La Causa Malvinas: pilar donde asentar la recuperación nacional
Por Juan Godoy*
“Con una admirable capacidad de comprensión,
toda la sociedad anglófila, la prensa, los partidos políticos de la
“multipartidaria” (…), los intelectuales europeizantes, en suma, toda esa parte
de la sociedad argentina que se había formado en los últimos cien años a la
sombra de Europa, respiraron con satisfacción apenas velada (…). Todo el mundo
quería hablar de la “postguerra”. La canalla de los vendepatria quería tapar
cuanto antes la batalla de las Malvinas”. (Jorge A. Ramos)
El
pensamiento colonial penetra diversas capas de nuestra comunidad conformando
mentalidades que piensan a contrapelo de las necesidades nacionales. Para ello
se vale de diferentes instrumentos y mecanismos, lo más sutiles resultan ser
los más certeros, que apuntan al debilitamiento de la conciencia nacional. No
resulta casual entonces que ante la gesta de Malvinas haya desplegado todo su
arsenal, en tanto la misma resulta la gran causa que galvaniza voluntades y
fortalece dicha conciencia. Ésta constituye uno de los últimos bastiones
(quizás el único), que quedan en pie en este sentido, ante la debacle iniciada
en 1976.
Este entramado se ha sintetizado bajo la
noción: desmalvinización, que muy breve y rápidamente podemos definir como la
adopción de un punto de vista colonial en relación a Malvinas, o bien
asumir la visión del enemigo (o que conviene a los intereses del mismo, más
nunca a los nuestros), como propia, quitar Malvinas de la conciencia colectiva.
Asimismo apunta dejar en el pasado esa “aventura” (¿cómo se le ocurre a un país
subordinado como la Argentina enfrentarse a las potencias imperiales?), y así re-establecer
(¿incluso a pedir perdón?), esa relación tradicional de “amistad”
(dependiente). Rodear la noción de un conjunto de “verdades” que más bien se
ubican en la categoría jauretcheana de zonceras resulta central para
potenciarla.
La desmalvinización
resulta un eslabón en la cadena que nos somete a ser un país subordinado a las
potencias. El encadenamiento encuentra el entrelazamiento: país semicolonial-ocupación
colonial-dependencia-desmalvinización-desindustrialización-antimilitarismo-saqueo-desinterés
demográfico y territorial-desocupación-pobreza-etc. De esta forma, desarticular
la desmalvinización va de la mano con un proyecto nacional de emancipación. Hay
que nacionalizar la cultura, y la economía. Es necesario nacionalizar la
patria.
Si de la lectura del pasado, de nuestros valores,
ideales y el análisis del presente emerge nuestro posicionamiento y accionar
político, resulta central desarticular los pilares donde se asienta este
discurso desmalvinizador (entre otras cosas), para tener una política
profunda y acertada en torno a la recuperación de las islas irredentas. A 189
años de la ocupación colonial y a 40 años del último conflicto, arbitrar
soluciones nacionales para la recuperación del territorio se revela urgente. Más
aún cuando ese discurso ha penetrado no solo en los tradicionales sectores de
la sociedad anglófila, sino también en otros que se reivindican parte de una
tradición nacional (más allá que en muchos casos respondan estructuralmente más
bien a otra). Así por ejemplo Malvinas constituye uno de los “hechos malditos”
del progresismo, tan atento a la “última moda” y “abierto” en ciertas
cuestiones, como con un profundo desconocimiento del entramado nacional y
dogmático en “sus verdades”, antepone su esquema ideológico al anclaje del
pensamiento en la realidad nacional, construyendo así un pensamiento (en la
tradición iluminista), abstracto.
Avancemos
en desentrañar algunos de esos núcleos que no solo buscan separan Malvinas del
sentimiento nacional, sino que también terminan alejando la recuperación de
parte de nuestro territorio.
En primer lugar la
reducción de la Causa Malvinas al último conflicto armado de 1982 durante la
última dictadura cívico-militar, es decir quitarle la larga historia de lucha
de nuestro pueblo contra el imperio británico y específicamente “olvidar” que
la historia Malvinas viene de mucho más atrás en el tiempo, esa estrategia
apunta a fortalecer la noción de un hecho destemplado, casi sin explicación
(más allá del “manotazo de ahogado”, del cual nos encargamos a continuación),
de esa dictadura. La descontextualización no es “buena consejera” para la
comprensión.
Las
raíces de la Causa entonces atraviesan nuestra historia, y son parte de la
formación de la conciencia nacional. Basta tan solo hacer un poco de memoria y
dar cuenta que esa invasión británica del 82, es la quinta
(aunque algunos historiadores revelan todavía más intervenciones), que se dio a
lo largo de nuestra historia en forma directa. Recordamos tanto el intento
colonialista de las invasiones de 1806 y 1807, la ocupación de Malvinas en
1833, la intervención (conjuntamente con Francia), durante la Segunda
Gobernación de Juan Manuel de Rosas en 1845, y la última que ya hicimos
referencia. A estas intervenciones hay que sumar el avance indirecto sobre
nuestro país (recordar el célebre Memorial de Castlereaght),
transformándolo en una semi-colonia británica (salvo en el caso Malvinas, desde
ya, que adquiere una forma directa), una estructura dependiente (tanto
económica como cultural), una independencia formal y una dependencia real, tan
perniciosa como en un orden colonial, pero de características que Scalabrini
Ortíz bien sintetizó como “invisibles”. Otros hechos, aunque en sentido
contrario, también son silenciados como la patriada de Rivero cuando la
ocupación, el vuelo de Fitzgerald del
año 1964, o bien “Operativo Cóndor” dos años más tarde.
Otro puntal donde se
asienta la desmalvinización es pensar la
gesta por la soberanía como una “locura” de un militar “pasado de whisky”.
Asimismo vinculado a esto último aparece la “guerra sin sentido” (a lo que se
suma también la “disparidad” de fuerzas entre los países). Esta idea apunta a
que las batallas por la soberanía nacional en contraposición a las potencias
colonialistas se enmarcan en lo irracional. Se quita el largo entramado
histórico vinculado a Malvinas y solo queda como un arrebato de un “loco”. Vale
remarcar también que toda guerra anti-colonialista está marcada por la
disparidad de fuerzas, valdría preguntarse, por ejemplo, por la mentalidad
diametralmente opuesta de nuestros libertadores.
También aparece la
noción del engaño al pueblo. Del apuntalamiento de una postura demagógica,
populista si se quiere en un término actual. Estas teorías siempre piensan al
pueblo en “minoría de edad”, necesitado de “tutelaje”, lo observan como
ignorante que es engañado por cualquier político/militar/comunicador, siempre
como sujeto pasivo de la historia, etc. Al contrario, consideramos que el
pueblo argentino (y latinoamericano), entendió la guerra tal cual fue: una
combate anti-colonialista, de ahí el apoyo a la misma (más nunca a la dictadura
genocida). Los pueblos consideran que hay causas y guerras justas, por las
cuales vale la pena luchar e injustas, las que no lo valen. Basta recordar en
este sentido el enfrentamiento a la guerra de la Triple Alianza por parte de
las provincias interiores de nuestro país al considerarla un enfrentamiento
fratricida, diferente a la lucha por la emancipación, por tomar un ejemplo.
Otra cuestión nodal en
esta discursividad es la idea tan difundida de “los chicos de la guerra”. Esto resulta una subestimación a quienes combatieron
por la soberanía en el Atlántico Sur contra la OTAN. También pone en condición
de “minoría” a los combatientes, se los corre de su entidad de sujetos,
para transformarlos en objeto de otro/s. Trastoca el acto patriótico de entrega
enmarcada clásicamente bajo la figura del héroe en la contra-figura de la
víctima (llama la atención que en la lucha por “otras causas” no se destaca esa
condición chico/víctima). Esos combatientes son transformados en víctimas de
múltiples padecimientos: frío, hambre, etc., al mismo tiempo que se los
construye como parte de las víctimas de los genocidas. Evidentemente ninguna
guerra transcurre en el confort, y también hay un gran ausente (como en todo
este dispositivo): los ingleses. Quizás resulta evidente, sin embargo lo
ponemos de relevancia: quienes
combatieron en Malvinas no fueron asesinados por los militares argentinos, sino
por los ingleses.
Esta última idea viene
atada a que quienes combatieron lo hicieron en función de la perpetuación de la
última dictadura en el poder, ya que ésta la pensó como un “manotazo de
ahogado”. Más allá que el triunfo en Malvinas, como marca Spilimbergo, hubiese
agudizado las contradicciones, hay algo que resulta más evidente: los
combatientes no fueron a Malvinas a luchar por la Dictadura, sino que lo
hicieron por nuestra soberanía.
Es necesario también enmarcar la cuestión desde la distinción entre el
nacionalismo de un país opresor, imperialista de características expansivas, no
hace falta recordar la historia colonialista de Inglaterra; en
contraposición a uno de un país oprimido, dependiente (en nuestro caso una
semi-colonia con una porción de su territorio colonizada directamente), de
naturaleza defensiva. Se trata de una reivindicación nacional de naturaleza
anti-colonialista, enfrentada al imperialismo anglosajón. Este es el
enfrentamiento principal, pese a quien le pese, que se da en la Batalla del
Atlántico Sur, así lo reconocieron mayormente los países del Tercer Mundo, y en
especial Nuestra América, el caso de la Cuba de Fidel Castro o la Nicaragua
sandinista, por ejemplo, resultan emblemáticos en este sentido.
Podríamos continuar
enumerando varias cuestiones más vinculadas a nuestra problemática, pero
pensamos que con lo expuesto basta para sintetizar lo pernicioso y los
objetivos de la desmalvinización. Ésta evidentemente obtura (y tergiversa) la
compresión de la Causa Malvinas, va unidad a la anglofilia, y a la
auto-denigración de lo nacional. Quedan bajo un manto de sombra y ocultas
diversas cuestiones como el rol del colonialismo, el papel de Inglaterra (y la
OTAN), los crímenes de guerra cometidos, la enorme presión de los intereses
económicos británicos para el estallido de la guerra, la negación por parte de Inglaterra
de una salida negociada, que Malvinas no involucra solo las Islas sino los
espacios marítimos, las enormes riquezas y la proyección antártica, también nos
impide tener una política certera en el presente en torno a la recuperación
ponderando la suramericanización de la Causa y por qué no pensar estrategias en
torno a los recursos (actuando como uno de los puntales donde asentar la unidad
de la Patria Grande), como asimismo encareciendo los costos de la ocupación y
dificultando la misma, y más aún volviendo a poner en primer lugar un proyecto
nacional de industrialización y recuperación del rol de las Fuerzas Armadas en
un país dependiente, etc. No obstante, a pesar de desmalvinización, la Causa
Malvinas continuó vigente en el pueblo argentino a lo largo de estos 40 años, y
seguirá permaneciendo hasta la definitiva recuperación.
Si
entendemos como marca el VGM Fernando
Cangiano que el objetivo de la desmalvinización es “deslegitimar la guerra contra el imperialismo
inglés por la vía de sembrar indignidad y deshonra en todo lo que tenga que ver
con Malvinas (…) impedir que esa reivindicación (…) se convierta en una
consigna que galvanice voluntades opuestas a la entrega nacional”, podemos reflexionar sobre su contra-cara en el
contexto actual, en tanto pensar Malvinas como uno de los pilares desde donde asentar el
comienzo de la recuperación nacional, que como entendieron los VGM al finalizar
la contienda vendrá de la mano de América Latina.
*Sociólogo (UBA).
Dr. en Comunicación Social (UNLP). Mg. en Metodología de la Investigación
(UNLa). Profesor de Sociología (UBA). Docente de grado y posgrado. Autor de “La
FORJA del nacionalismo popular”, “Volver a las fuentes. Apuntes para una
historia y sociología en perspectiva nacional”, “La brasa ardiente contra la
cuádruple infamia. Los levantamientos de los pueblos de las provincias
interiores contra la Guerra del Paraguay”, “Nación, Fuerzas Armadas y
dependencia”, y de más de doscientos artículos acerca de Pensamiento
Nacional-Latinoamericano e Historia Argentina.