Por Francisco Cafiero para el DiorioAr
Pasó poco más de un mes desde el inicio de la gestión del gobierno del presidente Javier Milei y, mientras avanzan las medidas para desregular la economía, la devaluación del 120% de la moneda, la consecuente suba generalizada de precios, la convocatoria al paro nacional -primera vez desde la vuelta de la democracia que se convoca en el mes de enero-, y los debates en el Congreso de la Nación por la Ley ómnibus, parecen haber pasado años.
Con la
premisa de que toda política rectora debe tener directiva y posicionamientos
estratégicos, propongo analizar algunos asuntos de la política exterior del
gobierno.
Dejó de
ser novedoso que el mundo transita una serie de crisis interconectadas cuyos
efectos impactan significativamente en la vida cotidiana de millones de
personas. Éstas crisis se manifiestan en las democracias -en sus instituciones
y representantes-, en el acceso a las energías y sus costos, en las migraciones
forzadas y los refugiados, en el clima, en la producción y distribución de
alimentos, en la salud, en la inflación, en el multilateralismo, en los
sistemas financieros y en las deudas. Es un mundo en disputa y ciertamente
tensionado: en los últimos años se llegaron a registrar 32 conflictos armados inter o intraestatales de distintas
intensidades en diversos puntos del globo.
La
Argentina está inserta en este mundo y nos impactan sus consecuencias. La
política exterior de la nación sostiene pilares que trascienden a gobiernos de
turno como la no intervención en los asuntos internos de terceros países; el
reclamo por el ejercicio de la soberanía de las Islas Malvinas; el apoyo al
multilateralismo; y la defensa por los derechos humanos. Incluso en algunos de
estos campos ha propiciado doctrina.
Nuestro país cuenta con un sin número de
capacidades concretas y potencialidades que lo hacen único. Es el octavo más
grande del mundo en cuanto a su extensión territorial. Tiene recursos
estratégicos como petróleo, gas, litio, capacidad para producir alimentos,
reservorios de agua dulce, una hidrovía privilegiada, y una costa marítima de
5.000 kilómetros de longitud; además de características propias como su
biodiversidad, distintos climas, tierras cultivables y variedad geográfica. Es
una potencia media con baja densidad poblacional donde
hay y se produce mucho de lo que es demandado por el resto del mundo.
Dentro
de sus principales socios comerciales se
encuentran la República Federativa de Brasil, la República Popular China, los
Estados Unidos de América, la República de la India, la República del Paraguay,
la República de Chile y la República Socialista de Vietnam. Se estima que 8
de cada 10 dólares que ingresan al país por el comercio internacional provienen
de países no occidentales. Por ello, resulta
un equívoco estratégico rechazar la oportunidad de ingresar como miembro pleno
al grupo de los BRICS. El mismo representa el 42% de la población mundial y
el 24% del PIB global, que incrementará con los nuevos países integrantes. A
dicho grupo se destina el 30% de nuestras exportaciones. Tres de nuestros
principales socios comerciales integran el bloque (Brasil, China e India). Los
BRICS forman parte del G-20 y, de sus miembros, sólo Brasil pertenece al
continente americano. La Argentina entonces, pierde la posibilidad de
constituirse en un actor de mayor relevancia y protagonismo regional y continental,
afianzando su relación estratégica con Brasil que a su vez, unidos,
constituyen, como históricamente han desempeñado, la garantía para la
estabilidad sudamericana. La Argentina, asimismo, queda imposibilitada de
acceder a créditos de su Nuevo Banco de Desarrollo.
La República Popular China es uno de los
países más importantes del mundo dado por sus dimensiones políticas,
económicas, productivas, militares, tecnológicas, espaciales, financieras, como
por su historia milenaria y riqueza cultural. Este año celebraremos 52 años de
relaciones diplomáticas. Desde el 2014
sostenemos una Relación Estratégica Integral, siendo ésta una de las jerarquías
más importantes de las relaciones bilaterales. Argentina adhirió en el 2022 a
su iniciativa de la Franja y la Ruta, que impulsa el desarrollo de
infraestructuras, el intercambio comercial, la interconectividad y la
cooperación internacional con los 140 países adherentes. De ellos, 22 son de
América Latina y el Caribe, lo que posibilita estrategias comunes para la
región de cara al comercio, al desarrollo económico, las inversiones del
gigante asíatico.
Es de
público conocimiento que China
históricamente ha apoyado a la Argentina en su reclamo por el ejercicio de la
soberanía de las Islas Malvinas, Georgias y Sandwich del Sur y sus espacios
marítimos correspondientes, de igual manera que la Argentina reconoce la
política de una sola China. Por lo tanto, para nuestro país, Taiwán es parte del territorio de China.
Que la canciller, Diana Mondino, haya recibido a la representante comercial de
Taiwán (que no cuenta con estatus diplomático), no sólo rompe con una
trayectoria de la política exterior argentina, sino que representa un error
diplomático y estratégico, y una provocación dirigida a un socio
importante. Pensemos a la inversa ¿Qué haríamos si la cancillería china
recibiera a las ilegítimas e ilegales autoridades coloniales del Reino Unido
que ocupan las Islas Malvinas?. Esos gestos provocan desconfianza, y recordemos
que China ha sido solidaria en tiempos difíciles para la Argentina, como por
ejemplo con el acceso a vacunas en la pandemia del COVID-19 o el SWAP
financiero.
El
diseño en la política exterior sin equilibrios y con fanatismos es un riesgo,
por eso preocupa la definición del presidente Milei de alinearse unilateralmente de manera acrítica con los Estados
Unidos de América. El año pasado (2023) la Argentina cumplió 200 años de
relaciones diplomáticas con los Estados Unidos y hoy se mantienen sólidas,
maduras y buenas relaciones bilaterales. Pero el giro del que habla el
mandatario implica una posición
innecesaria, sobreactuada e injustificada dado las propias características de
nuestro país y su estructura político- institucional y comercial de inserción
que tiene con el mundo. Tal vez en la idea de Milei de dolarizar la
economía encuentra su sentido práctico pero, en el pasado reciente, observamos
cómo tal política fracasó. Lo cierto es que las relaciones bilaterales entre
países se fortalecen con confianza mutua, complementariedad y cooperación, y en
eso deben estar abocados los esfuerzos.
La Argentina es un país Bicontinental, con
proyección geográfica natural hacia la Antártida, con
presencia ininterrumpida allí desde 1904. Firmó el Tratado Antártico en 1959,
anualmente realiza campañas y cuenta con trece bases (siete permanentes y seis
temporales), constituyéndose en antecedentes concretos de ejercicio de
soberanía en un continente donde reclama territorio. En la Antártida radica el
reservorio de agua dulce más importante del mundo y es una zona donde la
disputa geopolítica crece a diario. Hay presencia Argentina gracias a una
política de Estado, a la inversión pública, a la política que dicta la
Cancillería, a la planificación interagencial, a la capacidad logística de los
medios y hombres y mujeres de las Fuerzas Armadas, a la ciencia y sus
investigadores, a la salud pública, a los docentes de la Provincia de Tierra
del Fuego, a los niños y niñas que nacen en territorio antártico -somos uno de los pocos países con ese registro en
el mundo-.
Es
auspicioso que el presidente Javier
Milei haya viajado a la Antártida -sexto presidente en hacerlo-, a
propósito del programa para la utilización de tecnología nuclear en el control
de contaminación por plásticos. Sin
embargo resulta contradictorio dada su prédica libertaria para el
desmantelamiento del Ministerio de Ciencia y Tecnología, la propuesta de
privatizar Arsat y la negación de las consecuencias del cambio climático.
Por
último, veo con preocupación la ausencia de una política hacia la región. No
quiero dejar de afirmar que el presente y el futuro del país necesitan del
fortalecimiento de la integración regional, sea ésta a través de sus mecanismos
institucionales, políticos, comerciales, económicos, sociales; como
productivos, de infraestructuras, servicios y energéticos.
“Hoy
todo es política internacional, que se juega dentro o fuera de los países,
influenciando la vida de las naciones y de los pueblos en forma decisiva”,
afirmaba el expresidente Juan Perón. Las primeras señales de la política
exterior del presidente Milei son erráticas, alejadas de los intereses
nacionales y sus consecuencias van a impactar de manera negativa en el día a
día del pueblo.
El autor
es dirigente peronista, vicepresidente de la Conferencia Permanente de Partidos
Políticos de América Latina (COPPPAL) y ex secretario de Asuntos
Internacionales para la Defensa (2019 - 2023).