domingo, 3 de abril de 2016

El objetivismo en las ciencias sociales en el pensamiento de Oscar Varsavsky

Por Juan Esteban Godoy *

La posibilidad o no de un objetivismo en las ciencias sociales ha recorrido la historia de las mismas. La idea de un pensamiento desprovisto de pasiones parece haber ganado primacía, al menos en los últimos años. Recorreremos las ideas de un personaje, en principio ajeno al ámbito de los cientistas sociales, que en la década del ’60 pensó la relación entre política y ciencia, a saber: Oscar Varsavsky[1].
            La imagen de una ciencia objetiva es la de una ciencia que avanza en forma unilineal, que tiene una misión, sus propios valores. La ciencia desprovista de política. Quién tuviera la osadía de romper este esquema, ya no estaría haciendo ciencia, sino política (o al menos una ciencia de una categoría menor, impregnada de subjetividad, de valores). Los términos aparecen como opuestos.
            Varsavsky va a deshilvanar esta visión de la ciencia. Nuestro autor va a sostener que en el ámbito científico, al igual que en otros sectores de la sociedad se hace patente la dependencia cultural en relación a los países centrales. De esta forma, los problemas científicos de los países dependientes, van a estar dirigidos por aquellos. La ilusión de la ciencia que avanza, teniendo como motor fundamental a la libertad, se desintegra, pues el científico “elige de los temas allí en boga y cree que eso es libertad de investigación, como algunos creen que elegir entre media docena de diarios es libertad de prensa” [i]. Así los problemas que son considerados científicamente relevantes, se hallan influidos por el medio social en donde surgen, y por ejemplo: si es en un país dependiente culturalmente, en un sistema capitalista, imperialista son cuestiones que tendrán fuertes implicancias en la problematización.
            Pero no son solo los problemas considerados importantes por el ámbito científico los que se hallan moldeados, dirigidos, sino también los instrumentos que se crean para abordar los problemas, así “la ciencia actual no crea toda clase de instrumentos, sino solo los que el sistema le estimula a crear” [ii]. La ciencia no es libre, depende del sistema social en el cuál se desarrolle, y de la dirección que se le imprima. Así ésta no es siempre igual, no tiene una única dirección y forma.
            El sistema presiona para que la ciencia se dirija en tal o cuál dirección. Aquí se hacen presentes los mecanismos que otorgan prestigio, dinero, becas, ascensos, premios, etc. Se produce una cuantificación y jerarquización del conocimiento (en los últimos años cada vez más agravada), llevando a preponderar la cantidad por encima de la calidad, pudiendo categorizar a los cientistas y sus producciones (aquí los papers adquieren suma relevancia). Concepción profundamente penetrada por lógicas coloniales, como que ¡tenga más prestigio una nota escrita para una revista extranjera que para una nacional! Coloniaje cultural si los hay. A la vez que “es sabido que el cumplimiento de requisitos fijos requiere una habilidad poco relacionada con la inteligencia y la sabiduría. Estas no molestan, al contrario, pero no son indispensables, pues se trata de ciertos actos o rituales específicos” [iii]. ¿Qué problemas, qué herramientas se van a privilegiar en un sistema capitalista, en su etapa imperial?, seguramente que éstos no serán complementarios con la vida de los pueblos, sino que contribuirán a su sometimiento y explotación.
            Es al científico sometido a estas “reglas de juego”, al que Varsavsky va a llamar cientificista[2], el cual “se ha adaptado a este mercado científico, que renuncia a preocuparse por el significado social de su actividad, desvinculándola de los problemas políticos, y se entrega de lleno a su “carrera”, aceptando para ella las normas y valores de los grandes centros internacionales (…)”.[iv] Esta forma de hacer ciencia contribuye a la desnacionalización, a la colonización, pues refuerza nuestra dependencia cultural y económica de los países centrales, nuestro país al someterse a los dictados de éstos aparece como su apéndice, su complemento. Se lesiona su soberanía.
            De esta forma quién pretenda la liberación nacional, el cambio del sistema social imperante por uno más justo y equitativo, deberá imaginar y construir otra forma de hacer ciencia, no obstante el objetivo principal será siempre el cambio de sistema. El científico deberá “inscribirse en el movimiento pro autonomía cultural, que es la etapa más decisiva y difícil de la lucha contra el colonialismo (…) no es mucha la autonomía científica que podemos conseguir sin cambiar el sistema social o sin que ese sea nuestro objetivo” [v] [3].
            El modelo a seguir sería el del científico rebelde o revolucionario, el cual tienen como misión “estudiar con toda seriedad y usando todas las armas de la ciencia, los problemas del cambio de sistema social, en todas sus etapas y en todos sus aspectos teóricos y prácticos. Esto es, hacer ciencia politizada”.[vi]
            Así observamos como ciencia y política no son términos excluyentes, sino que se implican mutuamente, no hay uno sin el otro. No es que en el modelo cientificista no este presente la política, que su forma de hacer ciencia no sea política, sino que éste se presenta bajo el “ropaje” de la objetividad pero es tan político como el científico rebelde o revolucionario. La diferencia, radica en que uno revela la situación y el otro se “oculta” bajo la apariencia de lo científico, lo objetivo.
            Por último, consideramos que la ciencia nacional debe estar en estrecha relación con el desarrollo del país, con la descolonización y liberación del mismo. La universidad pública debe generar recursos humanos no para que se desenvuelvan en empresas transnacionales, incrementando la dependencia y la explotación del pueblo (¿cuál es el sentido de esa universidad?). Más bien las universidades públicas, deben generar profesionales, que caminen y construyan junto con el pueblo el trayecto hacia la liberación nacional.
           
(*) Sociólogo, universidad de Buenos Aires (UBA)
Correo electrónico: Juanesteabangodoy@hotmail.com


[1] Nuestras reflexiones se basarán en el libro publicado por dicho autor llamado Ciencia, política y cientificismo.
[2]Varsavsky también va a hablar de científicos: fósiles, totalitarios, reformistas y rebeldes o revolucionarios. Nosotros aquí no ahondaremos en sus diferencias.
[3]La autonomía cultural de ninguna manera significa el rechazo indiscriminado de todo lo que provenga de otros países.



[i] Varsavsky, Oscar. (1969). Ciencia, política y cientificismo. Buenos Aires: Centro Editor de América Latina, página 15.
[ii] Ibídem, 16.
[iii] Ibídem, 29.
[iv] Ibídem, 39.
[v] Ibídem, 43.
[vi] Ibídem, 11.

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