POR EDUARDO J. VIOR para agencia TELAM
El
presidente de Francia fue reelecto este domingo en segunda vuelta con el 58,54%
de los votos contra 41,46% de Marine Le Pen. Hace cinco años Macron también había derrotado a Le Pen en balotaje,
pero entonces el actual mandatario había reunido 66,1% de los sufragios, ocho
puntos más que ahora, y la perdedora había conseguido el 31%, diez por ciento
menos que esta vez. Al mismo tiempo la abstención, de 28,1%, es la más alta
desde 1969. Por edades, un 41% de los electores entre 18 y 24 años se abstuvo,
así como el 38% de los 25-34 años, según un sondeo de Ipsos.
Si a estos guarismos se suman los tres millones de votos en blanco, puede
verse que la mayoría de los votantes sufragó contra Le Pen, no por Macron.
De hecho, en su mensaje postelectoral el jefe del
Estado admitió el descontento que posibilitó la alta abstención y la mejora de
la performance de Le Pen y agradeció a quienes lo votaron sólo para impedir el
acceso de la extrema derecha al gobierno. “La rabia y los desacuerdos que
llevaron a muchos de nuestros compatriotas a votar hoy por la extrema derecha
deben encontrar respuesta; será mi responsabilidad y la de los que me rodean”,
afirmó Macron. Asimismo agradeció al 41% de votantes de Mélenchon que lo
votaron únicamente para “bloquear” el eventual acceso de la ultraderecha al
gobierno e incluso a los que se abstuvieron de votar, cuyo “silencio” prometió
“responder”. “A partir de ahora ya no soy el candidato de un sector sino el
presidente de todos”, subrayó el mandatario, quien anunció un “método renovado”
para gobernar en su segundo período, que, aseguró, no será simplemente una “continuidad” del actual.
Le Pen reconoció inmediatamente la derrota, aunque sostuvo que “el
resultado representa en sí mismo una brillante victoria” para su sector, ya que
“millones de compatriotas apostaron por el cambio”, y se comprometió a actuar
como un “contrapoder fuerte”. “Continuaré mi compromiso por Francia y los franceses” y “libraré la
gran batalla electoral” en los comicios parlamentarios de junio próximo, porque
“el partido no terminó”, agregó la candidata de Reagrupamiento Nacional (RN, en
francés).
La Unión Europea (UE) reaccionó sin demora a la continuidad de una política
neoliberal y europeísta implícita en el triunfo de Macron: “Podemos contar con Francia cinco años
más”, afirmó en Twitter el presidente del Consejo Europeo, Charles Michel.
Durante su campaña el mandatario reelecto abogó
por “más Europa”, ya sea en materia económica, social o de defensa, y por
recuperar un impulso reformista y liberal, con su propuesta estrella de retrasar la edad de jubilación de 62 a 65
años, que en 2020 ya provocó protestas masivas. Por el contrario, la candidata
derechista tenía un amplio programa social, si bien propuso inscribir la
“prioridad nacional” en la Constitución, para excluir a los extranjeros de
las ayudas sociales, así como abandonar el mando integrado de la OTAN y reducir
las competencias de la UE.
Los comicios mostraron que se consolida tanto la
polarización social como la desintegración del modelo político tradicional del
país. Macron obtuvo sus mejores
resultados entre votantes jubilados y de clase media y alta, mientras que Le
Pen gozó de las preferencias de los trabajadores menos calificados,
desempleados y precarizados. Los votantes del presidente viven
principalmente en las grandes ciudades y en el oeste del país. Los opositores,
en tanto, habitan sobre todo el antiguo bastión industrial del norte, en el
este, a orillas del Mediterráneo y en los territorios de América Latina y el
Caribe (Guayana, Martinica y Guadalupe).
Todo el mundo en Francia se prepara para las
elecciones legislativas del 12 y 19 de junio, que son presentadas por la
oposición como una "tercera vuelta” susceptible de imponer una
“cohabitación”. Así se llama en la jerga política francesa a la coexistencia de
un presidente de un partido con un gobierno con su primer ministro surgidos de
la oposición. El bloque identitario
conducido por Marine Le Pen y el bloque
popular liderado por Jean-Luc Mélenchon sueñan con su respectiva victoria y que
uno u otro se convierta en primer/a ministro/a. Por lo pronto, las primeras
encuestas posteriores a la presidencial sugieren la posibilidad de que en las
elecciones legislativas Emmanuel Macron
pierda la mayoría parlamentaria.
En un sondeo de Ifop, publicado el mismo domingo el 68% de los votantes se
manifestó a favor de que "la oposición tenga la mayoría de los diputados
en la Asamblea Nacional e imponga a Emmanuel Macron una cohabitación". La misma encuesta también preguntó
a los encuestados, si querían que los partidos salgan de las elecciones
"reforzados" o "debilitados". El 39% respondió que le
gustaría ver a La Francia Insumisa (LFI, el movimiento liderado por Mélenchon) "reforzada"
frente al 29% que preferiría que estuviera "debilitada", una cifra
comparable a la del Reagrupamiento Nacional, con un 38% contra el 36%.
”La tercera vuelta empieza esta noche”, dijo Mélenchon el domingo por la noche y
recalcó que “Francia rehusó confiarle a Le Pen su porvenir y es una muy buena
noticia para el pueblo”. Con todo, continuó, “sería un error creer que esta
reelección equivale a continuar con la misma política”. Por lo tanto, el líder
de LFI pidió a la izquierda que “no se resignen. Entren en acción francamente,
masivamente. La democracia puede darnos de nuevo los medios de cambiar de
rumbo”. Esos medios estarían en la elección legislativa. ”Llamo a que me elijan
como Primer Ministro”, convocó Mélenchon a sus militantes.
En el mismo sentido se pronunció Marine Le Pen: “Esta noche lanzamos la
gran batalla electoral de las legislativas”. Aguerrida pese a la derrota,
invitó a formar un “contrapoder fuerte ante Macron”, porque, agregó, “Macron no
hará nada para reparar los sufrimientos de los franceses”.
La elección presidencial de 2022 ha devuelto a los franceses la política.
Después de 30 años de neoliberalismo, con su despolitización de la vida pública
y la mercantilización de todas las relaciones, por primera vez la triple crisis
de la pandemia de Covid-19, la crisis económico-social y la guerra en Ucrania
ha obligado a los franceses a discutir sobre modelos de sociedad confrontados. Añádase a esto el hábito, de larga data
en el hexágono, de tratar los problemas de Francia como si fueran los de la
humanidad toda. En este caso hasta puede tener efectos positivos, si induce en
el resto del continente una discusión sobre el futuro de Europa.
De cara a las legislativas las tres fuerzas están
rascando la olla, para ver de dónde sacar los votos necesarios para
constituirse en mayoría relativa. Es preciso tratarlas en plural, porque en la
elección venidera cada distrito es un mundo, los candidatos son muy conocidos
localmente y las lealtades se reparten mucho más por su prestigio y su trayectoria
que por su pertenencia a uno u otro bloque. Esta característica favorece
también a las fuerzas con mayor implantación territorial. Más importante aún es
la trayectoria de las y los candidatos en la segunda vuelta, cuando deben
cerrar alianzas con otras y otros líderes regionales con quienes se conocen
desde hace décadas. En esta ocasión los líderes nacionales deben limitarse a
hacer apelaciones generales y a articular con los aparatos electorales ya
presentes en la diversa geografía de Francia. Por ello es que los tres
principales están ya buscando alianzas con los restos de los partidos hundidos
en la elección presidencial.
Macron, como es lógico, buscará aliarse con las distintas fuerzas de centro
que en la primera vuelta quedaron por debajo del cinco por ciento. Se trata de
partidos tradicionales de la Vª República, como Los Republicanos o el Partido
Socialista, que mantienen
aparatos extendidos por las distintas regiones. Le Pen, por su parte, está forzada a abrevar en la derecha
nacionalista, aunque sin dudas buscará robar votos en el campo de la izquierda
popular. Mélenchon, finalmente, juega una carta importante a la unidad de la
izquierda, que en la primera vuelta se presentó dividida con cuatro
candidatos.
Si bien fijar las líneas de la política exterior
es una facultad exclusiva del presidente, en caso de que se reeditara la “cohabitación” (la última experiencia
tuvo lugar entre 1997 y 2002) el gobierno presionaría al presidente, para que impulse la reforma de la Unión
Europea y la salida de Francia del Comando Conjunto de la OTAN. Se trata de
dos reivindicaciones muy sentidas por el pueblo francés que tanto RN como LFI
incorporaron –con muy distintos fundamentos- a sus plataformas.
Por eso es que el ciclo electoral francés preocupa
tanto a los jerarcas de Bruselas y a los líderes de los principales países de
Europa. Si en Francia llega al gobierno una fuerza contraria al centralismo
burocrático de la UE y al aventurerismo belicista de la OTAN, su influencia se
hará sentir en gran parte de Europa. Una onda de soberanía popular y de
independencia comienza a recorrer la península occidental de Eurasia.