Por Marcelo
Gullo (*), 1 de julio de
2019
Hace 45 años
que murió Juan Domingo Perón, y los peronistas aún no lo han comprendido. Esa
incomprensión llevó al "peronismo
liberal" a desmantelar la industria argentina creyendo que el proyecto
industrializador de Perón había sido superado por el paso de tiempo.
Esa
incomprensión llevó también al "peronismo
progresista" a intentar la reindustrialización de la Argentina por el
camino de la sustitución de importaciones como si el tiempo no hubiese
pasado.
Ambos
experimentos, después de un primer momento de aparente éxito, fracasaron. Sin
embargo, la dirigencia de ambos modelos podría haber encontrado, en la
comprensión profunda de Perón, las claves para pensar un proyecto para la
Argentina del siglo XXI.
En el
entendimiento profundo del pensamiento y el accionar de Perón se puede aún
encontrar la llave que nos permitiría superar
la vergüenza y el pecado de que uno de cada dos niños argentinos vivan en la
pobreza. ¿Qué es se preguntará el
lector -más allá de la discusión, nada baladí por cierto, de si esa dirigencia
era realmente peronista- aquello que los protagonistas de ambas experiencias
históricas no comprendieron? Escucho la voz lejana de un lector no peronista
que me grita: "Ser honestos, no robar, eso es lo que no
comprendieron". Tiene razón estimado lector, eso no lo comprendieron, pero
hay algo más. Con un poco de paciencia, algo difícil, ya lo sé en la era de las
preguntas y respuestas instantáneas, le pido me permita desarrollar una pequeña
explicación histórica.
La Segunda
Guerra Mundial hizo surgir una incipiente industria argentina por sustitución
de importaciones. Pero, dicha industrialización
no solo había nacido anárquicamente, sin planificación alguna, sino que era
mirada y considerada por la clase política argentina como un fenómeno pasajero,
como una anomalía destinada a desaparecer cuando se restableciese la paz
mundial y volviera a reinar el libre comercio.
Es en esas
circunstancias que el coronel Perón se
cuestiona y pregunta a sus camaradas del GOU: ¿Cuándo se acabe el conflicto bélico,
qué vamos a hacer? ¿Lo que hicimos después de que terminara la Primera
Guerra Mundial, seguir aplicando un libre comercio irreflexivo? ¿Vamos a
practicar una política económica de fronteras abiertas, sin aplicar ningún tipo
de medidas arancelarias que puedan defender de la impiadosa competencia
internacional a la naciente industria argentina? ¿Vamos a admitir lo que
Estados Unidos propone, que es la aplicación irrestricta y fundamentalista de
la teoría del libre comercio?
Conviene
recordar al pasar, que el coronel Perón era consciente -y lo era porque había
escuchado a sus maestros prusianos del Colegio Militar- que Norteamérica, que había sido
proteccionista por un siglo, que había defendido durante décadas su industria
con las tarifas arancelarias más alta de la historia económica mundial, de
repente, se presentaba, sin ningún rubor como la campeona del libre comercio.
Perón se preguntaba:
¿vamos a aceptar todo eso? ¿Vamos a dejar que la industria naciente argentina
quede desamparada a merced de la competencia internacional? No, se respondía,
vamos a hacer como si la guerra continuase. Vamos a hacer lo mismo que Estados Unidos hizo después de que en su
guerra civil venciera el norte proteccionista sobre el sur librecambista.
Vamos a hacer lo mismo que, en materia económica, hizo Otto von Bismark luego que logró la reunificación política de
Alemania. Es decir, vamos a poner una gran barrera arancelaria o
paraarancelaria para que las manufacturas extranjeras, no entren al territorio
argentino, y entonces así podremos, defender a la industria naciente argentina
y mantener el pleno empleo.
Sin embargo,
Perón era consciente que esa solución era simplemente una solución momentánea,
coyuntural, táctica, transitoria, una solución en el largo plazo condenada al
fracaso, porque en realidad la Argentina enfrentaba un problema estratégico de
una envergadura extraordinaria. Un problema que no era percibido en la época de
un modo claro y que, rara vez, se postula hoy, en la reflexión política. Un
verdadero dilema. Un dilema del que, si bien Perón era consciente, no le
resultaba de fácil resolución. Tal dilema, aún hoy vigente, consistía en
que la Argentina tenía -y tiene-
demasiada población, para un proyecto
exclusivamente agrícola-ganadero-minero pero, al mismo tiempo, esa
población era -y es- insuficiente para constituirse en mercado interno
consistente con un proyecto industrial clásico. ¿Cómo se sale pues, de esa
cuadratura del círculo?
Para superar
ese problema, para salir de la cuadratura del círculo, Perón planteó como
estrategia una solución original: la realización del "salto de rana" y la construcción de la unidad económica y política
de la América del Sur.
La
construcción de la unidad económica de la América del Sur, que le permitiría
salir a la Argentina de la cuadratura del círculo, había sido predicada por Manuel Ugarte y planteada por Alejandro
Bunge. Perón intentó avanzar decididamente por ese camino. Sin embargo, la
gran innovación de Perón fue que, de ese problema se sale también y sin contradicción
alguna con el camino de la integración, utilizando el concepto de "salto
de rana".
El fenómeno
conocido como "salto de rana",
es aquel por el cual una economía subdesarrollada logra explotar eficazmente
una nueva tecnología y así, de un solo salto, consigue alcanzar, a los países
avanzados. Frutos de los esfuerzos por realizar ese "salto de rana",
la Argentina se convirtió en el primer país de la América del Sur en crear una importante industria aeronáutica, en
fabricar motores de diseño propio, en desarrollar sus propios cazas a reacción,
en construir los primeros misiles autopropulsados y en elaborar la penicilina.
El entonces
coronel Perón pensaba que si los argentinos eran pocos para un proyecto
industrial clásico, no lo eran para un proyecto industrializador innovador y
radical. Es decir, para un proyecto que se apropiase de la tecnología de punta.
Para eso, eran suficientes.
Este el punto
fundamental del pensamiento y de la estrategia de Perón, que nunca
comprendieron ni los "peronistas liberales" ni los "peronistas
progresistas" a los que les tocó dirigir los destinos de la Argentina. Si esos dirigentes, además de no comprender
el pensamiento de Perón, eran más liberales que peronistas o más progresistas
que peronistas -como estará pensando algún lector- es, convengamos, otra
historia.
Quizás,
después de tantos fracasos, una nueva dirigencia peronista comprenda ahora sí
el pensamiento estratégico de Perón y formule el proyecto que la Argentina
necesita para el siglo XXI.
(*) El autor es
politólogo, autor de "Relaciones Internacionales. Una teoría crítica desde
la periferia sudamericana" (Biblos, 2018)