Actualidad brasileña
Eric Nepomuceno
Página 12
Hace unos días, y en un raro momento de síntesis
fulminante, la destituida presidenta Dilma Rousseff se refirió a su sucesor,
Michel Temer, diciendo que “es mucho menor que el país”. Eso queda claro a cada
día: Temer carece de estatura política, ética y moral para ocupar la
presidencia. No tiene otra iniciativa política que la de tratar de
contemporizar con sus aliados, no tiene liderazgo alguno, no tiene otra
propuesta para sacar el país de la más profunda crisis en décadas que un
palabreado monótono y vacío. Frente al gigantesco tamaño de los problemas que
sacuden los cimientos de sus instituciones, Brasil tiene a un pigmeo en el
sillón presidencial.
Al borde de cumplir siete meses, el gobierno que Temer
encabeza no logró la tan soñada y sonada legitimidad. Las manifestaciones
callejeras lo demuestran, tan bien como el ínfimo respeto de la comunidad
internacional. El equipo económico, recibido por los apoyadores del golpe
institucional como la panacea, no presentó otra propuesta que disminuir el
Estado a un piso mínimo. El tan anunciado retorno de las inversiones, el tan
proclamado impulso de la confianza, quedaron colgados entre dos nubes: la de
mentira y la de la farsa.
Dando claras muestras de que promesas fútiles son la
nueva moda regional, Temer prometía la remontada de la economía para el segundo
semestre. Bueno: el segundo semestre llega a su fin dejando como legado un
escenario de desolación. ¿Y qué hace Temer? Insiste en la copia de la copia:
ahora, anuncia que la remontada se dará en el segundo semestre, pero del año
que viene. Una vez más, o miente, o sus relaciones con la realidad están
deterioradas de manera irremediable. Por esos días fueron divulgados algunos
índices oficiales de la calamitosa situación económica. En el tercer trimestre
del año, el PIB retrocedió 0,8 por ciento. No hubo ningún segmento de la
economía que no haya generado índices negativos: el agropecuario, -1,4 por
ciento; la industria, -1,3; servicios, - 0,6 por ciento. Este año, la venta de
vehículos bajó 21 por ciento. La de máquinas y equipos industriales, 26 por
ciento.
En comparación con el tercer trimestre de 2015, cuando la
crisis política impedía a la entonces presidenta Dilma Rousseff encontrar
salidas viables, la caída del PIB ha sido de 2,9 por ciento.
Ya se prevé que este año el PIB retrocederá por lo menos
3,5 por ciento. Y las proyecciones para el año que viene bajaron a quizá
–¡quizá!– 0,5 por ciento. Al contrario de lo anunciado eufóricamente por Temer
al asumir como presidente interino, en mayo, y luego efectivo, en septiembre,
se registró una caída brutal en las inversiones y también en el consumo. Entre
enero, cuando el golpe ya estaba en marcha, y fines de septiembre, el sector de
la construcción cerró 441 mil plazas laborales. Economistas aliados a los mentores
del golpe ya advierten que Brasil corre el riesgo concreto de dejar la recesión
para entrar en un estado de depresión económica.
Esos datos, oficiales y asustadores, muestran los nuevos
resultados del golpe institucional. La inestabilidad política, el creciente
rumor de que Michel Temer no se quedará por mucho tiempo en el palacio
presidencial, los conflictos cada vez más abiertos entre el Congreso y el Poder
Judicial, el avance de las investigaciones que generan denuncias que cercan al
gobierno cada vez más, tienen sus reflejos inmediatos en el mercado financiero.
Uno de esos reflejos se notó este jueves, cuando el real
se desvalorizó 2,5 por ciento frente al dólar, mientras la Bolsa de Valores
experimentaba un bajón de casi 5 por ciento. Definitivamente, sobran razones
para que empresariado y banca que apoyaron el golpe, financiando
manifestaciones “espontáneas” contra la presidenta destituida, estén cada vez
más decepcionados.
En el campo de la política, Temer comprueba que es un muy
efectivo conspirador. Pero que no es capaz de asumir el liderazgo siquiera de
su grupo más íntimo. El pintoresco zoológico humano que ocupa el Congreso
Nacional, tanto diputados como senadores, no hace más que motivar justificadas
críticas cada vez más enfurecidas contra sus hábitos y costumbres.
Faltan semanas para que 2017 haga su estreno formal. Pero
2016 ya llegó a su fin. Ha sido un año insano, frustrante, y que termina sin
haber empezado.