Jorge Rachid
CABA, 18 de febrero de 2019
Si fueron capaces de bombardear al
pueblo argentino con la muerte de Nisman, transformando un suicidio en
asesinato, generando el odio concentrado a “la yegua” y a todo el universo K.
Si en campaña prometieron “el oro y el moro”, asegurando que desde el fútbol
para todos y su permanencia hasta la eliminación del impuesto a las ganancias
eran un hecho. Sólo era un “cambio” para que las cosas anduvieran mejor, sin
gritos destemplados, ni balcones, ni cadenas nacionales, ni supuestos cepos
cambiarios, sólo un cambio que reencontrase a los argentinos, con alegría.
“Nosotros no nos endeudaremos, ni
devaluaremos” aseguraban sin ponerse colorados, sólo promoveremos el
reencuentro de los argentinos, sin odios ni revanchas, levantaban en las
tribunas. Denostaban al rival peronista, al mostrarlo de peón de aquello que
querían demonizar, el gobierno nacional y popular, más aún cuando fue despedido
por cientos de miles de personas.
Demoler esa imagen, única en la historia
argentina, donde cada gobierno que se alejaba lo hacía en soledad y en general
en crisis, era su objetivo.
Entonces la crisis había que crearla,
construirla desde la mentira cotidiana en donde empezaron a tallar frases,
incorporadas al acervo cotidiano de los argentinos, bombardeados por la cadena
hegemónica en pleno ejercicio del poder. “La herencia recibida”, “se robaron
todo”, “se llevaron un PBI”, “estamos en crisis energética” y un abanico de
imágenes destinadas a crear un estado de conmoción interna, sin fundamentos,
apelando además a la herramienta de la persecución judicial, avasallando el
Código de Procedimientos, en su afán de encarcelar opositores, acallar voces,
cerrar medios, perseguir periodistas y al mismo tiempo “pedir gobernabilidad”
Desde ese marco conceptual falso, los
pusilánimes de la política entraron en el juego de seducción ofrecido por el
enemigo, que mostrando las uñas, ya no habló del universo K, sino de los 70
años de historia que hicieron “inviable” al país, o sea atacaron el objeto del
deseo de todas las oligarquías e imperios desde hace décadas, eliminar al
peronismo del mapa nacional.
Si
mintieron en campaña, si mienten en el ejercicio del poder, si son capaces de
entregar al país al colonialismo cultural, económico, político y social, sin
pudor, con sus activos personales en el exterior, ajustando al pueblo en forma
brutal e inhumana, si tienen presos políticos en democracia, si atacan a países
soberanos hermanos como Venezuela, cómo los argentinos pueden creerle algo de
lo que plantean.
Si el dolor social, no alcanza a la
protesta masiva, si lo trabajadores viven el miedo cotidiano de su permanencia,
si aún el gobierno mantiene alguna cuota de credibilidad, es porque los
dirigentes políticos, que se dicen opositores, acompañan por acción u omisión
la agenda del enemigo. Contestan sus propuestas que sabemos de pesadillas, en
vez de proponer sueños que siempre construye el movimiento nacional, justamente
desde hace 70 años. Entonces una de las causas de la persistencia de la
colonización y la entrega, la sumisión y las “relaciones carnales”, es nuestra
misma dirigencia, que no encuentra, en su especulación electoral, el discurso
que sacuda la mentira cotidiana.
No se le puede aprobar un solo proyecto
al gobierno este año, ni acompañar las iniciativas cotidianas destinadas a
diluir el drama social y la muerte que acompañan la vida diaria de los
argentinos. El hambre no aparece, cuando
se discuten temas técnicos, la desolación y la muerte de los sistemas de salud
tampoco cuando la discusión transita temas legales, como desaparecen los
comedores, la educación, las condiciones de vida, el trabajo desaparecido y los
proyectos de vida hechos añicos contra la realidad y alejados de las
discusiones políticas.
Entonces el movimiento nacional y popular asumirá la militancia cotidiana de
combatir al régimen, en la calle y en cada lugar donde la mentira está
naturalizada, en ese boca a boca imprescindible de nuestros héroes anónimos de
todos los días, la militancia territorial. Esa que no pide cargos sino exige
Patria, no busca lugar bajo el sol, sino que lo transita en el ambiente hostil
creado por el enemigo, esa militancia que transmite a sus hijos que hay un
Argentina, una doctrina, una filosofía y una ideología, que es la que la
mentira quiere desterrar, el Peronismo, esa persistencia insolente a lo
políticamente correcto de los dueños del mundo imperial, que no perdonan, ni
quieren permitir, un país justo libre y soberano, integrado a la Patria Grande.