Dr. Gonzalo Pedano[1]
En enero
de 1972, el filósofo cordobés Nimio De Anquín prologó una recopilación de
algunos de sus escritos políticos realizada por el Profesor Máximo Chaparro.
Allí deja algunas de las claves de análisis que desarrollamos en el presente
artículo para presentar una de las lecturas posibles sobre su filosofía política.
El propio De Anquín señaló, en aquél prólogo, que el texto “Argentina en el
nuevo eón del mundo” no dejaba lugar a dudas sobre su doctrina política “que
anhelo desarrollar sistemáticamente algún día”. Siete años después, en 1979, el
filósofo falleció y esa tarea parece haber quedado pendiente. Pero a pesar de
ello, encontramos en el mencionado texto la primera pista a seguir con la
siguiente pregunta: ¿cuál es el lugar de América y de nuestro país en el nuevo
“eón” del mundo?
Geopolítica y nacionalismo integral
La
pregunta no sólo es de carácter filosófico, sino geopolítico. Y la respuesta
del autor insiste en que estamos en presencia de un mundo de dos mil años que
ha caducado y está siendo superado -lo que Hegel llamó la aufhebung- y nuestro ser americano, naci-ente, participa por
primera vez en este acontecimiento universal, antes solo reservado a Europa y
Asia. Vivimos en una nueva edad o “eón”,
no en el sentido de una simple renovación transitoria, sino en el sentido
radical de una etapa totalmente nueva en la que el mundo, en el transcurso de
su vida eterna, ve caducar todas las instituciones y emerge otra etapa para
recomenzar su existencia. Nuevo eón,
cuya característica principal es la
totalidad del Dominio, es decir, el
control y absorción a escala global de unos Estados por sobre otros mediante el
ejercicio de la fuerza. Ya no hay continente que pueda quedar afuera de esa
lógica.
Por
esta situación, el problema central del nacionalismo integral desarrollado por
de Anquín no es el del “anticomunismo”, ni el del “antisemitismo”, como
creyeron algunos de sus detractores. El problema lo podemos expresar en la
siguiente pregunta: ¿qué posición internacional adoptar en este concierto
mundial de los estados, si carecemos de autoconciencia nacional? El autor responde:
“El
problema fundamental para nosotros, ciudadanos de un país emergente, es el
formarnos con una vigorosa autoconciencia, o sea un problema de cultura, en
cuanto cultura implica, como dije otra vez, ‘la consecución de la areté o
aristeia, la perfección total del hombre considerado universalmente’. Esta
perfección es platónica y, cuando se logra, da como resultado el ciudadano
ideal, con una profunda autoconciencia que incluye la conciencia de sí y la
conciencia del todo cuya versión política es la polis. Y todo lo que tienda a disociar esta unidad vital y
ontológica, es mortal y debe ser combatido sin cuartel: la suma de la enemistad
es para nosotros el liberalismo democrático; así como la única posibilidad de
salvación en este momento de nihilismo, es el nacionalismo integral” (1972,
90).
El
liberalismo modeló la cultura argentina hasta hoy y es el único responsable de
la parálisis del espíritu nacional, es disociante, anárquico e individualista
y, por todo ello, un mito caduco que debe ser abandonado completamente y
combatido en igual medida. Nuestra impotencia para llegar a ser una Nación
coherente, se debe principalmente a la presencia actuante de los principios
liberales a partir de Caseros. Toda la historia oficial Argentina es un
producto de invenciones impuestas a la conciencia popular por los ilustrados
del puerto, regulada por la hegemonía de Buenos Aires, donde proliferó una
mentalidad alimentada por la imitación de lo europeo. Si América y Argentina
quieren florecer deben abandonar el liberalismo. Su valor es absolutamente
negativo porque sólo sirve para corromper la conciencia nacional o como factor
de entrega al extranjero, es decir, el liberalismo sirvió para que América, y
Argentina en particular, no tuvieran conciencia
de su propio ser.
Por
cierto, América está lejos de ser una unidad indisociable, sobre todo desde su
aspecto religioso. En efecto, como vimos en el análisis del texto “Mito y política” es necesario
distinguir norteamérica de sudcentroamérica (PEDANO, 2019). Los estados
sudcentroamericanos han sido predispuestos a la servidumbre y la democracia
liberal es el opio con que se aplastó la conciencia política de estos pueblos
para lograr su mediatización. Pero no vayamos tan rápido. Antes –siguiendo la
reflexión del propio De Anquín- hay que preguntarse por el ser de América,
puesto que las consideraciones metafísicas vienen de la mano con las
estrictamente geopolíticas.
Nuestro ser naci-ente
Pero
¿cuál es el Ser de América? Dos textos son claves para esta respuesta: “América en la Historia Universal” del
año 1964 y “El Ser visto desde América” del
año 1953. Hasta el momento de su “emersión”, América había permanecido
completamente extraña al viejo mundo, desligada de su historia y completamente
ajena a la vida del continente europeo - asiático. Pero si en relación al mundo
antiguo y medieval puede afirmarse que América emerge sin pasado y que es el
futuro “puro y virginal”, respecto del mundo moderno es ya una presencia
concreta pero sin que ello implique una participación activa y consciente en la
obra de creación de cultura. Todo lo contrario.
Esa
“emergencia” de América estuvo fuertemente condicionada sostiene de Anquín
por estos aspectos: 1- la disolución
paulatina y definitiva a partir del siglo XVIII de la conciencia cristiana y de
la Respublica Christiana en todos sus
órdenes: en el derecho público con la división del imperio, en el religioso con
la Reforma protestante y la división definitiva de la cristiandad, en el
aspecto filosófico con la tarea desgastante del ockhamismo para con el realismo
tomista, en el orden científico con la desaparición del homocentrismo como
sistema cosmológico; 2- una pseudo cristiandad débil, limitada que en América
se dividió dos: calvinista en el norte y católica en el centro y sud; 3- la
importancia secundaria que el espíritu y pensamiento filosófico europeo le
otorgaron a América, porque la vida del “Espíritu” había cerrado su ciclo y ya
no había espacio para un nuevo sentido de la existencia, como se evidencia en
las consideraciones de Hegel y de Comte sobre América; 4- para Europa los
americanos fueron y son “bárbaros” (extraño, adventicio, incongruente,
inasimilable, brutal, rudo y temible) y las relaciones del Viejo Continente con
el Nuevo, fueron reguladas por esa convicción (DE ANQUÍN, 2014).
La
famosa frase de Hegel: “Amerika ist das
Land der Zukunft” (“América es la tierra del Futuro”), significa el
desligamiento total y absoluto de América del pasado y del presente de Europa
y, con ello, su entrega en términos filosóficos a la noche del no-Ser, de lo
que está fuera de la categoría del Espíritu, de la Razón. Por eso, a Hegel no
le importa América. Por ello también, todo lo que en América es copia de Europa
es ana-crónico en tanto que el ritmo temporal de vida en una y en la otra son
ontológicamente distintos. Por ello también, la obsesión de los americanos
europeizantes (Sarmiento, Alberdi) ha sido y es eliminar esta fatalidad de lo
auténtico (bárbaro), pero esto no es más que una tarea contra-natura porque el
orden del tiempo es invencible, incontrastable y necesario. De Anquín insiste:
“El
Nuevo Mundo que emergía ofreció a Europa la oportunidad de confirmar su
convicción absolutista. Los príncipes y naciones europeos vieron surgir ante
ellos un espacio gigantesco hasta entonces ignorado. El Nuevo Mundo no aparecía
como un enemigo, sino como un espacio
libre o como un campo libre para la ocupación y la expansión europeas […].
Del punto de vista del derecho público se trataba de dividir a los territorios
descubiertos, según una representación geográfica que respondía la nueva imagen
planetaria del mundo” (DE ANQUÍN, 2014, 63).
Sin
embargo, se debe a Carl Schmitt el haber señalado la diferencia jurídica con la
que actuaron en el Nuevo Mundo los monarcas católicos y las naciones
protestantes, expresada esta diferencia en los conceptos de “raya” y de “amity line” del derecho
público internacional. El “descubrimiento” de América determinó la
representación de la Tierra como un Globus,
lo cual implicó la formulación de un derecho público basado en estos conceptos para
todo el globo terráqueo, expresión de un nuevo orden espacial global dominado
por Europa. Sin embargo, mientras el concepto de “raya” presuponía que los
príncipes y reyes cristianos tenían el derecho de hacerse encargar por el Papa
una misión sobre tierras no cristianas aceptando la autoridad espiritual para
la adquisición de territorios en el marco de la christiana lex, el de “amity lines” suponía una línea mas allá de
la cual la posesión territorial fue sin marco legal alguno en el que sólo
prevaleció el ejercicio brutal de la fuerza y el exterminio. Todo lo que se
hizo “mas allá de la línea”, quedó
fuera de las valoraciones jurídicas, éticas y políticas intra-europeas. Es en
este sentido que América fue el reino de la “libertad”, el reino del libre y
brutal ejercicio del poder, por parte de Europa. Según de Anquín éste es el
origen del concepto de “libertad” que aún hoy – recordemos que el autor
escribió en el siglo XX- anima al “liberalismo” de toda sudcentroamérica y la
deja “inerme frente a las potencias leviatánicas”. El Ser americano visto desde
Europa se expresó en el marco de estas dos grandes categorías de conquistadores
y piratas, señaladas por Schmitt. Con este desdichado estigma emergió América
en el nuevo orden mundial.
Los arkheguetas
de sudcentroamérica
Pero
una labor auténtica implica romper estas categorías para desarrollar una ontología
propia y de Anquín ofreció un esquema viable. Si la historia universal es el despliegue
del Ser en el tiempo, entonces es necesario concebir cómo es el Ser visto su
despliegue desde América, más aún, desde esta sudcentroamérica bárbara,
explotada y mancillada. Y quienes filosofen auténticamente como americanos de
Hispanoamérica no tienen otra salida que ser arkheguetas o “comenzantes” de un pensamiento elemental dirigido al
Ser auroral, a esa realidad todavía fantasmagórica e ininteligible
completamente, pero cargada de potencia e intencionalidad máxima, con momentos
dichosos y desdichados (DE ANQUÍN, 1953).
“América
emerge aún, nace aún, es naci-ente, está en el horizonte de los entes de que da
razón el ser, en la aurora de una manifestación aún no cumplida y apenas
iniciada en un nuevo eón que se insinúa. Todo aquí es incierto, porque aquí
todo es juego, que es la etapa inicial de todo lo vital naciente” (DE ANQUÍN,
2014, 114).
Este
esquema viable tiene un conjunto de aspectos que le son propios: 1- América es
la tierra del presente, el continente sin pasado, el futuro puro que duerme aún
en la conciencia de un tiempo eternizado, conciencia oscura y callada, virginal
y pura, propicia como ninguna otra para despertar admirativamente a la visión
del Ser; 2- América es juego sin porqué, sin ligadura exterior alguna, sin otra
preocupación que la inmanencia de su propia vida azarosa, sin vinculación con
tradición alguna. La memoria del Nuevo Mundo aún está prácticamente vacía, pero
esto no implica que se pueda asumir una tradición extraña a su Ser, porque
sería inauténtica; 3- la conciencia americana es intramundana porque carece de
mitos religiosos o etiológicos, su historia es puramente humana sin asistencia
de fuerzas exteriores y “tiene olor a placenta”; 4- América sudcéntrica o
Sudcentroamérica es la contraparte de Norteamérica, puesto que ésta es el
Dominio de la prosperity y de la
explotación, y aquella el siervo con una conciencia desdichada pasiva; 5- ante
la imposibilidad material de vencer al Dominio, sudcentroamérica debe entablar
una guerra “espiritual” como primer paso para lograr, algún día, una conciencia
dichosa, el camino para llegar transita obligatoriamente a través del
nacionalismo integral; 6- A pesar de la opresión del Dominio es deber
ineludible mantener la personalidad del Estado argentino como entidad soberana
del derecho público, porque un Estado que no aspire a ser grande material y
espiritualmente será una entidad mediatizada por otros Estados hegemónicos (DE
ANQUÍN, 1972).
Actualización
doctrinaria
La importancia presente que tiene el rescate filosófico
del pensamiento geopolítico y metafísico de de Anquín, se debe a que su
nacionalismo integral constituye un antecedente fundamental de la corriente de
pensamiento argentino que combatió contra el liberalismo sin caer en el
marxismo, o viceversa. Única corriente de pensamiento que permite hoy, frente
al nuevo eón global, conservar
intacta la voluntad de soberanía nacional. La clave de lectura desarrollada en
el presente artículo destaca la íntima vinculación entre la reflexión
metafísica que avisora nuestro ser naci-ente y el nuevo eón signado por la totalidad del dominio mundial con la
polarización de los pueblos del mundo como jamás se había visto en la historia
universal y el destino capital de Argentina para toda sudcentroamérica.
Dos hechos contemporáneos quedaron fuera de las
reflexiones del filósofo cordobés por motivos obvios: fueron posteriores a su fallecimiento.
Pero su consideración invita a seguir pensando nuestra contemporaneidad desde
las categorías desarrolladas por de Anquín, aunque marcan un punto de inflexión
sobre el que es necesario ensayar definiciones. En primer lugar, la caída de la
Unión Soviética, puesto que el destino de sudcentroamérica se jugaba para el
autor entre los dos extremos surgidos del resultado de la Segunda Guerra
Mundial. Queda en pie sólo uno de los extremos. Lo que no implica descartar el
surgimiento de otros nuevos en su lugar. En todo caso, sería un posible eje
desde el cual profundizar el debate. Segundo, la designación de un Papa
sudcentroamericano es una oportunidad para reevaluar su tesis de que el
cristianismo católico nos preserva de una total absorción por parte de la
plutocracia calvinista-protestante del Norte y que el laicismo, en cualquiera
de sus variantes, es una distracción que obtura la vigorización de la
conciencia nacional de nuestro pueblo.
Es que existieron hechos como fogonazos de autoconciencia
en ese difícil desafío en el que comenzó a emerger la aún titubeante conciencia
nacional del pueblo argentino. De Anquín señaló algunos como cuando San Martín
y su ejército libertador cruzaron la cordillera, arrollaron a los españoles en
Chile y plantaron bandera en Lima. O cuando con Rosas enfrentamos a las
potencias extranjeras. O cuando con Perón se vigorizó la conciencia nacional de
los trabajadores. Pero a partir de 1955, la estupidez impuso considerar
“enemigo” (hostis) al conciudadano y
la entrega sin condiciones al amo extranjero, falsamente considerado como
“amigo”.
“Esta
política incomprensible y sin sentido, está a punto de liquidar al Estado
argentino, sometido a un fatal proceso de regresivo de disolución y de
esclavitud. La discriminación política en nuestro país se hace de acuerdo al
grado de la entrega (amistad en sentido democrático) a uno u otro imperialismo;
cuando lo justo y lógico debiera ser que la amistad se prodigase exclusivamente
entre argentinos, para fortalecer así el ser nacional y salvarlo de la garra
implacable de los extranjeros o enemigos naturales. La comunidad que no es
cerrada está perdida en el orden
internacional, y más que todo están perdidos los Estados débiles abiertos, que
ofrecen candorosamente su amistad a los Estados omnívoros (DE ANQUÍN, 1972, 61).
Simplemente se trata de despertar la conciencia política
de nuestro país a la realidad de la vida internacional que debe ser pensada a
partir de las categorías “amigo”- “enemigo”. Porque el ser nacional es, en
última instancia, el ser concreto del hombre argentino a quien hay que formar
en la voluntad comunitaria de vencer y prevalecer frente al Dominio (“hostis”) para impedir la absorción y
mediatización total en el marco de este orden mundial brutal, históricamente
real, del cual no podemos evadirnos. El diagnóstico de nuestra impotencia para
llegar a ser una nación coherente, se debe a la presencia actuante desde
nuestros orígenes del liberalismo. Abatido históricamente el marxismo como
sistema político, el liberalismo global es el “hostis” presente para nosotros los arkheguetas del nacionalismo integral. Porque el nacionalismo
integral es lo intrínseco a cualquier ser que se afirma ontológicamente
existente con decisión irreversible. Sin nacionalismo no hay nación, no por
derivación etimológica sino ontológica.
Como si fuera poco, en este desafío de Anquín también nos
dejó un modelo de “areté” o “virtus” como calidad ligada a la
fortaleza de ánimo en el servicio y la entrega para con las comunidades que,
como la nuestra, emergen recién a la vida. Evocaba para ello la figura
inconmensurable de su comprovinciano Leopoldo Lugones –el de la madurez- quien
nos legó en “La guerra gaucha” el
modelo homérico de nuestro destino como nación soberana con sus criollos de
tierra adentro que en sucesivos episodios se afirmaron en su voluntad de Ser. [i]
Bibliografía
-DE ANQUÍN, N. (1962): Ente y ser: perspectivas para una filosofía del ser naci-ente,
Editorial Gredos.
(1972):
Escritos políticos, Instituto Leopoldo Lugones, Santa Fe.
(2014): América en la historia
universal, Ed. Libros por demanda, Rosario.
-PEDANO, G. (2019): Nimio de Anquín (1896 – 1979):
nacionalismo sudcentroamericano, Centro de Estudios Juan José Hernández
Arregui, Cuaderno de Trabajo N° 24 – disponible en: https://hernandezarregui.blogspot.com/2019/11/nimio-de-anquin-1896-1979-nacionalismo.html - última consulta: 5 / 02 / 20.
[1] Licenciado en
Filosofía y Doctorado en Cs. Antropológicas de la FFyH de la Universidad
Nacional de Córdoba. Integrante del Centro de Estudios “Juan José Hernández
Arregui”. Contacto: mail@gonzalopedano.com. El presente
artículo es una colaboración especial para el Grupo NOMOS: Filosofía y Pensamiento
estratégico. Bell Ville, Córdoba, febrero de 2020.
[i] Agradecimientos: Este artículo no podría haber sido
escrito sin la gentil colaboración de Andrés Berazategui, integrante del Grupo
NOMOS, quien compartió bibliografía, textos inéditos del propio Nimio De Anquín
y se encuentra actualmente reuniendo un sinnúmero de textos dispersos de
nuestro filósofo cordobés. A Alberto Buela por la lectura, sugerencias y
aportes.