Por Gustavo Ramírez para AGN prensa sindical
La libertad de mercado no se traduce en libertad política. Ambas son incompatibles por más que la razón “libertaria” pretenda demostrar otra cosa. La base de la plataforma de gobierno presentada por Javier Milei tiene sustento en el dogma plutocrático de la injusticia social y del reparto inequitativo de la riqueza. En realidad, no cree en esa “distribución”. Para el candidato de Unión por la Patria, es una aberración hablar si quiera de eso.
Si se pretende analizar a Milei como un
fenómeno emergente de la política marginal, que hace pie sobre una base de
descontento social, se perderá de vista
de manera inmediata, que el personaje político-mediático es producto del
agotamiento de la democracia liberal. Por otro lado, este tipo de
manifestante político, centrado en la respuesta emotiva del análisis política
representa los viejos vicios de un capitalismo que rehúsa a dejar la escena.
El triunfo electoral del Frente de Todos
en 2019 no significó la derrota del modelo neoliberal. La idea interna de establecer un gobierno de transición para luego
recuperar la conducción política de la estructura partidaria, como sueño húmedo
del kirchnerismo retardatario, junto a la mirada demoliberal del Presidente,
permitieron la reorganización de las fuerzas reaccionarias y su avanzada.
Es cierto que en la carta de navegación no estaba previsto toparse con una
pandemia, tampoco con una guerra de características como las que presenta la
que se desarrolla entre la OTAN, Ucrania y Rusia. Pero sí estaba claro, que la
coalición iba a tener que lidiar con el yunque del Fondo Monetario
Internacional.
Políticamente
se decidió quedarse en el plano de la denuncia, sin exponer públicamente a los
que contrajeron la deuda como traidores a la Patria. Se les perdonó la vida y se los dejó
participar del juego democrático en nombre de ideales simplificados en una
geografía accidentada de buenas intenciones. Al mismo tiempo, las tensiones
internas por la disputa de la conducción política de la coyuntura horadó el
poder de un gobierno que carecía de planificación estratégica.
No era muy difícil prever que la designación de un sujeto como Alberto Fernández, acostumbrado a ejercer el rol de operador en las sombras, no podía tener un desenlace óptimo. Sobre todo porque el Mandatario, como tal, decidió disputarle el escenario a Cristina Fernández de Kirchner, que por entonces se sostuvo sobre el pilar de la narrativa de la década posible, como la más cercana al estado de bienestar, y del relato del dominio de los votos. Claro está que el cachetazo de las elecciones de medio término hizo volar por los aires tales tramas argumentativas. Sin embargo, el golpe no se acusó. Por el contrario, el fuego amigo interno se intensificó.
Mientras
tanto, el peronismo quedó reducido a una mínima expresión: Una idea de pasado
promisorio que no estaba en la diagramación futura posible. En la superestructura ninguno de los
actores intervinientes pensó en restablecer los principios doctrinarios. El
atravesamiento ideológico, que implicó un viraje progresista sustentado por el
valor contractualista, se desprendió de Perón y se asentó en la reafirmación de
la democracia liberal por medio del rescate emotivo del alfonsismo
reaccionario. Esto dejó al desnudo que la decisión de cúpula fue solventar un
proyecto sectorial, no peronista y en sintonía con el reverdecer progresista de
la región. Un síntoma de la hibridación y confusión ideológica que produjo la
artificialidad política del pragmatismo.
PROMESAS
SOBRE EL BIDET
El sociólogo chileno, Marcos Roitman
Rosenmann, afirma que “la economía de mercado abre la puerta a la sociedad de
mercado. Así se crean las condiciones dentro del capitalismo digital para
reconvertir el rol de los partidos políticos, asignándoles la función de
gestores del capital. El proceso de toma de decisiones se traspasa a las
grandes corporaciones, FMI, Banco Mundial, agencias calificadoras,
trasnacionales de bigdata y la inteligencia artificial”.
Para el laburante la cuestión es más
simple: Si no llega a poder comprar un kilo de carne, un kilo de azúcar, un
litro de leche, un kilo de pan y un kilo de papas, la cosa está fea. No importa demasiado el futuro si el
presente está vacío. La política carece de representación si no se responde a
la demanda urgente. Melei responde a la economía de mercado. Pero encontró
la explotación del nicho de la bronca, primero como expresión y aleccionamiento
mediático, después como emotividad política contra el campo político. Sin
embargo, no deja de ser un gestor de la injusticia social.
En el documento ‘Justicia educativa y articulación con el mundo del trabajo’, elaborado
en las jornadas 40 AÑOS DE DEMOCRACIA Consensos y prioridades de las
juventudes y la dirigencia política, organizado entre el 6 de marzo en Chaco y
el 25 de abril en Córdoba, respectivamente por el Centro de Implementación de Políticas
Públicas para la Equidad y el Crecimiento, se observa que durante el 2022 las
expectativas sobre instituciones de alta base social como la educación y el
trabajo perdían significado entre los más jóvenes.
De esta manera “en el eje sobre justicia
educativa y articulación con el mundo de trabajo, el 63% de las personas
encuestadas manifestó que la escuela secundaria no responde a los intereses de
los y las estudiantes, y el 67% opinó que tampoco acompaña a aquellos y aquellas
en situación de riesgo de exclusión. Asimismo, vale resaltar que el 70% de
quienes contestaron advirtió que la educación secundaria no facilita la
transición de los y las jóvenes hacia el mundo del trabajo”.
En esa línea del informe se desprende que
“2 de cada 10 estudiantes que ingresan a
la primaria, llegan al último año de la secundaria en el tiempo teórico
esperado y con aprendizajes satisfactorios en Lengua y Matemática”. Por
otro lado, “para gran parte de los y las
jóvenes la escuela secundaria es el último nivel educativo formal al que
accederán. A nivel nacional, 7 de cada 10 jóvenes de entre 25 y 29 años termina
ese nivel, y solo 4 de cada 10 acceden luego a la educación superior. Esto
implica que, durante los primeros años de la juventud, la mayoría de las
personas enfrentará el mercado laboral con su formación secundaria y el capital
sociocultural que acumularon en sus familias de crianza”.
Estos datos ponen en situación el hecho
de que la ausencia de planificación política estratégica posibilitó la pérdida
de centralidad social del trabajo como promotor de la movilidad social
ascendente. Esto arrastró también a la
educación. De allí que la partidocracia sirva para ganar elecciones pero no
para estructurar políticas con bases revolucionarias que permitan modificar las
condiciones actuales. Argentina semi-colonia. Es decir: al mismo tiempo que
se corre de la escena política al peronismo, se descentraliza el protagonismo
del trabajo y de la educación, como elementos constitutivos de la comunidad.
La penetración sistémica permite sostener
un andamiaje que explota los momentos de rupturas, al mismo tiempo, que
selecciona a los agentes que llevarán adelante la ejecución política del modelo
económica plutocrático y pro oligárquico. La democracia liberal, y el
progresismo que abreva en ella desde la concepción contractualista, es decir: que
se rige a través del principio liberal del contrato social, edifica los
cimientos sobre los cuales se va a retroalimentar el propio sistema. El modelo
económico políticamente correcto para hacer efectivo el sostén del estatus quo,
desde una perspectiva progresista-popular, es el desarrollismo.
Frente
a este “proyecto”, que claro está tiene sus propios matices internos, no es lo
mismo el liberalismo progresista que el liberalismo terrorista y reaccionario
de Milei, la contraposición proactiva es el peronismo y su doctrina. Al régimen del contrato social
individualista, que establece las reglas de juego impuestas por el mercado, el
peronismo le antepone la Comunidad
Organizada donde la centralidad de la escena social, política, cultural y
económica la tiene el trabajo. Allí se establece el rol del Estado como un
facilitador del equilibrio social entre capital y trabajo bajo la conducción de
las organizaciones libres del pueblo y del Gobierno puesto al servicio de la causa. La Comunidad
Organizada es liberación nacional y libertad.
Contrariamente a lo que se profesa en la
actualidad, sobre todo después de las manifestaciones del gobernador de la
provincia de Buenos Aires, Axel Kicillof, el peronismo no está en el pasado
sino en el presente. El verdadero programa de ruptura, por lo tanto revolucionario,
lo tiene el peronismo. En ese programa está explicitado al detalle cómo ha de
darse la diagramación de la integración social en función a la estructuración
del trabajo e incluso al mercado interno.
En términos particulares, vale decir que
Perón pensó en el trabajo industrial como pilar del crecimiento y liberación
nacional. Ya en 1944, en el discurso de
inauguración de la Cátedra de Defensa Nacional de la Universidad Nacional de la
Plata, expresó: “No cualquier industria sino una industria pesada, lo que
permitiría consolidar una estructura económica interna, fuerte y
diversificada…entonces no tendremos necesidad de mendigar mercados extranjeros,
porque tendremos el mercado dentro del país”.
El periodista y escritor Claudio Díaz agrega que “este mercado
interno crecería mediante una mejor retribución a los trabajadores,
marginados hasta entonces del consumo, que estarían en condiciones de acceder a
los bienes y servicios”.
Si en los discursos de campaña se alerta
sobre la posibilidad concreta de que tanto, Patricia Bullrich como Javier Milei nos retrotraigan a un período
pre-peronista por qué no adelantarse y retomar el programa nacional. Tal
vez la respuesta sea simple y electrizante y describa al mismo tiempo lo que
ocurrió en este período: Porque la decisión política no es regresar a Perón. Para los demoliberales el peronismo solo es
posible como rescate emotivo.
AMOR
DESCARTABLE
De la oferta electoral que se ofrece a un
electorado molesto, confuso y volátil, las propuestas del actual Ministro de Economía,
Sergio Massa, son las más sólidas. Ante la falta de un proyecto propio y
superador, el candidato de Unión por la Patria, se convirtió en una necesidad
para el peronismo. Se podría decir que sobre la espalda del ex-intendente de
Tigre pesa la responsabilidad de la supervivencia partidaria del peronismo.
No obstante, Massa tendrá que ser muy
claro y frontal a la hora de plantear su programa para no dar lugar a malos
entendidos y falsas interpretaciones. Para sobrevivir políticamente, el
Ministro necesita al peronismo. En las bases, el cantar es otro. La discusión
es más fuerte y con mayor contenido. La urgencia por revertir la situación no
se estanca en la confrontación electoral. La amenaza que se cierne, como
posibilidad concreta, sobre el territorio ya dinamitado de que todo explote no
convence, no seduce. Es cierto, Massa tampoco lo hace, pero es la opción más
clara al alcance de la mano.
Claro está no hay que subestimar la
capacidad de acumulación que tiene el falso profeta del aún más falaz anarcocapitalismo.
Sin embargo, más allá de la sorpresa original por el resultado de las PASO, el
escenario de paridad no hace pie en las encuestas intencionadas. No se sabe a
ciencia cierta si a Milei le alcanzará con el apoyo de Eduardo Eurnekian y de
los Pagani. Cuanto más habla, más deja al desnudo un programa de gobierno que
promete más convulsión que calma. Lo mismo aporta Bullrich. Ambos dejan al
descubierto su intención de restaurar una especie de neomenismo. Ello queda
expuesto en el armado de sus equipos económicos. La novedad es el aditivo violento que le
agregan al menú.
En las últimas horas Massa dijo, “tenemos
que pedir perdón”. Algo poco usual en la estructura frentista que integra
Cristina Fernández de Kirchner, poco afecta a la autocrítica. No está claro si
ese pedido representa el inicio del recorrido de un nuevo camino. Cada vez que
puede ratificar el rumbo del modelo económico y eso lo pone en contradicción
con un segmento importante de su base electoral. Sin embargo, es la opción a
mano. La necesidad.
Otra vez estamos ante un punto de
inflexión. Tal vez, a diferencia de otros momentos la situación está mucho más
a la vista. Los programas son evidentes. Todo está expuesto. La cuestión es
saber que se decide hacer con ello. Se acerca la primavera, una estación que
suele arribar con mayores expectativas, con ella llega el tiempo de
definiciones para el país y para cada uno y una de nosotros. Habrá que ser
astuto y perspicaz para no caer en la trampa de neutralización del momento. Hay
demasiado en juego como para tomarse la realidad concreta a la ligera.