Alberto Buela (*) para INFOBAE
Quien no puede estar de acuerdo con Milei, el libertario, que sostiene verdades de a puño: la corrupción y promoción del mediocre de la dirigencia política; el cierre del Banco Central, ya propuesto en su época por el fiscal de la Década Infame, José Luis Torres (1901-1965); la ineficacia de los funcionarios del Estado, desde ministros a subdirectores nacionales; el reparto indiscriminado de planes sociales para no trabajar; etc.etc.
Pero la crítica en política como en la vida si no viene
acompañada de una propuesta es estéril. De nada vale el criticar, si carecemos
de una teoría política.
Y los libertarios no tienen una teoría política sino
sentimientos en contra del statu quo vigente. Y así como los viejos anarquistas que se oponían al
socialismo (hoy progresismo) porque constataron que el proletariado quería
progresar y no quedase en su clase para una lucha futura entre ellos y los
burgueses como sostenía el marxismo. Así su limitación está en que no tienen ni
tuvieron un proyecto de Nación ni teoría del Estado. El Estado según ellos
tiene que desaparecer. Por eso, al mismo tiempo, comparten con el marxismo el internacionalismo.
Los libertarios son individualistas e internacionalistas
al mismo tiempo. Están en contra de todo tipo de nacionalismo. Hay allí una
contradicción insalvable.
Esto nos lleva a
plantearnos: ¿cómo hacer política?
Perón, en su simpleza, afirmó:
con bosta se hacen paredes, indicando así que en política se debe
trabajar sobre la base de lo que existe, porque la realidad es la única
verdad.
Los libertarios como los marxistas y como los
progresistas están parados siempre en el éxtasis temporal del futuro, mientras
que los conservadores lo hacen sobre el pasado. Pero la realidad pinta gris sobre gris, y con ella hay
que bailar. Hic Rodhus hic saltus afirma Hegel en su genial intuición en
sus Lineamientos sobre la filosofía del derecho (1831).
Esta exigencia de realidad
hace que la tengamos que comprender como “lo que es, más lo que puede ser”.
Hace muchos años un lúcido
sindicalista como lo fue don Enrique Ferradás Campos del sindicato de
televisión, nos observó: la diferencia
entre un dirigente sindical y un político, es que el primero trabaja sobre lo
que existe y el segundo sobre lo que él cree que existe. De ahí que el discurso
político, en general, enuncia un compromiso que no lo compromete. En tanto
que el dirigente sindical tiene un compromiso personal y cotidiano con sus
trabajadores. O, al menos eso, es lo que tendría que tener.
La realidad es lo que es;
es el ente, un conflicto de potencia y acto afirmaba el viejo Aristóteles, y
eso es lo que hay que tener en cuenta y desde donde partir siempre. Por eso el
ente es el mayor de los conceptos y lo primero que capta la inteligencia. De
ahí que a un buen filósofo no le está permitido el macaneo.
El libertario ante la realidad no dice “construyamos a
partir de ella” sino “disolvámosla para salvar al individuo”. Y propone como sujeto de la política al individuo
aislado y auto satisfaciente. Una especie de “Juan Palomo, yo me lo gano y yo
me lo como”. Con ese individualismo
exacerbado no se construye política (ciencia ordenada al bien común) sino anarquismo
donde cada uno se salva como puede.
Política como ciencia
arquitectónica de la sociedad se hace a partir de disenso que es el que funda la propuesta o proyecto para reemplazar el
orden constituido. Y el disenso es en su sentido más profundo quiere expresar
“otra versión y visión” a la dada, a la presentada por lo políticamente
correcto. Esto es lo que no hacen los libertarios, “los contreras”, para hablar
en criollo.
Es cierto que esa postura
suma votos, pero votos que no encuentran una capitalización política sino que
se limitan a manifestar un desacuerdo.
El peronismo tiene, ciertamente, mucho de criticable
pero, al menos en Argentina, es la única teoría política que apoyándose en la
realidad tiende siempre al futuro.
Eso explica, más allá de sus logros históricos, porque el marxismo no pudo
reemplazarlo y porqué desde el liberalismo siempre surgen figuras que quieren
“cabalgar ese tigre”. Milei es su último jinete.
(*)
buela.alberto@gmail.com