Gabriel E. Merino (UNLP-CONICET,
integrante del IdIHCS y del IRI)
JUNIO DE 2019
Artículo escrito para Opiniones en el
IRI (Instituto de Relaciones Internacionales de la UNLP)
Después de prácticamente ningunear al
MERCOSUR y a la Argentina como socio estratégico, Jair Bolsonaro y varios de
sus principales ministros visitaron el
país y parecieron transmitir otra visión a la que venían sosteniendo. En este
sentido, Paulo Guedes, el ministro de economía de orientación neoliberal y
representante de los sectores financieros de Wall Street y San Pablo, que había
afirmado que el MERCOSUR no sería prioridad, en las reuniones en Buenos Aires
hasta llegó a reflotar una moneda común entre Argentina y Brasil.
Hace sólo unos pocos meses Bolsonaro,
en una demostración de quién sería su socio principal en América del Sur y su
concepción estratégica en materia de integración, rompió la tradicional visita a Argentina como primer viaje de estado
por parte de los presidentes recién asumidos en Brasil y optó por visitar a
Chile. También fue fundamental su visita a Washington, su alineamiento total con Donald Trump y
su apuesta a construir junto al nacionalismo americanista dominante en el
gobierno estadounidense, un movimiento mundial de derecha anti-liberal en lo
ideológico, que si en el centro se caracteriza por el nacionalismo económico en
la periferia del patio trasero se combina con un neoliberalismo exagerado.
Además, tanto Bolsonaro como su canciller ultra-conservador y
pro-occidental Ernesto Araújo había tomado como propia la doctrina Monroe de
“América para los americanos”, reafirmada insistentemente por la
administración Trump. En esta línea, fueron muy críticos con China, intentaron bloquear la compra de empresas por
parte del gigante asiático en Brasil y suspendieron la mega obra de
infraestructura comandada por empresas chinas para conectar el Atlántico con el
Pacífico a través de un corredor ferroviario bioceánico desde Santos a Ilo en
Perú. A ello se agregó el total abandono
de un regionalismo autonomista y de la apuesta multipolar de los BRICS.
La pregunta luego de esta breve
descripción es ¿qué pasó? ¿Por qué vuelve a haber, al parecer, una apuesta al
MERCOSUR y a la Argentina? ¿Obedece solamente a cuestiones tácticas y
electorales o hay algo más de fondo? ¿Por qué pareciera que Bolsonaro y Paulo
Guedes cambiaron sus posiciones?
Para empezar a construir una
respuesta posible a dichas preguntas, es interesante ver lo que pasó con
Venezuela. Bolsonaro, sus hijos y Araújo pretendían apoyar la propuesta
estadounidense de intervención del país caribeño para desplazar al gobierno de Nicolás Maduro e instalar en su lugar a
Juan Guaidó, impulsada por Donald Trump y su especialista en la política de
“cambio de régimen”, el Consejero de Seguridad Nacional John Bolton. Washington
necesitaba para avanzar el involucramiento de Colombia y Brasil. Sin embargo, el
principal representante de las Fuerzas Armadas de Brasil en el gobierno, el
general retirado del ejército y vicepresidente
Hamilton Mourao, se opuso completamente a dicha aventura.
En este caso como en otros, Bolsonaro
se chocó con la realidad y la correlación de fuerzas existentes en su país, en
la región y en el mundo, en un contexto muy complicado para su perfil de
ultraconservador en lo ideológico y en lo político e impulsor de un
neoliberalismo periférico en lo económico. A menos de seis meses de asumido, su
nivel de aprobación popular es el peor
de un presidente de Brasil desde la recuperación de la democracia (ronda un
30%) y la economía volvió a tener un retroceso, luego de cuatro años de
combinar fuertes caídas y estancamiento.
En este tiempo, se fortaleció cada
vez más el sector militar tradicional de
tendencia nacional conservadora con matices neodesarrollistas (aunque mucho
más liberal que en el pasado), representado por Mourao. Fue el propio vicepresidente quien viajó a China a
retomar el vínculo con el gigante asiático, el principal comprador de las
exportaciones de Brasil. La condición estructural de la economía brasilera hace
muy difícil un seguidismo a Washington en plena Guerra Comercial con China y el
mundo, junto a la exacerbación de la doctrina Monroe en América Latina. Esta
situación ya se había advertido por la propia ministra de Agricultura de
Brasil, Tereza Cristina, representante
del dinámico sector de los agronegocios, quien se despegó de las posturas
anti-China dominantes en las reuniones llevadas a cabo por la comitiva
brasileña durante la gira por Estados Unidos. Por otro lado, son las empresas
chinas las que están decididas a invertir en Brasil y apoyar el plan de
privatizaciones del gobierno (que continua la propuesta de Temer).
Mourao y su grupo también considera importante el MERCOSUR por varias
razones. Un de ellas es porque en el MERCOSUR y en la región donde pueden tener
destino las exportaciones industriales de Brasil. Esto también lo entiende la
Confederación Nacional de la Industria (representante de la burguesía interna)
más aún en un contexto de estancamiento. También porque consideran, siguiendo
las tradiciones geopolíticas brasileras, que su espacio de influencia es América del Sur, y el MERCOSUR y la
alianza con Argentina son una llave fundamental en ese camino. Si bien apoyan
un acercamiento a Washington y un alineamiento geoestratégico con Occidente,
reclaman cierta autonomía relativa y pretenden funcionar en relación a Estados
Unidos como Alemania y Japón en Europa y Asia Pacífico (aunque el mundo ya no
es el de la triada y América del Sur no es lo mismo que Europa y Asia Pacífico
para los Estados Unidos, muchos menos dispuestos a dejar ciertos márgenes de
autonomía). En esta calve puede
explicarse la propuesta de reflotar la moneda única (aunque muy abstracta y a
largo plazo).
Además, nos encontramos con un mundo
crecientemente multipolar y entrando ya en la fase de Guerra Comercial, en plena transición histórica y crisis de hegemonía
–con un Estados Unidos en declive e importantes fracturas internas entre
globalistas y americanistas— a lo que se le suma las perspectivas de un largo
estancamiento económico mundial y el freno desde 2008 al proceso de
“globalización” económica. En este escenario, como en los años treinta,
sectores de los grupos de poder tradicionales y clases dominantes se ven con la
necesidad de tener cierto margen estratégico propio y contar con un bloque
comercial desde donde negociar en las duras condiciones internacionales,
diversificando las relaciones. Reflotar los
acuerdos comerciales con la UE, Canadá y Corea del Sur van en ese camino,
aunque también simbolizan una estrategia de inserción primario-exportadora
que debilita a los sectores industriales y de mayor complejidad.
Las posiciones contrarias a la
política de Bolsonaro-Araújo-Guedes también se observaron, por ejemplo, en
torno a la venta de la empresa
aeronáutica Embraer (la tercera en el mundo) a Boeing de los Estados
Unidos. Allí los militares encabezados por Mourao no se opusieron, a diferencia
del amplio espectro nacional-popular que rechazó la venta de la joya industrial
más importante de Brasil, pero negociaron mantener en manos nacionales el
sector destinado a la producción militar de Embraer.
Es probable que Bolsonaro entienda,
además, que como representante de la potencia regional sea importante dar un
espaldarazo a quien considera su par en términos ideológicos y políticos, en un
escenario electoral complicado en Argentina para las fuerzas neoliberales. Él, al igual que Macri, es un presidente
débil y con oposiciones nacional-populares que se fortalecen al calor de las
consecuencias que generan las políticas de gobierno. El apoyo del papa
Francisco a Lula hace pocos días, en una carta en donde afirmó su
“proximidad espiritual” con el histórico líder del PT y le pidió “coraje” para
“no desanimarse”, lo que se suma a sus denuncias al “Lawfare” en América
Latina, son toda una señal de la magnitud de la disputa en la región y de las
fuerzas que se oponen desde distintos sentidos a la política dominante en
Washington, Brasilia y Buenos Aires.
En este escenario, es poco probable que el MERCOSUR muera, como se pensó
en un momento cuando asumió Bolsonaro, pero tampoco que realmente resucite.