3-05- 2016
DIANA
JOHNSTONE
Diana Johnstone es quizá una de las
comentaristas de la política europea y estadounidense más reputadas en la
izquierda. Colaboradora, entre otros, de Counterpunch, Johnstone, que se hizo
conocida en Europa por sus críticas a la política occidental durante las
guerras en los Balcanes, acaba de sacar un libro sobre Hillary Clinton titulado
La reina del caos. La entrevistó para lamarea.com Àngel Ferrero.
Los medios estadounidenses han centrado su
atención estas primarias en Donald Trump. Pero en su opinión, Hillary Clinton
también debería ser motivo de preocupación. La ha descrito como ‘la reina del
caos’. ¿Por qué?
Trump consigue titulares porque es una novedad,
un showman que dice cosas chocantes. Es visto como un intruso en un espectáculo
electoral diseñado para transformar a Clinton en la “primera mujer presidenta
de América”. ¿Por qué la llamo reina del caos? En primer lugar, por Libia.
Hillary Cinton fue en gran medida responsable de la guerra que hundió a Libia
en el caos, un caos que se extiende hacia el resto de África e incluso Europa.
Ha defendido más guerra al Oriente Medio.
Mi opinión no es que Hillary Clinton “también
debería” ser motivo de preocupación. Ella es el principal motivo de
preocupación. Clinton promete apoyar más a Israel contra los palestinos. Está
totalmente comprometida con la alianza de facto entre Arabia Saudí e Israel que
tiene como objetivo derrocar a Assad, fragmentar Siria y destruir la alianza
chií entre Irán, Assad y Hezbolá. Esto aumenta el riesgo de confrontación
militar con Rusia y Oriente Medio. Al mismo tiempo, Hillary Clinton defiende
una política beligerante hacia Rusia en su frontera con Ucrania. Los medios de
comunicación de masas en Occidente se niegan a darse que cuenta que muchos
observadores serios, como por ejemplo John Pilger y Ralph Nader, temen que
Hillary Clinton nos conduzca, sin advertirlo, a la Tercera Guerra Mundial.
Trump no se ajusta a ese molde. Con sus
comentarios groseros, Trump se desvía radicalmente del patrón de lugares
comunes que oímos de los políticos estadounidenses. Pero los medios de
comunicación establecidos han sido lentos en reconocer que el pueblo
estadounidense está completamente cansado de políticos que se ajustan al
patrón. Ese patrón está personificado por Hillary Clinton. Los medios de
comunicación europeos han presentado en su mayoría a Hillary Clinton como la
alternativa sensata y moderada al bárbaro de Trump. Sin embargo, Trump, el
“bárbaro”, está a favor de reconstruir la infraestructura del país en vez de
gastar el dinero en guerras en el extranjero. Es un empresario, no un ideólogo.
Trump ha afirmado claramente su intención de
poner fin a la peligrosa demonización de Putin para desarrollar relaciones
comerciales con Rusia, lo que sería positivo para Estados Unidos, para Europa y
para la paz mundial. Extrañamente, antes de decidir presentarse como
republicano, para consternación de los líderes del Partido Republicano, Trump
era conocido como demócrata, y estaba a favor de políticas sociales
relativamente progresistas, a la izquierda de los actuales republicanos o
incluso Hillary Clinton.
Trump es impredecible. Su reciente discurso en
AIPAC, el principal lobby pro-israelí, fue excesivamente hostil hacia Irán, y
en 2011 cayó en la propaganda que condujo a la guerra contra Libia, incluso si
ahora, retrospectivamente, la critica. Es un lobo solitario y nadie sabe
quiénes son sus asesores políticos, pero hay esperanza de que arroje fuera de
la política a los neoconservadores e intervencionistas liberales que han
dominado la política exterior estadounidense los últimos quince años.
Los asesores de Clinton destacan su
experiencia, en particular como secretaria de Estado. Muchos se ha escrito
sobre esta experiencia y no siempre de manera positiva. ¿Cuál fue su papel en
Libia, Siria o Honduras?
Hay dos cosas que decir sobre la famosa
experiencia de Hillary Clinton. La primera es observar que su experiencia no es
el motivo de su candidatura, sino, más bien, la candidatura es el motivo de su
experiencia. En otras palabras, Hillary no es candidata debido a que su
maravillosa experiencia haya inspirado a la gente a escogerla como aspirante a
la presidencia. Es más correcto decir que ha acumulado ese currículo justamente
para cualificarse como presidente.
Durante unos veinte años, la máquina clintonita
que domina el Partido Demócrata ha planeado que Hillary se convierta en “la
primera mujer presidenta de EEUU” y su carrera se ha diseñado con ese fin:
primero senadora de Nueva York, después secretaria de Estado.
Lo segundo concierne al contenido y la calidad
de esa famosa experiencia. Se ha empecinado en demostrar que es dura, que tiene
potencial para ser presidenta. En el Senado votó a favor de la guerra de Irak.
Desarrolló una relación muy cercana con el intervencionista más agresivo de sus
colegas, el senador republicano por Arizona John McCain. Se unió a los
chovinistas religiosos republicanos para apoyar medidas como hacer que quemar
la bandera estadounidense fuese un crimen federal. Como secretaria de Estado,
trabajó con “neoconservadores” y esencialmente adoptó una política
neoconservadora utilizando el poder de Estados Unidos para rediseñar el mundo.
Respecto a Honduras, su primera importante
tarea como secretaria de Estado fue proporcionar cobertura diplomática para el
golpe militar de derechas que derrocó al presidente Manuel Zelaya. Desde
entonces Honduras se ha convertido en la capital con más asesinatos del mundo.
En cuanto a Libia, persuadió al presidente Obama para derrocar el régimen de
Gaddafi utilizando la doctrina de “responsabilidad para proteger” (R2P) como
pretexto, basándose en falsas informaciones. Bloqueó activamente los esfuerzos
de gobiernos latinoamericanos y africanos para mediar, e incluso previno los
esfuerzos de la inteligencia militar estadounidense para negociar un compromiso
que permitiese a Gaddafi ceder el poder pacíficamente.
Continuó esa misma línea agresiva con Siria,
presionando al presidente Obama para que incrementase el apoyo a los rebeldes
anti-Assad e incluso para imponer una “zona de exclusión aérea” basada en el
modelo libio, arriesgándose a una guerra con Rusia. Si se examina atentamente,
su “experiencia” más que cualificarla para el puesto de presidente, la
descalifica.
Como secretaria de Estado, Clinton anunció en
2012 un “pivote” a Asia oriental en la política exterior estadounidense. ¿Qué
tipo de política podríamos esperar de Clinton hacia China?
Básicamente este “pivote” significa un
desplazamiento del poder militar estadounidense, en particular naval, desde
Europa y Oriente medio al Pacífico occidental. Supuestamente, porque debido a
su creciente poder económico China ha de ser una “amenaza” potencial en términos
militares. El “pivote” implica la creación de alianzas antichinas entre otros
Estados de la región, lo que con toda probablidad incrementará las tensiones, y
rodeando a China con una política militar agresiva se la empuja efectivamente a
una carrera armamentística. Hillary Clinton apuesta por esta política y si
llegase a la presidencia la intensificaría.
Clinton dijo en 2008 que Vladímir Putin no
“tiene alma”. Robert Kagan y otros “intervencionistas liberales” que jugaron un
papel destacado en la crisis en Ucrania la apoyan. ¿Su política hacia Rusia
sería de una mayor confrontación que la del resto de candidatos?
Su política sería claramente de una mayor
confrontación hacia Rusia que las de Donald Trump. El contrincante republicano
de Trump, Ted Cruz, es un fanático evangélico de extrema derecha que sería tan
malo como Clinton, o quizá peor. Comparte la misma creencia semirreligiosa de
Clinton en el rol “excepcional” de Estados Unidos para modelar el mundo a su
imagen. Por otra parte, Bernie Sanders se opuso a la guerra de Iraq. No ha
hablado demasiado de política internacional, pero su carácter razonable sugiere
que sería más juicioso que cualquiera de los demás.
Los asesores de Clinton tratan de destacar su
intento de reformar el sistema sanitario estadounidense. ¿Fue ese intento de
reforma realmente un avance y tan importante como dicen que fue?
En enero de 1993, pocos días después de asumir
la presidencia, Bill Clinton mostró su intención de promocionar la carrera
política de su esposa nombrándola presidenta de una comisión especial para la
reforma del sistema nacional de sanidad. El objetivo era llevar a cabo un plan
de cobertura sanitaria basado en lo que se denominó “competitividad gestionada”
entre compañías privadas. El director de esa comisión, Ira Magaziner, un asesor
muy próximo a Clinton, fue quien diseñó el plan. El papel de Hillary era vender
políticamente el plan, especialmente al Congreso. Y en eso fracasó por
completo. El “plan Clinton”, de unas 1.342 páginas, fue considerado demasiado
complicado de entender y a mediados de 1994 perdió prácticamente todo el apoyo
político. Finalmente se extinguió en el Congreso.
Respondiendo a la pregunta, el plan básicamente
no era suyo, sino de Ira Magaziner. Como había de depender de las aseguradoras
privadas, orientadas al beneficio, como ocurre con el Obama Care, ciertamente
no era un avance, como sí que lo es el sistema universal que defiende Bernie
Sanders.
La campaña de Clinton ha recibido notoriamente
dinero de varios hedge funds. ¿Cómo cree que podría determinar su política
económica si consigue llegar a la presidencia?
Cuando los Clinton abandonaron la Casa Blanca
en enero de 2001, Hillary Clinton lamentó estar “no sólo sin blanca, sino en
deuda”. Eso cambió muy pronto. Hablando figuradamente, los Clintons se
trasladaron de la Casa Blanca a Wall Street, de la presidencia al mundo de las
finanzas. Los banqueros de Wall Street compraron una segunda mansión para los
Clinton en el Estado de Nueva York (que se sumó a la que tienen en Washington DC)
prestándoles primero el dinero y luego pagándoles millones de dólares por
ofrecer conferencias.
Sus amistades en el sector bancario les
permitieron crear una fundación familiar ahora valorada en dos mil millones de
dólares. Los fondos de la campaña proceden de fondos de inversión amigos que
colaboran de buen grado. Su hija, Chelsea, trabajó para un fondo de inversión
antes de casarse con Marc Mezvinsky, quien creó su propio fondo de inversión
después de trabajar para Goldman Sachs.
En pocas palabras, los Clinton se sumergieron
por completo en el mundo de las finanzas, que se convirtió en parte de su
familia. Es difícil imaginar que Hillary se mostrase tan desagradecida como
para llevar a cabo políticas contrarias a los intereses de su familia adoptiva.
Se dice que la política de identidad es otro de
los pilares de su campaña. Quienes apoyan a Clinton afirman que votándola se
romperá el techo de cristal y que por primera vez en la historia una mujer
entrará en la Casa Blanca. Desde varios medios has protestado contra esta
interpretación.
Una razón fundamental para que se diese la
alianza de Wall Street con los Clinton es que los autoproclamados “nuevos
demócratas” encabezados por Bill Clinton lograron cambiar la ideología del
Partido Demócrata de la igualdad social a la igualdad de oportunidades. En vez
de luchar por las políticas tradicionales del New Deal que tenían como objetivo
incrementar los estándares de vida de la mayoría, los Clinton luchan por los
derechos de las mujeres y las minorías a “tener éxito” individualmente, a
“romper techos de cristal”, avanzar en sus carreras y enriquecerse. Esta
“política de la identidad” quebró la solidaridad de la clase trabajadora
haciendo que la gente se centrase en la identidad étnica, racial o sexual. Es
una forma de política del “divide y vencerás”.
Hillary Clinton busca persuadir a las mujeres
de que su ambición es la de todas ellas, y que votándola están votando por
ellas mismas y su éxito futuro. Este argumento parece funcionar mejor entre las
mujeres de su generación, que se identificaron con Hillary y simpatizaron con
el apoyo leal a su marido, a pesar de sus flirteos. Sin embargo, la mayoría de
las jóvenes estadounidenses no se han dejado llevar por este argumento y buscan
motivos más sólidos a la hora de votar. Las mujeres deberían trabajar juntas
por las causas de las mujeres, como el mismo salario por el mismo trabajo, o la
disponibilidad de centros infantiles para las mujeres trabajadoras. Pero
Hillary es una persona, no una causa. No hay ninguna prueba de que las mujeres
en general se hayan beneficiado en el pasado de tener a una reina o una
presidenta. Es más, aunque la elección de Barack Obama hizo felices a los
afroamericanos por motivos simbólicos, la situación de la población
afroamericana ha ido empeorando.
Mujeres jóvenes, como Tulsi Gabbard o Rosario
Dawson, consideran que poner fin a un régimen de guerras y cambios de régimen y
proporcionar a todo el mundo una buena educación y sanidad son criterios mucho
más significativos a la hora de escoger un candidato.
¿Por qué las minorías siguen apoyando a Clinton
en vez de a Sanders?
Está cambiando. Hillary Clinton ganó el voto
negro en las primarias demócratas en los Estados del sur profundo. Fue a
comienzos de la campaña, antes de que Bernie fuese conocido. En el sur
profundo, muchos afroamericanos estaban desencantados porque muchos de ellos
estaban en prisión o habían estado en prisión, y la mayoría de votantes son
mujeres mayores que asisten regularmente a la iglesia, donde escuchan a los
predicadores pro-Clinton, no lo que se dice en Internet.
En el norte las cosas son diferentes, y el
mensaje de Sanders está consiguiendo extenderse. Lo apoyan la mayor parte de
intelectuales afroamericanos y de afromericanos del mundo del entretenimiento.
Ésta es la primera elección presidencial donde Internet juega un papel clave.
Especialmente la gente joven, que no confía en los medios de comunicación
establecidos. Es suficiente leer los comentarios de los lectores
estadounidenses en Internet para darse cuenta de que Hillary Clinton está considerada
ampliamente como una mentirosa, una hipócrita, una belicista y un instrumento
de Wall Street.
¿Cómo ves la campaña de Bernie Sanders? Es
visto como la esperanza de la izquierda, pero tras la presidencia de Obama
también hay cierto escepticismo. Algunos comentaristas han señalado su apoyo a
intervenciones militares estadounidenses en el pasado.
A diferencia de Obama, quien prometió un
“cambio” vago, Bernie Sanders es muy concreto a la hora de hablar de los
cambios que se tienen que hacer en política doméstica. E insiste en que él solo
no puede hacerlo. Su insistencia en que se precisa una revolución política para
conseguir sus metas está realmente inspirando el movimiento de masas que
necesitaría. Es lo suficientemente experimentado y tozudo como para evitar que
el partido le secuestre, como ocurrió con Obama.
En cuanto a la política exterior, Sanders se
opuso firmemente y de manera razonada a la guerra de 2003 en Irak, pero como la
mayor parte de la izquierda, se dejó llevar por los argumentos en favor de las
“guerras humanitarias”, como la desastrosa destrucción de Libia.
Pero este tipo de desastres han comenzado a
educar a la gente, y puede que hayan servido de lección al propio Sanders. La
gente puede aprender. Puede oír, entre quienes le apoyan, a antibelicistas como
la congresista Tulsi Gabbard de Hawai, que presentó su dimisión en el Comité
Nacional Demócrata para apoyar a Sanders. Hay una contradicción obvia entre el
gasto militar y el programa de Sanders para reconstruir EEUU. Sanders ofrece una
mayor esperanza porque viene con un movimiento nuevo, joven y entusiasta,
mientras que Hillary viene con el complejo militar-industrial y Trump viene
consigo mismo.
Actualmente vive en Francia. ¿Cómo ve la
situación en el país? ¿Qué explica el ascenso del Frente Nacional, en paralelo
a otras fuerzas de la nueva derecha (o nacional-conservadoras)?
Los partidos establecidos siguen las mismas
políticas impopulares en Europa y en EEUU y eso, naturalmente, lleva a la gente
a buscar algo diferente. El control local de los servicios sociales se
sacrifica a la necesidad de “atraer inversores”, en otras palabras, a dar al
capital financiero la libertad de modelar sociedades dependiendo de sus
opciones de inversión. La excusa es que, atrayendo inversores, se crearán
empleos, pero esto no ocurre. Puesto que la clave de estas políticas es romper
las barreras nacionales para permitir al capital financiero ganar acceso, es
normal que la gente acuda a los llamados partidos “nacionalistas” que aseguran
querer restaurar la soberanía nacional. Como en Europa sobreviven los fantasmas
del nazismo, “soberanía nacional” se confunde con “nacionalismo”, y
“nacionalismo” se equipara con guerra. Estas suposiciones hacen que el debate
en la izquierda sea imposible y termine favoreciendo a los partidos de derecha,
que no sufren de este odio al Estado nacional.
En vez de actuar con horror a la derecha, la
izquierda necesita ver las cuestiones que afectan realmente a la gente con
claridad.
En el pasado ha criticado a la izquierda (o a
una parte considerable de ella) por apoyar las llamadas “intervenciones
humanitarias”. ¿Qué opina de la ‘nueva izquierda’ o ‘nueva nueva izquierda’ en
países como Grecia o España?
La propaganda neoliberal dominante justifica la
intervención militar por motivos humanitarios, para “proteger” a la gente de
“dictadores”. Esta propaganda ha tenido mucho éxito, especialmente en la
izquierda, donde con frecuencia se acepta como una versión contemporánea del
“internacionalismo” de la vieja izquierda, cuando en realidad es todo lo
opuesto: no se trata de las Brigadas Internacionales y su idealismo,
combatiendo por una causa progresista, sino del Ejército estadounidense
bombardeando países en nombre de alguna minoría que puede acabar demostrándose
como un grupo mafioso o terroristas islámicos.
Honestamente, creo que este libro es una
aportación a la crítica de la política intervencionista liberal, y lamento que
no esté disponible en español, aunque hay ediciones en inglés, francés,
italiano, portugués, alemán y sueco.
Extraído de: http://katehon.com/es/article/por-que-hillary-clinton-es-mucho-peor-que-trump
Ángel
Ferrero - La marea