Aritz Recalde, 16 de agosto de 2023
Hace cuarenta años, Alfonsín alcanzó la presidencia con el 51% de los votos, en el marco de una activa participación del 85% del electorado. Actualmente, el oficialismo nacional obtuvo en las primarias el escaso 27% y fue a votar meramente el 69% del padrón electoral. En términos comparativos, la participación de estas primarias es desalentadora.
Del clima
emocional de aquella época, caracterizado por las expectativas en la democracia
de 1983 para educar, vestir y alimentar, se pasó al sentimiento de frustración
y de desencanto actual. Por si quedan dudas, en el bunker de la fuerza que
obtuvo el mayor número de votos (La libertad Avanza) se cantó la consigna del
año 2001: “que se vayan todos, que no quede ni uno solo”.
Dada la crisis
de representación y la imagen negativa de los candidatos que ejercieron el
gobierno los últimos 12 años, los tres principales mandatarios y figuras
políticas no pudieron presentarse a las elecciones. Cristina, Mauricio y
Alberto se bajaron de la competencia. La primera priorizó quedarse con los
legisladores de la Cámpora en las listas y perdió hasta el distrito que vio
construir su proyecto político, Santa Cruz. Macri derrotó a su adversario
interno, Larreta, y conservó la CABA. El presente y el futuro de Alberto
Fernández no parece promisorio.
Si bien JxC
redujo su volumen electoral nacional, mantuvo con una importante cantidad de
votos las provincias que administraban la UCR (Corrientes, Jujuy y Mendoza) y
el PRO (CABA). Además, sumó varias provincias más, cuestión que augura el
protagonismo de esa fuerza en los próximos años.
Por el
contrario, el PERONISMO ATRAVIESA LA PEOR CRISIS DE SU HISTORIA reciente.
Perdió San Luis, San Juan, Chubut y Santa Cruz y tiene posibilidades de perder
Santa Fe, Entre Ríos, Chaco y Buenos Aires. La elección bonaerense del 36%
actual, se asimila a la de Aníbal Fernández del año 2015 cuando sumó un escaso
35%. La diferencia sustancial es que, en ese entonces, Felipe Solá sacó 19%
desde la oposición y el peronismo estaba arriba del 50% del electorado del
2015. María Eugenia Vidal, en el año 2019, perdió habiendo alcanzado el 38% de
los votos. Con estos números, pareciera que la única garantía real del triunfo
oficialista es la división de la oposición y no el caudal electoral y político
propio.
Esta caída del
peronismo no es nueva, ya que viene protagonizando malas elecciones nacionales
en 2013, 2015, 2017, 2021 y 2023. Solamente levantó en 2019, en el marco de un
frente que no le dio musculatura de gobierno. Al contrario, pareciera incluso
que ese armado fue un obstáculo para la gestión.
Actualmente, el
bipartidismo de los últimos cuarenta años está debilitado, con la novedad de
que el PERONISMO ESTÁ EN DECLIVE, la UCR EN RESURRECCIÓN y nació una NUEVA
FUERZA LIBERAL.
MILEI encarna
una experiencia electoral novedosa, si bien propone un proyecto económico que
quiere regresar al siglo XIX. La LIBERTAD AVANZA no parece ser ni el FREPASO
(conjunción de radicales, peronistas e izquierda que llevaron a De La Rúa de la
UCR de candidato), ni tampoco el PRO (con un empresario en la conducción y con
una articulación con peronistas y centralmente con la UCR y sus derivaciones
como la CC o el GEN). MILEI, a diferencia de los anteriores, camina por los
márgenes de los partidos tradicionales y difunde una impugnación radical al
sistema político.
MACRI ACUSÓ DE
LOS MALES ARGENTINOS A LOS 70 AÑOS DE PERONISMO. MILEI, DIRECTAMENTE, SE
PROPONE REGRESAR A UN PROYECTO PRE YRIGOYEN.
El DILEMA ACTUAL
PARA EL PERONISMO es histórico. O se refunda o desaparece para licuarse en
otras fuerzas partidarias como la “minoría intensa progresista” o en JxC que ya
contiene a muchos dirigentes de origen justicialista.
La frágil y
cíclica SITUACIÓN ECONÓMICA de la última década obliga a revisar las bases
programáticas del espacio justicialista y es necesario un nuevo programa de
desarrollo. Las recetas del 2003 en el actual contexto parecen estar agotadas.
El DRAMA SOCIAL
de la pobreza estructural, hoy convertida en marginalidad, violencia y ámbito
para el desenvolvimiento del crimen organizado del narcotráfico, requiere de
nuevas y enérgicas acciones.
La CRISIS DEL
ESTADO como prestador de infraestructura de servicios, de educación, de salud y
de seguridad es evidente y el mensaje de las urnas fue claro y explícito en ese
sentido.
El justicialismo
necesita un NUEVO MITO MOVILIZADOR equivalente a la RENOVACIÓN de Cafiero, la
MODERNIZACIÓN de Menem o el DESARROLLO CON INCLUSIÓN de Kirchner. La idea de
Fernández aplicada en 2019 de fundar una nación a partir del género y de la
diversidad sexual se demostró un rotundo fracaso, en un país con un pueblo
mayoritariamente católico y con provincias tradicionalistas y culturalmente
federales.
El peronismo debe
entrar en estado de asamblea, de debate y de movilización. Tiene la inmensa
responsabilidad de impedir la debacle de la actual gestión, cuya dinámica
económica se asemeja al año 1988. La crisis de la UCR de Alfonsín sacó a esa
fuerza del poder hasta el año 1999 y sumergió al pueblo en un terrible
sufrimiento.
El justicialismo
debe organizar la campaña electoral de acá a octubre para ampliar el número de
legisladores y además, y centralmente, para poder competir en segunda vuelta.
El peronismo,
pase lo que pase en la próxima elección, está obligado a refundarse, a
revitalizarse y a prepararse para un futuro de turbulencias. Es momento de
FORTALECER LAS ORGANIZACIONES YA QUE VENDRÁN TIEMPOS DIFÍCILES.