Por Omar Dalponte*
El capitalismo es enemigo de
la humanidad. Y nada mejor para este sistema brutal que dentro de las sociedades
de cada país se produzcan enfrentamientos
y divisiones que hagan realidad aquello de “divide y reinarás”
Nuestra dolorida Argentina,
hoy más que siempre, es un laboratorio de pruebas utilizado por los centros de
poder nacionales e internacionales que tienen como objetivo convertirnos en una
colonia sin honor dentro de la cual sólo haya privilegios, disfrute, buenos
negocios para pocos y que todo el peso de la miseria y el sufrimiento caiga
sobre las espaldas de las grandes mayorías. Con paciencia y suma efectividad,
afirmados en su enorme poder económico, disponiendo del control total sobre los
medios de comunicación hegemónicos y con la complicidad de grupos locales
políticos, empresariales y financieros, esos poderes concentrados – de adentro
y de afuera - han logrado instalar al macrismo en el gobierno, utilizando
inteligentemente la vía electoral.
Después de tres años de demolición de la Patria ahora van por más y
en estos meses que le restan jugarán sus mejores cartas para permanecer en el
poder. Ya han puesto a rodar algunas fórmulas breves de campaña (slogans
que le dicen) que, sin duda, serán exitosas y pegarán positivamente en el
sector reaccionario de nuestra sociedad (que no es pequeño) y les ayudará a
reforzar su “voto duro” favorable. “Orden y mano justa”, “deportación a los
extranjeros que vienen a delinquir” por ejemplo, son fórmulas que suenan a
música celestial en los oídos de cierto fascismo del subdesarrollo que habita
entre nosotros.
La instalación del tema de la legalización del aborto fue una maniobra
hábilmente ejecutada por el gobierno que, luego de toda la parafernalia
previa al día de la definición, obtuvo un triunfo parlamentario que le permitió
reponer fuerzas en momentos que atravesaba un período de cierta debilidad. Así
la marea de pañuelos verdes no pudo, con su empuje,
derribar los murallones
amarillos. Durante el lapso que duró aquel hervor en las calles y en los
medios, el gobierno aprovechó para seguir asfixiando al pueblo con medidas que,
por tanto bochinche, pasaron desapercibidas. Esas medidas hoy tienen un efecto
devastador para nuestra gente. El
macrismo es especialista en cortinas de humo. Siendo un gobierno ultra
conservador abrió las puertas para discutir un tema polémico y desviar la
atención de asuntos que resultaban apremiantes para su gestión: Inflación
en aumento, dólar desbocado y acusaciones a algunos miembros del gobierno por
administrar empresas en paraísos fiscales, entre otras linduras, podían, en
aquellos días, desatar una crisis capaz de sacudir el mobiliario de la Casa de
Gobierno. La baraúnda de pañuelos verdes y celestes, más las cataratas de
palabras salidas de las bocas de los políticos, más el griterío del periodismo
servil fueron los pilares de la gran escenografía montada para ocultar los
acuciantes problemas que afectaban la vida de los argentinos y que con el
correr del tiempo se han ido agravando. En aquellas horas febriles, hasta la mismísima Cristina Fernández dió alguna
explicación menos creíble que el llanto de Macri en el G20. Según ella lo
que le hizo cambiar de idea y votar favorablemente por la legalización del
aborto fue “la presencia de miles de chicas en las calles”. Con el debido
respeto uno se permite dudar que una estadista del nivel de Cristina, ante un
tema tan sensible, de un día para otro cambie de opinión influenciada por la
presencia en la vía pública de una parte de los sectores en pugna.
Después de rechazada la
legalización del aborto por el Senado, para el macrismo quedó un bocado servido
en bandeja. La división entre pañuelos celestes y verdes le dejó al gobierno
una veta magnífica para explotar. A partir de allí, el ataque a la masculinidad, el desprestigio de los varones y presentar
a todos los hombres como si fuésemos la encarnación del Mal o, en el mejor
de los casos la muestra más acabada de la estupidez humana, fue la manera de
alimentar enfrentamientos en el seno de nuestra sociedad. Basta ver algunas
propagandas comerciales en TV para comprobar como se exhibe a varones en el rol
de perfectos idiotas. El “Marcos” del Banco Galicia, o el “Pablo” que la chica
abandona dejándolo sentado en un sillón después de quitarle las ilusiones y
hasta un corazón de juguete, muestra a las claras la incidencia de ciertos
medios en la desvalorización de los masculinos. Sumadas a esos mensajes
publicitarios de mal gusto, aparecieron
denuncias falsas que cambiaron para mal la vida de algunos hombres y
contribuyeron para que un joven se quitara la vida en Mar del Plata. Uno está
muy de acuerdo con las justas luchas de las mujeres cuando se hacen con
seriedad. Pero de ninguna manera con la tilingueria farandulesca que
amparada por la carnicería mediática desmerece la acción de las compañeras. Lo
del “colectivo de actrices” incinerando públicamente a un actor, con la
farsante Thelma Fardin como lenguaraz, ha sido deplorable. En la filmación
donde la actriz denunciante lagrimea en una representación nada feliz, se
advierte claramente una farsa, un show. No sabemos de Darthes, el personaje acusado,
cuánto tiene de ángel o demonio. Tampoco vemos pruebas contundentes de un hecho
que según dice la acusadora ocurrió hace diez años. Tarde piaste Thelma.
Lo que sí estamos seguros es
que la cosa no pasa por femineidad o masculinidad. Pasa porque todos somos
personas iguales. Y que el deporte nacional de ataque a los hombres, tan de
moda en estos días, es inaceptable. Algunos somos muy honorables y correctos en
todos los órdenes y nos asquea que haya tipos muy mediáticos que con tal de
quedar bien y hacer demagogia barata son capaces hasta de ponerse calzocillos
color rosa. No todos y todas estamos dispuestos a funcionar en la vida de
acuerdo al libreto elaborado por envenenadoras y envenenadores de almas que
llenan espacios televisivos, radiales y gráficos. Para que no aparezca esta
nota solamente voz masculina, consideramos importante cerrarla con la opinión
de dos mujeres. Una de ayer, pero siempre vigente: Eva Perón. Otra de estos días: la brillante intelectual, docente y
militante peronista: Iciar Recalde.
“Confieso que el día que me vi
ante la posibilidad del camino "feminista" me dio un poco de miedo.
¿Qué podía hacer yo, humilde mujer del pueblo, allí donde otras mujeres, más
preparadas que yo, habían fracasado rotundamente? ¿Caer en el ridículo? ¿Integrar
el núcleo de mujeres resentidas con la mujer y con el hombre, como ha ocurrido
con innumerables líderes feministas?
Ni era soltera entrada en
años, ni era tan fea por otra parte como para ocupar un puesto así... que, por
lo general, en el mundo, desde las feministas inglesas hasta aquí, pertenece,
casi con exclusivo derecho, a las mujeres de ese tipo... mujeres cuya primera
vocación debió ser indudablemente la de hombres.
¡Y así orientaron los
movimientos que ellas condujeron! Parecían estar dominadas por el despecho de
no haber nacido hombres, más que por el orgullo de ser mujeres.
Creían entonces que era una
desgracia ser mujeres... Resentidas con las mujeres porque no querían dejar de
serlo y resentidas con los hombres porque no las dejaban ser como ellos, las
"feministas", la inmensa mayoría de las feministas del mundo en
cuanto me es conocido, constituían una rara especie de mujeres... ¡que no me
pareció nunca mujer! Sentía que el movimiento femenino en mi país y en todo el
mundo tenía que cumplir una función sublime... y todo cuanto yo conocía del
feminismo me parecía ridículo. Es que, no conducido por mujeres sino por
"eso" que aspirando a ser hombre dejaba de ser mujer ¡y no era nada!,
el feminismo había dado el paso que va de lo sublime a lo ridículo. ¡Y ese es
el paso que trato de no dar jamás! “ (Eva
Perón).
“No existió jamás un peronismo feminista. Hay compañeras, estimo que de
buena fe y con el legítimo interés de diferenciarse del snobismo colonial,
intentan inventar hacia atrás lo que no existió para dar sustrato a lo actual
atadas en la trampa de buscar lo nuevo cuando lo que urge en la Argentina es
restaurar con objetivos actuales la esencia y la verdad en medio del caos que
lo corrompe todo: tanto ha sido el proceso de involución y destrucción del ser
nacional que vivimos los argentinos de 1976 a esta parte que las épicas, las
gestas, los mejores momentos vividos por nuestro pueblo, están adelante. No en
balde en esas operaciones, las compañeras no pueden acudir jamás a la verdad de
Evita: su legado ES, está sintetizado en escritos que hay que leer, en obras
que hay que recordar, en prácticas que deberíamos emular porque están ahí
mostrando su grandeza. O le ponen de manera infame pañuelos, construyen
inexistentes evistimos, la guerrean con el General Perón. Otras tradiciones, de
izquierdas o socialdemócratas, vertebran el feminismo y en todo caso, en los
afanes actuales debería irse por ahí. El
feminismo, hoy como otrora fue parido por ideologías de la división contrarias
a la matriz identitaria y cultural de la Argentina: nacional (patria-colonia)
de clase (pueblo-oligarquía) y religiosa (sustrato católico de la Argentina
como defensa del liberalismo). Y, centralmente, de unidad de la diversidad
criolla que eso somos, frente a la agresión externa y de sus operadores
internos
A secas: yo no necesito anclar
mi práctica política en mi condición sexual: ¿por qué lo haría frente a la
cuestión colonial, al imperio, a la oligarquía, a los problemas estructurales
de mi patria, a la violencia transversal de mi comunidad, al descarte? Soy una
convencida de que ir por ahí hace que pifie en la esencia del sentido de la
política que es reconocer dónde está el enemigo y, por ende, qué es lo que hay
que hacer, cómo y con quiénes. Y si
afirmo mi condición de mujer, en todo caso, es para reafirmar la maravillosa
diferencia que me permite caminar en unidad con el varón: el don de dar vida,
la sensibilidad, los modos de entender el amor y el servicio, la capacidad de
ver y pensar desde mi condición de mujer que me diferencia del varón y nos
hace, conjuntamente, una potencia de un valor trascendental incuestionable.
Que fueron Perón y Eva sino esa síntesis amorosa indestructible que aun
enciende corazones y señala el camino de la esperanza que es el que nos lleva a
las fuentes. No necesitaron dividir sino unir lo distinto de la naturaleza
humana. (Iciar Recalde)
Claras como el agua clara. El
tema da para más. La seguiremos.