Por Juan Godoy para VIENTO SUR
“Los conflictos locales y el
desinterés por el bien común son instrumentalizados por la economía global para
imponer un modelo cultural único. Esta cultura unifica al mundo pero divide a
las personas y a las naciones (…) Estamos más solos que nunca en este mundo
masificado que hace prevalecer los intereses individuales y debilita la
dimensión comunitaria de la existencia. (…) El avance de este globalismo favorece
normalmente la identidad de los más fuertes (…), pero procura licuar las
identidades de las regiones más débiles y pobres, haciéndolas más vulnerables y
dependientes. De este modo la política se vuelve cada vez más frágil frente a
los poderes económicos transnacionales que aplican el “divide y reinarás”. (Papa Francisco)
“Si nuestra sociedad desea
preservar su identidad en la etapa universalista que se avecina, deberá
conformar y consolidar una arraigada cultura nacional” (Juan Perón)
Fermín
Chávez tiene una conocida frase donde afirma que “las crisis argentinas son primero ontológicas, después éticas,
políticas, epistemológicas, y recién por último, económicas” (Chávez, 1974:
12). Nuestro país se encuentra hoy en
una crisis económica de magnitudes inusitadas por diversas razones que no
vienen al caso. Es decir, estamos en el último escalón de la crisis que implica
anteriormente el estallido de las demás, donde en primer lugar está la
ontológica. Esta crisis del “ser nacional” podríamos decir es el puntal donde
se encadenan las demás. En ese sentido pretendemos aquí dar algunas breves
caracterizaciones en torno a la cultura nacional y su importancia, pues en base
a la misma se construye nuestra identidad que afirma nuestro “ser nacional”.
El colonialismo cultural que emana de los centro de
poder a través de sus diversos órganos de difusión, va conformando una forma de
pensar la realidad de nuestro país en contraposición a sus necesidades reales,
y no solo eso sino que en base a esquemas ajenos a la misma no nos permiten
arribar a soluciones profundas de nuestros problemas. Ese colonialismo que hoy
irradia la disgregación de la comunidad.
No casualmente las potencias extranjeras penetran no
sólo en términos económicos, sino también culturales, ya que el debilitamiento
de la cultura nacional, debilita una barrera defensiva contra su avance. Actúan
a su vez reforzando una conciencia falsa de lo que somos, que lleva por un lado
a la pérdida de identidad y por otro a una manía de la imitación. Romper con
esta última, implica cerrarse a las manifestaciones culturales extranjeras,
pero sí no tomarlas en virtud de la denigración y ruptura de las propias
(asimismo, más adelante, sumamos algunas cuestiones en torno a esta cuestión en
relación a la noción de mestizaje).
Fermín Chávez consideraba que la cultura aparece
como un árbol de dos raíces: por un lado la cultura de la elite, y por otro la
cultura del pueblo. De esta forma, el entramado cultural solo reconoce como
válidos los frutos de la primera raíz, mientras que dado su origen popular la
segunda solo puede dar frutos malos. La pedagogía colonial enseña que la única
cultura es la cultura creada por una elite. Por el contrario, desde la
tradición profunda del pensamiento latinoamericano pensamos que la cultura es
tal si es creación popular, fuente y/o el reflejo (y por qué no
rearticulación), de las manifestaciones que emanan de la comunidad nacional. La
cultura nacional no puede ser copia, pues es creación constante. Así, aparece
como expresión de la personalidad de los pueblos, rompiendo con la noción de
una cultura individual. Francisco nos dice recientemente en Fratelli Tutti “son las nuevas formas de
colonización cultural. No nos olvidemos que «los pueblos que enajenan su
tradición, y por manía imitativa, violencia impositiva, imperdonable
negligencia o apatía, toleran que se les arrebate el alma, pierden, junto con
su fisonomía espiritual, su consistencia moral y, finalmente, su independencia
ideológica, económica y política”. (Francisco, 2020)
Vale destacar que pensamos aquí que a la Cultura
nacional no como algo estático, la repetición ritualista de un conjunto de
traiciones, al fin y al cabo como una foto del pasado a la cual volver, sino
como movimientos, es creación constante, el encadenamiento con las tradiciones
a lo largo de la historia hasta el presente y con perspectiva de futuro.
Tampoco la cultura nacional es una cuestión meramente estética (lo que no
implica la negación de la existencia de una estética propia), sino más bien de
contenido en el sentido expresado anteriormente.
El mismo Fermín Chávez sostenía “si cultura es poder, cultura nacional es poder nacional” (Chávez,
1999: 11). De ahí que pensamos que la cultura nacional actúa como elemento
cohesivo de la comunidad nacional, al fin y al cabo son los rasgos que la
definen como comunidad autónoma (con características particulares –y diferentes
a un otro-).
Vale destacar que cuando mencionamos lo nacional, lo
hacemos pensando desde la perspectiva hispanoamericana, es decir en términos no
de patrias chicas, sino de una Patria Grande. Retomar esta tradición resulta
central, pues las tradiciones culturales e históricas compartidas constituye
uno de los pilares donde se asienta la integración de la región por la cual
lucharon nuestros libertadores a comienzos de siglo XIX, y tantos patriotas
levantaron a lo largo de nuestra historia. Aquí aparece nuestro continente e
identidad como un continente mestizo. En este sentido, “el miedo a ser americano de que nos hablaba Rodolfo Kusch será así
revertido en el orgullo de la identidad latinoamericana, humanista e
integradora, abierta al mundo en la etapa definitiva económica, cultural y política”.
(Maturo: 28)
Scalabrini Ortiz, a partir de plantear la distinción
entre los pueblos que caracteriza como monógenos y los que enmarca como
multígenos, afirma nuestra identidad dentro de estos últimos, sosteniendo que
es “el ser de orígenes plurales, tiene
bre-chas abiertas hacia todos los horizontes de la comprensión tolerante”.
(Scalabrini Ortíz, 1950: 11)
La característica central que recorre Nuestra
América es el mestizaje, cuestión que no aparece comúnmente en otras geografías
(basta ver el proceso de expansión anglosajona en el Norte de América), lo que
no implica como bien afirma Graciela Maturo que nuestra cultura sea “un simple mosaico sin rostro propio (…)
quien no es mestizo étnico en América Latina lo es desde el punto de vista
cultural”. (Maturo, 2008: 19-20) Esta noción nos particulariza y define
nuestra identidad, es “esta vocación de
síntesis, esta virtud de unidad, esta aptitud para transmutar tradiciones
culturales diversas lo que, al mismo tiempo, particulariza y universaliza a
América. Hay una vocación de universalidad en su propia particularidad
cultural”. (Podetti, 2019: 29)
La recuperación y el fortalecimiento de la cultura
nacional es un elemento urgente en esta etapa de crisis, para avanzar en la
recuperación de la identidad, la autoestima colectiva, y reconstruir nuestra
comunidad. Una cultura nacional vigorosa y una identidad nacional fuerte son
pilares para la emancipación y la construcción de una Patria definitivamente
independiente y soberana. Para finalizar, consideramos que como advierte Perón
en el año de su pase a la inmortalidad: “la
historia grande de Latinoamérica, de la que formamos parte, exige a los
argentinos que vuelvan ya los ojos a su patria, que dejen de solicitar
servilmente la aprobación del europeo cada vez que se crea una obra de arte o
se concibe una teoría”. (Perón, 2012: 63)
Bibliografía
Chávez, Fermín. (1999). El pensamiento nacional. Breviario e itinerario. Buenos Aires:
Nueva Generación.
Chávez, Fermín.
(1974). Civilización y barbarie en la
historia de la cultura Argentina. Buenos Aires: Theoría.
Chávez,
Fermín. (1983). La conciencia nacional.
Historia de su eclipse y recuperación. En Jaramillo, Ana (Comp.). (2012). Epistemología
para la periferia. Buenos Aires: UNLa.
Francisco,
Papa. (2020). Carta Encíclica Fratelli
Tutti (Hermanos Todos). Del Santo
Padre Francisco sobre la fraternidad y la amistad social. Asis: sin
editorial.
Maturo,
Graciela. (2008). La opción por América. Buenos
Aires: Fundación Ross.
Perón,
Juan Domingo. (2012). Modelo argentino
para el proyecto nacional. Buenos Aires: Fabro.
Podetti,
Amelia. (2019). La irrupción de América
en la historia y otros ensayos. Buenos Aires: Capiangos.
Scalabrini
Ortiz, Raúl. (1950). Perspectivas para
una esperanza argentina. Buenos Aires: Hechos e Ideas.