Aritz Recalde, agosto 2019
La elección tradujo
el resultante de una conjunción de factores económicos, sociales y políticos.
La economía del subdesarrollo
El gobierno
de CAMBIEMOS es una muestra cabal de que la política económica neoliberal tiene consecuencias negativas para
la producción, el trabajo y las finanzas públicas argentinas. Los Ministros Prat-Gay,
Dujovne y Caputto reiteraron los perniciosos resultados de sus antecesores
Martínez de Hoz, Cavallo, López Murphy o Roque Fernández.
Mauricio Macri
recibió un país con problemas macroeconómicos caracterizados por el bajo crecimiento
(+2,1% en 2015), una inflación que rondó los 25% y con déficit fiscal y
comercial. El Presidente denominó a este escenario “pesada herencia” y en lugar
de buscar las causas reales del histórico y cíclico proceso de estancamiento
argentino, hizo una caracterización subjetiva y simplista y acusó a una persona:
Cristina Kirchner. En realidad, el inconveniente económico del país con el cual
se topó tenía entre sus causantes la recesión de Brasil, el proteccionismo de la
economía mundial, el bajo crecimiento chino y el deterioro del precio de
nuestros productos de exportación en una economía cartelizada y extranjerizada
como la Argentina. Ya desde el año 2012 en el país empezaron a escasear las
divisas y el gobierno protagonizó el recurrente ciclo de devaluaciones (2013),
regulaciones cambiarias (cepo) y de falta de recursos para financiar la
inversión.
Un tan
simplista y erróneo diagnostico como el de Macri, difícilmente podía terminar
bien. Durante su gestión CAMBIEMOS no
resolvió ningún problema estructural del país, sino que los potenció a todos. De
los cuatro años de mandato solamente en uno creció la economía (+2,7% en 2017) y en el resto se produjo una caída estrepitosa
de la actividad industrial y comercial. De 2015 a 2019 el PBI se contrajo un
3,5%. En 2016 la inflación fue del 40% y en los últimos dos años ascendió al
50% anual. Recibieron un dólar que rondaba los $ 10 y actualmente está en $ 60
acarreando un desbarajuste general de los precios y de las cadenas de
distribución y de venta.
En paralelo
al cierre de miles PYMES y al aumento del desempleo, un grupo reducido de
corporaciones se beneficiaron con la dolarización, con la suba de las tarifas y
con la desregulación financiera que permitió fugar las divisas al extranjero. Los
exportadores usufructuaron las devaluaciones y la baja de retenciones (soja o
minería) que les permitió acrecentar sus ya cuantiosas ganancias.
Con CAMBIEMOS
los productores locales y los trabajadores perdieron ingresos para
transferírselos a los especuladores financieros, a las empresas de servicios y a
los exportadores. En paralelo, el país
acumuló una deuda cercana a los 30 mil millones de dólares anuales, superando
el volumen generado por la dictadura de 1976 y por Carlos Menem. Para morigerar
la crisis financiera consiguieron un abultado préstamo del FMI, que suponían
les daría estabilidad macroeconómica de cara a la elección, cuestión que no
ocurrió.
La ambición
desmesurada de los CEOS, la ideología liberal que es fácticamente anti
productiva y la difícil inserción económica internacional del país, condujeron
al desastre a la economía que minó la estrategia electoral oficialista.
La fábrica de pobres y más pobres
Entre 2003 y
2015 al gobierno le tocó remontar la crisis de 2001 y en 12 años se generaron
4,5 millones de empleos y se implementó una cobertura social universal (AUH y
jubilaciones). Pese a eso, en el plano social CAMBIEMOS recibió según los datos
del INDEC intervenido en 2015, el alarmante dato de que un 33% de los
argentinos estaba en la pobreza.
En ese
contexto, la propuesta de “pobreza cero” le había dado a Macri una consigna electoral
atractiva para un sector popular que aspiraba, legítimamente, a mejorar su vida.
Muy lejos de sus promesas CAMBIEMOS sumó otros 4,5 millones más de pobres y
está hundiendo en el desamparo a seis de cada diez jubilados que cobran el
haber mínimo y que deben enfrentar los aumentos de medicamentos que es regulado
por los CEOS socios del mismo gobierno.
En 2015 CAMBIEMOS
prometió “trabajo digno” en un mercado laboral caracterizado por un alto
subempleo y por la informalidad. No solamente no se creó trabajo sino que según
datos oficiales y solamente en 2018 se perdieron más de 266.000 puestos y el
desempleo ya supera los dos dígitos (10,1%).
Los sectores
medios siguieron pagando el impuesto a las ganancias y junto a las clases
populares padecieron los permanentes aumentos de los alimentos, de los
programas de salud, de las tarifas, del combustible, del transporte y de los
remedios.
El malestar
social acentuó el clima electoral anti Macri y contribuyó en buena medida a
explicar el actual escenario electoral.
La unidad política de la oposición
Si en los
planos de la economía y de la cuestión social CAMBIEMOS demostró incompetencia
(o en realidad una gran capacidad de enriquecer a los CEOS a costa de la
pobreza generalizada), en el plano político introdujeron una experiencia digna
de análisis.
Teniendo
minoría en ambas cámaras aprobaron prácticamente todas las leyes que
impulsaron. En menos de dos años desandaron la política de negociación de deuda
que le demandó una década al kirchnerismo, derogaron los aspectos centrales de
la ley de Servicios de Comunicación, reprivatizaron la televisación del futbol
y modificaron radicalmente la política exterior poniendo al país debajo la
egida de los EUA. En poco tiempo contribuyeron a destruir la UNASUR y a poner
en riesgo el MERCOSUR. Implementaron modificaciones tributarias antinacionales
y aprobaron la reforma previsional pese a las masivas movilizaciones y
cuestionamientos a la medida.
A lo largo de
los casi cuatro años tuvieron una estrategia comunicacional y un discurso mediático
ordenado y sin fisuras. Manejaron con destreza la imagen y la dimensión
emocional alcanzando consenso en una parte importante del electorado al cual perjudicaron.
Tuvieron escasas rupturas de su frente electoral y pese al deterioro económico controlaron
la agenda pública y mediática con mucha habilidad.
Gestionaron
el conflicto social evitando desbordes y CAMBIEMOS se demostró mucho más
eficiente para enfrentar los reclamos del sindicalismo y de las organizaciones
sociales que la UCR en 1989 y en 1999.
Previo a la
actual derrota en las PASO, Macri preparaba su sucesión con una propuesta competitiva
y dentro de CAMBIEMOS apuntaló a dos de sus candidatos PRO de cara al 2023
(Vidal y Larreta). En ambos distritos elaboraron una estrategia política ordenada,
en la cual los radicales terminaron acatando la conducción del Presidente. El
Gobierno Nacional a diferencia de sus antecesores kirchneristas que tejían
alianzas con los intendentes, implementó una política de transferencia de
recursos a la Gobernadora bonaerense. Vidal consiguió parte de los fondos del
Ente de Reparación Histórica de la época de Duhalde y aplicó reformas
institucionales muy importantes como fue el fin a la relección indefinida de los
intendentes.
En 2019 y por
primera oportunidad desde 2013, los CEOS y sus delegados políticos no
consiguieron dividir al espacio peronista – progresista. En las elecciones
presidenciales de 2015 CAMBIEMOS obtuvo 28% (PASO), 34% (generales) y 51 % (segunda
vuelta). En 2017 el oficialismo sumó el 35,9 % de los votos a nivel nacional. Actualmente,
CAMBIEMOS alcanzó el 32%. Exceptuando la segunda vuelta de 2015, entre 6 y 7
votos de cada diez no iban a Macri. La diferencia sustancial con las PASO de 2015
y de 2017 es que un sector mayoritario de la oposición se unificó y concentró el
voto anti CAMBIEMOS (Kirchnerismo, Frente Renovador y PJ).
La “ancha
avenida del medio” se redujo considerablemente en una campaña polarizada. El
debilitamiento de la “tercera vía” en la Provincia de Buenos Aires fue
definitorio del panorama nacional. La pérdida de votos en distritos importantes
como Santa Fe, Mendoza o Córdoba terminó de torcer la balanza para el frente
opositor.
Para tener
chances de triunfar CAMBIEMOS necesitaba que los actores sociales (sindicatos y organizaciones sociales) y políticos (Kirchnerismo,
Frente Renovador, gobernadores e intendentes justicialistas y radicales no
oficialistas) no se reúnan. Lo consiguió en la elección a gobernador en Jujuy.
No lo logró a nivel nacional y la operación de integrar a Pichetto llegó tarde
y no tuvo el efecto divisorio esperado de la oposición peronista.
La decisión
de correrse de la candidatura a la Presidencia de Cristina, favoreció que
Alberto Fernández amalgame un sistema de alianzas similar al del 54% del 2011.
Unidos o dominados
CAMBIEMOS deja
un país con empresas quebradas, con una pesada deuda externa y con una terrible
y dramática deuda social. El gobierno entrante tendrá menos recursos públicos
por la baja de las retenciones y deberá abordar los altos costos de los
intereses de deuda.
La oposición
habrá aprendido con lo ocurrido en 2013, 2015 y 2017 que el peronismo divido
pierde elecciones. También queda claro que un sector importante de los
argentinos apoya al neoliberalismo y lo hizo con Menem, con De la Rúa y ahora con
Macri pese a los malos resultados macroeconómicos. Hay mucho que trabajar políticamente con
estos millones de argentinos. De esta prédica dependerá la posibilidad de tener
políticas de Estado a largo plazo.
Estos últimos
años también revelaron que el pragmatismo partidario es capaz de apoyar
cualquier política, esté quien esté en el poder y por más deshonrosa que sea
para los intereses nacionales. Los sindicatos, las organizaciones sociales y
los sectores medios universitarios fueron el corazón de la resistencia a
CAMBIEMOS, cuando en paralelo un sector de la dirigencia opositora cogestionó
el programa con Macri.
El peronismo
requiere de un Partido nacional y de una orgánica que contenga y que potencie a
la militancia, que debata y que fije lineamientos programáticos y doctrinarios de
mediano plazo. Actualmente, se desenvuelve como una desordenada federación de
gobernadores, intendentes, sindicatos y organizaciones populares.
El nuevo
Gobierno deberá ser consciente de que Macri y Dujovne son parte de la “pesada
herencia”, pero que en realidad hay problemas económicos estructurales e
históricos que no se van a ir con el actual Gobierno. El subdesarrollo, la
inestabilidad macroeconómica y la desigualdad se quedarán por muchos años y la
reconstrucción del país demandará tiempo.
Es momento de
convocar a la unidad política y económica nacional de todos los sectores
opositores. Se vienen tiempos de concertación económica y social y de diálogo y
de acuerdo político interpartidario. El mes de diciembre de 2019 nos encontrará
unidos o dominados.