Iciar Recalde, integrante del plantel de la Escuela Superior Peronista, dialogó con AGENCIAPACO URONDO sobre los debates actuales dentro del pensamiento nacional.
Por Juan Borges
Iciar Recalde,
licenciada en Letras y profesora de literatura argentina del siglo XX y del
Seminario de Sociología de la cultura latinoamericana en la UNLP y de Política
y Sociedad en la UNAJ, donde dirige también el Centro de Investigaciones Raúl
Scalibrini Ortiz. Es Directora de la Editorial del Pensamiento Nacional del
Centro de Estudios Estratégicos Suramericanos dependiente de la CGT.
AGENCIA PACO URONDO: ¿QUÉ SIGNIFICA PARA
USTED SER PARTE DE LA ESCUELA SUPERIOR PERONISTA?
Iciar Recalde:
La actividad del intelectual y del pensador se afirma en las organizaciones libres del pueblo y en la forja de una
conciencia nacional independiente. Es por eso, que formar parte de Escuela
Superior Peronista, impulsada por la Juventud Sindical de la Confederación
General del Trabajo, significa un honor y una enorme responsabilidad porque allí
se encara de manera integral la formación doctrinaria de sus dirigentes.
APU: ¿QUÉ MATERIA VA A DICTAR EN DICHA
CURSADA? ¿DE QUÉ SE TRATA LA MATERIA?
I.R.: Voy a
hablar de la importancia y de la vigencia de la última actualización político
doctrinaria del Justicialismo, el Modelo
Argentino para el Proyecto Nacional (1974), testamento político del General
Perón y herencia medular que legó a los argentinos antes de pasar a la
inmortalidad. Constituye una hoja de ruta fundamental donde escudriñar las
aristas del Proyecto Nacional independiente que la Argentina, tras el golpe de
Estado contra el gobierno constitucional de María Estela Martínez de Perón
perdió, y que desde el año 1983 a esta parte viene aplazando sea por el primado
de agendas liberales y/o progresistas.
APU: ¿QUÉ DEBATES CONSIDERA NECESARIOS HOY
DENTRO DEL PENSAMIENTO NACIONAL?
I.R.: Los de
siempre, los de los valores trascendentes, los que han pensado los clásicos
para encarar los grandes problemas nacionales de su tiempo que son, lamentablemente
en función de la involución que ha padecido la Argentina en las últimas
décadas, también los nuestros, quizá profundizados y acicalados hoy con nuevos
ismos, pero todos concebidos por el aparato del colonialismo cultural puesto al
servicio de la profundización de la condición colonial del país y de la
postración espiritual de los argentinos. Hoy la Argentina agoniza como
resultante de décadas de destrucción de la comunidad organizada, comenzada a
sangre y fuego en 1976 y continuada en el devenir de democracias liberales, con
matices si se quiere, pero con un mismo basamento: la desaparición de la figura de Dios y de valores humanistas para
entronizar en su lugar el reinado del materialismo, de una supuesta libertad
sin límites ni responsabilidades de un sujeto individualista, consumista y
hedonista y en confrontación constante, que vino a suprimir la noción de
persona humana que encontraba en la comunidad su propia realización y la de sus
hermanos. Proceso de destrucción de la Argentina, asentado en como mínimo,
cuatro aspectos que múltiples pensadores nacionales encararon y que el General
Perón había alertado en el Modelo Argentino para el Proyecto Nacional al que
aludí previamente, donde ratificaba la vigencia medular de la comunidad
organizada en tiempos de universalismo:
Primero. La destrucción espiritual del hombre
argentino en el marco de una bestial transformación del ser nacional que
suprimió la tradición y los valores solidarios de nuestro pueblo, para imponer
en su lugar el individualismo neocolonial que impera en la actualidad.
Segundo. Avance de esta guerra cultural en la
que estamos sumidos a través de la expansión de los medios de comunicación y
del avance del narcotráfico. Culto al dinero, a la violencia, al descarte y
ruptura radical de los vínculos solidarios entre las personas humanas que
fueron el corazón de la comunidad organizada.
Tercero. Disolución de la orgánica popular que
dio lugar a la conversión de aquel pueblo de 1974 en la masa inorgánica actual
a través de una reinstalación a partir de 1983 de una “democracia liberal
representativa” ya superada en nuestra experiencia histórica nacional, que
venía a encubrir la continuad de los logros de Martínez de Hoz, la estructura
de país colonial que heredamos, generando una supuesta participación popular.
Cuarto. Claramente, el ataque al país industrial con pleno empleo que habíamos sido se
dio hermanado a esta destrucción de las bases espirituales que en la comunidad
organizada se sostenían en la familia argentina, en el modelo sindical y en el
ataque sistemático a las organizaciones libres del pueblo en sentido amplio.
APU: ¿CUÁL ES LA VIGENCIA DEL PERONISMO
COMO MOVIMIENTO POPULAR Y NACIONAL?
I.R.: El
peronismo es una doctrina y es una revolución inconclusa. En tal sentido, soy
una convencida de que su tesis medular, la
comunidad organizada, continúa siendo el más alto nivel de conciencia y
organización del pueblo argentino en toda su historia porque es reconocimiento
de la integralidad humana en una síntesis cabal e indivisible de fe y política.
Se trató de un proyecto de civilización que parió la Argentina como alternativa
al capitalismo liberal y al comunismo soviético que habían sumido al mundo en
una crisis social, económica y moral sin precedentes, asentado en un programa
de democracia social, orgánica y directa, humanista y cristiana, que reconocía
y garantizaba derechos y obligaciones de la persona humana cuya realización se
daba sólo en una comunidad liberada que ligaba su destino al del conjunto de la
colectividad.
Su vigencia es
central considerando que la verdadera
democracia que debemos restaurar deberá asentarse en la centralidad de las
organizaciones libres del pueblo, únicas depositarias del poder nacional,
refugio y casa común de realización de la persona humana con centralidad en la
familia, los sindicatos y el conjunto de organizaciones libres, basamentos de
la comunidad organizada. Segundo. La política
debe volver a ser voluntad nacional tras un ideal de justicia, bien común y
sentido heroico de la vida y no administración de la dependencia y
trampolín de negocios individuales o de facciones. Tercero. Los valores materialistas que priman en esta Argentina
que se derrumba devastan los vínculos humanos y conducen a la violencia y la
anarquía social, por eso necesitamos restaurar una fe y un ideal de
justicia colectiva en el corazón de la actividad política de las organizaciones
libres del pueblo. Cuatro. Las tres banderas que motorizaron la comunidad
organizada en el marco de la gran Comunidad Organizada Iberoamericana que
postuló Perón en 1974, son el marco de realización futura para una Nación que
se niega a asumir un destino colonial y que deberá, más temprano que tarde,
retomar su revolución inconclusa.