Reseña realizada por el vicerrector de la Sede Andina, Dr. Diego Aguiar
Juan Carlos Del Bello es una de las personas que más aportes ha realizado a la gestación y modernización de las políticas y la institucionalidad de la ciencia, la tecnología, y el sistema universitario de Argentina en los últimos 30 años.
De los muchos cargos que tuvo se
destaca que fue creador de la Secretaría
de Políticas Universitarias (SPU) de la Argentina y su primer secretario
(1993-1996). Allí, entre otras cosas, en 1995 fue autor de la Ley de Educación
Superior (LES), que rige para las universidades nacionales y privadas hasta
el día de hoy. En el marco de esa Ley, Del Bello impulsó la creación de la
Comisión Nacional de Evaluación y Acreditación Universitaria (CONEAU). Su
misión es mejorar la calidad de las carreras e instituciones universitarias que
operan en el sistema universitario argentino. Hoy en día es una institución
central para certificar la calidad de la educación superior. Desde la SPU creó
el Programa de Incentivo a los Docentes
Investigadores para aumentar la investigación y desarrollar una carrera
académica integral (docencia junto a investigación y extensión) en las
universidades. Hoy hay más de 25.000 docentes incentivados en las universidades
del país. Además, durante su mandato en la SPU apoyó la creación de
universidades nacionales, se amplió la autonomía y autarquía de las
universidades, se creó el Fondo para el
Mejoramiento de la Calidad (FOMEC) y el Sistema de Información Universitaria.
Luego, en 1996 fue Secretario de la Secretaría de Ciencia y Técnica
(SECyT) donde creó la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica
(ANPCyT). La principal institución de promoción de la ciencia, la
tecnología y la innovación del país, conformada por dos fondos. Allí reubicó al
Fondo Tecnológico Argentino (FONTAR)
(que había creado en el Ministerio de Economía) y lanzó instrumentos para
fomentar la innovación y la transferencia hacia el sector productivo, como
créditos fiscales y aportes no reembolsables.
Además, creó el Fondo para la Investigación Científica y Tecnológica (FONCYT), donde se destacó la creación
del instrumento Proyectos de Investigación Científica y Tecnológica (PICT),
(cuyos montos eran 25 veces más altos que los del CONICET), desde aquellos años
hasta hoy es el principal instrumento de promoción de la ciencia de los grupos
de excelencia del país, donde también se han formado miles de becarios
doctorales. En 1998 realizó el primer Plan
Plurianual de Ciencia y Tecnología de la democracia y se instauró desde ese
momento como práctica regular de la SECyT y luego del MINCyT. Además, durante
esos años puso en funcionamiento la Ley
23.877 de Promoción y Fomento de Innovación Tecnológica. En esos años Del Bello
comenzó a negociar los préstamos del BID radicados en la SECyT para
promocionar la ciencia, la tecnología y la innovación (luego se replicarían en
el MINCyT). Esos créditos han tenido continuidad hasta la actualidad. En 1996
fue interventor del CONICET, allí
democratizó la elección de los cuatro miembros del Directorio de las cuatro
grandes áreas del conocimiento e incluyó representantes del agro, de la
industria, de las universidades y de las provincias (esa forma de gobernanza
continúa hasta hoy).
Finalmente, en el año 2007
formuló el proyecto institucional de creación de la Universidad Nacional de Río Negro (UNRN), de la cual fue rector
organizador y luego rector electo por tres períodos. Quizás el desafío más
importante de su carrera, y en el que utilizó sus capacidades y la experiencia
acumuladas durante décadas. Hoy dicha institución cuenta con 10.000
estudiantes, 1.700 empleados, más de 54 carreras de grado donde la mayoría de
los estudiantes son primera generación de universitarios, 17 carreras de
posgrado (incluyendo 2 doctorados). Las carreras se despliegan en 3 Sedes, 9
ciudades y los órganos colegiados incluyen a representantes de diversas
instituciones de la provincia de Río Negro. A nivel investigación cuenta con 19
institutos, centros y laboratorios de investigación (incluyendo 3 unidades
ejecutoras de doble dependencia y un Centro de Investigaciones y Transferencia
de Río Negro con el CONICET, y una unidad integrada con el INTA). En el año
2020 quedó ubicada en el puesto 9 en el ranking de productividad de la
investigación de Scimago entre las universidades de la Argentina. La UNRN fue
su último sueño y al que le dedicó más tiempo (14 años).
En síntesis, en su paso por la
función pública fue notoria su capacidad de trabajo, la ejecutividad y la
vocación transformadora en pos de modernizar tanto las instituciones como las
políticas públicas. Buscó desde sus cargos mejorar la calidad de la ciencia y
que esta esté al servicio del desarrollo tecno-productivo y social del país.
Impulsó instrumentos de políticas para alcanzar parámetros de excelencia
académica, pero no se conformaba con la torre de marfil de la ciencia, por eso
diseñó instrumentos de política y modelos de gobernanza para fomentar la
transferencia, la extensión, la innovación y el desarrollo. También persiguió
que existiera mayor coherencia entre las instituciones del complejo de ciencia,
tecnología y educación superior con los ministerios sectoriales. Y allí para él
el papel de planificación del Estado era central y estratégico, al igual que la
articulación con el sector productivo para solucionar los grandes problemas del
país y de cada región. Respetó los aportes de todas las áreas del conocimiento
a la solución de los grandes desafíos de la Argentina. Buscó siempre la
articulación y la sinergia entre la función de docencia y la de
investigación/transferencia/extensión. Otro de los rasgos de su paso por esas
instituciones fue la consulta a los especialistas (sin importar su ideología) y
la argumentación (siempre con gran pasión) fundada en datos y estudios. También
desde sus cargos tuvo una mirada federal (quizás por su carácter patagónico, se
crió en General Roca, Río Negro), contemplando las particularidades de cada
territorio; y buscando desconcentrar los recursos humanos y las instituciones
de CyT y educación superior en el “interior profundo”, como le gustaba decir a
él en la búsqueda de un desarrollo regional equilibrado. En todas esas
instituciones se destacó su gran capacidad para conseguir recursos para poder
realizar las transformaciones que proyectaba. En un país donde la inercia de la
burocracia es tan fuerte, alguien con esta tenacidad y ejecutividad para crear
o reformar instituciones le valió en algunos casos resistencias, porque los
cambios que impulsaba solían cuestionar el statu quo de algunos grupos.
Considero que el paso del tiempo ha demostrado la pertinencia de las
innovaciones institucionales que en su momento impulsó. Se ha visto como muchos
de los actores que en su momento se opusieron a algunas de sus iniciativas en
el ámbito del sistema de educación superior y de CyT (SPU, CONEAU, Programa de
Incentivos, ANPCyT) hoy han resignificado las discusiones de antaño y
revalorizado el rol de Juan Carlos en la modernización del sistema
universitario y de CyT argentino. Resulta innegable que en la actualidad dichos
sistemas serían impensables sin ese entramado institucional. Y esto nos lleva a otro rasgo de él, la
mejora continua y el estudio a nivel internacional sobre las buenas prácticas
en las instituciones de CyT y de educación superior. Era un estudioso de las políticas y la gestión de la CyT y la educación
superior. En esos campos dictó clases en varias carreras de posgrados del
país (maestrías y doctorados) y dirigió dos maestrías (Maestría en Ciencia,
Tecnología y Sociedad de la UNQ y Maestría en Ciencia, Tecnología e Innovación
de la UNRN), escribió artículos, capítulos de libros y realizó trabajos de
consultoría (sobre Argentina y otros países de América Latina) y así formó a
muchos becarios/as, investigadores/as y expertos/as en esos campos que hoy
ocupan cargos en ese tipo de instituciones en todo el país. Muchas de esas
personas, entre las cuales me incluyo, contábamos con él para seguir
construyendo a través del desarrollo científico y tecnológico un mejor país,
con más derechos y más igualdad social. Juan Carlos era fuente de consulta
permanente en estos temas, incluso más allá de las fronteras de Argentina, y
siempre respondía con lucidez y debatía con pasión.
Seguramente sus ideas innovadoras
y los valores vinculados al papel de la ciencia en el desarrollo
tecno-productivo y social, y la educación pública y de calidad como mecanismo
de ascenso social seguirán en las instituciones y políticas públicas que creó y
las personas que formó.