jueves, 20 de noviembre de 2014
viernes, 12 de septiembre de 2014
CUADERNO DE TRABAJO N° 16
DEL CENTRO DE ESTUDIOS JUAN JOSÉ HERNÁNDEZ ARREGUI
INTEGRACIÓN REGIONAL DE
IBEROAMÉRICA
ARITZ RECALDE
Septiembre
de 2014
“Iberoamérica reúne las condiciones de una Nación
integral.” Juan
José Hernández Arregui
El
filósofo argentino Juan José Hernández Arregui sostuvo en el año 1957 que
Iberoamérica era una unidad cultural e histórica que revelaba “la presencia de todos los elementos
sustantivos y adjetivos de una Cultura.” Mencionó, además, que la unidad
espiritual del Continente transcurría en una etapa convulsionada por la acción
imperialista mundial y que la incomprensión de nuestras Naciones entre sí había
sido fomentada por la “injerencia de
fuerzas ajenas al derrotero de América Latina.” Frente a un mundo
atravesado por la lucha imperialista Arregui profetizó: “debemos concebir nuestro destino en términos de política intercontinental.”
Para alcanzar la unidad regional, los
pueblos debían conformar una conciencia política y una “conciencia histórica de su destino futuro.”
Presentamos
a continuación un análisis razonado de un conjunto de iniciativas para contribuir
a la comprensión mutua e impostergable de la integración de Iberoamérica.
¿América
Latina, Panamérica, Hispanoamérica, Iberoamérica?
El
filósofo Alberto Buela analizó las diversas formas de nombrar al Continente. Mencionó
los términos Latinoamérica, América
Latina, Panamérica, Indoamérica, América Mestiza, América Española,
Hispanoamérica, Iberoamérica e Indias
Occidentales. Estableció que la denominación más utilizada era la de América Latina. El nombre proviene de
una construcción política originaria de Francia y era el resultante de la
traducción de Amerique Latine,
promovida por Luis Napoleón y el Emperador de México, Maximiliano, quien
ocupaba su cargo por intermedio de la agresión francesa del año 1861. Mencionar
el componente “Latino” ligado a “América”, les permitió introducir al proceso
de colonización del Continente a los franceses y a los italianos.
Hernández
Arregui ratificó la opinión de Buela y sostuvo que: “La denominación América latina, a más de culturalmente imprecisa y cercana, se extendió al
término de la centuria pasada apoyada por escritores encandilados por Francia,
se aclimató finalmente en este siglo XX, bajo el ascendiente de personajes
como Clemenceau o Poincaré, y es en alguna medida el resabio con
cosméticos modernos de aquella inquina hacia España que viene de la política
continental europea de los Siglos anteriores, no sólo de parte de Inglaterra,
sino de Francia, interesada por igual en el reparto de los restos del antiguo
imperio español en América.”
Methol
Ferre reivindicó la utilización de América
Latina por considerar que el idioma castellano o portugués también deriva
del latín. El autor destaca que
Hispanoamérica, fue utilizado por Miranda en su Manifiesto a los Pueblos
del Continente Colombiano en 1801. En lugar de América Latina o de Panámerica,
proponemos en línea con Juan José Hernández Arregui, utilizar la palabra Iberoamérica por el hecho de que incluye a los
territorios y tradiciones étnicas españolas y portuguesas (Brasil).
Para bajarlo completo, pulse aquí:
https://drive.google.com/file/d/0BxwV-iLfwIDPZUIwNWU1UzFiVHM/edit?usp=sharing
viernes, 22 de agosto de 2014
Raúl Scalabrini Ortiz en los
umbrales de la Fuerza de Orientación Radical de la Joven Argentina (F.O.R.J.A.):
una relectura en clave nacional de El
hombre que está solo y espera
Iciar Recalde
(Artículo sintetizado de un libro en preparación Apuntes
para una Crítica Literaria Nacional, publicada
esta versión en el volumen Pensamiento Nacional,
Misiones, 2014)
“Somos un país
colonial, un pueblo en servidumbre, una nación sometida (…). Esta es nuestra
desgracia, nuestra vergüenza argentina (…). Los hombres realmente libres y
patriotas deberemos luchar a esta altura de nuestra historia por una patria
redimida.” Raúl Scalabrini Ortiz, Señales,
10/7/1935 (Galasso 2008: 99)
La de Raúl Scalabrini Ortiz es una figura compleja por varias
razones. En principio, como parte de una generación de hombres que tomaron
distancia del rol impuesto por las metrópolis para los intelectuales en países
semicoloniales como la Argentina, que es el de repetir e importar acríticamente
teorías y cosmovisiones extranjeras promotoras de nuestra Dependencia material.
En segundo lugar, porque Scalabrini Ortiz oficia como intelectual de transición
entre dos Modelos de país: el Liberal abierto a sangre y fuego
en el año 1853 y el del Nacionalismo Popular Revolucionario inaugurado tras la
Revolución del mes de Junio de 1943, en el año 1945: educado en una cosmovisión
oligárquica y colonizada de la Argentina, se compromete con su tiempo histórico
y conforma una mirada interesada en el conocimiento del país real y en su Liberación
Nacional. Es además, uno de los exponentes más brillantes del Pensamiento Nacional,
corriente de ideas que se consolida como puesta en debate de todos aquellos
aspectos que impiden la organización soberana de nuestro país y la emancipación
de las Organizaciones Libres del Pueblo. En este sentido, las reflexiones que presentamos a continuación, tienen por
lo menos un origen y más de un objetivo. Nos interesa, fundamentalmente,
discutir el estado de la cuestión más o menos canónico en torno a una de las
obras de comienzos de Scalabrini Ortiz, El
hombre que está solo y espera editada en Buenos Aires en el año 1931.
Creemos que los estudios interesados en este volumen[1]
han desestimado toda una serie de rasgos que, aunque de forma incipiente y aún con
contradicciones, manifiestan
tempranamente rasgos de la sensibilidad estética e ideológica y de las estrategias
políticas del autor de Política Británica
en el Río de La Plata (1936) y de Aquí se
aprende a defender a la Patria (1957). Existe una
idea generalizada respecto al análisis del itinerario del autor, que sostiene
que el mismo consta de dos períodos escindidos en su producción: el del joven
escritor vinculado a los circuitos de mayor legitimidad literaria y cultural de
los años ´20 y principios del ´30, y aquel circunscripto a su corte de marras
con la zona liberal del campo intelectual a mediados de esta última década, cuando
el autor interviene además de en la rebelión Radical de Paso de los Libres en
el año 1933 que lo llevará al destierro, en la conformación de la Fuerza de Orientación
Radical de la Joven Argentina (F.O.R.J.A.) surgida en 1935 como un desprendimiento
de la Unión Cívica Radical (UCR) tras la muerte de Hipólito Yrigoyen, y la claudicación del
alvearismo, fundamentalmente el levantamiento de la abstención revolucionaria.[2]
Juventud
divino tesoro: breve itinerario biográfico del joven Scalabrini Ortiz
Raúl
Ángel Toribio Scalabrini Ortiz nace en la Provincia de Corrientes a fines del Siglo
XIX, en 1898. En 1902 su familia se radica en Buenos Aires, pero su origen
provinciano será fundamental en la mirada posterior que el escritor vaya
configurando acerca de la Ciudad Puerto. Su juventud se desarrolla durante los años
´20, que significaron para nuestro país una etapa de profunda renovación en el
campo de las ideas, la estética y la literatura: Scalabrini Ortiz estudió en
una Universidad todavía atravesada por los vientos de la Reforma y por la
política social de Irigoyen, atmósfera que marcará a fuego sus textos de
comienzos.
La
irrupción de las clases medias en la política nacional tuvo su correlato en el
campo de la literatura, y significó la primera ruptura seria al histórico monopolio
de la letra oligárquica: comienza en este período a democratizarse el acceso a
la práctica literaria a través de la ampliación del circuito de escritores
provenientes de los sectores medios -y en menor medida de sectores trabajadores-
dignificados por las políticas económicas y educativas del régimen, lo que
coadyuvará además a que se desarrolle paulatinamente un público lector ampliado.
Sin embargo, por su extracción de clase y sus intereses literarios, la juventud
de Scalabrini Ortiz transcurrirá además bajo la formación del liberalismo
conservador imperante en los circuitos intelectuales nacionales. Comenzará y
abandonará la Carrera de Ingeniería y se recibirá finalmente de Agrimensor en el
año 1919. Asimismo, se vinculará íntimamente con las denominadas Vanguardias[3] de
los años ´20, integrando el grupo fundador de la revista Martín Fierro
-junto a Jorge Luis Borges, Oliverio Girondo y Nicolás Olivari-, donde publicará
asiduamente entre los años 1926 y 1927.[4] Entre
las múltiples notas de crítica literaria que publica en la Revista, comienza a
cifrarse su proyecto creador, especialmente en “Las revoluciones literarias” (Martín Fierro, N° 43, julio de 1927),
donde comenta una conferencia realizada por Ernesto Palacio, y en su
intervención en el debate colectivo sobre la postulación de Madrid como Meridiano
cultural de Hispanoamérica.
Creemos
que son varios los factores de juventud los que se conjugan para que Scalabrini
Ortiz vaya rompiendo gradualmente los lazos que lo unen con un pensamiento de
tipo colonial: su militancia en la primera Agrupación comunista
universitaria, Insurrexit, de
ideología marxista que le permite descubrir la importancia de los factores
económicos y sociales en el desarrollo histórico; su permanente deambular por
el país -por razones de trabajo viaja a La Pampa, Entre Ríos y Catamarca, etc.-,
lo preservan de encerrarse en una visión limitada del país y le enseñan cómo
viven sus compatriotas. En este sentido,
tras su viaje a Europa en el año 1924 como joven escritor del volumen de
relatos La manga (1923) que
frecuentaba los espacios de sociabilidad literaria más prestigiosos del momento,
a contrapelo del lugar común del viaje iniciático de nuestros intelectuales, regresa
hondamente decepcionado, pues en la "Francia eterna" del
"Humanitarismo y los Derechos del hombre" encuentra un enorme desdén
por los latinoamericanos. Dirá: “En
Europa se produjo el mágico trueque de escalafones, del que aún me sorprendo.
Fue un inusitado cambio de niveles, algo así como un sifón que se colma y de
pronto vacía el recipiente que iba llenado. El pasado se reincorporaba en mi espíritu
con apuros de reconsideración. Comprendí que nosotros éramos más fértiles y
posibles, porque estábamos más cerca de lo elemental.” De regreso de Europa
define con claridad su proyecto literario: mientras en este período, Borges inventa
las orillas como lugar intermedio entre la ciudad y el campo y a sus personajes
criollos, Arlt centra la mirada en los márgenes de Buenos Aires y en los
hombres humillados, Scalabrini Ortiz instala sus preocupaciones en el corazón mismo
de Buenos Aires, en su centro: Corrientes y Esmeralda, los cafés, la nueva
arquitectura urbana y las muchedumbres que la transitan.
El
hombre que está solo y espera
El hombre que está solo
y espera, conjuntamente con La Manga y con la serie de artículos periodísticos y de crítica
literaria editados en el período, son leídos por la crítica conformando esta
primer etapa de su producción. Por tanto, nos interesa examinar aquí la
configuración y los rasgos de una serie de formulaciones y estrategias
ideológicas que surgen en El hombre que
está solo y espera, que además de proponer una nueva forma de intervención
en la tradición del ensayismo nacional de la década del ´30, permiten
vislumbrar intereses que serán retomados y trabajados de manera radical en su itinerario
intelectual y estético posterior. Fundamentalmente, nos referimos a la puesta
en escena del tópico de la traición
intelectual en su defección respecto a la interpretación del ser nacional,
a la formulación en torno a la responsabilidad
del Imperialismo en la configuración de la Argentina periférica, a la complicidad de las clases dirigentes en
la entrega de los resortes económicos y culturales básicos de la Nación, y al
montaje de la dicotomía argumental
nacional-antinacional, que además de motorizar la organización textual de El hombre que está solo y espera, signa
el modo de interpretar la cultura nacional y de interpelar críticamente las
imposturas que vertebran la historia argentina de cuño liberal. Esta serie de
rasgos han pasado desapercibidos o bien han sido desestimados y/o minimizados,
dos formas de la injusticia crítica sesgada por protocolos de lectura interesados
más que en analizar la conflictividad de la propia textualidad, en hacerla
entrar forzosamente en el horizonte de posibilidades de lo que se describe como
primer etapa del autor a la que hicimos referencia previamente: “El hombre… se encuentra mucho más
relacionado con las ideas y la sensibilidad que Scalabrini exhibía como
escritor de la joven generación que con las actividades más plenamente
políticas de los años posteriores que, sin embargo, sólo excepcionalmente
dejaron de asumir la forma de intervenciones culturales.” (Cattaruzza y
Rodríguez 2007: 12) Creemos que más que responder a la sensibilidad hegemónica configurada
por la zona liberal del campo intelectual nacional -por la estructura formal
del volumen, como por sus contenidos y por la trayectoria del autor, cuando los
críticos discuten su filiación dentro del linaje nacional y popular-, El
hombre que está solo y espera constituye una
ruptura radical con la corriente europeizante que signó la configuración de las
líneas de interpretación de la cuestión nacional, augurando el
reencuentro de los ensayistas con su propia realidad.
La
complejidad del itinerario de Scalabrini Ortiz
expresa en su mismo devenir las contradicciones y virajes propios del
intelectual y del escritor inserto en la periferia y además, los años ´30 abren
la posibilidad histórica –consecuencia de lo acontecido en el país tras la
gestión nacionalista de Yrigoyen y el retorno al país factoría tras el Golpe de
Estado de 1930- de que los hombres de letras puedan discutir su propia
formación e invertir la herencia liberal de problematizar textos extranjeros
por la de textualizar los problemas del país. En este sentido, El hombre que está solo y espera es un
libro a medio camino entre la sensibilidad y experiencia de un escritor de la
joven generación y las actividades políticas posteriores.
En términos genéricos, el volumen es una síntesis entre el ensayo[5]
y la literatura, escrito a pedido del editor Samuel Gleizer[6],
quien le
propone la confección de una novela sobre el hombre porteño.[7] Se
publica en 1931 con un éxito de venta con pocos precedentes en la historia del
ensayismo en la Argentina: entre diciembre de 1931 y junio del año siguiente
agota sus primeras cuatro ediciones. Vale recordar que Scalabrini Ortiz gozaba en
este período del prestigio que le había proporcionado, entre otras instancias
de consagración[8],
el Segundo Premio Municipal de Literatura. No obstante, el éxito del volumen se
explica por cuestiones vinculadas estrictamente con su propia textualidad. En
primer lugar, El hombre que está solo y
espera, venía a proponer en un momento histórico de profundo pesimismo, una
respuesta fuertemente optimista respecto a la cuestión nacional. En este
sentido, la eficacia interpretativa de su perspectiva argumental inauguró una
táctica de intervención, un modo de interpelación al lector y un nivel de
lengua que diseñó un estilo propio de altísima eficacia persuasiva. Asimismo,
la originalidad de su interpretación sobre la identidad nacional, era enunciada
originalmente desde una mirada argentina y no como era usual desde la
perspectiva extranjera.[9] Como
gran intérprete del ser nacional Scalabrini Ortiz definió zonas de la sociedad
y la historia donde radicaría una verdad nacional enfrentada a la impostura, a
lo falso, importado, simulado: el espíritu de la tierra. Tal impacto tuvo el volumen,
que fue considerado la Biblia porteña, el
libro que los porteños -y por extensión, los argentinos- estaban esperando para
“verse” y definirse a sí mismos, en un momento de inestabilidad política, social,
económica y cultural.
Uno
de los tópicos más recurrentes del libro es el de la traición del intelectual
respecto a las necesidades del pueblo argentino. Sostendrá Scalabrini: “El
intelectual no escolta el espíritu de su tierra, no lo ayuda a fijar su propia
visión del mundo, a pesquisar los términos en que podría traducirse.” (2001: 84)
De esta manera, denuncia la apostasía intelectual y el modo de operar de los hombres
de su generación aliados a intereses foráneos y de espaldas a las necesidades
del país real: “Columbraron la felicidad barata en el incremento numérico de la
población, en la multiplicación de las vías férreas, en la popularización de la
cultura, en el acrecentamiento de los ganados y de los sembradíos. En pocos
años trastornaron la dinámica del país. Se aliaron al capital extranjero y
juntos fundaron pueblos, tendieron ferrocarriles, construyeron puertos,
dragaron canales y diques, importaron máquinas, repartieron tierra y la
colonizaron. En esas procuraciones se atarearon, y desatendieron el espíritu
del país.” (2001:55) Indagará, asimismo, en las causas de la renuncia del
intelectual: en primer lugar, el escepticismo respecto a las posibilidades del
país, la ausencia de una creencia propia: “Es que en la conciencia del
intelectual argentino hay una incriminación que le desasosiega. Son hombres
inseguros de sí, porque han extirpado todos los sentimientos que en ellos
podían alimentar una creencia. Han sido infieles a los miramientos y emociones
nucleares de su infancia, de su adolescencia y de su juventud y quieren
sentirse a sí mismos, constantemente, paladear en todo momento el premio de su
apostasía.” (2001: 83) Y en segundo lugar, y estrechamente vinculada con la
anterior, existe otra causa más profunda y propia de la formación de los
intelectuales en la periferia: el colonialismo cultural. En un país dependiente
piensan los libros extranjeros o escritos por intelectuales colonizados, no el
país: “El conocimiento es una verbalidad, y los hombres que podían metrificar
su voz se irritaban la garganta amaestrando oraciones extranjeras o evaporaban
sus propósitos en un silencio lleno de mañanas que perezosamente se trocaban en
ayeres.” (2001: 35) Y además: “En su obstinación mecánica y geométrica se
olvidaron del hombre. Fueron los más europeos de los criollos. Algunos hay así
todavía, y conspicuos.” (2001: 55) La plataforma ideológica que vertebra el
modo en que los intelectuales piensan y experimentan el país, centrada en la
dicotomía civilización barbarie trocará en Scalabrini Ortiz en la dupla
nacional-antinacional a través de la explicación y del montaje de un tipo de
narración ficcionalizada que motoriza la estructura del texto. La historia cultural
y política argentina no será entonces, la de la lucha entre civilizados y
bárbaros como dicta la razón liberal, sino la pugna constante entre lo nacional
y lo extranjero, o mejor, entre el intento de auto-determinarnos como país
soberano y los impedimentos impuestos por los intereses extranjeros sobre el suelo
argentino. Scalabrini Ortiz será taxativo: “Más una dañosa tentación acecha a
esta juventud, un riesgo la sitia: es la de norteamericanizarse.” (2001: 54) En
esta línea y en el mismo período en que se publica El hombre que está solo y espera, Scalabrini Ortiz sostendrá: “La
palabra cultura debería ser borrada del léxico con que se califican los actos
colectivos. Aquí se abusa de ella. Hasta el último pazguato pachorriento se da
el lujo de interpretar un suceso policial como una manifestación de la
incultura de nuestro pueblo o de denostar con esa misma palabreja cualquier
noble arranque de entusiasmo (…). Hasta los más mesurados y circunspectos
componentes de las cámaras inglesas, se trenzaron a trompadas hace varios días…
Quinientas personas murieron y dos mil cuatrocientas resultaron heridas en los
Estados Unidos durante la celebración del aniversario de su independencia…
Nadie vio en estos hechos un signo de incultura porque la incultura no es
sinónimo de indiferencia, de apatía, de ñoñez, de cobardía… Pero si esos hechos
hubieran ocurrido aquí, los vilipendiadores del pueblo ya se habrían desatado
con toda clase de vituperios y una vez más censurarían acerbamente su
incultura…” (Noticias Gráficas,
8/7/1931, Galasso 2008: 92)
En
este sentido, aún cuando limita su visión -al igual que gran parte de su
generación- a Buenos Aires cometiendo algunos yerros de leso porteñismo
(Galasso 2008), el volumen propugna la constitución de una cultura con rasgos
propios decidida a deshacerse de las herencias europeas que más que contribuir
a conformarla, la obstaculizan: “Nuestro país debe emprender la reconquista de
lo elemental, purgarse de sabidurías” (2001: 75), terminar con “Los lugares
comunes de la moral europea y lo contratado en sociedades vetustas” (2001: 70)
y desarrollar “Esa semilla de una cultura que entre los escombros del pasado,
puja por ser presente” (2001: 70), “Tierra de la elementalidad donde saldrá un
nuevo hombre y una gran cultura” (2001: 24), y más: “Estas no son horas de
perfeccionar cosmogonías ajenas sino de crear las propias. Horas de grandes
yerros y de grandes aciertos en que hay que jugarse entero a cada momento. Son
horas de biblias y no de orfebrerías” (2001: 86), donde los intelectuales
tienen la responsabilidad de: “Inventar nuevos patrones de medición, despojar
al criterio de los engañosos convencionalismos europeos.” (2001: 23)
Es
necesario aclarar, para dar cuenta de la dimensión de lo expuesto, que la
crítica al europeísmo –o mejor: al colonialismo cultural en sentido más amplio
aún porque incluye el rol de las industrias culturales norteamericanas en su
injerencia en la Argentina- es prácticamente inédita en la zona del campo
intelectual del período que transita Scalabrini Ortiz, más cuando su objeto es
la valoración de lo nacional y la desmitificación de los mitos de la cultura
liberal puestos en el espejo de lo que se desea ser: “Todos los sistemas
europeos procuran hacer del hombre un instrumento de relojería” (2011: 151);
“Los norteamericanos, bajo la dirección de Ford, van a erigir una fábrica
gigante para hacer hombres estándar” (200: 133); “De tanto rodar el europeo es
ya un pedrusco sin aristas, un canto rodado del tiempo y de las corrientes
culturales. (…) En cambio, el porteño es original e indeductible.” (2001: 33); “Nosotros somos una asociación espiritualista.
La más bella desde la decadencia de Atenas.” (2001: 132) Más allá de los deslices
que se leen a través de ciertas exageraciones y de argumentos anti-históricos
como el anterior, propios de la formación y del proceso de clarificación
ideológica que está experimentando Scalabrini Ortiz en el período, la mirada
positiva sobre lo propio y sus posibilidades es, reiteramos, insólita en los
años ´30: “Toda la magia de la vida consiste en CREER (…) en atreverse a erigir
en creencias los sentimientos arraigados en cada uno, por mucho que contraríen
la rutina de las creencias extintas.” (2001: 7) En el año 1932, poco después de
haber publicado El hombre que está solo y
espera, sostendrá: “Ahora más que nunca me afirmo en la idea de que somos
la esperanza del mundo. En la agonía de esa portentosa civilización europea
–cuya final decadencia están realizando los norteamericanos- los argentinos y
el grupo de pueblos que nos responden irrumpimos en la historia con un alma
nueva. He ahí el hecho fundamental expresado sintéticamente. Dos poderosas
fuerzas adversas puramente materialistas –Rusia y Estados Unidos- terminarán
con toda la civilización actual. Sólo quedará la esperanza nuestra. Este pueblo
de soñadores, de constructores de ideales, que dará al mundo una nueva
filosofía, un nuevo arte, una nueva religión. Ese es el sentido de mi fervorosa
exaltación nacionalista. No podemos, no tenemos el derecho de malograr esa
esperanza puesta en nosotros.” (Revista
Rivadavia, febrero de 1932, Galasso 2008)
Más,
cuando se advierte que la subordinación cultural es consecuencia de otra, la
económica, que ha generado un sutilísimo aparato ideológico creador y reproductor
de una inteligencia colonial, donde la falsificación histórica es uno de los
ejes del desarraigo cultural. Dirá Scalabrini Ortiz: “El capitalismo extranjero
está en el poder. Quiera Dios que al pueblo no le cueste mucha sangre y
desorganización desalojarlo.” (2001: 95) Su nacionalismo se va consolidando, al
punto que rechaza sus connotaciones reaccionarias y revaloriza el rol de las
masas en la historia: “Solamente la muchedumbre innúmera se parece al espíritu
de la tierra” (2001: 51), dando cuenta de que si todo nacionalismo es
reaccionario como dicta el pensamiento liberal, las masas carecen de
alternativa frente al liberalismo oligárquico, idea que retomará desde las
tribunas de F.O.R.J.A. cuando coadyuve a los forjistas a virar del
antiimperialismo abstracto al antiimperialismo concreto: “Hay que cultivar un
nacionalismo no de superficie y de vistosas apariencias, un nacionalismo no de
feria sino un argentinismo de profundidades, de realidades esenciales. Y para
eso necesitamos desprendernos en absoluto de toda imitación y dependencia
europea, ya en lo espiritual como en lo intelectual. Ser nosotros mismos, con
los vicios y las virtudes inherentes a nuestra estirpe.” (Revista Rivadavia, febrero de 1932, Galasso 2008)
La
eficacia argumental del texto responde, de hecho, a esta capacidad de emitir
certezas sobre lo nacional, paradójicamente, basadas en la mirada de tipo
impresionista que guía los razonamientos. El arquetipo de lo nacional propuesto
en el texto será el hombre de Corrientes
y Esmeralda como expresión del
colectivo social surgido por el proceso inmigratorio que le permitirá dar a
Scalabrini Ortiz, una interpretación optimista e integradora de lo social y que
se construirá a través de la observación directa de las características que
considera propias y diferenciales del argentino: un complejo dispositivo que incluye el tango, el vínculo entre los
sexos, el fútbol, prácticas culturales como las del café, etc. Para Scalabrini
Ortiz: “Es hombre de imposiciones y no de planes, es un hombre fiado en la
certeza del instinto, en sus intuiciones, en sus presentimientos.” (2001: 24) El
arquetipo que permite narrar, además, el relato del desengaño, la soledad y la
expectativa de los hombres de la Década Infame que observan atónitos las
consecuencias sociales de la Argentina agraria y semicolonial atada por sus
clases dirigentes a los intereses del imperialismo británico y norteamericano,
pero que pugnan por legitimar el sentido de la nacionalidad: “Dignifiquemos la
palabra patria. Dejémosla que en el reposo se empape nuevamente del espíritu de
la tierra. El que la enuncie para disimulo de sus intereses personales, el que
la pronuncia como tapujo de sus conveniencias de gremio, de querellas
económicas o en simples discordias entre el capital y el trabajo debe ser
condenado a cien tundas en las nalgas.” (2011: 139)
Meses
después de publicado El hombre que está
solo y espera, Scalabrini Ortiz sostendrá respecto al mismo:“Yo realzaba en
mi libro las virtudes de la muchedumbre criolla y demostraba que su valoración
no debía emprenderse de acuerdo a las reglas y cánones europeos; daba una base
realista a la tesis esencial de la argentinidad, al negar la continuidad de la
sangre quebrada entre nosotros por el imperio metafísico de la tierra y sentaba
la tesis de que nuestra política no es más que la lucha entre el espíritu de la
tierra, amplio, generoso, henchido de aspiraciones aún inconcretadas y el
capital extranjero que intenta constantemente someterla y sojuzgarla.” (Galasso
2008) Más, su edición acontece poco después del Golpe de Estado, momento en que
Scalabrini Ortiz se aparta radicalmente de la maquinaria oligárquica de
constitución de prestigios en el camino de asunción de su rol como intelectual
nacional: “En 1930, yo había alcanzado el
más alto título que un escritor puede lograr con su pluma: el de redactor de La
Nación, cargo que renuncié para descender voluntariamente a la plebeya arena en
que nos debatimos los defensores de los intereses generales del pueblo. Tenía
entonces treinta y dos años.” (Carta a un lector publicada en Qué en 1957, Galasso 2008: 64) Se decide
a romper su auspiciosa carrera literaria y comienza a investigar los mecanismos
de dominación semicolonial sobre el país. El tránsito de las letras a la
política, lo llevará al exilio en Italia y Alemania donde comenzará a dar a luz
Política británica en el Río de
la Plata. En las primeras hojas de este libro había escrito: “El imperialismo
económico encontró aquí campo franco. Bajo su perniciosa influencia estamos en
un marasmo que puede ser letal. Todo lo que nos rodea es falso o irreal. Es
falsa la historia que nos enseñaron. Falsas las creencias económicas con que
nos imbuyeron. Falsa las perspectivas mundiales que nos presentan y las
disyuntivas políticas que nos ofrecen. Irreales las libertades que los textos
aseguran. Este libro no es más que un ejemplo de estas falsías.” A su regreso a
la Argentina en 1934, se sumará a F.O.R.J.A. Las editoriales comenzarán a desestimarlo
y lo silenciarán los Medios gráficos:
“El
silencio es un arma tan eficaz como la ley, cuando se maneja con habilidad. El
silencio es mortífero para las ideas. El silencio abate toda pretensión de
autonomía, coarta la inventiva, impide el análisis, sofoca la crítica, detiene
el mutuo intercambio de pensamientos, en que un pensamiento colectivo puede
llegar a concretarse.” Su compromiso con la Causa Nacional y con la Revolución Justicialista
en los años ´40 merecen un tratamiento aparte. También su fuerte activismo
político e intelectual posterior a la vuelta al poder de la oligarquía tras el
año 1955. En esos días aciagos para el país, en una esquina y al encuentro con
su amigo Leopoldo Marechal, dirá: “Hay
que empezar a hacer todo de nuevo. Todo otra vez...” Era el hombre que
había vislumbrado la soledad de los argentinos que en los años ´30 esperaban el
encuentro con una causa colectiva y con un conductor que se produciría con el
Peronismo. El hombre que seguiría batallando sin cuartel hasta sus últimos días
junto a un Pueblo que ya no estaría solo ni a la espera, sino en la lucha
constante y mancomunada por la Liberación Nacional. Camino que seguimos
transitando en la actualidad, guiados por Scalabrini Ortiz y por tantos
patriotas que dieron su vida por la defensa del patrimonio nacional.
Bibliografía citada
Cattaruzza,
Alejandro y Rodríguez, Fernando (2007). “Una vez más, El hombre que está solo y espera”. En El hombre que está solo y espera. Una biblia porteña. Buenos Aires: Biblos. 9-32. Galasso, Norberto (2008). Vida de Scalabrini Ortiz. Buenos Aires:
Colihue
Galasso, Norberto. (2008). Vida
de Scalabrini Ortiz. Buenos
Aires: Colihue
Hernández Arregui, Juan José.
(2003). La formación de la conciencia nacional.
Buenos Aires: Peña Lillo y Continente.
Sarlo, Beatriz
(1988). “La imaginación histórica.” En Una
modernidad periférica: Buenos Aires, 1920 y 1930. Buenos Aires: Nueva
Visión. 206-246.
Saítta, Sylvia
(2007). “Una biblia porteña: El hombre
que está solo y espera de Raúl Scalabrini Ortiz”. En El hombre que está solo y espera. Una biblia porteña. Buenos Aires: Biblos. 143-158.
Scalabrini
Ortiz, Raúl (2001). El hombre que está
solo y espera. Buenos Aires: Plus Ultra
Scalabrini
Ortiz, Raúl (2007). El hombre que está
solo y espera. Una biblia porteña.
Buenos Aires: Biblos.
(Nota bibliográfica: Iciar Recalde
es Licenciada en Letras (UNLP). Realiza su Doctorado en Letras en la UNLP con beca de CONICET. Es Profesora de
Literatura Argentina del Siglo XX, de Sociología de la Cultura Latinoamericana
en la Universidad Nacional de La Plata y del Seminario de Posgrado de Pensamiento Nacional en la Universidad
Nacional de Misiones. Forma parte del Centro de Estudios Juan José
Hernández Arregui. Es coautora de Universidad y Liberación Nacional. Un estudio de la Universidad de Buenos Aires
durante las tres gestiones peronistas 1946-1952; 1952-1955; 1973-1975; y autora de Intelectuales y país en la antesala
neoliberal: Morir con Rodolfo Walsh para resurgir desandando caminos y de varios
artículos sobre literatura, crítica literaria, estudios culturales y
Pensamiento Nacional en diversas revistas especializadas y de divulgación)
[1] Nos referimos a los trabajos
específicos de crítica literaria que acompañan la única edición anotada del
volumen: Scalabrini Ortiz, Raúl, El
hombre que está solo y espera. Una biblia porteña, Biblos, 2007. Se trata del Prefacio, “Una vez más, El hombre que está solo y espera”, a
cargo de Alejandro Cattaruzza y Fernando Rodríguez y del Posfacio, “Una biblia
porteña: El hombre que está solo y espera
de Raúl Scalabrini Ortiz”, por Sylvia Saítta. Desde protocolos de lectura
similares, incluimos además el trabajo de Beatriz Sarlo, “La imaginación
histórica”, en Una modernidad periférica:
Buenos Aires, 1920 y 1930, Buenos Aires, Nueva Visión, 1988.
[2] Juan José
Hernández Arregui establece que la iniciativa originaria fue de Arturo
Jauretche, quien convocó a varias figuras intelectuales y políticas del período
-Manuel Ortiz Pereira, Gabriel del Mazo, Homero Manzione, Gutiérrez Diez, Juan
B. Fleitas, David de Ansó, Félix Ramírez García, Luis Dellepiane, entre otros-
con el objetivo de crear una Agrupación para enfrentar el funcionamiento del
sistema político del período caracterizado por el fraude electoral, la
extranjerización de la economía nacional y las extremas desigualdades sociales
promovidas durante la denominada por José Luis Torres como Década Infame. Denunciará FORJA el accionar del Imperialismo
británico y la situación semicolonial en la que se encontraba la Argentina
derivada de éste. El nombre, ideado por Arturo Jauretche, tuvo su origen en una
frase de Yrigoyen que establecía que: “Todo
taller de forja parece un mundo que se derrumba.” Raúl Scalabrini Ortiz, a
pesar de ser uno de los principales orientadores de F.O.R.J.A., no se afiliará
por sus diferencias con la UCR hasta el año 1940, momento en que se levante la
condición de ser partidario radical para ser miembro de la Agrupación. Hacia
febrero de 1943, se distanciará de la actividad política de F.O.R.J.A., para dedicarse exclusivamente a
la investigación y a su labor de escritor. (Hernández Arregui 2003: 225)
[3]Con las “vanguardias” de los años ´20 sucede lo mismo
que con las diversas modas estético/teóricas importadas al país desde las
metrópolis: dan cuenta de la situación de dependencia de nuestros escritores a
lo largo de la historia literaria nacional. Echeverría importa el Romanticismo,
Borges el Ultraísmo español, Castelnuovo el Realismo Socialista ruso, Cortázar
el Surrealismo francés… Curiosamente, acá florecen estas copias estéticas
cuando perecen totalmente es sus países de origen y cuando se agotan los
modelos sociales y/o las cuestiones políticas que las originaron. En su
contexto de surgimiento europeo, las vanguardias acompañaron movimientos
políticos de cambio en las estructuras sociales de cada uno de sus países.
Trasplantadas a la Argentina, perdieron totalmente el cariz material real y se
debatieron en el terreno del esteticismo puro o el debate ideológico más o
menos colonizado. La
polémica entre Boedo y Florida fue la respuesta literaria de los crecientes
antagonismos sociales que dividían la Buenos Aires posterior al Centenario, sin
embargo, ambos grupos fueron subsidiarios del pensamiento de la metrópoli y se
debatieron en la supuesta partición de los planos estético/político. Florida
reunió a los escritores voceros de la oligarquía y Boedo representó una de las
expresiones de la literatura de izquierda en Argentina, tan extranjerizante
como Florida, pero que sirvió como precedente de posiciones nacionalistas y
populares que recién veremos operar en el país tras el reposicionamiento que
genera el Golpe de Estado del año 1955 en el campo de la cultura nacional.
[4]Año en que se
clausura la Revista tras los conflictos políticos abiertos entre sus
integrantes por la constitución del Comité yrigoyenista de Intelectuales
jóvenes. El apoyo abierto al viejo Caudillo rompe el frente interno de Martín Fierro. Forman parte del Comité
Borges, Marechal, González Tuñón y Girondo, entre otros. Curiosamente,
Scalabrini Ortiz brilla por su ausencia. Recordemos que el Director de la
Revista, Evar Méndez, era asesor de Alvear. Vale aclarar además que, visto a la luz del devenir nacional, los escritores
vinculados en términos de clase a la oligarquía, fueron más consecuentes con el
país que la izquierda de cuño liberal
que no se esforzó por entender los rasgos de nuestra política y del Movimiento
Nacional y operó en función del Golpe de Estado que dio por tierra con el
Radicalismo en 1930.
[5]
El Ensayo es un género que reflorece
en épocas de crisis. Sin ir más lejos, resta repasar la producción ensayística
en nuestro país tras los Golpes de Estado de 1930 y de 1955. Por mencionar
únicamente dos casos: El
hombre que está solo y espera es éxito de venta en 1931, pero también
best-seller en 1964. Los profetas del
odio (1957) y El medio pelo en la sociedad argentina (1966) de
Arturo Jauretche cobran inusitado interés en sus contextos de producción.
[6] Gleizer había
editado La Manga. Scalabrini Ortiz recuerda,
en un reportaje radial emitido en 1931, que el ofrecimiento del editor respondió
a motivos principalmente económicos tras haber sido despedido de Noticias Gráficas. En el colofón del
volumen ya editado, Scalabrini Ortiz reconocerá la deuda: “Este libro, que compendia los sentimientos que yo he soñado y
proferido durante muchos años en las redacciones, cafés y calles de Buenos
Aires, fue vivido durante los treinta y tres años del autor y escrito en un
mes, setiembre de 1931, a instancias amistosas de don Manuel Gleizer.”
[7]
En el
reportaje citado previamente, Scalabrini recuerda haber expresado respecto al
carácter literario requerido por el editor: “No,
don Manuel. Noto que algo me falta aún para que la novela esté madura en mi
conciencia. Voy a esperar unos meses más. Pero si usted quiere, le escribo un
estudio sobre la vida porteña que ya tengo anotado y preparado y no hay más que
redactar. Es un trabajo que va a gustar y en el que por primera vez se
intentará dar un esqueleto a esta invertebrada vida de Buenos Aires.” Un
capítulo que conformará El hombre que
está solo y espera, había sido publicado previamente como relato en el
volumen Cuentistas argentinos de hoy (1921-1928) de la Editorial Claridad en 1928. Sin embargo, el interés
ficcional del autor irá cediendo lugar al ensayismo.
[8]Además ya era conocido por La Manga y por los lectores del periodismo masivo y comercial de la
década del ´20. Su firma y sus opiniones vertidas en encuestas, reportajes y
comentarios bibliográficos aparecen asiduamente en muchas de las publicaciones
del período. Publica algunos cuentos en El
Hogar, colabora en Carátula, La Argentina, El Diario de Paraná, La República, La Gazeta del Sur,
Pulso, Claridad, El Mundo, La Vida literaria, etc.
En 1928 ingresa a La Nación con una columna que se titula “A
través de la ciudad” que, a partir de 1929 pasa a titularse “Entrevistas reales
e imaginarias.” Desde 1929, y por solicitud de León Bouché, director de El Hogar, reemplaza a Nicolás Coronado
en la página de crítica teatral.
[9] Si hasta este momento eran los viajeros extranjeros
quienes proveían las líneas de interpretación de lo nacional, el mérito de
Scalabrini Ortiz radicaba en proveer una definición del ser nacional desde el
interior mismo de la argentinidad. Ver al respecto “La gota de agua.”
martes, 15 de julio de 2014
El factor “desde”
por Juan Carlos
Kreimer
Un alumno de una escuela nocturna, interpretado por Carlos Carella, le pregunta a la maestra: “Si la Tierra es redonda y gira permanentemente... ¿por qué no nos paramos nosotros arriba y obligamos a los europeos y norteamericanos a caminar cabeza abajo?” Norberto Galasso recordó esta escena de la película El rigor del destino, de Gerardo Vallejo, cuando le pedimos con Nerio Tello que nos supervisara el original de Pensamiento nacional para principiantes. La cosmovisión de Jauretche hace pie en esa imagen, siguió Galasso. Lo nacional es simplemente lo universal visto por nosotros, abordar los problemas viendo el mundo desde aquí, desde nuestras propias especificidades.
Nunca había evaluado hasta qué
niveles el “desde” qué lugar observamos, es capaz de determinar el destino de
ese lugar y el de su gente. Algo similar pasa con las palabras que usamos para
nombrar determinados hechos. El uso de la palabra “descubrimiento” referido al
desembarco europeo del 12 de octubre de 1492, implica aceptar el punto de vista
de los descubridores. Del mismo modo, tendemos a ver el planeta desde una
convención creada en un observatorio británico que hace pasar el meridiano cero
por un suburbio londinense. Desde esa óptica, hacia un lado es Oriente, hacia
el otro, Occidente; y allá abajo, los suburbios del mundo. Nosotros, los países
soberanos; ustedes los países sin historia (o ignorada por nosotros), nuestras
colonias. Esa perspectiva imperial –el
pensamiento colonial ocupando el lugar del pensamiento nacional– coloniza la
mente de los colonizados –económica, política y culturalmente–, y nos hace ver
la globalidad con los ojos de los así llamados países centrales, no desde el
lugar donde apoyamos los pies. Independientemente de los usos, abusos y desusos
que se puedan hacer de estas ideas originadas en el sentido común, las
formulaciones de Jauretche, sus lecturas de la realidad y, en especial sus
pedidos de que nos “avivemos” de una vez por todas, constituyen la base más
sólida sobre la que se puede empezar (o volver, si tomamos algunos contados
ejemplos de nuestra historia) a “pensar en nacional”.
Quizá, para algunos, como
perspectiva puedan parecer anticuadas e insistan en que es imposible vivir
aislados, nos quedaríamos muy atrás (Jauretche agregaría este argumento a su
lista de zonceras criollas). No “pensar en nacional” nos ha colocado en una
condición de inferioridad y, al mismo tiempo, afianzó nuestra dependencia.
Dependencia al modelo que nos tiene a su servicio, cabeza abajo y en el mejor
de los escenarios nos tira algunos huesitos electrónicos para hacernos creer
que formamos parte de esa globalidad. A la fórmula materias primas + mano de
obra barata ahora le han sumado otro término: carne de mercado, y por no quedar
afuera más que por necesidad, compramos sin parpadear. Hoy, que el mundo se cae a
pedazos, las zonceras argentinas que con tanta sensatez contabilizó Jauretche
deberían devolvernos a las reflexiones más básicas. A las que a lo largo de la
historia de la humanidad hombres y mujeres nos hicimos cada vez que pudimos
sacar la mirada de lo inmediato: el sentido de la vida, el amor, el odio...
Para qué hacemos lo que hacemos, qué estamos sembrando, ¿un crecimiento basado
en el consumo? ¿Consumir para que se pueda seguir produciendo? En lo colectivo, salirnos de esa
rueda para hamsters produce temores similares a los que percibe cualquier
empleado que abandona (o quiere abandonar) la dependencia: fin de la sensación
de protección que da estar bajo el ala de quien da trabajo y asegura la paga
mensual. Los que atravesamos esa barrera y pasamos a ser autónomos sabemos que
la realidad se ve distinta de un lado y del otro. Y que exige, primero, un
reajuste mental: olvidarse de la seguridad (relativa) del salario y aprender a
contar y arreglártelas solo con esto: lo que hago, lo que obtengo, lo que
doy... sustraernos por un instante del
concepto de crecimiento económico, considerado la madre de todos los
crecimientos, y volver a la idea del trabajo como un don hace que la relación
misma con el trabajo sea lo que modifique las reglas. Dejar de pedirle al
trabajo que nos dé y darle lo mejor de nosotros. Esto crea una energía
imparable, que unifica a quienes lo practican e imprime a lo que se haga un
sentido mayor que el meramente productivo.
Tal vez lo que Jauretche,
Scalabrini Ortiz, Hernández Arregui y tantos que les pusieron (y ponen) el
cuerpo a estas ideas quieren decirnos es que sólo “desde” esta actitud de
servicio podemos recuperar la fuerza –la dignidad– necesaria para
descolonizarnos mentalmente, construir la unidad que nunca logramos como país
(salvo en los mundiales de fútbol) y abandonar la zoncera-paradigma: que “lo
nacional” de los países dominantes “es” lo universal. No. Pensar en nacional
significa ver a los demás países y relacionarnos con ellos, desde nuestra
perspectiva, nuestras necesidades, nuestros potenciales. No llegar
a ser como ellos por parecernos sino por animarnos a explorar, desarrollar y
ser felices llevando adelante lo que nos ha sido dado. En un mundo patas para
arriba, quién no te dice que desde esa posición podamos volver a levantar la
mirada más allá de una buena cosecha.
Las cadenas del endeudamiento. FORJA y la deuda externa
por Juan Godoy
En nuestra intención abordar en estas líneas el análisis que realiza la Fuerza de Orientación Radical de la Joven Argentina (FORJA), acerca del endeudamiento externo. Acerca de cuál es realmente el papel que se pretendió y se pretende con el mismo. En este sentido, FORJA analiza el primer empréstito contraído por nuestro país, como demostración de los mecanismos que se valen los países colonialistas y/o imperialistas para sojuzgar a los pueblos. El lector sabrá apreciar, en estas breves líneas, que la senda que nos marca el pensamiento nacional sigue absolutamente vigente.
Brevemente, FORJA fue una agrupación surgida como una ruptura al interior del Radicalismo. Este Movimiento nacional amplio contenía en su seno sectores propulsores de un proyecto nacional-popular, y al mismo tiempo sectores fuertemente conservadores, y como este puñado de muchachos considera que el Movimiento nacional no puede estar conducido (aunque sí pueden formar parte), los sectores conservadores, y ante la entrega de las banderas más consecuentes del yrigoyenismo que hace el alvearismo, dan nacimiento a esta Agrupación, que también viene a denunciar (por primera vez en forma profunda y sistematizada sostiene Hernández Arregui), la injerencia del imperialismo británico en nuestro país. En un sótano de la Ciudad de Buenos Aires surge FORJA que grita: “SOMOS UNA ARGENTINA COLONIAL: QUEREMOS SER UNA ARGENTINA LIBRE”. En este sentido examinan la cuestión de la deuda externa que más que como posibilidad de desarrollo “ha operado como un instrumento de saqueo y sumisión semi-colonial. En tal sentido ha sido un personaje permanente de nuestra historia, oculto, a veces, de prepotente presencia, en otras oportunidades” (Galasso, 2008: 13), o bien como sostiene uno de las principales denuncias en la pluma del patriota Alejandro Olmos: “esa deuda es, pues, el común denominador de la desgracia de América Latina (…) La deuda debe ser un problema convocante en esta hora trascendental del destino latinoamericano (…) es clave para un replanteo de la lucha política en los países deudores. Porque la solución es política y no económica” (Olmos, 2004: 82-84). Pero vayamos con los forjistas, y el comienzo de esta historia infame de la deuda. En la pluma y voz de Raúl Scalabrini Ortíz será, sobre todo, que FORJA enjuicie el endeudamiento externo. Así, Scalabrini demuestra que nuestro país no cayó en el endeudamiento por necesidad, o por debilidad, sino más bien por astucia, y penetración del colonialismo o imperialismo británico, en complicidad con la oligarquía local. La deuda no se contrae por necesidades fiscales (que ya estaban cubiertas, y es más arrojaban superávit). También deja de lado los argumentos que pretenden el no reclamo de la soberanía nacional ante los usureros imperiales por temor a las condenas del capital trasnacional. Es “el pasado, de donde arranca el paulatino sometimiento argentino, así enderezado en su realidad efectiva, servirá a la obra de manumisión nacional” (Scalabrini Ortíz, 2012: 323)
FORJA analiza profundamente el primer empréstito para demostrar el mecanismo que utilizan las potencias, por eso que “para muestra basta un botón”. De esta manera cuenta que de nuestro primer empréstito contraído con la Casa Baring Brothers por 1 millón de libras esterlinas (parte de los diez empréstitos hechos por Inglaterra entre 1822-1826 por casi 21 mil millones de libras en nombre de las colonias españolas), llega al país un monto muchísimo menor. El empréstito aparece así como una imposición. Las investigaciones dicen que poco más que la mitad es lo que tendría que haber llegado al Rio de la Plata, no obstante esa suma no llega en metálico, Scalabrini sostiene que han llegado unas 140 mil libras esterlinas, casi 120 mil en letras, y el resto en oro, y es más el empréstito sostiene el forjista sirve como desbloqueo a las utilidades de los comerciantes británicos en la ciudad-puerto (Scalabrini Ortíz, 2001). ¡El resto solo Dios, la burguesía comercial entreguista y los financistas británicos sabrán! Afirma Scalabrini: “el primer empréstito argentino no fue más que un empréstito de desbloqueo, un modo de transportar en forma permanente las ganancias logradas por los comerciantes ingleses en las orillas del Río de la Plata. Es decir, que ese primer empréstito representa una riqueza que se llevó de la Argentina a Inglaterra, no una riqueza inglesa que se trajo a la Argentina. Ésta es la interpretación más favorable a Inglaterra (…) Lo más desfavorable linda con la brutal denominación de coacción y aun de estafa internacional” (Scalabrini Ortíz, 2012: 324-325) Este es el “precio” por el reconocimiento de nuestra independencia. Es de recordar que recién para principios del siglo XX se termina de pagar el empréstito, llegando a pagar entre cinco y ocho veces más (es decir 8 millones libras esterlinas). ¡Una estafa! No hay negocio, o más bien hay negocio para pocos. Rememoramos, pedimos 1 millón de libras, se sabe que llegaron 140 mil (la mayor parte en letras), se cree que llegaron algunas más (como desbloqueo), y se pagó cerca de 8 millones de libras. Lamentablemente debemos decir que es “moco de pavo” con lo que va a venir más tarde (sobre todo con la última dictadura cívico-militar, y la segunda década infame). Sumado a todo esto debe considerarse que “monstruosas y vejatorias, tal es efectivamente la adjetivación que merecen las garantías del empréstito de 1824 (…) las tierras públicas han quedado hipotecadas, es decir, afectadas, por el mismo acto (…) Desde el 1º de julio de 1824, la tierra pública argentina sólo era argentina en cuanto a su ubicación geográfica.” (Ibídem, 336-337)
Pero nuestra intención, como la de FORJA no es abrumar con datos, sino ir a la estrategia de sometimiento que denotan éstos. FORJA considera que el endeudamiento de los países coloniales o semi-coloniales corresponde a un cambio de método de sometimiento de las potencias luego de nuestros procesos independentistas. Antes las armas, ahora la penetración económica, “el imperio británico usará métodos nuevos en el transcurso del siglo XIX. Conseguirá tributos de riquezas, de productos, de trabajo, merced a la habilidad. Sólo usará la fuerza para destruir unidades muy resistentes o conductores muy precavidos (…) La primera arma de dominación económica es el empréstito”. (Ibídem, 329-330) Rechazados los británicos en 1806-1807 buscarán otro camino para someter a nuestro país. Recordemos que el imperialismo seguirá utilizando la fuerza, lo que será oportunamente denunciado por FORJA, por ejemplo cuando la Batalla de la Vuelta de Obligado, o con la ocupación de Nuestras Islas Malvinas en 1833. ¿Había otro camino se pregunta Scalabrini? y se responde que sí, y encuentra un ejemplo claro. Mientras Mitre en nuestro país transfiere la deuda de la Provincia de Buenos Aires al Estado Nacional, y contrataba un empréstito de 2,5 millones de libras esterlinas con Gran Bretaña del cual llega menos del 70%, el Mariscal López en el Paraguay desarrollaba fuertemente desde el Estado un país autónomo, construía astilleros, la primera línea férrea sudamericana, altos hornos de acero, etc. es decir se desarrolla industrialmente, llega a ser el país más desarrollado de Sudamérica, y cuando se endeuda por 1 millón de libras esterlinas… Luego de la Guerra de la Triple Infamia, y que El Mariscal López muera con su patria en Cerro Corá. De dicho empréstito indica el forjista, no llegó un peso a Paraguay (1). En fin lo que se busca es detener la posibilidad de desarrollo, dejar al país deudor en el primitivismo agropecuario, “el único resultado visible y comprobable del empréstito fue el de retener el desarrollo de los pueblos, que es posiblemente el objetivo primordial de la diplomacia inglesa: detener el progreso de los pueblos”. (Ibídem, 333) Asimismo se busca imponer condicionamientos ante la imposibilidad de pagar. Este estrategia no es el otorgamiento de un préstamo que luego el país deudor puede saldar en varios años con algunos intereses, pero que invertido de forma tal termina generando más riqueza. La lógica es el endeudamiento de forma tal que los países deudores no puedan hacer frente a los mismos, sean deudores y pagadores continuos. La deuda es entonces un peso enorme a los países coloniales y/o semi-coloniales que no los deja desarrollarse, y el drenaje es tal que complica incluso la continuación del pago de los mismos “préstamos”. Así, los forjistas ya en la década del ’30, nos advierten que el endeudamiento con los organismos, bancos y/u organismos del imperialismo no tienen como objetivo el desarrollo nacional, sino más bien imposibilitar el mismo, de esta forma actúa como una forma más de encadenamiento de los países imperiales en relación a los oprimidos. En los forjistas es claro que seguir pagando para continuar debiendo cada vez más no es el camino. De esta forma, la salida posible es romper el esquema de expoliación, y así avanzar en la liberación nacional, ruptura solo posible en el marco de la Patria Grande.
Bibliografía
Cuadernos de Fuerza de orientación radical de la joven argentina (FORJA). Re-edición facsimilar. Jaramillo, Ana (Comp.). (2012). Cuadernos de FORJA. Buenos Aires: Ediciones de la UNLA/Colección Pensamiento Nacional.
Galasso, Norberto. (2008). De la Banca Baring al FMI. Historia de la deuda externa Argentina. Buenos Aires: Colihue.
Hernández Arregui, Juan José. (2004). La formación de la conciencia nacional. Buenos Aires: Peña Lillo (Continente).
Olmos, Alejandro. (2004). Todo lo que quiso saber sobre la deuda externa y siempre se lo ocultaron. Quiénes y cómo la contrajeron. Buenos Aires: Peña Lillo: Continente.
Scalabrini Ortíz, Raúl. (2001). Política Británica en el Río de La Plata. Buenos Aires: Plus Ultra
[1] Destacamos que estos trabajos de Scalabrini Ortíz que tomamos son anteriores al peronismo, durante el cual la deuda externa llega a ser igual a 0 (cero). Sí rescata Scalabrini la política de Juan Manuel de Rosas, quien “supo volver contra las pretensiones inglesas el arma del empréstito, interesando a los tenedores de bonos y banqueros ingleses en el levantamiento del bloqueo establecido en el Río de la Plata por la flota de Gran Bretaña (…) pero en esta cadena de humillaciones es un pequeño punto luminoso, cuya perspectiva puede aclarar nuestro futuro”. (Scalabrini Ortíz, 2012: 348)
El fútbol, una alegría mundana
por Alberto Buela
No existe ningún
otro acontecimiento en la Tierra ni en el mundo que convoque tanta cantidad de
personas y que conmueva toda la vida del planeta como el mundial de fútbol cada
cuatro años. Este es el hecho
bruto y cierto: la vastedad de la repercusión. ¿Qué podemos decir desde la
filosofía sobre semejante conmoción?
El fútbol ha
reemplazado desde la segunda mitad del Siglo XX y en lo que va del XXI a la guerra en gran escala. La FIFA con 209 miembros
tiene más países afiliados que las Naciones Unidas, con 193. Los seleccionados
representan a las Naciones y no a los equipos de los países de donde salen los
jugadores. Los colores de las camisetas, en general, están vinculados a los
colores de las banderas o a la coloratura histórica de los países. Así
Argentina lleva la camiseta celeste y blanca, Brasil la verde amarilla, pero en Europa va más atrás de las banderas.
El fútbol es representado por los colores nacionales, así a Inglaterra el color
blanco o España el rojo, Alemania el plateado (como el color de la Mercedes
Benz), Francia el blue, e Italia el
azzurro (azul claro) que son los colores históricos que les pertenecen. Ese gran politólogo
que es nuestro amigo, Horacio Cagni, nos observó: El fútbol simula una batalla con dos equipos enfrentados, sus capitales,
corazas y soldados. Fijate que las
camisetas (corazas) a rayas son más permeables a la derrota que las lisas,
porque entre líneas, dejan lugar para pasar (herir). O ese gran
ocurrente oriental que es Eduardo Galeano cuando observa: el fútbol se parece a Dios, tiene la devoción del pueblo creyente y la
desconfianza de los intelectuales. Nuestro maestro
José Luís Torres, el fiscal de la Década Infame, sostenía que: el fútbol es el partido del imperialismo y
por algo ha sido un invento inglés. Dante Panzeri, ese
gran observador del fútbol, afirmó: en esta
dinámica de lo impensado, un hombre puede ser infiel a su mujer pero nunca a su
camiseta o casaca. El Papa Francisco
acaba de señalar que en la práctica del fútbol se deben observar tres
comportamiento esenciales: entrenamiento,
juego limpio y respeto a los adversarios. Es decir, estamos
ante un fenómeno que fue pensado desde muchos ángulos pero que ninguno termina
de comprender del todo. El muy buen
filósofo brasileno, Nilo Reis, de Feria de Santana observa con agudeza: Eu
jamais acreditei neste time. Aliás, considero-me apenas tricampeão. Os dois
últimos títulos não foram conquistados com Arte, apenas com estratégia de
"retranca". Lo que quiere decir que hay que
distinguir entre el fútbol como jogo
bonito del fútbol industrial y especulativo que se juega ahora.
Pero
indudablemente, y más allá de todas estas válidas opiniones, este inmenso
fenómeno masivo, tanto por su práctica mundial como por los espectadores desde
los lugares más recónditos del planeta, algo nos está diciendo: Qué el hombre necesita desatar alegrías, no
solo personales sino masivas. Si Ortega y Gasset
viviera diría que es el deporte predilecto del hombre-masa, y no estaría errado. Lo que ha sucedido en este último
tiempo, sobre todo con la entrada de Internet, es que ya no es sólo el burgués,
a que él ser refería, sino que es el pueblo llano en su conjunto el que
participa hoy del juego. Pero esta alegría
de que hablamos está vinculada a la distensión
de la voluntad y de la obligación a que nos ha llevado la sociedad de
consumo: trabajar pagar cuentas y tarjetas de crédito. Es como un parate, como una puesta entre
paréntesis, como una epojé del diario
trajín. Claro está, ya no existe más el domingo como el día del Señor donde no
se trabajaba para honrar su gloria. Ese domingo al que llegábamos limpios pues
nuestros padres nos obligaban a bañar y asearnos. Obvio que la fiesta
del fútbol mundial cada cuatro años tiene sus sacerdotes (los jugadores), sus
acólitos (los entrenadores y técnicos), sus misas (los partidos), sus réprobos
(los que muerden o lastiman), sus santos (los grandes jugadores) y sus
feligreses (los hinchas, torcedores, hooligans o tifossi). Pero a diferencia
de la Iglesia que propone una felicidad ultramundana, la iglesia futbolera
propone una felicidad mundana, sin un más allá. Es decir con una conciencia de
la banalidad o el pasar de las cosas, porque dentro de cuatro años, otro puede
ser el rey, el salvador, el héroe. Hay en este aspecto algo de la mentalidad
estoica romana de alegrase con los hechos hilaritas
animi, pero al mismo tiempo aceptar los hechos, cuando nos son contrarios. Todo
perdedor que pierde luchando, es un ganador: Chile llega como triunfador y
perdió, México lo mismo, Costa Rica igual.
En realidad el
fútbol se ha transformado en una reacción ante la civilización ilustrada de
estos últimos doscientos años que no ha hecho más feliz a la humanidad sino,
antes bien, más desdichada. Es que el desarrollo tecnológico y financiero ha transformado al mundo en usufructo y
beneficio para unos pocos, y al hombre del pueblo le cuesta mucho arrancar lo
que necesita para vivir con su duro trabajo a una naturaleza cada vez más pobre
y rebelde. El fútbol le da un
respiro a sus pesares cada cuatro años. Es que el hombre
(varón y mujer) ha pasado por distintas etapas en estos últimos siglos. Así, de
la vieja noción de calidad, a la que se llega por la fortuna o la educación (comienzo
de la modernidad), a la de mérito o esfuerzo (revolución industrial) a,
finalmente, la capacidad de consumo o shopping.
Y hoy en las canchas de fútbol, son más los que están fuera que adentro de los shoppings.
Cuando los
seleccionados llegan vencidos a sus respectivos países, si han perdido luchando
se los recibe como héroes (hasta los Presidentes se sacan fotos con ellos) y si
han perdido mal, por haber jugado mal, son casi considerados traidores a la
patria (recuerdo aun cuando el seleccionado argentino llegó a Ezeiza en 1958,
que se lo recibió a monedazo limpio). Pero, ¿Qué encierra
esta cita mundial del fútbol cada cuatro años, como una especie de eterno
retorno de lo mismo, para hablar como Nietzsche? En primer lugar que la alegría, ese sentimiento de placer que
se siente ante una satisfacción o hecho favorable, necesita renovarse cada
tanto. No existe la alegría permanente. Luego, lo efímero y banal de las
cosas de este mundo. Es una alegría que no exige responsabilidad por parte del
pueblo o del que se goza. Posteriormente, la necesidad de la acclamatio universal compartida, como
un: aquí estamos nosotros los hombres
comunes (uomo qualunque). Y, finalmente, poder proclamar en forma masiva
como Schiler en su himno: todos los
hombres han nacido de la alegría y a la alegría vuelven. En una sociedad
desacralizada, queda esto como el último grito mundano, de una muerte sin más
allá.
Cuaderno N° 15: 10 Cuestiones para entender el conflicto entre Israel y Palestina
10 CUESTIONES PARA COMPRENDER EL
CONFLICTO ENTRE ISRAEL Y PALESTINA
ARITZ
RECALDE
INTRODUCCIÓN
“Sólo
le pido a Dios que la guerra no me sea indiferente, es un monstruo grande y
pisa fuerte toda la pobre inocencia de la gente.”
León Gieco
El objetivo del
presente Cuaderno es uno sólo: contribuir a la paz.
Partimos de un
supuesto: la guerra actual de Israel contra Palestina prolonga la inestabilidad
política, económica, cultural y social de la Región, conduciendo las relaciones
entre las partes a un destino de confrontación sin salida. Ante esta realidad y
después de casi 120 años de la aplicación del Proyecto Sionista por parte de la
dirigencia hegemónica del pueblo judío, puede concluirse que éste lejos de
terminar con el enfrentamiento, lo profundiza. En este marco, difícilmente
judíos y palestinos donde quiera que habiten puedan convivir, continuando esta
política de guerra, enfrentamiento y exterminio. Asimismo, es innegable que el
terror ejercido por el Estado de Israel genera no sólo el rechazo en la
comunidad árabe víctima directa de las acciones, sino que además produce un
sentimiento de marcada enemistad con el pueblo judío a lo largo del Planeta,
adscriba o no al Sionismo. Si el objetivo de Israel es la seguridad de su pueblo,
con su política terrorista fomenta por el contrario que su población viva en un
estado de inseguridad y de guerra permanente. Consideramos oportuno reiterar que
no hay acuerdo de paz posible sin la asunción de las responsabilidades de las
partes directamente ligadas al conflicto. Asimismo, pensamos que un acuerdo
para la paz en la Región debe involucrar la intervención de los Jefes de Estado
y de las Organizaciones Libres del Pueblo, no importa la nacionalidad o la
afiliación partidaria de cada una de ellas. Si la colectividad internacional no
discute y actúa en consecuencia, atendiendo las alternativas en el mediano y
largo plazo, vamos hacia un camino que conduce al abismo al pueblo palestino.
Además, la inacción de medidas concretas en la actualidad por parte de la
comunidad internacional, prolonga la inestabilidad e inseguridad indefinida
entre los miembros de la comunidad de judíos de Israel y del resto del Mundo.
Interesa ofrecer al
lector un esquema conceptual de diez variables o cuestiones centrales para
comprender el bombardeo actual de Gaza y los enfrentamientos constantes entre
Israel y Palestina de las últimas décadas. Las mismas son presentadas a través
de un recorrido histórico que permite al lector no especializado introducirse
en la génesis del conflicto y en sus potenciales soluciones. En todos los
casos, se consignan a pié de página fuentes bibliográficas y documentales que
sustentan nuestro punto de vista y que tienen utilidad para la profundización
del tema. La primera cuestión, se refiere al momento de ocupación del
territorio de Palestina. La segunda, tiene que ver con la historia del
movimiento político y cultural judío denominado Sionismo, que aportó la
justificación doctrinaria y programática e implementó gran parte de las
acciones para desarrollar el Estado de Israel. La tercera cuestión, tiene
que ver con la relación entre Israel y un conjunto de Gobiernos, en especial
nos vamos a referir a Inglaterra y Estados Unidos. La cuarta, se refiere
a las acciones militares fundamentales que oficiaron como una bisagra en el
desenvolvimiento del conflicto. La cuestión quinta se relaciona al
tratamiento de la dimensión religiosa. La sexta, explica los mecanismos
implementados por el Sionismo para la ocupación del territorio y la apropiación
de los recursos económicos de Palestina. La cuestión séptima, aborda los
mecanismos ideológicos y las estrategias comunicacionales y de sentido
construidas para justificar la ocupación. La octava, introduce el factor
de la industria de la guerra como un elemento central para comprender el
proceso político histórico y actual. La cuestión novena, sintetiza la
historia de las organizaciones políticas de Palestina. Finalmente la décima,
presenta tres modelos políticos que actualmente tienen vigencia a la hora de
atender posibles soluciones a los enfrentamientos.
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