Comentario de ICIAR RECALDE
“Duele sentirse chiquito/ en
la propia tierra de uno / empujao como vacuno/ a consumir lo importao/ viviendo
de lo emprestao / desorejado y reyuno / andando por los caminos / que
anduvieron mis hermanos / uno se entierra en el guano / hasta más allá del tilo
/ desorientado y cansino / anda el corazón del criollo (…) si uno piensa en
argentino / sin otra intención que serlo / creen que es bicho del infierno / o
tiene olor a zorrino.” (“Cuando la vida me nombra”, José Larralde)
Es cosa del futuro esto de
volver a las fuentes. Porque lo que los argentinos afrontamos en la actualidad
se trata de un proceso de regeneración y de reconquista, de un nuevo ascenso
desde la involución en la que nos hemos precipitado desde el año 1976 a esta
parte, cuando hemos sido contemporáneos de una brutal transformación de la
cultura y de nuestras costumbres comandada por la idea de que todo lo nuevo
venido de las usinas de producción cultural del extranjero por el solo hecho de
serlo es mejor, que lo anterior es repudiable y si brota de las entrañas del
país, mucho más. De la primacía de la idea de ruptura frente a la continuidad,
montada en la ilusión de empezar todo de nuevo cortando las raíces que, manda
el esnobismo colonial, supuestamente nos “condicionan.” Y la vida en comunidad
es siempre novedad en la continuidad. La interrupción desemboca, lisa y llanamente,
en frustración y muerte. Dice el poeta que cuando muere despacito la tradición
nacional: “duele como una espina /que se hunde hasta el infinito /cada tranco
es un cachito /que se le da al extranjero /cada entrega es un agujero /que se
le hace a la bandera /y el aire es una tapera /con gusto a nada sincero.”
Y así lo escribe el puño
enérgico de Godoy a través de una paciente indagación de las fuentes desde las
cuales brota la conciencia nacional revelando un principio activo donde se
enuncia y manifiesta la Argentina, no como invento ni elucubración intelectual
sino como análisis profundo de su esencia y realidad, porque allí en sus
entrañas lee el autor los lineamientos de una epistemología de la periferia que
va a sustentar una visión trascendente de la Patria. El pensamiento nacional,
revela, defiende la existencia soberana del país, exalta la fe en las capacidades colectivas de
nuestro pueblo, ligazón indisoluble de creencia y sacrificio que empujan
durante siglos por el país pendiente. Libro apasionado y valiente: pone nombre
a las claudicaciones y los silenciamientos, invita de la mano de los maestros
del pensar en nacional a vislumbrar las causas ignoradas de nuestros males,
demuele falsas idolatrías mitromarxistas montadas por la feria de vanidades de
generaciones intelectuales al servicio del neocolonialismo que todo lo corrompe
y destruye. Se anima a dibujar el rostro vasallo, la verdad desencarnada de un
país subyugado por el extranjero y sus socios locales, y fundamentalmente, alza
la voz de la esperanza para recobrar, sobre aplazamientos y dolores, el
itinerario profético de una Argentina rescatada por y para los argentinos.
El sueño de la razón del
colonialismo cultural individualista y materialista viene dando siglos de
frutos amargos. Para entender de lo que se trata vasta recorrer las páginas de
este libro, brújula para dar cauce a un proceso que requiere de cuadros
políticos y sociales que permitan reestablecer la comunidad que ordena,
contiene y potencia en medio de la anomia reinante en la que vivimos producto
de la desarticulación y la fragmentación de la comunidad nacional. De la
estafa, el saqueo y la entrega de argentinos sin alma al pirata extranjero. Y
Godoy advierte sin medias tintas: no hay Patria posible sin independencia económica,
sin soberanía política y sin justicia social. Y en ese orden de factores, que
de trocarse siempre alteran el producto, sea con ropajes demoliberales o
desarrollistas. Y dice más: tampoco hay Patria posible sin recuperar nuestra
conciencia histórica y sobradas muestras tenemos de que no reconocer la
identidad del pueblo argentino ligado al destino de Nuestra América es
desgracia para quienes quieran conducirlo con buenas intenciones y es condición
indispensable para quienes se disponen a traicionarlo. Nos une a todas las
naciones iberoamericanas una cultura profunda de raíz cristiana y humanista:
formas diversas, esencias comunes. Los intentos de desviar esta cultura hacia
una expresión materialista y eurocéntrica han fracasado. El desprecio por
nuestra cultura permitió substituir valores comunitarios y emancipadores por
antivalores demoliberales que son los que hoy nos explotan en las manos en las
cifras de desnutrición y hambre, desempleo, endeudamiento, extranjerización del
patrimonio nacional, reprimarización de la economía a la par de la
desvinculación de gran parte de la variopinta dirigencia de un pueblo que quedó
a la deriva. A secas: caldo de cultivo para que el poder real, el imperialismo
transnacional financiero, hiciera y deshiciera a su antojo en nuestro suelo sin
quedar expuesto.
Pero como siempre la esperanza
se refugia en el corazón popular y hay que decirlo: en medio del dolor
inmerecido, el pueblo argentino espera volver a ser convocado, aguarda otra vez
hombres justos paridos de sus propias entrañas que sientan en su misma
sintonía, que encontraremos en la humildad con que se ofrecen estos “apuntes”,
un espejo donde mirarnos y reconocernos en nuestras posibilidades colectivas y
en la convocatoria a volver a las fuentes de la nacionalidad donde esperan por
nosotros cientos de patriotas con nuestra misma fe en procura de encontrar su
cauce definitivo. Y seguramente no faltarán los lenguaraces coloniales que
señalen que la propuesta de Godoy atrasa. Es claro que no puede hacerse un
análisis de nuestros clásicos si no los ponemos en su contexto histórico, pero
es más claro aún que lo esencial de sus planteos y realizaciones sigue vigente,
está en el futuro. Significa responsabilidad de servicio y entrega para la
forja de la definitiva independencia de la Argentina. Y, por último, valen para
este libro los versos que siguen: “y si a veces digo cosas que abren llagas/que
me escupan si no estoy haciendo patria.”