viernes, 12 de septiembre de 2014

CUADERNO DE TRABAJO N° 16



DEL CENTRO DE ESTUDIOS JUAN JOSÉ HERNÁNDEZ ARREGUI

INTEGRACIÓN REGIONAL DE IBEROAMÉRICA

ARITZ RECALDE

Septiembre de 2014



“Iberoamérica reúne las condiciones de una Nación integral.Juan José Hernández Arregui

El filósofo argentino Juan José Hernández Arregui sostuvo en el año 1957 que Iberoamérica era una unidad cultural e histórica que revelaba “la presencia de todos los elementos sustantivos y adjetivos de una Cultura.” Mencionó, además, que la unidad espiritual del Continente transcurría en una etapa convulsionada por la acción imperialista mundial y que la incomprensión de nuestras Naciones entre sí había sido fomentada por la “injerencia de fuerzas ajenas al derrotero de América Latina.” Frente a un mundo atravesado por la lucha imperialista Arregui profetizó: “debemos concebir nuestro destino en términos de política intercontinental.” Para alcanzar la unidad regional, los pueblos debían conformar una conciencia política y una “conciencia histórica de su destino futuro.

Presentamos a continuación un análisis razonado de un conjunto de iniciativas para contribuir a la comprensión mutua e impostergable de la integración de Iberoamérica.


¿América Latina, Panamérica, Hispanoamérica, Iberoamérica?

El filósofo Alberto Buela analizó las diversas formas de nombrar al Continente. Mencionó los términos Latinoamérica, América Latina, Panamérica, Indoamérica, América Mestiza, América Española, Hispanoamérica, Iberoamérica e Indias Occidentales. Estableció que la denominación más utilizada era la de América Latina. El nombre proviene de una construcción política originaria de Francia y era el resultante de la traducción de Amerique Latine, promovida por Luis Napoleón y el Emperador de México, Maximiliano, quien ocupaba su cargo por intermedio de la agresión francesa del año 1861. Mencionar el componente “Latino” ligado a “América”, les permitió introducir al proceso de colonización del Continente a los franceses y a los italianos.

Hernández Arregui ratificó la opinión de Buela y sostuvo que: “La denominación América latina, a más de culturalmente imprecisa y cercana, se extendió al término de la centuria pasada apoyada por escritores encandilados por Francia, se aclimató finalmente en este siglo XX, bajo el ascendiente de personajes como Clemenceau o Poincaré, y es en alguna medida el resabio con cosméticos modernos de aquella inquina hacia España que viene de la política continental europea de los Siglos anteriores, no sólo de parte de Inglaterra, sino de Francia, interesada por igual en el reparto de los restos del antiguo imperio español en América.

La palabra Panámerica fue impulsada por los EUA como parte de su programa expansionista en el Continente.

Methol Ferre reivindicó la utilización de América Latina por considerar que el idioma castellano o portugués también deriva del latín. El autor destaca que Hispanoamérica, fue utilizado por Miranda en su Manifiesto a los Pueblos del Continente Colombiano en 1801. En lugar de América Latina o de Panámerica, proponemos en línea con Juan José Hernández Arregui, utilizar la palabra Iberoamérica por el hecho de que incluye a los territorios y tradiciones étnicas españolas y portuguesas (Brasil).


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viernes, 22 de agosto de 2014

Raúl Scalabrini Ortiz en los umbrales de la Fuerza de Orientación Radical de la Joven Argentina (F.O.R.J.A.): una relectura en clave nacional de El hombre que está solo y espera

Iciar Recalde


(Artículo sintetizado de un libro en preparación Apuntes para una Crítica Literaria Nacional, publicada esta versión en el volumen Pensamiento Nacional, Misiones, 2014)

“Somos un país colonial, un pueblo en servidumbre, una nación sometida (…). Esta es nuestra desgracia, nuestra vergüenza argentina (…). Los hombres realmente libres y patriotas deberemos luchar a esta altura de nuestra historia por una patria redimida.” Raúl Scalabrini Ortiz, Señales, 10/7/1935 (Galasso 2008: 99)

La de Raúl Scalabrini Ortiz es una figura compleja por varias razones. En principio, como parte de una generación de hombres que tomaron distancia del rol impuesto por las metrópolis para los intelectuales en países semicoloniales como la Argentina, que es el de repetir e importar acríticamente teorías y cosmovisiones extranjeras promotoras de nuestra Dependencia material. En segundo lugar, porque Scalabrini Ortiz oficia como intelectual de transición entre dos Modelos de país: el Liberal abierto a sangre y fuego en el año 1853 y el del Nacionalismo Popular Revolucionario inaugurado tras la Revolución del mes de Junio de 1943, en el año 1945: educado en una cosmovisión oligárquica y colonizada de la Argentina, se compromete con su tiempo histórico y conforma una mirada interesada en el conocimiento del país real y en su Liberación Nacional. Es además, uno de los exponentes más brillantes del Pensamiento Nacional, corriente de ideas que se consolida como puesta en debate de todos aquellos aspectos que impiden la organización soberana de nuestro país y la emancipación de las Organizaciones Libres del Pueblo. En este sentido, las reflexiones que presentamos a continuación, tienen por lo menos un origen y más de un objetivo. Nos interesa, fundamentalmente, discutir el estado de la cuestión más o menos canónico en torno a una de las obras de comienzos de Scalabrini Ortiz, El hombre que está solo y espera editada en Buenos Aires en el año 1931. Creemos que los estudios interesados en este volumen[1] han desestimado toda una serie de rasgos que, aunque de forma incipiente y aún con contradicciones, manifiestan tempranamente rasgos de la sensibilidad estética e ideológica y de las estrategias políticas del autor de Política Británica en el Río de La Plata (1936) y de Aquí se aprende a defender a la Patria (1957). Existe una idea generalizada respecto al análisis del itinerario del autor, que sostiene que el mismo consta de dos períodos escindidos en su producción: el del joven escritor vinculado a los circuitos de mayor legitimidad literaria y cultural de los años ´20 y principios del ´30, y aquel circunscripto a su corte de marras con la zona liberal del campo intelectual a mediados de esta última década, cuando el autor interviene además de en la rebelión Radical de Paso de los Libres en el año 1933 que lo llevará al destierro, en la conformación de la Fuerza de Orientación Radical de la Joven Argentina (F.O.R.J.A.) surgida en 1935 como un desprendimiento de la Unión Cívica Radical (UCR) tras la muerte de  Hipólito Yrigoyen, y la claudicación del alvearismo, fundamentalmente el levantamiento de la abstención revolucionaria.[2]

Juventud divino tesoro: breve itinerario biográfico del joven Scalabrini Ortiz
Raúl Ángel Toribio Scalabrini Ortiz nace en la Provincia de Corrientes a fines del Siglo XIX, en 1898. En 1902 su familia se radica en Buenos Aires, pero su origen provinciano será fundamental en la mirada posterior que el escritor vaya configurando acerca de la Ciudad Puerto. Su juventud se desarrolla durante los años ´20, que significaron para nuestro país una etapa de profunda renovación en el campo de las ideas, la estética y la literatura: Scalabrini Ortiz estudió en una Universidad todavía atravesada por los vientos de la Reforma y por la política social de Irigoyen, atmósfera que marcará a fuego sus textos de comienzos.
La irrupción de las clases medias en la política nacional tuvo su correlato en el campo de la literatura, y significó la primera ruptura seria al histórico monopolio de la letra oligárquica: comienza en este período a democratizarse el acceso a la práctica literaria a través de la ampliación del circuito de escritores provenientes de los sectores medios -y en menor medida de sectores trabajadores- dignificados por las políticas económicas y educativas del régimen, lo que coadyuvará además a que se desarrolle paulatinamente un público lector ampliado. Sin embargo, por su extracción de clase y sus intereses literarios, la juventud de Scalabrini Ortiz transcurrirá además bajo la formación del liberalismo conservador imperante en los circuitos intelectuales nacionales. Comenzará y abandonará la Carrera de Ingeniería y se recibirá finalmente de Agrimensor en el año 1919. Asimismo, se vinculará íntimamente con las denominadas Vanguardias[3] de los años ´20, integrando el grupo fundador de la revista Martín Fierro -junto a Jorge Luis Borges, Oliverio Girondo y Nicolás Olivari-, donde publicará asiduamente entre los años 1926 y 1927.[4] Entre las múltiples notas de crítica literaria que publica en la Revista, comienza a cifrarse su proyecto creador, especialmente en “Las revoluciones literarias” (Martín Fierro, N° 43, julio de 1927), donde comenta una conferencia realizada por Ernesto Palacio, y en su intervención en el debate colectivo sobre la postulación de Madrid como Meridiano cultural de Hispanoamérica.
Creemos que son varios los factores de juventud los que se conjugan para que Scalabrini Ortiz vaya rompiendo gradualmente los lazos que lo unen con un pensamiento de tipo colonial: su militancia en la primera Agrupación comunista universitaria, Insurrexit, de ideología marxista que le permite descubrir la importancia de los factores económicos y sociales en el desarrollo histórico; su permanente deambular por el país -por razones de trabajo viaja a La Pampa, Entre Ríos y Catamarca, etc.-, lo preservan de encerrarse en una visión limitada del país y le enseñan cómo viven sus compatriotas.  En este sentido, tras su viaje a Europa en el año 1924 como joven escritor del volumen de relatos La manga (1923) que frecuentaba los espacios de sociabilidad literaria más prestigiosos del momento, a contrapelo del lugar común del viaje iniciático de nuestros intelectuales, regresa hondamente decepcionado, pues en la "Francia eterna" del "Humanitarismo y los Derechos del hombre" encuentra un enorme desdén por los latinoamericanos. Dirá: “En Europa se produjo el mágico trueque de escalafones, del que aún me sorprendo. Fue un inusitado cambio de niveles, algo así como un sifón que se colma y de pronto vacía el recipiente que iba llenado. El pasado se reincorporaba en mi espíritu con apuros de reconsideración. Comprendí que nosotros éramos más fértiles y posibles, porque estábamos más cerca de lo elemental.” De regreso de Europa define con claridad su proyecto literario: mientras en este período, Borges inventa las orillas como lugar intermedio entre la ciudad y el campo y a sus personajes criollos, Arlt centra la mirada en los márgenes de Buenos Aires y en los hombres humillados, Scalabrini Ortiz instala sus preocupaciones en el corazón mismo de Buenos Aires, en su centro: Corrientes y Esmeralda, los cafés, la nueva arquitectura urbana y las muchedumbres que la transitan.

El hombre que está solo y espera
El hombre que está solo y espera, conjuntamente con La Manga y con la serie de artículos periodísticos y de crítica literaria editados en el período, son leídos por la crítica conformando esta primer etapa de su producción. Por tanto, nos interesa examinar aquí la configuración y los rasgos de una serie de formulaciones y estrategias ideológicas que surgen en El hombre que está solo y espera, que además de proponer una nueva forma de intervención en la tradición del ensayismo nacional de la década del ´30, permiten vislumbrar intereses que serán retomados y trabajados de manera radical en su itinerario intelectual y estético posterior. Fundamentalmente, nos referimos a la puesta en escena del tópico de la traición intelectual en su defección respecto a la interpretación del ser nacional, a la formulación en torno a la responsabilidad del Imperialismo en la configuración de la Argentina periférica, a la complicidad de las clases dirigentes en la entrega de los resortes económicos y culturales básicos de la Nación, y al montaje de la dicotomía argumental nacional-antinacional, que además de motorizar la organización textual de El hombre que está solo y espera, signa el modo de interpretar la cultura nacional y de interpelar críticamente las imposturas que vertebran la historia argentina de cuño liberal. Esta serie de rasgos han pasado desapercibidos o bien han sido desestimados y/o minimizados, dos formas de la injusticia crítica sesgada por protocolos de lectura interesados más que en analizar la conflictividad de la propia textualidad, en hacerla entrar forzosamente en el horizonte de posibilidades de lo que se describe como primer etapa del autor a la que hicimos referencia previamente: “El hombre… se encuentra mucho más relacionado con las ideas y la sensibilidad que Scalabrini exhibía como escritor de la joven generación que con las actividades más plenamente políticas de los años posteriores que, sin embargo, sólo excepcionalmente dejaron de asumir la forma de intervenciones culturales.” (Cattaruzza y Rodríguez 2007: 12) Creemos que más que responder a la sensibilidad hegemónica configurada por la zona liberal del campo intelectual nacional -por la estructura formal del volumen, como por sus contenidos y por la trayectoria del autor, cuando los críticos discuten su filiación dentro del linaje nacional y popular-,  El hombre que está solo y espera constituye una ruptura radical con la corriente europeizante que signó la configuración de las líneas de interpretación de la cuestión nacional, augurando el reencuentro de los ensayistas con su propia realidad.
La complejidad del itinerario de Scalabrini Ortiz expresa en su mismo devenir las contradicciones y virajes propios del intelectual y del escritor inserto en la periferia y además, los años ´30 abren la posibilidad histórica –consecuencia de lo acontecido en el país tras la gestión nacionalista de Yrigoyen y el retorno al país factoría tras el Golpe de Estado de 1930- de que los hombres de letras puedan discutir su propia formación e invertir la herencia liberal de problematizar textos extranjeros por la de textualizar los problemas del país. En este sentido, El hombre que está solo y espera es un libro a medio camino entre la sensibilidad y experiencia de un escritor de la joven generación y las actividades políticas posteriores.
En términos genéricos, el volumen es una síntesis entre el ensayo[5] y la literatura, escrito a pedido del editor Samuel Gleizer[6], quien le propone la confección de una novela sobre el hombre porteño.[7] Se publica en 1931 con un éxito de venta con pocos precedentes en la historia del ensayismo en la Argentina: entre diciembre de 1931 y junio del año siguiente agota sus primeras cuatro ediciones. Vale recordar que Scalabrini Ortiz gozaba en este período del prestigio que le había proporcionado, entre otras instancias de consagración[8], el Segundo Premio Municipal de Literatura. No obstante, el éxito del volumen se explica por cuestiones vinculadas estrictamente con su propia textualidad. En primer lugar, El hombre que está solo y espera, venía a proponer en un momento histórico de profundo pesimismo, una respuesta fuertemente optimista respecto a la cuestión nacional. En este sentido, la eficacia interpretativa de su perspectiva argumental inauguró una táctica de intervención, un modo de interpelación al lector y un nivel de lengua que diseñó un estilo propio de altísima eficacia persuasiva. Asimismo, la originalidad de su interpretación sobre la identidad nacional, era enunciada originalmente desde una mirada argentina y no como era usual desde la perspectiva extranjera.[9] Como gran intérprete del ser nacional Scalabrini Ortiz definió zonas de la sociedad y la historia donde radicaría una verdad nacional enfrentada a la impostura, a lo falso, importado, simulado: el espíritu de la tierra. Tal impacto tuvo el volumen, que fue considerado la Biblia porteña, el libro que los porteños -y por extensión, los argentinos- estaban esperando para “verse” y definirse a sí mismos, en un momento de inestabilidad política, social, económica y cultural.
Uno de los tópicos más recurrentes del libro es el de la traición del intelectual respecto a las necesidades del pueblo argentino. Sostendrá Scalabrini: “El intelectual no escolta el espíritu de su tierra, no lo ayuda a fijar su propia visión del mundo, a pesquisar los términos en que podría traducirse.” (2001: 84) De esta manera, denuncia la apostasía intelectual y el modo de operar de los hombres de su generación aliados a intereses foráneos y de espaldas a las necesidades del país real: “Columbraron la felicidad barata en el incremento numérico de la población, en la multiplicación de las vías férreas, en la popularización de la cultura, en el acrecentamiento de los ganados y de los sembradíos. En pocos años trastornaron la dinámica del país. Se aliaron al capital extranjero y juntos fundaron pueblos, tendieron ferrocarriles, construyeron puertos, dragaron canales y diques, importaron máquinas, repartieron tierra y la colonizaron. En esas procuraciones se atarearon, y desatendieron el espíritu del país.” (2001:55) Indagará, asimismo, en las causas de la renuncia del intelectual: en primer lugar, el escepticismo respecto a las posibilidades del país, la ausencia de una creencia propia: “Es que en la conciencia del intelectual argentino hay una incriminación que le desasosiega. Son hombres inseguros de sí, porque han extirpado todos los sentimientos que en ellos podían alimentar una creencia. Han sido infieles a los miramientos y emociones nucleares de su infancia, de su adolescencia y de su juventud y quieren sentirse a sí mismos, constantemente, paladear en todo momento el premio de su apostasía.” (2001: 83) Y en segundo lugar, y estrechamente vinculada con la anterior, existe otra causa más profunda y propia de la formación de los intelectuales en la periferia: el colonialismo cultural. En un país dependiente piensan los libros extranjeros o escritos por intelectuales colonizados, no el país: “El conocimiento es una verbalidad, y los hombres que podían metrificar su voz se irritaban la garganta amaestrando oraciones extranjeras o evaporaban sus propósitos en un silencio lleno de mañanas que perezosamente se trocaban en ayeres.” (2001: 35) Y además: “En su obstinación mecánica y geométrica se olvidaron del hombre. Fueron los más europeos de los criollos. Algunos hay así todavía, y conspicuos.” (2001: 55) La plataforma ideológica que vertebra el modo en que los intelectuales piensan y experimentan el país, centrada en la dicotomía civilización barbarie trocará en Scalabrini Ortiz en la dupla nacional-antinacional a través de la explicación y del montaje de un tipo de narración ficcionalizada que motoriza la estructura del texto. La historia cultural y política argentina no será entonces, la de la lucha entre civilizados y bárbaros como dicta la razón liberal, sino la pugna constante entre lo nacional y lo extranjero, o mejor, entre el intento de auto-determinarnos como país soberano y los impedimentos impuestos por los intereses extranjeros sobre el suelo argentino. Scalabrini Ortiz será taxativo: “Más una dañosa tentación acecha a esta juventud, un riesgo la sitia: es la de norteamericanizarse.” (2001: 54) En esta línea y en el mismo período en que se publica El hombre que está solo y espera, Scalabrini Ortiz sostendrá: “La palabra cultura debería ser borrada del léxico con que se califican los actos colectivos. Aquí se abusa de ella. Hasta el último pazguato pachorriento se da el lujo de interpretar un suceso policial como una manifestación de la incultura de nuestro pueblo o de denostar con esa misma palabreja cualquier noble arranque de entusiasmo (…). Hasta los más mesurados y circunspectos componentes de las cámaras inglesas, se trenzaron a trompadas hace varios días… Quinientas personas murieron y dos mil cuatrocientas resultaron heridas en los Estados Unidos durante la celebración del aniversario de su independencia… Nadie vio en estos hechos un signo de incultura porque la incultura no es sinónimo de indiferencia, de apatía, de ñoñez, de cobardía… Pero si esos hechos hubieran ocurrido aquí, los vilipendiadores del pueblo ya se habrían desatado con toda clase de vituperios y una vez más censurarían acerbamente su incultura…” (Noticias Gráficas, 8/7/1931, Galasso 2008: 92)
En este sentido, aún cuando limita su visión -al igual que gran parte de su generación- a Buenos Aires cometiendo algunos yerros de leso porteñismo (Galasso 2008), el volumen propugna la constitución de una cultura con rasgos propios decidida a deshacerse de las herencias europeas que más que contribuir a conformarla, la obstaculizan: “Nuestro país debe emprender la reconquista de lo elemental, purgarse de sabidurías” (2001: 75), terminar con “Los lugares comunes de la moral europea y lo contratado en sociedades vetustas” (2001: 70) y desarrollar “Esa semilla de una cultura que entre los escombros del pasado, puja por ser presente” (2001: 70), “Tierra de la elementalidad donde saldrá un nuevo hombre y una gran cultura” (2001: 24), y más: “Estas no son horas de perfeccionar cosmogonías ajenas sino de crear las propias. Horas de grandes yerros y de grandes aciertos en que hay que jugarse entero a cada momento. Son horas de biblias y no de orfebrerías” (2001: 86), donde los intelectuales tienen la responsabilidad de: “Inventar nuevos patrones de medición, despojar al criterio de los engañosos convencionalismos europeos.” (2001: 23)
Es necesario aclarar, para dar cuenta de la dimensión de lo expuesto, que la crítica al europeísmo –o mejor: al colonialismo cultural en sentido más amplio aún porque incluye el rol de las industrias culturales norteamericanas en su injerencia en la Argentina- es prácticamente inédita en la zona del campo intelectual del período que transita Scalabrini Ortiz, más cuando su objeto es la valoración de lo nacional y la desmitificación de los mitos de la cultura liberal puestos en el espejo de lo que se desea ser: “Todos los sistemas europeos procuran hacer del hombre un instrumento de relojería” (2011: 151); “Los norteamericanos, bajo la dirección de Ford, van a erigir una fábrica gigante para hacer hombres estándar” (200: 133); “De tanto rodar el europeo es ya un pedrusco sin aristas, un canto rodado del tiempo y de las corrientes culturales. (…) En cambio, el porteño es original e indeductible.” (2001: 33);  “Nosotros somos una asociación espiritualista. La más bella desde la decadencia de Atenas.” (2001: 132) Más allá de los deslices que se leen a través de ciertas exageraciones y de argumentos anti-históricos como el anterior, propios de la formación y del proceso de clarificación ideológica que está experimentando Scalabrini Ortiz en el período, la mirada positiva sobre lo propio y sus posibilidades es, reiteramos, insólita en los años ´30: “Toda la magia de la vida consiste en CREER (…) en atreverse a erigir en creencias los sentimientos arraigados en cada uno, por mucho que contraríen la rutina de las creencias extintas.” (2001: 7) En el año 1932, poco después de haber publicado El hombre que está solo y espera, sostendrá: “Ahora más que nunca me afirmo en la idea de que somos la esperanza del mundo. En la agonía de esa portentosa civilización europea –cuya final decadencia están realizando los norteamericanos- los argentinos y el grupo de pueblos que nos responden irrumpimos en la historia con un alma nueva. He ahí el hecho fundamental expresado sintéticamente. Dos poderosas fuerzas adversas puramente materialistas –Rusia y Estados Unidos- terminarán con toda la civilización actual. Sólo quedará la esperanza nuestra. Este pueblo de soñadores, de constructores de ideales, que dará al mundo una nueva filosofía, un nuevo arte, una nueva religión. Ese es el sentido de mi fervorosa exaltación nacionalista. No podemos, no tenemos el derecho de malograr esa esperanza puesta en nosotros.” (Revista Rivadavia, febrero de 1932, Galasso 2008)
Más, cuando se advierte que la subordinación cultural es consecuencia de otra, la económica, que ha generado un sutilísimo aparato ideológico creador y reproductor de una inteligencia colonial, donde la falsificación histórica es uno de los ejes del desarraigo cultural. Dirá Scalabrini Ortiz: “El capitalismo extranjero está en el poder. Quiera Dios que al pueblo no le cueste mucha sangre y desorganización desalojarlo.” (2001: 95) Su nacionalismo se va consolidando, al punto que rechaza sus connotaciones reaccionarias y revaloriza el rol de las masas en la historia: “Solamente la muchedumbre innúmera se parece al espíritu de la tierra” (2001: 51), dando cuenta de que si todo nacionalismo es reaccionario como dicta el pensamiento liberal, las masas carecen de alternativa frente al liberalismo oligárquico, idea que retomará desde las tribunas de F.O.R.J.A. cuando coadyuve a los forjistas a virar del antiimperialismo abstracto al antiimperialismo concreto: “Hay que cultivar un nacionalismo no de superficie y de vistosas apariencias, un nacionalismo no de feria sino un argentinismo de profundidades, de realidades esenciales. Y para eso necesitamos desprendernos en absoluto de toda imitación y dependencia europea, ya en lo espiritual como en lo intelectual. Ser nosotros mismos, con los vicios y las virtudes inherentes a nuestra estirpe.” (Revista Rivadavia, febrero de 1932, Galasso 2008)
La eficacia argumental del texto responde, de hecho, a esta capacidad de emitir certezas sobre lo nacional, paradójicamente, basadas en la mirada de tipo impresionista que guía los razonamientos. El arquetipo de lo nacional propuesto en el texto será el hombre de Corrientes y Esmeralda como expresión del colectivo social surgido por el proceso inmigratorio que le permitirá dar a Scalabrini Ortiz, una interpretación optimista e integradora de lo social y que se construirá a través de la observación directa de las características que considera propias y diferenciales del argentino: un complejo dispositivo que incluye el tango, el vínculo entre los sexos, el fútbol, prácticas culturales como las del café, etc. Para Scalabrini Ortiz: “Es hombre de imposiciones y no de planes, es un hombre fiado en la certeza del instinto, en sus intuiciones, en sus presentimientos.” (2001: 24) El arquetipo que permite narrar, además, el relato del desengaño, la soledad y la expectativa de los hombres de la Década Infame que observan atónitos las consecuencias sociales de la Argentina agraria y semicolonial atada por sus clases dirigentes a los intereses del imperialismo británico y norteamericano, pero que pugnan por legitimar el sentido de la nacionalidad: “Dignifiquemos la palabra patria. Dejémosla que en el reposo se empape nuevamente del espíritu de la tierra. El que la enuncie para disimulo de sus intereses personales, el que la pronuncia como tapujo de sus conveniencias de gremio, de querellas económicas o en simples discordias entre el capital y el trabajo debe ser condenado a cien tundas en las nalgas.” (2011: 139)
Meses después de publicado El hombre que está solo y espera, Scalabrini Ortiz sostendrá respecto al mismo:“Yo realzaba en mi libro las virtudes de la muchedumbre criolla y demostraba que su valoración no debía emprenderse de acuerdo a las reglas y cánones europeos; daba una base realista a la tesis esencial de la argentinidad, al negar la continuidad de la sangre quebrada entre nosotros por el imperio metafísico de la tierra y sentaba la tesis de que nuestra política no es más que la lucha entre el espíritu de la tierra, amplio, generoso, henchido de aspiraciones aún inconcretadas y el capital extranjero que intenta constantemente someterla y sojuzgarla.” (Galasso 2008) Más, su edición acontece poco después del Golpe de Estado, momento en que Scalabrini Ortiz se aparta radicalmente de la maquinaria oligárquica de constitución de prestigios en el camino de asunción de su rol como intelectual nacional: “En 1930, yo había alcanzado el más alto título que un escritor puede lograr con su pluma: el de redactor de La Nación, cargo que renuncié para descender voluntariamente a la plebeya arena en que nos debatimos los defensores de los intereses generales del pueblo. Tenía entonces treinta y dos años.” (Carta a un lector publicada en Qué en 1957, Galasso 2008: 64) Se decide a romper su auspiciosa carrera literaria y comienza a investigar los mecanismos de dominación semicolonial sobre el país. El tránsito de las letras a la política, lo llevará al exilio en Italia y Alemania donde comenzará a dar a luz Política británica en el Río de la Plata. En las primeras hojas de este libro había escrito: “El imperialismo económico encontró aquí campo franco. Bajo su perniciosa influencia estamos en un marasmo que puede ser letal. Todo lo que nos rodea es falso o irreal. Es falsa la historia que nos enseñaron. Falsas las creencias económicas con que nos imbuyeron. Falsa las perspectivas mundiales que nos presentan y las disyuntivas políticas que nos ofrecen. Irreales las libertades que los textos aseguran. Este libro no es más que un ejemplo de estas falsías.” A su regreso a la Argentina en 1934, se sumará a F.O.R.J.A. Las editoriales comenzarán a desestimarlo y lo silenciarán los Medios gráficos: “El silencio es un arma tan eficaz como la ley, cuando se maneja con habilidad. El silencio es mortífero para las ideas. El silencio abate toda pretensión de autonomía, coarta la inventiva, impide el análisis, sofoca la crítica, detiene el mutuo intercambio de pensamientos, en que un pensamiento colectivo puede llegar a concretarse.” Su compromiso con la Causa Nacional y con la Revolución Justicialista en los años ´40 merecen un tratamiento aparte. También su fuerte activismo político e intelectual posterior a la vuelta al poder de la oligarquía tras el año 1955. En esos días aciagos para el país, en una esquina y al encuentro con su amigo Leopoldo Marechal, dirá: “Hay que empezar a hacer todo de nuevo. Todo otra vez...” Era el hombre que había vislumbrado la soledad de los argentinos que en los años ´30 esperaban el encuentro con una causa colectiva y con un conductor que se produciría con el Peronismo. El hombre que seguiría batallando sin cuartel hasta sus últimos días junto a un Pueblo que ya no estaría solo ni a la espera, sino en la lucha constante y mancomunada por la Liberación Nacional. Camino que seguimos transitando en la actualidad, guiados por Scalabrini Ortiz y por tantos patriotas que dieron su vida por la defensa del patrimonio nacional.

Bibliografía citada
Cattaruzza, Alejandro y Rodríguez, Fernando (2007). “Una vez más, El hombre que está solo y espera”. En El hombre que está solo y espera. Una biblia porteña. Buenos Aires: Biblos. 9-32. Galasso, Norberto (2008). Vida de Scalabrini Ortiz. Buenos Aires: Colihue
Galasso, Norberto. (2008). Vida de Scalabrini Ortiz. Buenos Aires: Colihue
Hernández Arregui, Juan José. (2003). La formación de la conciencia nacional. Buenos Aires: Peña Lillo y Continente.
Sarlo, Beatriz (1988). “La imaginación histórica.” En Una modernidad periférica: Buenos Aires, 1920 y 1930. Buenos Aires: Nueva Visión. 206-246.
Saítta, Sylvia (2007). “Una biblia porteña: El hombre que está solo y espera de Raúl Scalabrini Ortiz”. En El hombre que está solo y espera. Una biblia porteña. Buenos Aires: Biblos. 143-158.
Scalabrini Ortiz, Raúl (2001). El hombre que está solo y espera. Buenos Aires: Plus Ultra
Scalabrini Ortiz, Raúl (2007). El hombre que está solo y espera. Una biblia porteña. Buenos Aires: Biblos.

(Nota bibliográfica: Iciar Recalde es Licenciada en Letras (UNLP). Realiza su Doctorado en Letras en  la UNLP con beca de CONICET. Es Profesora de Literatura Argentina del Siglo XX, de Sociología de la Cultura Latinoamericana en la Universidad Nacional de La Plata y del Seminario de Posgrado de Pensamiento Nacional en la Universidad Nacional de Misiones. Forma parte del Centro de Estudios Juan José Hernández Arregui. Es coautora de Universidad y Liberación Nacional. Un estudio de la Universidad de Buenos Aires durante las tres gestiones peronistas 1946-1952; 1952-1955; 1973-1975; y autora de Intelectuales y país en la antesala neoliberal: Morir con Rodolfo Walsh para resurgir desandando caminos y de varios artículos sobre literatura, crítica literaria, estudios culturales y Pensamiento Nacional en diversas revistas especializadas y de divulgación)




[1] Nos referimos a los trabajos específicos de crítica literaria que acompañan la única edición anotada del volumen: Scalabrini Ortiz, Raúl, El hombre que está solo y espera. Una biblia porteña, Biblos, 2007. Se trata del Prefacio, “Una vez más, El hombre que está solo y espera”, a cargo de Alejandro Cattaruzza y Fernando Rodríguez y del Posfacio, “Una biblia porteña: El hombre que está solo y espera de Raúl Scalabrini Ortiz”, por Sylvia Saítta. Desde protocolos de lectura similares, incluimos además el trabajo de Beatriz Sarlo, “La imaginación histórica”, en Una modernidad periférica: Buenos Aires, 1920 y 1930, Buenos Aires, Nueva Visión, 1988.
[2] Juan José Hernández Arregui establece que la iniciativa originaria fue de Arturo Jauretche, quien convocó a varias figuras intelectuales y políticas del período -Manuel Ortiz Pereira, Gabriel del Mazo, Homero Manzione, Gutiérrez Diez, Juan B. Fleitas, David de Ansó, Félix Ramírez García, Luis Dellepiane, entre otros- con el objetivo de crear una Agrupación para enfrentar el funcionamiento del sistema político del período caracterizado por el fraude electoral, la extranjerización de la economía nacional y las extremas desigualdades sociales promovidas durante la denominada por José Luis Torres como Década Infame. Denunciará FORJA el accionar del Imperialismo británico y la situación semicolonial en la que se encontraba la Argentina derivada de éste. El nombre, ideado por Arturo Jauretche, tuvo su origen en una frase de Yrigoyen que establecía que: “Todo taller de forja parece un mundo que se derrumba.” Raúl Scalabrini Ortiz, a pesar de ser uno de los principales orientadores de F.O.R.J.A., no se afiliará por sus diferencias con la UCR hasta el año 1940, momento en que se levante la condición de ser partidario radical para ser miembro de la Agrupación. Hacia febrero de 1943, se distanciará de la actividad política de F.O.R.J.A., para dedicarse exclusivamente a la investigación y a su labor de escritor. (Hernández Arregui 2003: 225) 
[3]Con las “vanguardias” de los años ´20 sucede lo mismo que con las diversas modas estético/teóricas importadas al país desde las metrópolis: dan cuenta de la situación de dependencia de nuestros escritores a lo largo de la historia literaria nacional. Echeverría importa el Romanticismo, Borges el Ultraísmo español, Castelnuovo el Realismo Socialista ruso, Cortázar el Surrealismo francés… Curiosamente, acá florecen estas copias estéticas cuando perecen totalmente es sus países de origen y cuando se agotan los modelos sociales y/o las cuestiones políticas que las originaron. En su contexto de surgimiento europeo, las vanguardias acompañaron movimientos políticos de cambio en las estructuras sociales de cada uno de sus países. Trasplantadas a la Argentina, perdieron totalmente el cariz material real y se debatieron en el terreno del esteticismo puro o el debate ideológico más o menos colonizado. La polémica entre Boedo y Florida fue la respuesta literaria de los crecientes antagonismos sociales que dividían la Buenos Aires posterior al Centenario, sin embargo, ambos grupos fueron subsidiarios del pensamiento de la metrópoli y se debatieron en la supuesta partición de los planos estético/político. Florida reunió a los escritores voceros de la oligarquía y Boedo representó una de las expresiones de la literatura de izquierda en Argentina, tan extranjerizante como Florida, pero que sirvió como precedente de posiciones nacionalistas y populares que recién veremos operar en el país tras el reposicionamiento que genera el Golpe de Estado del año 1955 en el campo de la cultura nacional.
[4]Año en que se clausura la Revista tras los conflictos políticos abiertos entre sus integrantes por la constitución del Comité yrigoyenista de Intelectuales jóvenes. El apoyo abierto al viejo Caudillo rompe el frente interno de Martín Fierro. Forman parte del Comité Borges, Marechal, González Tuñón y Girondo, entre otros. Curiosamente, Scalabrini Ortiz brilla por su ausencia. Recordemos que el Director de la Revista, Evar Méndez, era asesor de Alvear. Vale aclarar además que, visto a la luz del devenir nacional, los escritores vinculados en términos de clase a la oligarquía, fueron más consecuentes con el país  que la izquierda de cuño liberal que no se esforzó por entender los rasgos de nuestra política y del Movimiento Nacional y operó en función del Golpe de Estado que dio por tierra con el Radicalismo en 1930.

[5] El Ensayo es un género que reflorece en épocas de crisis. Sin ir más lejos, resta repasar la producción ensayística en nuestro país tras los Golpes de Estado de 1930 y de 1955. Por mencionar únicamente dos casos: El hombre que está solo y espera es éxito de venta en 1931, pero también best-seller en 1964. Los profetas del odio (1957) y El medio pelo en la sociedad argentina (1966) de Arturo Jauretche cobran inusitado interés en sus contextos de producción.
[6] Gleizer había editado La Manga. Scalabrini Ortiz recuerda, en un reportaje radial emitido en 1931, que el ofrecimiento del editor respondió a motivos principalmente económicos tras haber sido despedido de Noticias Gráficas. En el colofón del volumen ya editado, Scalabrini Ortiz reconocerá la deuda: “Este libro, que compendia los sentimientos que yo he soñado y proferido durante muchos años en las redacciones, cafés y calles de Buenos Aires, fue vivido durante los treinta y tres años del autor y escrito en un mes, setiembre de 1931, a instancias amistosas de don Manuel Gleizer.”
[7] En el reportaje citado previamente, Scalabrini recuerda haber expresado respecto al carácter literario requerido por el editor: “No, don Manuel. Noto que algo me falta aún para que la novela esté madura en mi conciencia. Voy a esperar unos meses más. Pero si usted quiere, le escribo un estudio sobre la vida porteña que ya tengo anotado y preparado y no hay más que redactar. Es un trabajo que va a gustar y en el que por primera vez se intentará dar un esqueleto a esta invertebrada vida de Buenos Aires.” Un capítulo que conformará El hombre que está solo y espera, había sido publicado previamente como relato en el volumen Cuentistas argentinos de hoy (1921-1928) de la Editorial Claridad en 1928. Sin embargo, el interés ficcional del autor irá cediendo lugar al ensayismo.
[8]Además ya era conocido por La Manga y por los lectores del periodismo masivo y comercial de la década del ´20. Su firma y sus opiniones vertidas en encuestas, reportajes y comentarios bibliográficos aparecen asiduamente en muchas de las publicaciones del período. Publica algunos cuentos en El Hogar, colabora en Carátula, La Argentina, El Diario de Paraná, La República, La Gazeta del Sur, Pulso, Claridad, El Mundo, La Vida literaria, etc.  En 1928 ingresa a La Nación con una columna que se titula “A través de la ciudad” que, a partir de 1929 pasa a titularse “Entrevistas reales e imaginarias.” Desde 1929, y por solicitud de León Bouché, director de El Hogar, reemplaza a Nicolás Coronado en la página de crítica teatral.

[9] Si hasta este momento eran los viajeros extranjeros quienes proveían las líneas de interpretación de lo nacional, el mérito de Scalabrini Ortiz radicaba en proveer una definición del ser nacional desde el interior mismo de la argentinidad. Ver al respecto “La gota de agua.”

martes, 15 de julio de 2014

El factor “desde”

por Juan Carlos Kreimer

Un alumno de una escuela nocturna, interpretado por Carlos Carella, le pregunta a la maestra: “Si la Tierra es redonda y gira permanentemente... ¿por qué no nos paramos nosotros arriba y obligamos a los europeos y norteamericanos a caminar cabeza abajo?” Norberto Galasso recordó esta escena de la película El rigor del destino, de Gerardo Vallejo, cuando le pedimos con Nerio Tello que nos supervisara el original de Pensamiento nacional para principiantes. La cosmovisión de Jauretche hace pie en esa imagen, siguió Galasso. Lo nacional es simplemente lo universal visto por nosotros, abordar los problemas viendo el mundo desde aquí, desde nuestras propias especificidades.
Nunca había evaluado hasta qué niveles el “desde” qué lugar observamos, es capaz de determinar el destino de ese lugar y el de su gente. Algo similar pasa con las palabras que usamos para nombrar determinados hechos. El uso de la palabra “descubrimiento” referido al desembarco europeo del 12 de octubre de 1492, implica aceptar el punto de vista de los descubridores. Del mismo modo, tendemos a ver el planeta desde una convención creada en un observatorio británico que hace pasar el meridiano cero por un suburbio londinense. Desde esa óptica, hacia un lado es Oriente, hacia el otro, Occidente; y allá abajo, los suburbios del mundo. Nosotros, los países soberanos; ustedes los países sin historia (o ignorada por nosotros), nuestras colonias. Esa perspectiva imperial –el pensamiento colonial ocupando el lugar del pensamiento nacional– coloniza la mente de los colonizados –económica, política y culturalmente–, y nos hace ver la globalidad con los ojos de los así llamados países centrales, no desde el lugar donde apoyamos los pies. Independientemente de los usos, abusos y desusos que se puedan hacer de estas ideas originadas en el sentido común, las formulaciones de Jauretche, sus lecturas de la realidad y, en especial sus pedidos de que nos “avivemos” de una vez por todas, constituyen la base más sólida sobre la que se puede empezar (o volver, si tomamos algunos contados ejemplos de nuestra historia) a “pensar en nacional”.
Quizá, para algunos, como perspectiva puedan parecer anticuadas e insistan en que es imposible vivir aislados, nos quedaríamos muy atrás (Jauretche agregaría este argumento a su lista de zonceras criollas). No “pensar en nacional” nos ha colocado en una condición de inferioridad y, al mismo tiempo, afianzó nuestra dependencia. Dependencia al modelo que nos tiene a su servicio, cabeza abajo y en el mejor de los escenarios nos tira algunos huesitos electrónicos para hacernos creer que formamos parte de esa globalidad. A la fórmula materias primas + mano de obra barata ahora le han sumado otro término: carne de mercado, y por no quedar afuera más que por necesidad, compramos sin parpadear. Hoy, que el mundo se cae a pedazos, las zonceras argentinas que con tanta sensatez contabilizó Jauretche deberían devolvernos a las reflexiones más básicas. A las que a lo largo de la historia de la humanidad hombres y mujeres nos hicimos cada vez que pudimos sacar la mirada de lo inmediato: el sentido de la vida, el amor, el odio... Para qué hacemos lo que hacemos, qué estamos sembrando, ¿un crecimiento basado en el consumo? ¿Consumir para que se pueda seguir produciendo? En lo colectivo, salirnos de esa rueda para hamsters produce temores similares a los que percibe cualquier empleado que abandona (o quiere abandonar) la dependencia: fin de la sensación de protección que da estar bajo el ala de quien da trabajo y asegura la paga mensual. Los que atravesamos esa barrera y pasamos a ser autónomos sabemos que la realidad se ve distinta de un lado y del otro. Y que exige, primero, un reajuste mental: olvidarse de la seguridad (relativa) del salario y aprender a contar y arreglártelas solo con esto: lo que hago, lo que obtengo, lo que doy... sustraernos por un instante del concepto de crecimiento económico, considerado la madre de todos los crecimientos, y volver a la idea del trabajo como un don hace que la relación misma con el trabajo sea lo que modifique las reglas. Dejar de pedirle al trabajo que nos dé y darle lo mejor de nosotros. Esto crea una energía imparable, que unifica a quienes lo practican e imprime a lo que se haga un sentido mayor que el meramente productivo.
Tal vez lo que Jauretche, Scalabrini Ortiz, Hernández Arregui y tantos que les pusieron (y ponen) el cuerpo a estas ideas quieren decirnos es que sólo “desde” esta actitud de servicio podemos recuperar la fuerza –la dignidad– necesaria para descolonizarnos mentalmente, construir la unidad que nunca logramos como país (salvo en los mundiales de fútbol) y abandonar la zoncera-paradigma: que “lo nacional” de los países dominantes “es” lo universal. No. Pensar en nacional significa ver a los demás países y relacionarnos con ellos, desde nuestra perspectiva, nuestras necesidades, nuestros potenciales. No llegar a ser como ellos por parecernos sino por animarnos a explorar, desarrollar y ser felices llevando adelante lo que nos ha sido dado. En un mundo patas para arriba, quién no te dice que desde esa posición podamos volver a levantar la mirada más allá de una buena cosecha.


Las cadenas del endeudamiento. FORJA y la deuda externa

por Juan Godoy

En nuestra intención abordar en estas líneas el análisis que realiza la Fuerza de Orientación Radical de la Joven Argentina (FORJA), acerca del endeudamiento externo. Acerca de cuál es realmente el papel que se pretendió y se pretende con el mismo. En este sentido, FORJA analiza el primer empréstito contraído por nuestro país, como demostración de los mecanismos que se valen los países colonialistas y/o imperialistas para sojuzgar a los pueblos. El lector sabrá apreciar, en estas breves líneas, que la senda que nos marca el pensamiento nacional sigue absolutamente vigente.

Brevemente, FORJA fue una agrupación surgida como una ruptura al interior del Radicalismo. Este Movimiento nacional amplio contenía en su seno sectores propulsores de un proyecto nacional-popular, y al mismo tiempo sectores fuertemente conservadores, y como este puñado de muchachos considera que el Movimiento nacional no puede estar conducido (aunque sí pueden formar parte), los sectores conservadores, y ante la entrega de las banderas más consecuentes del yrigoyenismo que hace el alvearismo, dan nacimiento a esta Agrupación, que también viene a denunciar (por primera vez en forma profunda y sistematizada sostiene Hernández Arregui), la injerencia del imperialismo británico en nuestro país. En un sótano de la Ciudad de Buenos Aires surge FORJA que grita: “SOMOS UNA ARGENTINA COLONIAL: QUEREMOS SER UNA ARGENTINA LIBRE”. En este sentido examinan la cuestión de la deuda externa que más que como posibilidad de desarrollo “ha operado como un instrumento de saqueo y sumisión semi-colonial. En tal sentido ha sido un personaje permanente de nuestra historia, oculto, a veces, de prepotente presencia, en otras oportunidades” (Galasso, 2008: 13), o bien como sostiene uno de las principales denuncias en la pluma del patriota Alejandro Olmos: “esa deuda es, pues, el común denominador de la desgracia de América Latina (…) La deuda debe ser un problema convocante en esta hora trascendental del destino latinoamericano (…) es clave para un replanteo de la lucha política en los países deudores. Porque la solución es política y no económica” (Olmos, 2004: 82-84). Pero vayamos con los forjistas, y el comienzo de esta historia infame de la deuda. En la pluma y voz de Raúl Scalabrini Ortíz será, sobre todo, que FORJA enjuicie el endeudamiento externo. Así, Scalabrini demuestra que nuestro país no cayó en el endeudamiento por necesidad, o por debilidad, sino más bien por astucia, y penetración del colonialismo o imperialismo británico, en complicidad con la oligarquía local. La deuda no se contrae por necesidades fiscales (que ya estaban cubiertas, y es más arrojaban superávit). También deja de lado los argumentos que pretenden el no reclamo de la soberanía nacional ante los usureros imperiales por temor a las condenas del capital trasnacional. Es “el pasado, de donde arranca el paulatino sometimiento argentino, así enderezado en su realidad efectiva, servirá a la obra de manumisión nacional” (Scalabrini Ortíz, 2012: 323)

FORJA analiza profundamente el primer empréstito para demostrar el mecanismo que utilizan las potencias, por eso que “para muestra basta un botón”. De esta manera cuenta que de nuestro primer empréstito contraído con la Casa Baring Brothers por 1 millón de libras esterlinas (parte de los diez empréstitos hechos por Inglaterra entre 1822-1826 por casi 21 mil millones de libras en nombre de las colonias españolas), llega al país un monto muchísimo menor. El empréstito aparece así como una imposición. Las investigaciones dicen que poco más que la mitad es lo que tendría que haber llegado al Rio de la Plata, no obstante esa suma no llega en metálico, Scalabrini sostiene que han llegado unas 140 mil libras esterlinas, casi 120 mil en letras, y el resto en oro, y es más el empréstito sostiene el forjista sirve como desbloqueo a las utilidades de los comerciantes británicos en la ciudad-puerto (Scalabrini Ortíz, 2001). ¡El resto solo Dios, la burguesía comercial entreguista y los financistas británicos sabrán! Afirma Scalabrini: “el primer empréstito argentino no fue más que un empréstito de desbloqueo, un modo de transportar en forma permanente las ganancias logradas por los comerciantes ingleses en las orillas del Río de la Plata. Es decir, que ese primer empréstito representa una riqueza que se llevó de la Argentina a Inglaterra, no una riqueza inglesa que se trajo a la Argentina. Ésta es la interpretación más favorable a Inglaterra (…) Lo más desfavorable linda con la brutal denominación de coacción y aun de estafa internacional” (Scalabrini Ortíz, 2012: 324-325) Este es el “precio” por el reconocimiento de nuestra independencia. Es de recordar que recién para principios del siglo XX se termina de pagar el empréstito, llegando a pagar entre cinco y ocho veces más (es decir 8 millones libras esterlinas). ¡Una estafa! No hay negocio, o más bien hay negocio para pocos. Rememoramos, pedimos 1 millón de libras, se sabe que llegaron 140 mil (la mayor parte en letras), se cree que llegaron algunas más (como desbloqueo), y se pagó cerca de 8 millones de libras. Lamentablemente debemos decir que es “moco de pavo” con lo que va a venir más tarde (sobre todo con la última dictadura cívico-militar, y la segunda década infame). Sumado a todo esto debe considerarse que “monstruosas y vejatorias, tal es efectivamente la adjetivación que merecen las garantías del empréstito de 1824 (…) las tierras públicas han quedado hipotecadas, es decir, afectadas, por el mismo acto (…) Desde el 1º de julio de 1824, la tierra pública argentina sólo era argentina en cuanto a su ubicación geográfica.” (Ibídem, 336-337)

Pero nuestra intención, como la de FORJA no es abrumar con datos, sino ir a la estrategia de sometimiento que denotan éstos. FORJA considera que el endeudamiento de los países coloniales o semi-coloniales corresponde a un cambio de método de sometimiento de las potencias luego de nuestros procesos independentistas. Antes las armas, ahora la penetración económica, “el imperio británico usará métodos nuevos en el transcurso del siglo XIX. Conseguirá tributos de riquezas, de productos, de trabajo, merced a la habilidad. Sólo usará la fuerza para destruir unidades muy resistentes o conductores muy precavidos (…) La primera arma de dominación económica es el empréstito”. (Ibídem, 329-330) Rechazados los británicos en 1806-1807 buscarán otro camino para someter a nuestro país. Recordemos que el imperialismo seguirá utilizando la fuerza, lo que será oportunamente denunciado por FORJA, por ejemplo cuando la Batalla de la Vuelta de Obligado, o con la ocupación de Nuestras Islas Malvinas en 1833. ¿Había otro camino se pregunta Scalabrini? y se responde que sí, y encuentra un ejemplo claro. Mientras Mitre en nuestro país transfiere la deuda de la Provincia de Buenos Aires al Estado Nacional, y contrataba un empréstito de 2,5 millones de libras esterlinas con Gran Bretaña del cual llega menos del 70%, el Mariscal López en el Paraguay desarrollaba fuertemente desde el Estado un país autónomo, construía astilleros, la primera línea férrea sudamericana, altos hornos de acero, etc. es decir se desarrolla industrialmente, llega a ser el país más desarrollado de Sudamérica, y cuando se endeuda por 1 millón de libras esterlinas… Luego de la Guerra de la Triple Infamia, y que El Mariscal López muera con su patria en Cerro Corá. De dicho empréstito indica el forjista, no llegó un peso a Paraguay (1). En fin lo que se busca es detener la posibilidad de desarrollo, dejar al país deudor en el primitivismo agropecuario, “el único resultado visible y comprobable del empréstito fue el de retener el desarrollo de los pueblos, que es posiblemente el objetivo primordial de la diplomacia inglesa: detener el progreso de los pueblos”. (Ibídem, 333) Asimismo se busca imponer condicionamientos ante la imposibilidad de pagar. Este estrategia no es el otorgamiento de un préstamo que luego el país deudor puede saldar en varios años con algunos intereses, pero que invertido de forma tal termina generando más riqueza. La lógica es el endeudamiento de forma tal que los países deudores no puedan hacer frente a los mismos, sean deudores y pagadores continuos. La deuda es entonces un peso enorme a los países coloniales y/o semi-coloniales que no los deja desarrollarse, y el drenaje es tal que complica incluso la continuación del pago de los mismos “préstamos”. Así, los forjistas ya en la década del ’30, nos advierten que el endeudamiento con los organismos, bancos y/u organismos del imperialismo no tienen como objetivo el desarrollo nacional, sino más bien imposibilitar el mismo, de esta forma actúa como una forma más de encadenamiento de los países imperiales en relación a los oprimidos. En los forjistas es claro que seguir pagando para continuar debiendo cada vez más no es el camino. De esta forma, la salida posible es romper el esquema de expoliación, y así avanzar en la liberación nacional, ruptura solo posible en el marco de la Patria Grande.

Bibliografía

Cuadernos de Fuerza de orientación radical de la joven argentina (FORJA). Re-edición facsimilar. Jaramillo, Ana (Comp.). (2012). Cuadernos de FORJA. Buenos Aires: Ediciones de la UNLA/Colección Pensamiento Nacional.

Galasso, Norberto. (2008). De la Banca Baring al FMI. Historia de la deuda externa Argentina. Buenos Aires: Colihue.

Hernández Arregui, Juan José. (2004). La formación de la conciencia nacional. Buenos Aires: Peña Lillo (Continente).

Olmos, Alejandro. (2004). Todo lo que quiso saber sobre la deuda externa y siempre se lo ocultaron. Quiénes y cómo la contrajeron. Buenos Aires: Peña Lillo: Continente.

Scalabrini Ortíz, Raúl. (2001). Política Británica en el Río de La Plata. Buenos Aires: Plus Ultra
























[1] Destacamos que estos trabajos de Scalabrini Ortíz que tomamos son anteriores al peronismo, durante el cual la deuda externa llega a ser igual a 0 (cero). Sí rescata Scalabrini la política de Juan Manuel de Rosas, quien “supo volver contra las pretensiones inglesas el arma del empréstito, interesando a los tenedores de bonos y banqueros ingleses en el levantamiento del bloqueo establecido en el Río de la Plata por la flota de Gran Bretaña (…) pero en esta cadena de humillaciones es un pequeño punto luminoso, cuya perspectiva puede aclarar nuestro futuro”. (Scalabrini Ortíz, 2012: 348)

El fútbol, una alegría mundana

por Alberto Buela 

No existe ningún otro acontecimiento en la Tierra ni en el mundo que convoque tanta cantidad de personas y que conmueva toda la vida del planeta como el mundial de fútbol cada cuatro años. Este es el hecho bruto y cierto: la vastedad de la repercusión. ¿Qué podemos decir desde la filosofía sobre semejante conmoción?

El fútbol ha reemplazado desde la segunda mitad del Siglo XX y en lo que va del XXI  a la guerra en gran escala. La FIFA con 209 miembros tiene más países afiliados que las Naciones Unidas, con 193. Los seleccionados representan a las Naciones y no a los equipos de los países de donde salen los jugadores. Los colores de las camisetas, en general, están vinculados a los colores de las banderas o a la coloratura histórica de los países. Así Argentina lleva la camiseta celeste y blanca, Brasil la verde amarilla,  pero en Europa va más atrás de las banderas. El fútbol es representado por los colores nacionales, así a Inglaterra el color blanco o España el rojo, Alemania el plateado (como el color de la Mercedes Benz), Francia el blue, e Italia el azzurro (azul claro) que son los colores históricos que les pertenecen. Ese gran politólogo que es nuestro amigo, Horacio Cagni, nos observó: El fútbol simula una batalla con dos equipos enfrentados, sus capitales, corazas  y soldados. Fijate que las camisetas (corazas) a rayas son más permeables a la derrota que las lisas, porque entre líneas, dejan lugar para pasar (herir). O ese gran ocurrente oriental que es Eduardo Galeano  cuando observa: el fútbol se parece a Dios, tiene la devoción del pueblo creyente y la desconfianza de los intelectuales. Nuestro maestro José Luís Torres, el fiscal de la Década Infame, sostenía que: el fútbol es el partido del imperialismo y por algo ha sido un invento inglés. Dante Panzeri, ese gran observador del fútbol, afirmó: en esta dinámica de lo impensado, un hombre puede ser infiel a su mujer pero nunca a su camiseta o casaca. El Papa Francisco acaba de señalar que en la práctica del fútbol se deben observar tres comportamiento esenciales: entrenamiento, juego limpio y respeto a los adversarios. Es decir, estamos ante un fenómeno que fue pensado desde muchos ángulos pero que ninguno termina de comprender del todo. El muy buen filósofo brasileno, Nilo Reis, de Feria de Santana observa con agudeza: Eu jamais acreditei neste time. Aliás, considero-me apenas tricampeão. Os dois últimos títulos não foram conquistados com Arte, apenas com estratégia de "retranca". Lo que quiere decir que hay que distinguir entre el fútbol como jogo bonito del fútbol industrial y especulativo que se juega ahora.

Pero indudablemente, y más allá de todas estas válidas opiniones, este inmenso fenómeno masivo, tanto por su práctica mundial como por los espectadores desde los lugares más recónditos del planeta, algo nos está diciendo: Qué el hombre necesita desatar alegrías, no solo personales sino masivasSi Ortega y Gasset viviera diría que es el deporte predilecto del hombre-masa, y no estaría errado. Lo que ha sucedido en este último tiempo, sobre todo con la entrada de Internet, es que ya no es sólo el burgués, a que él ser refería, sino que es el pueblo llano en su conjunto el que participa hoy del juego. Pero esta alegría de que hablamos está vinculada a la distensión de la voluntad y de la obligación a que nos ha llevado la sociedad de consumo: trabajar pagar cuentas y tarjetas de crédito. Es como un parate, como una puesta entre paréntesis, como una epojé del diario trajín. Claro está, ya no existe más el domingo como el día del Señor donde no se trabajaba para honrar su gloria. Ese domingo al que llegábamos limpios pues nuestros padres nos obligaban a bañar y asearnos. Obvio que la fiesta del fútbol mundial cada cuatro años tiene sus sacerdotes (los jugadores), sus acólitos (los entrenadores y técnicos), sus misas (los partidos), sus réprobos (los que muerden o lastiman), sus santos (los grandes jugadores) y sus feligreses (los hinchas, torcedores, hooligans o tifossi). Pero a diferencia de la Iglesia que propone una felicidad ultramundana, la iglesia futbolera propone una felicidad mundana, sin un más allá. Es decir con una conciencia de la banalidad o el pasar de las cosas, porque dentro de cuatro años, otro puede ser el rey, el salvador, el héroe. Hay en este aspecto algo de la mentalidad estoica romana de alegrase con los hechos hilaritas animi, pero al mismo tiempo aceptar los hechos, cuando nos son contrarios. Todo perdedor que pierde luchando, es un ganador: Chile llega como triunfador y perdió, México lo mismo, Costa Rica igual.

En realidad el fútbol se ha transformado en una reacción ante la civilización ilustrada de estos últimos doscientos años que no ha hecho más feliz a la humanidad sino, antes bien, más desdichada. Es que el desarrollo tecnológico y financiero  ha transformado al mundo en usufructo y beneficio para unos pocos, y al hombre del pueblo le cuesta mucho arrancar lo que necesita para vivir con su duro trabajo a una naturaleza cada vez más pobre y rebelde. El fútbol le da un respiro a sus pesares cada cuatro años. Es que el hombre (varón y mujer) ha pasado por distintas etapas en estos últimos siglos. Así, de la vieja noción de calidad, a la que se llega por la fortuna o la educación (comienzo de la modernidad), a la de mérito o esfuerzo (revolución industrial) a, finalmente, la capacidad de consumo o shopping. Y hoy en las canchas de fútbol, son más los que están fuera que adentro de los shoppings.

Cuando los seleccionados llegan vencidos a sus respectivos países, si han perdido luchando se los recibe como héroes (hasta los Presidentes se sacan fotos con ellos) y si han perdido mal, por haber jugado mal, son casi considerados traidores a la patria (recuerdo aun cuando el seleccionado argentino llegó a Ezeiza en 1958, que se lo recibió a monedazo limpio). Pero, ¿Qué encierra esta cita mundial del fútbol cada cuatro años, como una especie de eterno retorno de lo mismo, para hablar como Nietzsche? En primer lugar que la alegría, ese sentimiento de placer que se siente ante una satisfacción o hecho favorable, necesita renovarse cada tanto. No existe la alegría permanente. Luego, lo efímero y banal de las cosas de este mundo. Es una alegría que no exige responsabilidad por parte del pueblo o del que se goza. Posteriormente, la necesidad de la acclamatio universal compartida, como un: aquí estamos nosotros los hombres comunes (uomo qualunque). Y, finalmente, poder proclamar en forma masiva como Schiler en su himno: todos los hombres han nacido de la alegría y a la alegría vuelven. En una sociedad desacralizada, queda esto como el último grito mundano, de una muerte sin más allá.


 


Cuaderno N° 15: 10 Cuestiones para entender el conflicto entre Israel y Palestina


10 CUESTIONES PARA COMPRENDER EL CONFLICTO ENTRE ISRAEL Y PALESTINA



ARITZ RECALDE


INTRODUCCIÓN

“Sólo le pido a Dios que la guerra no me sea indiferente, es un monstruo grande y pisa fuerte toda la pobre inocencia de la gente.” León Gieco

El objetivo del presente Cuaderno es uno sólo: contribuir a la paz.

Partimos de un supuesto: la guerra actual de Israel contra Palestina prolonga la inestabilidad política, económica, cultural y social de la Región, conduciendo las relaciones entre las partes a un destino de confrontación sin salida. Ante esta realidad y después de casi 120 años de la aplicación del Proyecto Sionista por parte de la dirigencia hegemónica del pueblo judío, puede concluirse que éste lejos de terminar con el enfrentamiento, lo profundiza. En este marco, difícilmente judíos y palestinos donde quiera que habiten puedan convivir, continuando esta política de guerra, enfrentamiento y exterminio. Asimismo, es innegable que el terror ejercido por el Estado de Israel genera no sólo el rechazo en la comunidad árabe víctima directa de las acciones, sino que además produce un sentimiento de marcada enemistad con el pueblo judío a lo largo del Planeta, adscriba o no al Sionismo. Si el objetivo de Israel es la seguridad de su pueblo, con su política terrorista fomenta por el contrario que su población viva en un estado de inseguridad y de guerra permanente. Consideramos oportuno reiterar que no hay acuerdo de paz posible sin la asunción de las responsabilidades de las partes directamente ligadas al conflicto. Asimismo, pensamos que un acuerdo para la paz en la Región debe involucrar la intervención de los Jefes de Estado y de las Organizaciones Libres del Pueblo, no importa la nacionalidad o la afiliación partidaria de cada una de ellas. Si la colectividad internacional no discute y actúa en consecuencia, atendiendo las alternativas en el mediano y largo plazo, vamos hacia un camino que conduce al abismo al pueblo palestino. Además, la inacción de medidas concretas en la actualidad por parte de la comunidad internacional, prolonga la inestabilidad e inseguridad indefinida entre los miembros de la comunidad de judíos de Israel y del resto del Mundo. 

Interesa ofrecer al lector un esquema conceptual de diez variables o cuestiones centrales para comprender el bombardeo actual de Gaza y los enfrentamientos constantes entre Israel y Palestina de las últimas décadas. Las mismas son presentadas a través de un recorrido histórico que permite al lector no especializado introducirse en la génesis del conflicto y en sus potenciales soluciones. En todos los casos, se consignan a pié de página fuentes bibliográficas y documentales que sustentan nuestro punto de vista y que tienen utilidad para la profundización del tema. La primera cuestión, se refiere al momento de ocupación del territorio de Palestina. La segunda, tiene que ver con la historia del movimiento político y cultural judío denominado Sionismo, que aportó la justificación doctrinaria y programática e implementó gran parte de las acciones para desarrollar el Estado de Israel. La tercera cuestión, tiene que ver con la relación entre Israel y un conjunto de Gobiernos, en especial nos vamos a referir a Inglaterra y Estados Unidos. La cuarta, se refiere a las acciones militares fundamentales que oficiaron como una bisagra en el desenvolvimiento del conflicto. La cuestión quinta se relaciona al tratamiento de la dimensión religiosa. La sexta, explica los mecanismos implementados por el Sionismo para la ocupación del territorio y la apropiación de los recursos económicos de Palestina. La cuestión séptima, aborda los mecanismos ideológicos y las estrategias comunicacionales y de sentido construidas para justificar la ocupación. La octava, introduce el factor de la industria de la guerra como un elemento central para comprender el proceso político histórico y actual. La cuestión novena, sintetiza la historia de las organizaciones políticas de Palestina. Finalmente la décima, presenta tres modelos políticos que actualmente tienen vigencia a la hora de atender posibles soluciones a los enfrentamientos.


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Debates del presente para construir un mejor futuro

  POR ALDO DUZDEVICH, para Agencia Paco Urondo  15 Marzo 2024   Hace varios meses deje de escribir. Porque en este tiempo, la cuasi-ob...