Por
Juan Godoy*
“En el territorio más rico de la tierra, vive un pueblo pobre, mal
nutrido y con salarios de hambre. Nuestra miseria se deba a que SOMOS UNA
ARGENTINA COLONIAL. Hasta que los argentinos no recuperemos para la nación y el
Pueblo, el dominio de nuestras riquezas, no seremos una Nación soberana, ni un
pueblo feliz. Por ello QUEREMOS SER UNA ARGENTINA LIBRE, de todo imperialismo
extranjero, cualquiera sea la ideología con que pretenda encubrir nuestra explotación.
Sin ello no podrá existir libertad, Democracia y Justicia. Luche con nosotros
para recuperar la patria para el pueblo argentino”
(Volante FORJA)
A principios del siglo XX Lenin
definió el imperialismo, su forma de penetración y expoliación de los países
coloniales y semi-coloniales. El imperialismo consideraba es la etapa
monopolista del capitalismo, en que adquiere primacía el capital financiero,
así “el capitalismo se ha transformado en
un sistema universal de opresión colonial y de estrangulación financiera de la
inmensa mayoría de la población del plañera por un puñado de países avanzados
(…) el capital financiero tiende sus redes, en el sentido textual de la
palabra, a todos los países del mundo (…) los países exportadores de capital se
han repartido el mundo entre sí, en el sentido figurado de la palabra; pero el
capital financiero se ha llevado el real reparto del mundo”. (Lenin, 2008:
17-18, 94-95) El reparto económico y político del mundo adquiere dos formas
principales de hacer dependientes a los países: la opresión colonial (dominación
directa), y semi-colonial (independencia formal, pero dependencia real), como
en nuestro caso.
Mientras tanto en la Argentina Manuel
Ortíz Pereira explicaba la dependencia con su pluma mordaz: “nuestra Argentina ha quedado comparable a
una casa sobre cuyo techo llueven dólares y esterlinas, pero nosotros, sus
habitantes, no podemos aprovechar una sola gota de esa lluvia de oro, porque
los caños de desagüe de nuestro techo han sido construidos para descargar en
Europa y Norteamérica”. (Ortíz Pereira, 2012: 74) Años más tarde, su discípulo Don Arturo Jauretche, completó la
idea en relación al peronismo estableciendo que “el peronismo no logró arrancar ese techo totalmente, pero le hizo un
agujero muy grande y entonces nos empezamos a mojar, según lo demuestran las
estadísticas de distribución del ingreso”. (Jauretche, 1961. Cit. Galasso,
2008: 175) Hace tiempo explicando este tema en una de las “nuevas
universidades” del Conurbano que están procurando “pensar en nacional”, un
estudiante me dijo, siguiendo la misma lógica de razonamiento que “los gobiernos posteriores al peronismo se
ocuparon en tapar los agujeros y le pusieron una membrana para que no vuelva a
pasar el agua”, mucha razón tenía, sobre todo en la Argentina posterior al
76, donde se ha profundizado la estructura de saqueo de la economía nacional.
En los últimos años si bien se ha
avanzado en la redistribución de la riqueza, en la democratización del acceso a
un conjunto de bienes y servicios, la recuperación de varias empresas y la
ampliación de derechos, sin desdeñar y ponderar esos avances destacamos que poco
se avanzó sobre la estructura imperialista dependiente de nuestro país, y vale
decir, también poco en la penetración cultural que se monta sobre esa
estructura. Este punto debiera ser un imperativo y servir como “brújula” cuando
un proyecto nacional-popular vuelva a conducir los destinos de la Patria.
Algunos datos dan cuenta de la cruda
realidad que muchos pretenden negar. A nivel global Daniel Cohen en una
conferencia del año 2005 pone de relevancia el desfasaje de la expectativa del
mundo capitalista y la realidad, la primera es la “supuesta” participación de
todos en los lujos y placeres del sistema capitalista, mientras que la segunda
muestra que el “mundo real” está muy lejos de esa expectativa en tanto la mitad
de la población mundial vive con menos de dos dólares por día. (Cohen, 2005)
Pensando en el Continente Latinoamericano por tomar algún dato de la estructura
dependiente de los países surgidos luego de la derrota del proyecto de la
Patria Grande, se han fugado entre 2002 y 2011 ¡6 billones de dólares!
(Dellatorre, 6-5-2016)
En nuestro país específicamente, en
los últimos 30 años se han pagado aproximadamente 400 mil millones de dólares
en concepto de deuda externa (debiendo hoy cinco veces más dinero que en el
83). (Argumedo, 2016) El matutino La Nación, fuente que nadie puede considerar
anti-imperialista informaba en 2012 que los argentinos (vale decir la
oligarquía argentina) tenían 400 mil millones de dólares en paraísos fiscales.
(La Nación, 24-7-2012) Hoy, a partir de las revelaciones en los “Papeles de
Panamá” conocemos varios de esos nombres, no casualmente hoy integrantes del
gobierno oligárquico, pues es un accionar de esa clase social a lo largo de la
historia. En una entrevista del año 82 en que "el colorado" Ramos
venía haciendo referencia a cierta "mentalidad portuaria" en la
política Argentina. El periodista le pregunta: ¿Qué quiere decir portuaria? Ramos
contesta: “es una manifestación de la
rosca que manejó al país desde el puerto de Buenos Aires. En la época colonial
existía un grupo de hacendados y comerciantes llamados por los mismos europeos,
la pandilla del barranco. Estos señores, entre quienes había un Martínez de
Hoz, antepasado del célebre Joe, se intercambiaban señales desde las alturas
del Parque Lezama, con los buques ingleses. El objeto era eludir el control de
la Aduana. Los herederos de aquellos pandilleros siguen intercambiando señales
pero ahora desde el asfalto de la City y sin catalejos". (Ramos, 2014:
265) Sabemos también que el 94 % de esos activos no están declarados. (Orlando,
3-12-2014) Estos son algunos pocos datos como muestra de la magnitud del saqueo
de la economía nacional por parte del imperialismo. Vale recordar que este
dinero expoliado es dinero generado por todos los compatriotas que día a día
ponen el hombro al país, y no por los que viven del trabajo ajeno. De ahí
también la frase forjista que nos sirve de epígrafe.
A esto se le suma la delirante
concentración de la riqueza a nivel global, donde solo el 1% de la población
controla la mitad de la riqueza mundial, es decir unas 80 personas tienen la
misma riqueza que otras 3500 millones. (La Nación, 20-1-2015) Un último dato,
para pensar en la magnitud del poder de las empresas transnacionales hoy, nos
informamos en la página web de Apple que dicha empresa ha obtenido en el año 2015
ingresos por 234 mil millones de dólares (www.apple.com), prácticamente la
mitad del PBI argentino. Carlos Vilas nos habla de la “autonomía relativa” del
Estado-Nación respecto de los grupos económicamente dominantes. (Vilas, 2010)
Hoy esta situación se agrava cuando
hay en nuestro país una restauración neoliberal, y el gobierno es manifestación
abierta de los intereses extranjeros, basta ver la representación del Gabinete
Nacional (que Alfredo Zaiat definió certeramente como la CEOcracia), para dar
cuenta de la colonización extranjera en las decisiones del gobierno, con la
presencia de al menos 27 miembros directos de Wall Street en el mismo, por lo
cual no es casual que la Agencia de economía y finanzas Bloomberg haya titulado
el 10 de marzo de este año “Wall Street a
cargo de Argentina (otra vez)”. (Zaiat, 22-5-2016)
Vale recordar en este punto que Juan
José Hernández Arregui considera que a lo largo de nuestra historia se hacen
presentes dos identidades: la del pueblo
argentino y latinoamericano aferrado al suelo; y la de la oligarquía aliada al imperialismo de turno, y como el
imperialismo lo que hace justamente es disolver la comunidad nacional a partir
de su penetración económica y cultural, se desprende que la oligarquía de
nuestro país no es parte del interés nacional, sino más bien del extranjero.
(Hernández Arregui, 2004) Es por ello que la “alternancia democrática” (de un
gobierno en mayor o menor medida nacional-popular a uno oligárquico
pro-imperialista), en los países semi-coloniales se manifiesta trágicamente,
pues hay un sector que “juega” directamente para el extranjero.
En nuestro país el “descubridor” del
accionar imperialista y sus formas de accionar con los bancos, ferrocarriles en
abanico, endeudamiento, control de los recursos estratégicos, para hacer de la
economía nacional una economía dependiente, y a través de sus mecanismos
mantenerla en el mayor de los atrasos, es Raúl Scalabrini Ortíz, por eso
Jauretche afirma que “llevamos al terreno
económico y social lo que la revisión histórica iba descubriendo (…) Esta fue
sustancialmente la obra de Raúl Scalabrini, cuyo talento de investigador y de
escritor y cuya voluntad sacrificada de servir al país le costó la pérdida de
todos los triunfos materiales que tenía a su disposición, pero lo premió con el
título que ya nadie puede discutirle de descubridor de la realidad Argentina”. (Jauretche,
1976: 57-58)
Y Scalabrini pensaba que la política
de la Argentina semi-colonial era como una sinfonía en que todos los músicos
ejecutan precisamente cada nota en forma coordinada, disciplinada, “hay un orden y un plan al que se subordinan
todos, desde el bombo hasta el timbal (…) cada uno maneja individualmente su
instrumento y tiene su función, pero todos obedecen puntillosamente los
dictámenes de un texto que sólo es inteligible para los músicos. Quien
verdaderamente manda allí, no está presente. Ellos no son nada más que
intérpretes de una voluntad escrita en un lenguaje sólo por ellos inteligibles
(así, pasando de la metáfora a la política) un
artículo inocente, un editorial sin trascendencia, un antecedente aportado por
un jurista, un ensayo, una opinión colateral, son modulaciones que se
sincronizan en la gran voz de la publicidad cuya resonancia ahoga el genuino
clamor de la necesidad nacional”. (Scalabrini Ortíz, 2009: 29-30)
La pregunta que se abre es ¿cómo enfrentar
esta penetración de los países opresores? Consideramos aquí, a pesar que muchos
(“propios” y ajenos), se empeñan en considerar que no hay que mirar el pasado,
y que esto del pensamiento nacional es cosa “poca seria”, es que siguen
pensando en términos de “civilización y barbarie”, en que lo europeo o norteamericano
es mejor que lo nacional. Nosotros preferimos seguir la máxima jauretcheana,
que la historia es la política del pasado, mientras que la política es la
historia del presente, es necesario buscar las respuestas en nuestra historia
profunda, pues el relato del pasado nacional sufrió una falsificación que “ha perseguido precisamente esta finalidad:
impedir, a través de la desfiguración del pasado, que los argentinos poseamos
la técnica, la aptitud para concebir y realizar una política nacional”. (Jauretche, 2008:
14)
En Nuestra América la respuesta a esa
penetración imperialista ha sido la reivindicación de las banderas nacionales
que se han manifestado mayormente como nacionalismos populares. El caso de la
Argentina es emblemático con la revolución nacional llevada a cabo por el
peronismo que avanza en la nacionalización de la estructura económica, el
desarrollo de las fuerzas productivas, la industria nacional, al mismo tiempo
que el avance en el otorgamiento de derechos políticos y sociales, y el
fortalecimiento de la columna vertebral del movimiento llegando a construir el
movimiento obrero organizado más importante de la época, apoyo absolutamente
necesario para el logro de dicha revolución nacional.
Muchos analistas y academicistas
consideran que el imperialismo ya no existe, y que al mismo tiempo las
reivindicaciones nacionales ya están “pasadas de moda”, que no hay que aportar
a la industria nacional como base para la soberanía, pues el mundo ahora “es
otro”, por lo cual hay que adecuarse al mismo.
Nosotros acá consideramos que si bien
es cierto que hay una mayor concentración de la riqueza, una presencia cada vez
más importante de las empresas que actúan y penetran en los más diversos países
y en diferentes rubros, un avance enorme del capital financiero (Cohen, 2005),
esto no nos debe llevar a las conclusiones disparatadas negadoras del
imperialismo, la oligarquía y de la necesidad de avanzar en la emancipación
económica y política como hacen estos academicistas.
Al contrario consideramos que esto es
una manifestación de un avance enorme de las potencias imperialistas (en tanto
la definición que dimos al comienzo), que lleva a una enorme desigualdad entre
los países centrales y periféricos (al fin y al cabo la riqueza siempre drena
de unos países hacia otros), es más continúan las invasiones a otros países
como en el caso de Irak o Libia por citar algunos de los casos recientes. Más
aún la respuesta a ese avance inusitado y más profundo de la historia del
imperialismo y las empresas transnacionales solo puede ser el robustecimiento
de la comunidad nacional, las naciones, el estado, el accionar de los pueblos,
y su organización. De esta forma, en el camino al bicentenario de nuestra
emancipación nacional, afirmamos que al
avance oligárquico-imperialista que expolia a nuestros países hay que
enfrentarlo con el fortalecimiento del nacionalismo popular.
* Sociólogo (UBA)
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