Ignacio Cloppet para PERFIL
El golpe militar del 24 de marzo de 1976, es una de las fechas más nefastas de la historia argentina. Me vienen a la memoria, el 3 de febrero de 1852 (la caída de Rosas en Caseros), el 6 de septiembre de 1930 (el golpe de Uriburu contra Hipólito Yrigoyen), el 16 de septiembre de 1955 (el derrocamiento de Perón), y el 14 de junio de 1982 (la rendición de Puerto Argentino en Malvinas), por citar algunas. De todas ellas, pienso que la más infame fue la del 24 de marzo de 1976.
La Argentina había sufrido el golpe del ´55
donde Perón tuvo que exiliarse. Desde entonces, los militares se hicieron
dueños y señores de los hilos de la política, manejando los sucesivos gobiernos
civiles y militares, hasta el regreso definitivo de Perón en 1973.
Esos años de exilio, significaron tiempos
muy difíciles no sólo para Perón, sino también para los militantes de la
resistencia peronista que fueron fusilados, perseguidos, proscriptos y
confiscados sus bienes. Muchos tuvieron que dejar su familia y su patria,
para obtener un refugio seguro en países vecinos y europeos.
La llegada de Perón a su tercera presidencia,
fue demoledora en las urnas. El 23 de septiembre de 1973, la fórmula
Perón–Perón ganó por el 62% de los votos. El pueblo y la democracia le
habían dado la razón al exiliado general.
Es oportuno
destacar, que el regreso de Perón a la
Argentina fue para pacificarla. En ningún momento permitió darle cabida a
la lucha armada, ni a la venganza contra sus enemigos. Su móvil político fue
promover la unión nacional.
En 1944, con una
claridad meridiana, anticipaba lo que había pensado para la Argentina con su
regreso: “La labor para lograr la paz interior debe consistir en la anulación
de los extremismos capitalistas y totalitarios, así sean de derecha y de
izquierda, partiendo de la base del desarrollo de una acción política,
económica y social adecuada por parte del Estado y de una educación de los
individuos encaminada a elevar la cultura social, dignificar el trabajo y humanizar
el capital, especialmente, y reemplazar los sistemas de luchas por el de la
colaboración”.
El lunes 1° de
julio por la mañana, tomó la mano de su esposa Isabel, y mirándola con ternura
(...) le dijo: “ahora llega el momento de demostrar tu aprendizaje”.
Con la muerte de Perón, Isabel se hizo
cargo como presidenta. La tarea que le tocó no fue nada fácil, pues los
enemigos de Perón, estaban dentro y fuera del Movimiento.
La verdad, es
que el gobierno de Isabel tuvo algunos aciertos. Hubo un 8% de pobreza, apenas
el 10% de informalidad laboral y 3% de desocupación. Se lograron construir
miles de viviendas.
Pero, la situación interna estaba muy
convulsionada, por los enfrentamientos armados, los atentados, y la acción de
la guerrilla (Montoneros y ERP), quiénes sabían muy bien que no contaban con el
apoyo popular para derrocar militarmente a Isabel Perón, que era su verdadero
anhelo para instaurar la patria socialista.
La llegada de
Videla como Comandante en Jefe del Ejército en agosto de 1975, fue un punto de
inflexión para que su gobierno se debilitara. La figura de Videla, que contaba
con el apoyo de la Marina y la Aeronáutica, sumada a la colaboración de algunos
peronistas traidores, más la connivencia de los grupos subversivos, fue el
caldo de cultivo para que los militares comenzaran a conspirar, preparar y
organizar el golpe militar.
¿TUVO APOYO POPULAR LA GUERRILLA EN LA
ARGENTINA?
El 24 de marzo
de 1976 los militares volvieron a derrocar un gobierno peronista. ¿Cuáles fueron
las motivaciones para dar comienzo a la etapa más brutal que vivió la historia
argentina?
El objetivo principal fue acabar y hacer
desaparecer de la faz de la tierra al peronismo. No hay ninguna duda que el
odio hacia Perón y su doctrina era visceral. Por ese motivo, las acciones
de terrorismo de estado se hicieron frecuentes, y las principales víctimas
fueron los militantes, trabajadores y sindicalistas peronistas.
Es cierto que
hubo muchos militantes de izquierda que
también fueron víctimas, pero la primordial intención, fue acabar con el
peronismo.
Lo más gravoso
es que los militares no solo se ocuparon de la desaparición física, sino que
también se dedicaron a la desaparición
cultural del peronismo.
En el marco de
una causa penal contra Isabel Perón (que
estuvo privada de su libertad casi 6 años), el juez federal Rafael Sarmiento
dispuso embargos, inhibiciones de bienes, allanó en dos oportunidades la
“Quinta 17 de Octubre” en Puerta de Hierro, la casa de Gaspar Campos, y la
quinta “San Vicente”, confiscando todos los bienes, papeles, libros y
documentos allí existentes.
Todo ese acervo
cultural de gran valor histórico, fue trasladado en varios camiones, y el mismo
Sarmiento lo habría entregado –sin dejar constancia en la causa–, al mismísimo
general Videla.
De esta forma,
parte de la memoria histórica también desapareció en esa siniestra etapa,
cometiéndose un crimen de lesa cultura, del que hasta ahora, sus responsables
siguen impunes.
El pueblo argentino, y en particular los
peronistas, sufrieron tremendas violaciones a los derechos humanos durante los
años de la Dictadura.
Era tal el grado
de perversidad de sus jefes, ministros y funcionarios, que hasta se dieron el
lujo de prohibir la lectura de “El Principito” de Antoine de Saint–Exupéry,
porque era un libro que despertaba a la imaginación y al espíritu crítico. ¡Así
de burros y crueles fueron esos milicos!
Una paradoja de
lo que se estaba viviendo y que los muestra de cuerpo entero, es lo sucedido en
un almuerzo convocado por Videla el 19
de mayo de 1976. Fueron de la partida Ernesto Sábato, Jorge L. Borges, el cura
Leonardo Castellani y el presidente de la SADE, Esteban Ratti.
Después de ese
almuerzo, vale la pena recordar lo que dijeron sus comensales, al ser
preguntados por los periodistas en las escalinatas de la Casa Rosada:
–“El general me dio una excelente impresión
–dijo Sábato–. Se trata de un hombre culto, modesto e inteligente. Me
impresionó la amplitud de criterio y la cultura del presidente”.
Por su parte Borges, que saludó al general diciéndole:
“¡Ave, César, vencedor de los peronistas!”. Luego, refiriéndose a Videla, dijo:
"Le agradecí personalmente el golpe del 24 de marzo, que salvó al país de
la ignominia, y le manifesté mi simpatía por haber enfrentado las
responsabilidades del gobierno. Yo nunca he sabido gobernar mi vida, menos
podría gobernar un país". Fiel a su estilo, dijo escuetamente:–“Es todo un
caballero”–.
Dicho sea de paso, Sábato y Borges, nunca
fueron perseguidos por el régimen militar, más bien fueron mostrados como
ejemplo de la cultura argentina.
Se sabe que en ese almuerzo Ratti, le
entregó a Videla una lista con los nombres de diez escritores que estaban
desaparecidos.
Cuando le
preguntaron al Padre Castellani –que fue
el único que incomodó a Videla, que se animó a enfrentarlo e interpelarlo–
dijo: “Fue realmente una farsa, yo le hablé de los desaparecidos, de los
escritores y especialmente de Haroldo Conti, como me pidieron sus
compañeros de Crisis, y el General Videla se negó siquiera a contestarme”. Tal
vez Videla y su secretario el general José Villarreal, habrían imaginado que el
sacerdote bendeciría el “Proceso de Reorganización Nacional”. Se equivocaron de
cura, Castellani era de una sola pieza.
Se supo luego
que Castellani –que entonces tenía casi 80 años– con valentía le insistió a
Videla que le permitiera ver a Conti en la cárcel. Había sido su maestro en la
etapa de Conti como seminarista. El 8 de julio de 1976 el Padre Castellani
logró verlo en Coordinación Federal. Lo encontró en estado de postración y casi
inconsciente. Pese a sus esfuerzos, no le fue posible conversar con él. El
cura, como hace un buen pastor con sus ovejas, le impartió la unción de los
enfermos.
En octubre de 1980, según refiere Gabriel García
Márquez: “El general Jorge Videla concedió una entrevista a una delegación de
alto nivel de la agencia Efe, y respondió algunas preguntas sobre los presos
políticos. Por primera vez habló entonces de Haroldo Conti. No hizo ninguna
precisión de fecha, ni de lugar ni de ninguna otra circunstancia, pero reveló
sin ninguna duda que estaba muerto. Fue la primera noticia oficial, y hasta
ahora la única. No obstante, el general Videla les pidió a los periodistas
españoles que no la publicaran de inmediato, y ellos cumplieron. Yo considero,
ahora que el general Videla no está en el poder, y sin haberlo consultado con
nadie, que el mundo tiene derecho a conocer esa noticia”.
Es importante
recalcar, que cuando Isabel Perón fue
derrocada por el golpe militar, la deuda externa argentina era de 7.800
millones de dólares. En el año 1983 el Gobierno Militar le dejó al presidente
Alfonsín una deuda de 45.000 millones de dólares, miles de desaparecidos,
la industria nacional despedazada, gran inflación y la moneda devaluada, la
censura como herramienta coercitiva, la derrota en Malvinas, inseguridad e
inestabilidad jurídica y un país desmembrado en lo social y cultural.
* Ignacio
Cloppet. Miembro de la Academia Argentina de la Historia.