La violencia y la paz en nuestra
Patria
David Sciorra
“El hombre se distingue de los demás
animales, en que es el mas apto para la imitación”
Aristóteles,
Poética, 4
“Las comunidades y sus instituciones, como
el pescado, se pudren por la cabeza”
Juan
D. Perón
La situación
Todos podemos apreciar
que el grado de violencia civil en nuestra sociedad se viene incrementando exponecialmente
en las últimas décadas.
Este incremento es coetáneo a un proceso largo
y continuado de destrucción de los valores tradicionales, de los vínculos
sociales y de la expansión de una anomia que configura una verdadera peste
socio – cultural.
Se manifiesta en el crecimiento del delito de
todo tipo, lo que es consecuencia y no causa.
Esa violencia abarca a toda la sociedad en
gradientes, sobre todo en las grandes ciudades, y se hace cotidiana afectando a
hombres y mujeres comunes del pueblo, lo que genera comportamientos defensivos:
retraimiento, desconfianza y, al final, una particular indiferencia, una forma
de negación de lo inasible.
Estos comportamientos empujan aún más hacia la
fragmentación del tejido social, a la disociación en lugar de la asociación, lo
que afecta el sentido de comunidad.
Una población que se encuentra en el estado de
masa busca, inorgánica y
afanosamente, la solución que termine con esta angustia – real o creada – sin
encontrar repuesta ni salida.
Desfilan las propuestas públicas que las
“dirigencias” pomposamente denominan “políticas de seguridad”.
“Vendidas” en campaña electoral o ejecutadas
desde los gobiernos, fracasan una tras otra a lo largo de los años.
Lo cierto es que solo van sobre las
consecuencias ignorando las causas verdaderas, que son múltiples y profundas,
por lo que no alcanzan a poner remedio estable a este mal. Por el contrario lo
profundizan.
El papel de los medios de comunicación
La expansión y penetración de estos medios en
la cotideaneidad ha sido crecientemente vertiginosa en estas cinco décadas en
el mundo, alcanzando una magnitud inédita en toda la historia humana.
Esta expansión no ha podido ser controlada, ni
menos digerida convenientemente, por las naciones y los pueblos inermes y no
preparados frente a un proceso avasallador.
Por el contrario, esta expansión amenaza
“digerir” a la humanidad entera.
Es sencillo ver y analizar que este proceso de
expansión está en manos de un pequeño grupo de hombres (varones y mujeres) de
supuestas distintas “ideologías”, pero que están entramados, desde distintos
perfiles, en el poder mundial cada vez más concentrado.
“En
muchas ocasiones me he referido a la sinarquía como coincidencia de grandes
potencias que se unen – a despecho de discrepancias ideológicas – en la
explotación de los pueblos colonizados”.
“Estoy convencido que
asimismo existe una sinarquía cultural. Obsérvese que las grandes potencias
exhiben sugestivas semejanzas culturales; el mismo materialismo en la visión
del hombre, el mismo debilitamiento de la vida del espíritu, el mismo
desencadenamiento de la mentalidad tecnocrática como excluyente patrón de
cultura, la creciente opacidad del arte y la filosofía, la distorsión o
aniquilación de los valores trascendentes”.
Juan D. Perón – Modelo Argentino para el Proyecto Nacional - 1974
De estos medios emergen orientaciones con el
explícito objetivo de reconfigurar a la especie humana, de acuerdo a un
arbitrio sectario y elitista y que pretende arrasar con culturas amasadas por
siglos descalificándolas como “pasadas de moda” y “retrógradas”, allanando toda
identidad diversa a una sola: la de un hombre “universal nuevo”, negador de
toda trascendencia y cuya principal característica es la búsqueda de la
“liberación” de todo límite.
Este empeño es antiguo como el hombre mismo desde
la primigenia tentación: “Podéis ser como
dioses”.
Solo que vuelve a ocurrir en el momento del
fin del recorrido de la humanidad en el planeta: el universalismo.
La novedad, en este caso, es la magnitud
de la empresa y, por ello, lo letal que puede ser para la especie humana, que
es la principal especie en peligro de extinción, a través de un proceso
involutivo hacia una “sub-humanidad” de bestias.
En todos los avances de la inteligencia humana
se han verificado siempre consecuencias favorables pero también desfavorables.
En este caso, la sensación de ampliación del
conocimiento, de la comunicación y de la libertad, se choca con la creciente
sensación (y realidad) de la manipulación ejercida por los que concentran y
manejan a nivel mundial estos medios que se han desarrollado como una tela de
araña planetaria.
En un caso (la
televisión) se comporta como un adoctrinador unidireccional a tiempo completo.
No tanto por las
noticias falsas o engañosas (Fack News) sobre una determinada realidad
política, sino por sus elementos teatrales, de diversión y comerciales que
introducen y naturalizan subliminalmente antivalores: materialismo, hedonismo,
consumismo, individualismo, relativismo; todo en el mismo paquete.
Que abaten todas las
barreras y exterminan eficientemente a los anticuerpos culturales defensivos.
Por ejemplo, se llega
al extremo malicioso de impulsar la sobre-erotización de la población desde los
primeros años de vida para después denunciar, hipócritamente, el crecimiento de
la violencia sexual. Denuncia que, en la realidad, no se transforma en una
barrera sino en una promoción de la misma.
En otro caso (las redes sociales) instalan un
“espejo planetario” difundiendo y consolidando las Fack News y las “grietas
mundiales”, donde todo es opinión y no hay una auténtica búsqueda de la verdad,
pero en el que también miles de millones de personas se miran permanentemente a
sí mismos intentando una pobrísima y rudimentaria búsqueda de comunicación con
el “otro” y una reafirmación de una
frágil y débil autoestima con los pulgares para arriba.
Los intentos de hacer que funcionen a favor de
una humanidad libre, soberana y madura no son los que predominan, en una red
cooptada en esencia e intervenida abrumadoramente.
Finalmente, el entramado de todos esos medios
terminan en un canal poderoso para crear “modos de comportamiento”, que generan
nuevas costumbres. Instalando consignas y desarrollando “operaciones” en las
comunidades, pueblos y seres humanos para facilitar su dominio.
Esto es lo que designamos como guerra cultural que supera en malicia y
efectividad a las guerras tradicionales para obtener los mismos objetivos, cuyo
soporte son los medios de comunicación universalizados en los que lo
fundamental es la cultura y no lo político explícito.
Los sofismas de la
modernidad del norte occidental
Cuando preguntamos por los cambios acaecidos
en estos últimos cincuenta años no se obtiene una respuesta consistente sino
una constatación axiomática: “son otros tiempos, el mundo ha cambiado”.
Como si fuera que han acontecido procesos
ineluctables y/o azarosos, por fuera de la voluntad de todos los mortales.
Inmediatamente se reviste a esos “cambios”
(obviamente intencionalmente provocados) con el ropaje de lo positivo, de lo
benéfico, de lo deseable. Se propagandizan “disrupciones” diz que “evolutivas”,
que según dicen llevarán a los seres humanos a ser mas libres, mas creativos,
sin viejas ataduras.
De manera de convencer que la voluntad humana
debe reinar sin límites de ningún tipo.
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