Por Aritz Recalde – octubre 2016
Durante los últimos años los gobiernos de la región
tuvieron que implementar sus programas de desarrollo en un contexto económico
internacional poco favorable. La caída de los precios del hierro, de la soja o
de los hidrocarburos le ocasionaron serias dificultades a Dilma Rousseff en
Brasil, a Cristina Kirchner en la Argentina y a
Nicolás Maduro en Venezuela. La baja de los precios de commodities se
complementó con la disminución de las exportaciones, que fue resultante de que
las economías europeas y norteamericana estaban cerca del estancamiento, sumado
a la disminución de las tasas de crecimiento de China.
Frente a esta situación económica desfavorable se
aplicaron cuatro programas de desarrollo.
Dilma y el PT emplearon un esquema de metas de inflación
y la Presidenta ajustó el gasto público acentuando el estancamiento económico y
el deterioro social. Aprovechando el desencanto popular, la enfrentaron sus
anteriores aliados políticos, el grupo de medios Globo, el poder judicial y
económico y los EUA. El pueblo no salió
masivamente a la calle y sin desmerecer los apoyos del MST, la CUT o la UNE,
quedó evidenciado el deterioro del sostén político de la base social del PT.
Cristina Kirchner no aplicó reformas estructurales
conservadoras como Rousseff y tampoco impulsó iniciativas nacionales de
modificación de la estructura oligopólica y extranjerizada de la riqueza. La
mandataria gobernó con déficit fiscal en una economía con bajos niveles de
crecimiento, a la espera de que cambien las condiciones internacionales. El
deterioro económico y social fue uno de los elementos que Cambiemos puso en
agenda para captar el 51% de los votos.
Evo Morales radicalizó el proceso político en Bolivia e
impulsó una reforma constitucional, nacionalizó los hidrocarburos y democratizó
el acceso a la tierra. Actualmente, está haciendo lo mismo con la minería
concesionada. La administración estatal de su principal riqueza le permitió
distribuir el ingreso y mantener el apoyo de su base social pese a la caída del
precio de las exportaciones.
Argentina y Brasil podían haber seguido el camino de
Bolivia y recuperar las riquezas estratégicas para distribuirlas entre las
mayorías, reforzando el apoyo social y garantizando los recursos para el crecimiento en el mediano y largo plazo. En
el caso argentino, ello implicaba motorizar una concepción peronista ortodoxa y
nacionalizar el comercio exterior y hacer una reforma financiera e impositiva.
Ello suponía disputar seriamente con el poder económico interno y externo.
Lejos de profundizar el proceso político, el FPV realizó una campaña electoral
sin propuestas de reformas económicas o de mejora social considerable. En línea
con el caso nacional, Dilma anunció una
reforma política y un impuesto a la renta financiera y ambas iniciativas no
pasaron del discurso.
En los dos países y sin desconocer las diferencias de
procedimiento, los gobiernos salieron
del poder y no se produjeron grandes
movilizaciones o acciones de resistencia popular contundente. En el caso
argentino, el FPV no tuvo una campaña electoral unificada y un sector del
Movimiento apostó a debilitar al candidato presidencial. La militancia se
movilizó activamente entre las elecciones generales y la segunda vuelta electoral,
sin con ello impedir la derrota en distritos históricamente peronistas como lo
es la Provincia de Buenos Aires.
Cambiemos aplicó el programa de la aristocracia del
dinero consistente en garantizar una trasferencia de ingresos al sector
financiero, a los grupos agroexportadores y a las empresas de servicios y
titulares de los recursos naturales. El gobierno en sólo nueve meses generó una
deuda externa superior a los 30.000 millones de dólares. Al sector
agroexportador entre la devaluación y la eliminación de las retenciones, les
otorgó una ganancia extraordinaria en el año 2016 de 100.000 millones de pesos.
Los aumentos del gas, la electricidad o el combustible
están llevando a la crisis a las empresas locales y producen un deterioro
social considerable. Los negocios de los proveedores de energía no solo atentan
contra la sustentabilidad productiva y social, sino que además ponen en juego
la soberanía territorial en Malvinas que está siendo subordinada a los negocios
de las empresas inglesas, norteamericanas y holandesas que representa el
Ministro de Energía de la Nación, Juan José Aranguren.
El saldo económico del programa de Cambiemos se expresa
en el estancamiento y en la caída del PBI (cercana a los 3 puntos en 2016), en
una inflación inducida superior al 45%, en la salida de capitales (más de
20.000 millones de dólares a la fecha) y en destrucción del tejido industrial
vía importaciones y debilitamiento del mercado interno (deterioro de la
capacidad de consumo popular). La faceta social del programa está mostrando una
tendencia preocupante: 200.000 nuevos desempleados, paritarias por debajo de la
inflación en el universo de los trabajadores formales y pérdida del valor de
compra de los planes sociales de la economía informal.
La política exterior de Cambiemos sigue los grandes
lineamientos de los EUA. En el plano regional consiste en debilitar al Mercosur
para ir a la Alianza Pacifico, mientras en paralelo apoya activamente la
destitución de Nicolás Maduro y de Evo Morales, cuestión importante para desandar
el ALBA y otras experiencias de articulación institucional y política
iberoamericana.
La resistencia política en la Argentina no se hizo
esperar y en lo que va del año se movilizaron los trabajadores formales
(CGT-CTA), los sectores medios kirchneristas y los representantes de la
economía informal (CTEP, CCC, Barrios de Pie).
Pese a que en los primeros meses se produjeron más movilizaciones y
conflictos que en los últimos años, está claro que no implican un límite al
programa neoliberal y tampoco son en sí mismo una alternativa política para el
2017 y el 2019.
Para resistir al programa neoliberal y a la embajada de
los EUA hacen falta mayor unidad, organización y combatividad social. La
creación de un triunvirato de la CGT y la implementación de un dialogo con la
CTEP es un avance importante. Pese a ello, siguen existiendo divisiones
sindicales entre el Triunvirato, el Movimiento de Acción Sindical, la Corriente
Federal y las dos CTA. UATRE y las 62 organizaciones que integran el gobierno
nacional de Cambiemos.
La unidad es un piso mínimo para cualquier política
(unidad de acción), a la cual hay que sumarle un programa con objetivos
compartidos (unidad de concepción). Este último aspecto está siendo enunciado
tanto por la Corriente Federal que impulsa un Programa de “26 puntos”, como en
el documento “De mal en peor” del 5 de agosto que fue redactado por el
Triunvirato. Unidos y convencidos, hará falta mayor disposición a la lucha
frente a un gobierno que destruye el trabajo argentino para beneficiar el
extranjero y a la usura internacional.
Dentro del universo político los dirigentes peronistas
que tienen responsabilidades de gestión, se encuentran frente al desafío de
gobernar, de ser oposición al neoliberalismo y de reconstruir el peronismo. En
algunos casos, hay funcionarios que están abocado a ser meramente gobierno y
votan y acompañan todas las medidas de Cambiemos para obtener recursos.
Pareciera que no importa que se ponga en juego la soberanía nacional y social
del país. Otro grupo de dirigentes están dedicados a construir la oposición
frontal al gobierno nacional. El tercer
aspecto político fundamental de la etapa, tiene que ver con reconstruir el
Movimiento Nacional. Actualmente, hay diversas divisiones y no existe una
conducción política incuestionada como anteriormente ejercía Juan Perón.
Frente a la dimensión de los enemigos y adversarios, es
fundamental que en las elecciones de 2017 los dirigentes políticos y sociales
se unan para resistir a la aristocracia del dinero que todo lo destruye y
corrompe. Hay que trabajar arduamente por consolidar una oposición al
neoliberalismo y por la reconstruir el Movimiento. Aquellos dirigentes
peronistas que solamente se preocupen por gobernar, formaran parte de un
programa que conduce la Argentina de
manera acelerada a otro 2001. Si el
Movimiento nacional triunfa en 2017, el camino político es auspicioso para el
2019.
Habiendo recuperado el gobierno, las organizaciones
libres del pueblo tendremos que optar por aplicar alguna de las cuatro
posibilidades de solución a los problemas nacionales y regionales.