impacto negativo cabe preguntarse: ¿qué política/s se proponen llevar adelante que la situación actual no permite? Esta crisis profunda que atravesamos todo indica se va a ahondar más en sus consecuencias negativas, al menos, en el corto y mediano plazo.

Las soluciones que se proponen no pasan de ser superficiales, y se ligan sobre todo al asistencialismo que cada vez alcanza menos pero cubre más porcentaje de la sociedad, y termina condenando a más argentinos a la miseria. Analgésicos para un enfermo terminal. Políticas que pueden ser paliativos pasan a ser políticas de fondo, cuando no “vendidas” como éxitos políticos. Asimismo, cabe destacar, que se discute siempre en los márgenes de la dependencia.

Una clase política mayormente divorciada de la realidad y de las necesidades del pueblo profundo (claro que con honrosas excepciones, pero no dejan de ser justamente excepciones). Si la acción política es una de las pocas acciones que se vincula (o debiera vincularse) a los “otros”, hoy no es “moneda corriente” en la actualidad, sino que muchas veces si liga al interés (e incluso beneficio), personal. La actividad política no aparece ligada a su dimensión trascendente. Gobernantes que desconocen no solo la historia de nuestro pueblo, y sus tradiciones culturales, sino incluso la geografía que pretenden gobernar (a la cual muchas veces son ajenos).

Quizás resulta ocioso pero vale recordar que el peronismo buscar servir al pueblo, y no al revés, ya lo establece la segunda verdad peronista: el peronismo es esencialmente popular. Todo circulo político es antipopular y, por lo tanto, no peronista” (la tercera también hace referencia a lo mismo). Y por eso Eva Perón en sus clases en la Escuela Superior Peronista decía que "el funcionario que se sirve de su cargo es oligarca. No sirve al pueblo sino a su vanidad, a su orgullo, a su egoísmo y a su ambición. Los dirigentes peronistas que forman círculos personales sirven a su egoísmo y a su desmesurada ambición. Para mí, esos no son peronistas. Son oligarcas, ídolos de barro, porque el pueblo los desprecia, ignorándolos y a veces hasta compadeciéndolos". Al mismo tiempo también criticaba los círculos políticos, como la política de casta, afirmando que “cuando vemos a un político que no quiere que nadie más que sus amigos entren en el círculo, pensamos que también él es un oligarca. Ese también se quiere preparar otra casta para él”.

Ese progresismo se auto-proclama además como una suerte de “vanguardia iluminada”, despreciando las tradiciones nacionales y el sentir del pueblo, toma para sí mismo la vara de la moral, de lo que “está bien”, y lo que “está mal”. Ya Envar El Kadri, años atrás, problematizaba ese momento en el cual “el peronismo recibió ese inmenso caudal de clases medias, que llegaron con ciertas ideas empresariales, que traían la visión de los “señores”, la soberbia de considerar que nada ni nadie podía estar por encima de ellos”. El peronismo siempre consideró que “en esta tierra lo mejor que tenemos es el pueblo”.

Desde otro aspecto, nos interesa reseñar que en un prólogo a un libro sobre América Latina de Guzmán Carriquiry, el por entonces Cardenal Jorge Bergoglio criticaba dos corrientes de pensamiento que considera débiles, por un lado la concepción imperial de la globalización, y por otro lo que llama “progresismo adolescente”, sosteniendo que éste es “una suerte de entusiasmo por el progreso que se agota en las mediaciones, abortando la posibilidad de un progreso sensato y fundante relacionado con las raíces de los pueblos”. Ambas posturas son “antipopulares, antinacionales, anti-latinoamericanas”, aunque se presenten bajo la máscara “progresista”.

El campo nacional que tradicionalmente se abocó a buscar la emancipación nacional, se encuentra encerrado en un progresismo que no conoce y menos aún pone en discusión los problemas del país, sino que se suma al relativismo cultural, a las “agendas políticas de las minorías” (muchas de las cuales fomentadas de los usinas de ideas extranjeras), en detrimento de las de las mayorías, y cuando no a cuanta “moda adolescente” esté dando vueltas.

Quizás no sea en vano señalar que resulta hasta violento, más aún en este contexto económico y social nacional, la clase política transformada o pretendiendo aparentar ser tiktokers cuando prácticamente la mitad de nuestra población, y más del 60 por ciento de los pibes (según las estadísticas oficiales), es pobre, o que se quejen de lo que consideran sus “magros salarios” cuando (también según sus propias estadísticas), ese nivel salarial los ubica mucho más cerca de la cúspide de la pirámide salarial que de la base, cabría preguntarse ¿qué le queda a la mayoría de nuestros trabajadores y jubilados?,  o que en este marco se auto-proclamen imprescindibles e importantes por lo cual debieran recibir una vacuna antes de lo establecido por los criterios fijados por el gobierno, ni que hablar de quienes estrechan amistad (y salen en fotos sonrientes), con nuestro enemigo histórico y usurpador de nuestro territorio, por citar algunos ejemplos al azar.

La explicación puede estar vinculada al ocultamiento de los enormes problemas que enfrenta el país. Las grandes problemáticas nacionales tienden a desaparecer de la escena nacional. El debate político está “planchado”. Así, solo queda la superficialidad, el pragmatismo puro, la impostura y el marketing. Antonio Cafiero argumentaba que es necesario poner en el centro “la lucha por la idea y rechazar la noción de que lo único que cuenta en la política son las actitudes pragmáticas, desvinculadas de cualquier clase de connotaciones éticas y valorativas”.

El progresismo, heredero de la tradición iluminista y del pensamiento colonial, no considera la planificación como un pilar de la política, por lo que cae en una improvisación, así tampoco tiene una política propia (nacional), lo que lleva en la práctica a seguir la de otro/s. Prácticamente las únicas “soluciones” propuestas que aparecen se vinculan, en sus versiones más progresivas, al dinamismo del mercado interno a partir del fomento de la demanda, al parecer “confundiendo” esa idea con la política diseñada por el peronismo.

Nos interesa, muy brevemente, contraponer estas nociones algunas cuestiones vinculadas/desarrolladas al ideario de Perón como al peronismo. Así, tomar como brújula y a modo de apuntes estas cuestiones, que como siempre nos sirve de guía para la acción.

Una de las cuestiones centrales es el establecimiento de un proyecto nacional, y en ese marco aparece la importancia de la planificación de la acción política para la vida nacional a través del gobierno como cuerpo centralizado, orientado a la planificación y el estado como brazo descentralizado orientado a la ejecución. Se trata del diagrama de un proyecto nacional en pos de la ruptura de la dependencia y el desarrollo de nuestro potencial y riqueza. Resulta evidente que sin independencia económica la soberanía política resulta una ficción.

Interesa enfatizar en la necesidad de realizar diagnósticos, de planificar la economía, al mismo tiempo que, dos cuestiones: por un lado, la claridad en los objetivos hacia donde se dirige el país, es decir, a lo que se pretende lograr, como puede ser aumento del PBI total y per cápita, planes en torno al acceso a la vivienda, salud, creación de trabajo, integración latinoamericana, etc. Y por otro lado, a diferencia de los proyectos de gobiernos progresistas que piensan la economía en función del incentivo al consumo para mejorar la producción, el peronismo basa su proyecto económico en la planificación y puesta en marcha de la producción nacional para generar más riqueza bajo la noción de la Argentina Potencia.

En este último punto también Perón siempre hizo eje en la generación de riquezas y el trabajo, lo que nos permite también pensar y repensar lógicas en torno a una economía vinculada a los subsidios a una parte de la población (cuestiones que a veces en lugar de pensarse como coyunturales se piensan como política de fondo), y no al trabajo como generador de riqueza y dignidad. Al fin y al cabo necesitamos desarrollar una política nacional propia, ya que sino seguiremos la política definida desde afuera. Vale traer a la memoria que una de las verdades del peronismo sintetiza que “en la Nueva Argentina el trabajo es un derecho, y es un deber, porque es justo que cada uno produzca por lo menos lo que consume”.

Recordamos así que Perón, antes de asumir la Presidencia y en el contexto de la revolución juniana, diagramó un trabajo diagnóstico sobre la situación nacional y desarrollo de instrumentos para planificar la economía fundamentalmente a través del Consejo Nacional de Posguerra (CNP), que conforma en agosto del año 1944 junto con Figuerola como Secretario General (el mismo era presidido por el vice-presidente de la República, por entonces Perón). Y es justamente el mismo Perón quien lo piensa, según sus palabras, para que no nos roben como había sucedido en la posguerra de la primera contienda mundial.

El CNP procuraba que el Estado comience a impulsar y canalizar el proceso tenue que se venía dando en forma coyuntural desde mediados de los 30, apuntaba al ordenamiento económico y social, buscando "un equilibrio recto y estable entre los recursos y fuerzas económicas de la Nación, por una parte y su población activa, por otra. Este equilibrio no ha de dejarse librado a determinaciones aisladas, ineficaces en cuanto son dispares y contradictorias, sino que ha de planearse con inteligencia y previsión, especialmente para el difícil período de la postguerra". A partir del análisis de las problemáticas de esa posguerra, establecía como su finalidad: “asegurar la satisfacción de todas las necesidades de los habitantes del país sin tolerar el injusto acaparamiento de bienes en manos de unos pocos”.

Este consejo, que plantea tanto objetivos de corto como de largo plazo, constituye el primer instrumento económico vinculado al desarrollo industrial, y es a partir del mismo que se desarrollan gran parte de las medidas del peronismo. Por eso, y en base al mismo es que Perón desarrolla en su gobierno dos planes quinquenales; y cabe destacar que en el tercer gobierno a partir del análisis del cambio de la situación geopolítica, la política, economía nacional, etc. un plan trienal. Son proyectos de nación que buscan la emancipación nacional para concretar la “Argentina Potencia”, buscando soluciones nacionales a las problemáticas de la Patria.

Vale mencionar también que antes de asumir el gobierno, unos meses antes de la creación del Consejo Nacional de Posguerra (también en 1944), muchas de estas nociones, son explicitadas (vinculadas a la cuestión de la defensa nacional y la noción de “nación en armas” fundamentalmente), en forma magistral en la conocida clase inaugural de la Cátedra de Defensa Nacional de la Universidad Nacional de La Plata, como asimismo en su tercer gobierno Perón sintetizó estas cuestiones en el “Modelo argentino para el proyecto nacional”, presentado en la asamblea nacional el 1º de mayo de 1974.

Perón mismo critica al presentar el primer plan quinquenal a quienes se ocupan solo del futuro sacrificando varias generaciones, como asimismo a quienes olvidan la planificación en pos de un futuro de grandeza absorbidos por el presente llevando a la ruina a sus países, y desde ya a quienes no hacen ni lo uno ni lo otro, abogando por la conformación de “un todo armonioso que sin despreciar el presente del pueblo asegure el porvenir de la Nación (…) Para ello es menester planificar gradualmente el esfuerzo que permita la felicidad del pueblo, empeñado en asegurar la grandeza de la Patria y la felicidad de sus descendientes”. En este marco, para gobernar es necesaria una doctrina y una teoría. Por este camino, se logra la unidad de concepción necesaria para la unidad de acción. Al mismo tiempo, un plan necesita de una ideología.

Ya al presentar el segundo plan quinquenal, donde refuta las críticas de los planificadores de la Unión Soviética al primer plan quinquenal, Perón considera ociosa la discusión en torno a la necesidad o conveniencia de planificar la economía, solo “raras excepciones” pueden plantear que no es necesario o conveniente. Allí argumenta que “planificar es ante todo coordinar la acción de distintos organismos para la consecución de objetivos comunes. Supone independencia o autonomía en los entes cuya acción ha de coordinarse y, supone, también, objetivos compartidos libre y voluntariamente por una pluralidad que en este caso es el pueblo, cuya soberanía y auto-determinación es el primer supuesto y condición de la planificación”.

En el plan trienal para la reconstrucción y  la liberación nacional (concebido para el periodo 74-77), se establecen y sintetizan los objetivos y metas que se pretende alcanzar, entendiendo que “para el Gobierno del Pueblo la planificación es un proceso continuo que, entre otras formas, se objetiva periódicamente en documentos como el presente donde se miden y compatibilizan los esfuerzos que se proponen cumplir los sectores de la vida nacional para alcanzar las metas que les son comunes y exponer de modo integrado el conjunto de políticas y medidas con las que el Estado contribuye a su logro”.

Sería largo y no resulta necesario (no es nuestra intención), reseñar las referencias a la planificación realizadas por Perón, ya que sería muy largo en tanto si un elemento están en el centro de la política peronista es justamente la planificación. Nuestra intención en este recorrido es marcar solamente y en forma breve la lógica de construcción política-económica en virtud de la búsqueda de la segunda y definitiva independencia.  

Perón abre su texto póstumo sosteniendo que “treinta años de lucha pública por el país, en el pensamiento, la acción y la reflexión, me han suscitado la convicción que nuestra Argentina necesita definir y escribir un proyecto nacional. Este proyecto tiene que ser verdaderamente nacional, vale decir, realizado por el país”. El modelo, dice Perón, es el punto de partida para la conformación de un proyecto nacional, en el proyecto nacional tienen que participar todas las áreas fundamentales de la comunidad: políticos y grupos sociales. Lo que realiza Perón con “el modelo…” son lineamientos, luego tienen que venir las soluciones definitivas. Los lineamientos el modelo, las soluciones el proyecto vale decir. Cirigliano destaca que si esa propuesta o modelo logra ser adoptado como propio por decisión de la voluntad colectiva de realización, se transforma en un proyecto.

Estos instrumentos que mencionamos (también los principios doctrinarios desde ya), como asimismo “el modelo argentino…”, consideramos debieran servirnos como base y como orientación en la actualidad. Es imperioso volver al mismo, y a otros textos también para volver a formular un proyecto de nación. El legado del peronismo es amplio, va de las realizaciones a los núcleos doctrinarios, pasando por diversas herramientas diseñadas, discursos, libros, etc. En este marco, que Perón haya decidido realizar este modelo para un proyecto nacional no resulta casual, desde ya, al mismo tiempo que ese diseño actúa a modo de testamento político resulta sumamente significativo y nos interpela en el presente.

Vale decir en este marco que el pueblo argentino (a pesar que lo combatan de las más diversas formas y desde diferentes vertientes ideológicas, a la vez que procurando obturar su expresión), ha demostrado una y otra vez su voluntad nacional, de lucha, de sobreponerse a las adversidades, sobra creatividad y capacidad. Este pueblo grandioso guarda aún una fuerza que se convierte en torrente que resulta imposible detener, al mismo tiempo que una épica que seguramente nos llevará nuevamente a construir un destino de grandeza, otros relatos memorables de nuestra larga lucha por la emancipación nacional.

En este sentido, para cerrar, traemos a la memoria a los forjistas afirmaban quienes afirmaban que "el pueblo está en la raíz de lo nacional. Está en lo particular suyo, y de ahí salen sus generalizaciones. Razona de sí para afuera, y no de afuera para sí. Por eso acierta siempre en las cosas grandes de la Patria. Los doctorcitos son los que se equivocan”, por eso sólo del pueblo argentino, de la masa innumerable sin voz y sin más conocimiento que la certeza de sus propias dificultades, puede surgir la salvación entera de la nación”.  Y Perón argumentaba también que “muchos han despreciado el ingenio y el poder del pueblo, pero a largo plazo, han pagado caro su error. Los pueblos siguen la táctica del agua; las oligarquías, la de los diques que la contienen, encauzan y explotan. El agua aprisionada se agita, acumula caudal y presión, pugna por desbordar; si no lo consigue, trabaja lentamente sobre la fundación, minándola y buscando filtrarse por debajo; si puede, rodea. Si nada de esto logra, termina en el tiempo por romper el dique y lanzarse en torrente. Son los aluviones. Pero el agua pasa siempre; torrencial y tumultuosamente, cuando la compuerta se muestra impotente para regularla”.

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