Por Juan Godoy (Sociólogo –UBA)
"Cada trabajador debe pensar que su
futuro depende de lo que él haga y resuelva. Cuando los millones de obreros del
país piensen así, se organicen y se unan, no habrá poder en la tierra que pueda
hacer que sean engañados, defraudados y estafados en su voluntad". (Perón. Cit. en Galasso, 2005: 277)
“La restauración oligárquica, que agrava sin
resolverlos todos los problemas argentinos, producirá su antítesis, en la que
los trabajadores tienen la última palabra”. (Spilimbergo, 2014: 2013)
En la
mejor tradición política de Nuestra América, los movimientos
nacionales-populares han adoptado en mayor medida la forma de organización
política frentista. Así ha sido, por citar solo unos pocos ejemplos, con el
cardenismo en México, el varguismo en Brasil, el MNR en Bolivia, Velazco
Alvarado en Perú, Jacobo Árbenz en Guatemala, Sandino y el sandinismo
nicaragüense, más acá el chavismo o Evo Morales en Bolivia, etc., y por
supuesto en el caso argentino con el peronismo.
Este frentismo se relaciona
estrechamente con las características de nuestros países semi-coloniales, parte
de una emancipación y una nación inconclusa, con una cuestión nacional aún
pendiente. Por eso “todo planteo para la
lucha debe partir del conocimiento de nuestra situación de país semi-colonial,
integrante de un continente semi-colonial”. (Cooke, 2010: 121) Así estos
movimientos para enfrentar dicha condición, el atraso, la extranjerización del
aparato productivo, el drenaje de divisas al extranjero, la pobreza,
marginalidad, etc. procuraron llevar adelante sus propias revoluciones
nacionales. Es que “en América latina,
sufrimos principalmente por nuestra actual impotencia para constituirnos en
Estado nacional. Francia y los demás países de Europa sufren en cambio porque
los marcos de ese estado impiden el desarrollo de las fuerzas productivas”.
(Spilimbergo, 1958: 11) La cuestión nacional y social marchan de la mano.
Es que en el camino a la
emancipación definitiva, los países dependientes se encuentran con enemigos muy
poderosos, básicamente el imperialismo y la oligarquía. El primero, a través de
su penetración, deforma la economía nacional haciéndola una economía
dependiente y subsidiaria de su propio desarrollo, al tiempo que la mantiene en
un primitivismo agropecuario, u hoy día mayormente ligado a la valorización
financiera[1].
Mientras que el segundo, es el único sector realmente beneficiado de la
sumisión al imperialismo. Así este último, en la política interna no se vincula
al interés nacional, sino más bien “juega” para el extranjero. Así, Jorge
Abelardo Ramos afirma que “los
movimientos nacionales de los países atrasados ya no libran su lucha contra el
feudalismo interno (como en Europa), sino
contra el imperialismo exterior, al que debilita en sus propios cimientos”, (Ramos,
1973:225) al fin y al cabo las revoluciones nacionales reintroducen la crisis y
agudizan las tensiones en los países centrales.
Hoy día en nuestro país eso aparece
cristalizado en el elenco gobernante, de ahí que la alternancia en el poder en
las naciones como las nuestras se revela trágica, ya que a diferencia de los
países con una cuestión nacional resuelta, aquí hay un sector que es parte
del interés foráneo por su propio
beneficio. Es manifiesto que el gobierno está solo dispuesto a tomar medidas
que beneficien al sector social que representa, y que los cargos ministeriales,
como se ha dicho largamente, están ocupados directamente por los representantes
de los intereses imperialistas en nuestro país (Shell, JP Morgan, Deutsche
Bank, Monsanto, por citar algunos ejemplos) .
Los militantes forjistas
tempranamente abordaron la cuestión con profundidad, haciendo un llamado desde
la ciudad de Pergamino en el año 1941 a que se “reflexione que el grado de esclavización a que hemos llegado –típico
de toda política imperialista, cualquiera sea su bandera- solo ha sido posible
por la permanente entrega del país realizada por nuestra oligarquía. En
consecuencia, nuestra lucha como argentinos, debe ser doble: contra el enemigo
extranjero que invade, y contra el nativo vendepatria que entrega”. (FORJA.
Pergamino, febrero de 1941) De esta forma, para enfrentarlos FORJA pensaba en
la necesidad de avanzar en la creación de una posición o voluntad nacional, que
encontrara (como dirá Arturo Jauretche) puntos de coincidencia para construir
la Patria, y esa construcción debe ser contra los enemigos internos y externos.
Esta posición nacional busca juntar
a los sectores enfrentados en mayor o menor medida al imperialismo, y es una
manifestación original que pretende el abordaje de nuestros problemas a partir
de un criterio propio. Los forjistas resaltan que esa posición nacional no es
la suma de voluntades electorales, sino que tiene que tener justamente un
sentido nacional, es decir popular, porque el pueblo es la “pulpa y el latido de toda gesta emancipadora” (Argentinidad. Nº 1,
contratapa), por eso “FORJA avanza en la
comprensión del pueblo. Es la comprensión de sí mismo la que éste hace
comprendiendo a FORJA”. (Argentinidad. Nº 2, pp. 1)
En este marco aparece como una
condición insoslayable retomar la tradición frentista de los movimientos
nacionales-populares. Esta vez para enfrentar la restauración más cruda del
neoliberalismo que pretende llevar a la Argentina, al menos, a los años previos
al peronismo. La Alianza Cambiemos con sus políticas de transferencia de
ingresos y ajuste sobre los sectores más humildes y medios logró en muy poco
tiempo enormes manifestaciones de rechazo a esta restauración neoliberal: desde
la marcha de los trabajadores estatales nucleados en ATE, hasta la última manifestación
de todas las federaciones docentes, no-docentes y estudiantiles contra el
ajuste en el sistema universitario y la pretensión de avanzar sobre la
gratuidad, pasando por la multitudinaria marcha por los 40 año del golpe
cívico-militar genocida, la también multitudinaria marcha en Comodoro Py de los
sectores más estrechamente ligados al kirchnerismo, la gigantesca marcha de los
petroleros y la comunidad toda en Comodoro Rivadavia, y la histórica
movilización del 29 de abril de todas las centrales de trabajadores demuestran
una oposición creciente a las medidas del macrismo en el poder.
Los próximos meses, dado que el
gobierno no acusa recibo, sumado a la pauperización del nivel de vida, y empuje
de amplios sectores sociales a la más profunda pobreza e indigencia, lo que
significa, como sabemos: hambre, no
puede más que acrecentar el disgusto y la movilización. El gobierno se ampara
en la más descarada mentira, cinismo y ocultamiento para llevar a cabo su plan
de gobierno, con la complicidad del aparato cultural dominante. Cooke nos había
precavido que la oligarquía “defiende la
“libertad” como idea platónica y desencarnada, pero en el terreno vulgar de la
práctica se desconoce la condición de libres a los que ponen en peligro los
privilegios. La oligarquía no solamente es dueña de las cosas: también es dueña
de las palabras. “libertad”, “democracia”, “moral” figuran cuantas veces sea
necesario en un decreto que dé el zarpazo a las libertades civiles argentinas.
La democracia y la libertad se definen a partir del mundo de valores
liberal-burgués; por lo tanto, cualquier tentativa de sustituir la explotación
económica por sistemas más justos de distribución de la renta nacional está al
margen de la convivencia. El Estado debe ser indefenso frente a los poderes del
dinero y despiadado en la represión a los rebeldes”. (Cooke, 2010:125)
El gobierno avanza, sigue avanzando
y todo indica que lo seguirá haciendo a pesar del rechazo que viene generando, y
es evidente que “no es necesario indagar
mucho para comprender que una política económica-social fundada en la
amputación del salario, la intensificación y prolongación de las tareas y el
desempleo masivo, no puede imponerse sino en el marco de una brutal violencia
represiva contra el pueblo y la clase trabajadora” (Spilimbergo, 2014: 20),
es por ello que a partir de entender que “un
clima de rebeldías individuales puede durar indefinidamente sin afectar al
régimen que las provoca. Solamente cuando la rebeldía está coordinada y
encauzada en un movimiento de liberación adquiere la eficacia necesario para
luchar con éxito” (Cooke, 2010: 121), resulta imperativo la unidad del
campo nacional, la sumatoria de todos los sectores sociales enfrentados en
mayor o menor medida con la Alianza Cambiemos. En concreto sumar y aunar: marcha
ATE, Comodoro Py, marcha de las centrales, y movilización universitaria para
enfrentar al macrismo.
En este sentido la alianza entre
los sectores del movimiento obrero y las clases medias aparece como un tema
central. A esa alianza Jorge Enea Spilimbergo la llamó “alianza plebeya”,
y la definió categóricamente de esta
forma “la alianza del proletariado con la
pequeña burguesía constituye el fundamento estratégico de la revolución
argentina (…) Esta afirmación no excluye que, en el curso de la lucha, puedan
producirse acuerdos de más amplia naturaleza, con sectores específicamente
burgueses. Pero interesa a los trabajadores la relación de fuerzas concreta que
presidirá esos acuerdos y, en consecuencia, no sólo la necesidad de fortalecer
su propia estructura ideológica y política de clase, sino su sistema de aliados
inmediatos”. (Spilimbergo, 2010: 50-51)
La centralidad de la clase
trabajadora en el frente nacional es un tema recurrente en el pensamiento
nacional, y la ruptura de ese frente nacional fundamentalmente con los sectores
del movimiento obrero organizado en los últimos años, indudablemente ha
debilitado las posibilidades del movimiento nacional (más allá de lo que luego hicieron
o dejaron de hacer los actores políticos involucrados), y contribuido a la
restauración neoliberal. Cooke argumenta que si bien “reducirse a la clase trabajadora sería asegurar la derrota del Frente
de Liberación, reducirlo y parcializarlo en concesión a planteos teóricos o a
infantilismos revolucionarios. Los trabajadores del campo, los estudiantes, la
pequeña burguesía, parte de la burguesía industrial no dependiente del
imperialismo son parte del Frente de Liberación. El proletariado tendrá un
papel fundamental como clase combativa y cohesionada, será el eje sobre el cual
se apoyarán todas las fuerzas nacionales, la primera avanzada y el último
baluarte de las reivindicaciones nacionales”. (Cooke, 2011: 186)
Así, como revisar la historia es
necesario para no cometer los mismos errores, Juan Perón consideraba la
necesidad de la creación de un fuerza que sustente una política nacional, y que
consolide una fisonomía también nacional, y al respecto apunta que “la organización de los trabajadores es
condición imprescindible para la solución auténtica de los problemas
argentinos”. (Perón, 2012: 109) De ahí su famosa frase que el movimiento
obrero es la columna vertebral del movimiento nacional. Asimismo, cabe resaltar
que Perón, en línea con lo que venimos argumentando, pensaba en términos de la
“Patria Grande”, por ello considera que “la
liberación de un país, frente a la prepotencia imperialista y la traición
cipaya, no puede ser insular”. (Perón, 2005: 19)
Juan José Hernández Arregui también
puntualizó la centralidad de los trabajadores en el Frente Nacional, pues “el nacionalismo económico marcha paralelo
con el desarrollo de los sindicatos, pues sin su apoyo no puede resistir al
imperialismo que entuerca su dominio sobre la no participación democrática de
las masas y sus organizaciones sindicales junto al estado. Ya se ha dicho que
en los países dependientes, la conciencia de clase del proletariado es más
avanzada que la de la burguesía industrial”. (Hernández Arregui, 1973; 265)
En el mismo sentido, para no caer en equívocos cabe llamar la atención que si
bien el frente nacional es policlasista la ideología solo puede ser la
revolucionaria de la clase trabajadora. (Cooke, 2011)
Por todo lo expuesto es que
pensamos que no se trata de no mirar al costado, sino al frente donde está el
enemigo principal de la nación, y por lo tanto del pueblo argentino: el
imperialismo y la oligarquía. Si logramos la unidad podemos enterrar al
neoliberalismo definitivamente, sino es probable que asistamos a una nueva
década infame.
Bibliografía
Argentinidad. Diario
forjista. Nros. 1 y 2.
Cooke,
John William. (2010). Obras Completas.
Tomo IV: Buenos Aires: Colihue.
Cooke, John William. (2011). Obras Completas. Tomo V: Buenos Aires: Colihue.
FORJA
(escrito). Pergamino, febrero de 1941
Galasso, Norberto. (2005). Perón. Formación, ascenso y caída. 1893-1955. Buenos Aires:
Colihue.
Perón, Juan. (2005). América Latina: ahora o nunca. Buenos Aires: CS Ediciones.
Perón, Juan. (2012). Modelo argentino para el proyecto nacional. Buenos Aires: Fabro.
Ramos, Jorge Abelardo. (1973). El marxismo de indias. Buenos Aires: Planeta.
Ramos, Jorge Abelardo. (2014). Entre pólvora y chimangos. Buenos Aires: Octubre.
Spilimbergo, Jorge Enea. (1958). Nacionalismo oligárquico y nacionalismo revolucionario. Buenos
Aires: Amerindia.
Spilimbergo, Jorge Enea. (2010). Clase obrera y poder. Buenos Aires: Ediciones del Sur.
Spilimbergo, Jorge Enea. (2014). Los escritos políticos de Jorge Enea Spilimbergo. Buenos Aires:
Ediciones del Sur.
[1] Jorge Abelardo Ramos en una entrevista en Confirmado complementa en que “el
atraso histórico no se expresa solamente porque los recursos estén en manos del
extranjero. Se expresan también en la pérdida de la conciencia aguda del
interés nacional”. (Ramos, 1972. Rep. en Ramos, 2014: 133)