Iciar Recalde –
Julio 2016
"Un poeta es
un hombre que hace de todo y además escribe versos", le habría escrito
Juan Domingo Perón desde su exilio allá por marzo de 1964 al recibir el
manuscrito de lo que pronto se editaría en Buenos Aires bajo el mote de Las patas en las fuentes.[1] Y tenía
razón: Lamborghini venía a quebrantar toda la serie de mitos liberales que en
un país dependiente permiten al hombre de letras desasirse de todo compromiso
con el país, legitimado por la noción reaccionaria de la autonomía de la
literatura. El lema ni vencedores ni vencidos escrito a sangre y fuego por
Lonardi en 1955 tenía su correlato en la literatura, donde a los vencidos según
la historiografía asentada en una política de la literatura liberal, ni clemencia. Así, el canon de las
letras argentinas fue configurado a través de la visibilización extrema de los
legítimos portavoces de la oligarquía –Echeverría, Sarmiento y Mitre, entre sus
principales exponentes- y el silenciamiento de una extensa tradición nacional y
popular: de Ascasubi a José Hernández, y más atrás aún si se discute la noción
de que la literatura argentina nace cuando nuestros intelectuales importan por
primera vez una estética europea, el romanticismo.
No hay relato de la
literatura argentina que no señale sus comienzos con la generación del 37. Tan
cipayos somos. Porque si de romanticismo se trata, Europa sabía lo que hacían
los escritores en relación a la cultura de sus países de origen: el
romanticismo era vehículo de una burguesía en ascenso preocupada por afianzar
la cuestión nacional a través del ataque
al clasicismo, un fuerte historicismo y el trabajo estético a través de ciertos
tópicos –la vuelta a la naturaleza que
para los nuestros era la barbarie, el sueño, la imagen idílica de la mujer, la
idealización del amor, la exaltación de los sentidos, entre otros-. Los
románticos franceses que desvelan a los escribas de la semicolonia argentina
fueron furibundamente nacionalistas. Las estéticas surgen por necesidades y
bajo objetivos que son coyunturales y nacionales, esto es, responden a la
dinámica de un campo literario específico en su vinculación con el campo social
en sentido amplio. Nuestros románticos también fueron nacionalistas, pero
nacionalistas franceses: se unieron a Francia en contra de Rosas y de los intereses
de nuestro país.
Para muestra basta
un botón y éste es uno de los tantos ejemplos que describen la dinámica de la
tradición liberal de la literatura argentina: se importa el arsenal
procedimental de lo estético en detrimento de su ideario social y político
concreto. Partiendo de una realidad subalterna y de una actividad literaria
necesariamente condicionada por ella, el escritor produce literatura en el
contexto de un pueblo, de sus dramas, contradicciones y proyectos. Por
consiguiente, puede hablarse de verdad del hecho literario en relación a qué
dice acerca de su contexto de producción, qué ilumina de lo real, qué aporte
realiza en la conformación de la conciencia nacional de determinada comunidad
nacional. Cómo se posiciona frente a la cultura de una nación, a sus
tradiciones, a sus actores, a la situación dependiente del país. Y en este
sentido, Lamborghini fue taxativo en su propuesta radical para la literatura
argentina: cantarle a la cultura nacional a través de un trabajo singular y
prolongado de destrucción de la frase poética y de puesta en duda de la
centralidad de la tradición liberal a través del rescate y de la reescritura,
entre otras tradiciones silenciadas, de la gauchesca, del tango y de la consignística peronista como
expresiones vertebrales del ser nacional. No en balde, su producción se inicia
en el año 1955 y la revolución peronista ocupa retrospectivamente el lugar de
la utopía cuyo derrumbe desubica e impone la fragmentación del lenguaje poético
porque, oblicuamente, ha desintegrado al país en conjunto.
En la escritura
lamborghiana el vínculo entre poesía y política es inescindible. La apropiación
fragmentada del habla directa de la política en Las patas en las fuentes,
posibilita que el lenguaje de los vencidos hable por sí mismo a través del balbuceo que impone el
decreto 4161: "somos los destrozados/los mutilados/ la vida por/la vida
por.” El poema arranca la palabra de su proscripción y la inserta en el texto
de manera violenta ya desde el título que rememora aquella épica del 17 de
octubre que otro poeta, Raúl Scalabrini Ortiz, habría descripto como el
subsuelo de la patria sublevado. Había recomenzado la revolución nacional,
iniciada por San Martín y las montoneras, Rosas, Yrigoyen y Perón. Y se canta
su derrumbe a gritos, a carcajadas amargas: “desempleado/buscando ese mango
hasta más no poder/me faltó la energía, la pata ancha/aburrido hace meses, la
miseria/buscando ahora trabajo en la era atómica/dentro o fuera del ramo/si es
posible (…) y yo arrastrándome/con la bala clavada en mi garganta/ardiendo, y
todos ellos allí/quedaron/sangre de lo mejor/caída en lo fétido.”
El poema consigue
tres logros poco frecuentes en la poesía argentina: una enérgica intervención
en lo ideológico, una original belleza formal y la configuración de un lenguaje
tremendamente argentino, el lenguaje de las masas argentinas que metieron las
patas en la historia nacional y que a través de Lamborghini, poeta, trabajador
y peronista, muestran que no es posible acallarlas. Oblicuamente, que nuestro
lenguaje, no se puede vender, ni quitar y que continúa cantando.
[1] Las patas en
las fuentes comienza a ser escrito en 1957, año en que se publica Al público en
Ediciones Poesía Buenos Aires. En este período, desempleado tras la clausura
que la dictadura ejecuta sobre diversos periódicos donde colabora -Crítica,
Noticias Gráficas, Democracia-, Lamborghini se traslada con su familia a
Llavallol y vive en la extrema pobreza. El volumen será editado recién en el
año 1965 por la editorial Perspectivas con un prólogo de Juan José Sebreli. Se
reeditará en 1966 y en 1968 por la
Editorial Sudestada con un nuevo prólogo de Joaquín Gianuzzi, otro de Alfredo
Andrés y cartas de Raúl Gustavo Aguirre y Leopoldo Marechal. La carta que Perón
le enviara desde Madrid está fechada el día 15 de marzo de 1964.