por Carlos A. Pissolito para ESPACIO ESTRATEGICO
Qué sabemos de Haití: que fue el primer país americano en obtener la independencia, pero que, luego, sufrió una larga lista de tragedias. Hoy, por ejemplo, es el país más pobre de América, el 80% de sus niños no sabe quién es su padre, 7 de cada 10 habitantes viven con menos de 1,5 U$ por día y un 30% lo hace con la mitad o menos. La mitad de su población es analfabeta y las condiciones de salud en Haití son de las peores del mundo. También, que Haití ha tenido alrededor de 30 dictadores.
Quizá, François Duvalier,
conocido como “Papa Doc”, haya sido el peor de todos con casi 30 años en el
poder. Se hizo famoso por lucir, en forma permanente, anteojos de sol y por sus
temibles escuadrones de la muerte, los “Tomtom Macoute”. Menos conocido es el hecho de que practicaba
y que oficializó el culto ocultista del Vudú, por lo que adquirieron
legitimidad las prácticas demoníacas con danzas desenfrenadas, sacerdotes
poseídos por espíritus, sacrificio de animales y la adoración de serpientes. Todo
un modelo para el mal.
Por otro lado, Haití ha sido siempre muy castigado por fenómenos naturales, por ejemplo, en el
2008 sufrió el paso de tres huracanes en el mismo año y otro en 2016. Pero,
como si todo esto fuera poco, en el 2010 soportó un tremendo terremoto que
causó más de 200 mil muertos y que dejó en ruinas su capital, Puerto Príncipe.
Paradójicamente, no han sido pocas las intervenciones extranjeras, supuestamente, destinados a ayudar a Haití
a salir de su miseria. Ya, a
principios del siglo XX, el presidente de los EEUU, Woodrow Wilson, invadió Haití para contrarrestar la
influencia del Imperio alemán, bajo el pretexto de restaurar el orden después de la muerte del
presidente Vilbrun Guillaume Sam a manos de un pueblo furioso y para defender
los intereses del banco de inversión estadounidense Kuhn, Loeb & Co.
Más recientemente, después de la partida del "presidente vitalicio" Jean-Claude
Duvalier, hijo de Papa Doc, en 1986, Haití tuvo una serie de gobiernos de
corta duración. Por lo que en 1990, su gobierno provisional le solicitó a la
ONU, el envío de observadores. El Grupo de Observadores de las Naciones Unidas
para la Verificación de las Elecciones en Haití (ONUVEH) fue desplegado y
Jean-Bertrand Aristide, un exsacerdote, del Frente Nacional por el Cambio y la
Democracia, fue elegido presidente.
Pero en 1991, un golpe
encabezado por el teniente general Raoul Cédras acabó con el gobierno
democrático. El presidente se exilió. La OEA condenó el golpe y envió al argentino Dante Caputo como su enviado
especial en el país. Luego, a solicitud
del presidente derrocado se desplegó en el país una misión conjunta ONU/OEA, la
Misión Civil Internacional en Haití (MICIVIH) para promover los DDHH e investigar
sus violaciones. En el interín, las FFAA haitianas fueron disueltas. Un hecho
que es conveniente retener.
Ante la falta de resultados concretos de la MICIVIH, la ONU estableció
a la UNSMIH (Misión de Apoyo de las
Naciones Unidas en Haití) en 1996, a los efectos de mantener la seguridad y un
entorno estable mediante el establecimiento de una fuerza multinacional
compuesta por 600 militares y de 300 policías provistos por Canadá y por
Pakistán, a su vez, financiados por
Canadá y por los Estados Unidos. Pese a este esfuerzo, el país siguió sumido en
un creciente caos social, económico y político, por lo que la misión fue
cancelada sólo un año después, en 1997.
A la UNSMIH, le siguió la MIPONUH (United Nations Civilian Police
Mission in Haiti), cuya principal tarea era ayudar al Gobierno de Haití en la
profesionalización de una policía
nacional. A ésta le siguió la MICAH, (International Civilian Support
Mission in Haiti) en marzo del 2000, su
mandato fue el de consolidar los resultados ya obtenidos por la misión anterior
y asistir en la consolidación del poder judicial y promover el respeto de los
derechos humanos.
El 5 de febrero de 2004,
durante la 3ra presidencia de Jean-Bertrand Aristide, estalló una rebelión
en la ciudad de Gonaïves a cargo del Frente para la Liberación y la Reconstrucción
Nacional y que antes había apoyado a Aristide. Los rebeldes tomaron el control
de Gonaïves y expulsaron de las calles a la débil Policía Nacional de Haití. El
movimiento, pronto se extendió a todo el país, al incorporarse veteranos de las
disueltas FFAA.
A caballo de la rebelión, un equipo de diplomáticos de los Estados
Unidos, Francia, Canadá y Chile, trató de mediar entre Aristide y los líderes
de la oposición. Pero, luego, en extrañas circunstancias, Aristide fue obligado a exiliarse y a abandonar el país en un avión
provisto por los EEUU. Inmediatamente, la ONU autorizó una misión transitoria,
la MIF (Multinational Interim Force) de imposición de la paz, por tres meses,
integrada por contingentes militares a proveer por los EEUU, Canadá, Francia y
Chile.
A su término, Boniface Alexandre, quien se había hecho cargo del
gobierno como presidente interino de Haití, le solicitó a la ONU el
establecimiento de una fuerza provisional de paz. Por lo que en febrero del 2004, se creó la MINUSTAH (Misión de
Estabilización de las Naciones Unidas en Haití) En 2017 la misión acabó,
siendo seguida por una misión política con efectivos policiales reducidos, la
MINUJUSTH (Misión de las Naciones Unidas de Apoyo a la Justicia en
Haití).
Lo que hicimos, nosotros, los sudamericanos: Seguramente, nuestro
lector, a estas alturas, debe estar mareado con tanta sigla y con tanta
sucesión de misiones fracasadas. Pero hay una de ellas, la de la MINUSTAH, que debe retener, por que se
trata de la única que logró un éxito relativo; ya que se mantuvo por más de una
década en Haití y pudo cumplir, si no con todos, con la masa de sus objetivos.
Para nosotros, las razones de su razonable éxito o que, al menos, no
haya fracasado como las que la precedieron y las que las sucedieron se debió a
lo siguiente:
1ro Fue una operación conducida
por sudamericanos, los que hicieron honor a un estilo que destacamos en su
momento. Al respecto ver: “Operaciones de paz: ¿hay un estilo
sudamericano?” https://espacioestrategico.blogspot.com/2011/09/operaciones-de-paz-hay-un-estilo.html
2do A la par, también, estos mismos países sudamericanos se embarcaron en tareas políticas, sociales, económicas y culturales, anexas a la
operación de paz, propiamente dicha.
Concretamente y en forma sintética, podemos afirmar que la MINUSTAH
nació de la decisión política compartida de tres presidentes sudamericanos. A saber: Nestor Kirchner de Argentina, Lula
da Silva del Brasil y Ricardo Lagos de Chile. Bajo la conducción inicial y
fundacional como “Force Commander” del general brasileño, Augusto Heleno Ribeiro Pereira, quien supo
volcar su experiencia en operaciones militares complejas y conducir al éxito a
la misión impuesta por la ONU.
Para ello, los contingentes principales de Argentina, Brasil y Chile debieron adiestrar y equipar sus fuerzas para
una serie de tareas para las cuales no estaban, totalmente, preparadas.
Aunque Brasil contaba con la ventaja de que venía realizando misiones similares
para pacificar las favelas de Río de Janeiro. Y Chile disponía de la experiencia
de que sus tropas ya llevaban tres meses en el lugar.
Por su parte, la Argentina
contaba con un excelente centro de entrenamiento para fuerzas de paz, el
CAECOPAZ, en donde se procedió a entender el problema y buscarle una
solución en base a la doctrina de las operaciones de paz complejas y a la
historia militar universal. También, con la presencia de instructores
policiales de la Gendarmería Nacional, de la Policía Federal Argentina y de
oficiales de enlace de Brasil, Chile, EEUU, Francia y Gran Bretaña. A la par de
oficiales de adiestramiento en el estado mayor de la MINUSTAH.
En pocas palabras, las fuerzas militares eligieron ser parte de la solución y no parte del problema, para lo
cual debían evitar el Síndrome de Goliat y no aparecer como abusadoras del
pueblo haitiano. Al efecto, se les proveyó de las reglas de empeñamiento
adecuadas, así como de la inteligencia cultural que les permitiera lidiar con
la situación de tener que operar en un país que no era el suyo.
En los hechos, durante más de una década la MINUSTAH pudo reemplazar
al Estado haitiano que era inexistente. Realizando un sinnúmero de tareas,
desde las humanitarias, la provisión de una limitada asistencia médica y hasta
el mantenimiento del orden público. En forma paralela, se permitió la
realización de elecciones libres, se recreó y se consolidó la Policía Nacional
de Haití.
Lamentablemente, la ocurrencia
del terremoto que además de los muertos civiles ocasionó la pérdida de casi 100
cascos azules, tuvo efectos devastadores. No sólo por la tragedia en sí,
sino porque abrió la puerta a una catarata de ayuda humanitaria que no siempre
pudo ser administrada correctamente en forma local. También, la difusión de una
peste de cólera, traída por el
contingente proveniente de Nepal, afectó en forma negativa a la misión.
Asimismo, no podemos pasar por alto que los principales países
contribuyentes comenzaron a sentir sobre sus hombros el peso de la tarea. Por
ejemplo, en la Argentina, determinado
sector político, no veía con buenos ojos que sus fuerzas de paz realizaran en
un país extranjero tareas que les estaban vedadas por su marco legal.
Lo que habría que hacer: Tras
el magnicidio de su presidente en ejercicio, Jovenel Moise y las inquietantes
revelaciones que han seguido a este hecho que evidencian el empleo
indiscriminado de compañías militares privadas al servicio de oscuros intereses.
Sabemos que el gobierno interino de Haití ha pedido apoyo internacional para
investigar los hechos y, también, la conformación de una nueva operación de
para para mantener la paz y la estabilidad en el país, según lo ha informado la
enviada de la ONU en el país, Helen La Lime.
Muy probablemente, hoy, carecemos
de la sintonía necesaria en las respectivas agendas políticas del bloque
regional conocido como el ABC. Pero, nunca se sabe, ya que sus FFAA han
mantenido y mantienen una excelente relación. De hecho, Argentina y Chile,
disponen de una fuerza de paz stand-by, la Fuerza de Tareas Conjunta Combinada “Cruz del Sur” que nunca ha sido
empleada.
Por otro lado, no sólo habría que mejorar los resultados obtenidos por
la vieja MINUSTAH, entre el que se cuenta, el nada despreciable, de haber
dejado en Haití una fuerza policial operativa y eficiente.
Hoy por hoy, con ello no alcanza, ya que a Haití, le falta la columna vertebral de todo Estado necesita para
existir. Vale decir, de FFAA profesionales bajo un adecuado control civil.
Ya uno de sus presidentes, Michel Martelly, quiso restablecerlas bajo la forma
de una guardia nacional; pero no pudo hacerlo al carecer, entre otras cosas,
del apoyo de la ONU. (1)
Por lo que una nueva misión, debería enfocarse en esa tarea. La que
tendría la ventaja adicional de incorporar la parte que hubiera quedado sana de
sus disueltas FFAA, con lo que un natural foco para la conformación de bandas
armadas de extinguiría.
Nota: Randal C. ARCHIVOLD (The New York Times). “Haitianos se entrenan para un futuro con Fuerzas Armadas”.