viernes, 23 de agosto de 2019

Oliverio Girondo


Iciar Recalde, agosto 2019

La historia de la Literatura argentina es tan infame como la historiografía a secas y no ha dejado un sólo nacional en pie: silencia y/o falsea a su imagen y semejanza a través del tamiz liberal. El caso de, entre otros, OLIVERIO GIRONDO es bien sintomático del funcionamiento del Aparato de la Colonización pedagógica. No fue el poeta cosmopolita y hombre de ideas liberales que se enseña en Suplementos literarios de la prensa “seria” y en las Revistas de crítica literaria. Fue un entusiasta nacionalista consustanciado con su tiempo. Apoyó a Yrigoyen. Fue colaborador económico de la patriada que en plena Década Infame significó FORJA. Criticó el coloniaje eurocentrista (“El mal del Siglo”, 21 de febrero de 1937), abogó por la neutralidad en las contiendas bélicas gringas (“Nuestra actitud frente a Europa, 25 de abril de 1937). Allí expresará que las fuerzas en pugna constituían: "Dos idearios políticos tan opuestos como similares", que podían tornarse serias amenazas sobre América en la medida que se continuase tomando partido por uno u otro bando. De ahí su reclamo de: "hacer un saludo expresivo y retirarnos" de Europa, terminando con la actitud de: "aquellos cuya adhesión a Europa llega al extremo de plagiar el desastre." Para Girondo el repliegue americano era garantía no sólo de supervivencia material sino también cultural: “Por más que hayan leído al Facundo y el Martín Fierro, por más que conozcan el pelaje que la pampa imprimió a los caballos de Cortés, se resisten a admitir que América aporta un matiz inédito a la civilización occidental y se hallan dispuestos a seguir viviendo de prestado y se apresuran a importar problemas que carecen de todo sentido entre nosotros."
En “Nuestra actitud ante el desastre” (1940), retomará lo expresado en 1937: “Sin necesidad de entregarnos a un nacionalismo mezquino que contradiría la actitud de brazos abiertos que hemos tenido y debemos tener siempre, ni dejar de usufructuar lo que ella posee de entrañable y fecundo, es muy posible que haya llegado el momento de tender un cordón sanitario que nos proteja de los rencores que atormentan a Europa y que amenazan infectarnos.” Analiza en clave geopolítica y socioeconómica las estrategias de defensa de los intereses nacionales. En tal sentido, denuncia la dependencia económica de país y levanta las banderas de la impostergable necesidad de nacionalizar las empresas en manos extranjeras: "sin distinción de nacionalidad", aludiendo a las británicas y a las alemanas, con la finalidad de que el país se prepare a un nuevo orden mundial pos bélico, en el cual sea capaz de renegociar sus vínculos económicos: "No basta por lo tanto, denunciar la existencia de la organización nazi entre nosotros, ni delatar los peligros muy reales que ella entraña. Hay que eludir toda solución fragmentaria y convencernos de que el momento es tan grave que no permite ningún escamoteo. Hay que comprender que no existe otra manera de combatirla, ni de aunar la opinión pública del país, que indicar que HA LLEGADO EL MOMENTO DE LIBERARNOS, de una vez por todas, de la OPRESIÓN ECONÓMICA que nos asfixia... Envanecidos por el hecho de figurar entre los grandes países exportadores, hemos permitido que Europa falsee, por medio del halago y el soborno, el ritmo de nuestro desarrollo, hasta llegar a preocuparnos de sus necesidades muchísimo más que de las nuestras. De ahí que nuestras riquezas mineras se hallen todavía inexplotadas y que nuestras primitivas industrias locales hayan desaparecido."
Girondo ahonda su diagnóstico acerca de la realidad argentina, al decir: “Desvinculado del Continente, sin una trabazón íntima que lo unifique, el país no ha alcanzado su madurez, debido, más que nada, a una politiquería ratonil y a una casta que, con escasas excepciones, se ha preocupado, principalmente, de ENTREGARLO AL EXTRANJERO.” Manifiesta: “Mientras la economía del país se encuentre, en su mayor parte, en manos extranjeras y todos los servicios públicos no nos pertenezcan, resultará ilusorio defendernos del atropello exterior o erguirnos ante cualquier amenaza de traición dentro del país.”
Y propone una serie de medidas que constituyen un auténtico programa de gobierno: “Se nos enajenen, a largo plazo, y a su valor real, todas las empresas de interés público y que, poco a poco, adquiriésemos el control de ciertas fuentes de riqueza y de una parte del intercambio nacional.” Alude además a la necesidad de solidaridad continental independiente de tutorías imperiales: “Los pueblos de América parecen cada vez más dispuestos a abandonar su aislamiento suicida.” Según su reflexión, en todas partes van surgiendo grupos aislados que pueden disentir en las teorías, pero que, en realidad: “Sólo esperan al hombre capaz de convencerlos de que ha llegado la hora de olvidar toda preocupación extranjera para ocuparnos de nuestros problemas y ser, de una vez por todas, nada más que argentinos.” Juan Perón sería ese hombre.

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