miércoles, 21 de noviembre de 2018

"El cura, el dictador y la profecía"


Conferencia de José Luis Muñoz Azpiri (h) dictada el 16 de noviembre de 2018 en el Instituto Nacional de Investigaciones Históricas "Juan Manuel de Rosas"

(Texto completo en UNAMIRADAAUSTRAL)

Decían los antiguos griegos  que lo contrario a la verdad no era la mentira propiamente dicha sino el olvido. Y es por ello que hoy nos alejamos de las letanías fúnebres, de la marmolería funeraria y de las evocaciones con hedores de sepulcro. Hoy conmemoramos el natalicio del Chesterton criollo de una de las más estilizadas y certeras plumas de la Argentina, que dada la ingratitud de muchos de sus hijos o lo que es peor, el odio y la envidia mezquina, ha sido condenada a las mazmorras del recuerdo.
Nacido en 1899 en la provincia de Santa Fe, Leonardo Luis Castellani, luego de hacer sus primeras letras de manos de una señora en su casa (algo nada extraño para la época), pasó por la escuela primaria, época de la que siempre rescató a un sacerdote Salaverri ("Muy buen docente, que me puso algunos conocimientos capitales en la cabeza”, dirá). En 1913 inicia sus estudios secundarios en la Colegio de la Inmaculada (de la Compañía de Jesús) en Santa Fe de donde egresaría de bachiller. 

El 27 de Julio de 1919 se inicia en el noviciado de los Jesuitas en la ciudad de Córdoba. De ese período surgen las fábulas "Camperas” y "Historia del Norte bravo” con sus viajes de vacaciones en el Chaco santafesino siendo seminarista.
A partir de 1924 enseña filosofía en el Colegio del Salvador, cursó teología en el seminario de Villa Devoto y en 1929 el provincial de la Compañía, al advertir su capacidad para el estudio, lo envía a Roma para continúe su formación en la Universidad Gregoriana donde es ordenado sacerdote el 31 de Julio de 1930 en la Iglesia de San Ignacio.
Allí, luego de estudiar a las órdenes de prestigiosos docentes, obtiene el doctorado en teología en 1932.
Sobre esto, dijo alguna vez Irene Caminos –que fuera su secretaria y ayudante-, vale destacar que el padre Leonardo Castellani es el único argentino que conquistó con su esfuerzo dos títulos doctorales en dos centros de los más encumbrados de la intelectualidad europea: la Sorbona de Paris y la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma.

Castellani, con notas sobresalientes, obtuvo el título más alto que la Iglesia Católica otorga a los más sabios de los doctores. Un diploma con la firma del Papa Pio XII y el Propósito General de la Compañía de Jesús acreditan que Leonardo Castellani es Doctor Sacro Universal que lo habilita a enseñar filosofía y teología sin reválida. El mismo le da derecho a publicar sus escritos sin censura previa.
En 1932 fue a Francia a estudiar donde obtendría su diploma de estudios superiores en filosofía sección psicología. "La psicología en los años ’30 no era una ciencia autónoma –dice Bonomi-, independiente”.
Cuando regresa a la Argentina se dedica a la enseñanza en diversos sitios (el Colegio del Salvador, el seminario de Villa Devoto, el Colegio Máximo de San Miguel), a traducir una parte de la Suma Teológica de Santo Tomás de Aquino, a escribir en la revista Criterio y en el suplemento literario de La Nación (1941).
Castellani recurrió al uso de seudónimos a la hora de escribir algunos versos y escritos varios. Uno de ellos fue Jerónimo del Rey y otro Militis Militorum.
Interesado en la más alta política, fue tentado a ser candidato a diputado nacional, lo que motivó en 1946 el inició de un ciclo de desventuras: el superior de la orden jesuita lo "invita” a abandonarla por "poca obediencia a la censura”.
Confinado a Manresa (España), en un convento de los jesuitas, allí estuvo separado por desobediente e iniciando una serie de males físicos que lo acompañaron toda su vida.
En 1949, a instancias de unos amigos, escapó de su confinamiento y volvió a la Argentina donde, paulatinamente, retornó a la docencia, primero en Salta y luego en Buenos Aires.
En 1952 retorna a sus cátedras en distintos colegios e instituciones pero no se le permitía aún oficiar misa, es por ello que asiste a la Iglesia de Santa Catalina y en Nuestra Señora de la Piedad como un feligrés mas. De los comentarios que elaboraba sobre el Evangelio dominical surgiría el libro "El Evangelio de Jesucristo” y "Las parábolas de Jesucristo”. Junto a Fermín Chávez "Las mejores poesías de la lírica argentina”.


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