Julio PIUMATO para Infobae
27 septiembre de 2020
Corriendo el año 1943, la CGT sufriría una división en
CGT 1 y CGT 2. Pero algo mucho más trascendente
estaba en ciernes. El proceso de industrialización que se dio en la Argentina
como consecuencia de la Segunda Guerra Mundial, ante la necesidad de sustituir
los productos que dejaron de importarse por efecto de la conflagración
internacional, produjo un crecimiento abrumador del número de trabajadores
industriales con el consiguiente auge de la afiliación y crecimiento de las
organizaciones sindicales.
Ese cambio
social fue percibido por Juan Domingo
Perón, que por entonces ocupaba estratégicamente la Secretaría de Trabajo y
Previsión. Desde ese lugar impulsó el otorgamiento de derechos harto
reclamados por los trabajadores durante décadas. La comunicación con las
dirigencias obreras era permanente, algo inédito hasta entonces en la vida
institucional. Ese crecimiento social preocupó a poderosos intereses, por lo
que desde sectores del propio gobierno se presionó para desplazar a Perón. No
sólo lo sacaron, sino que lo detuvieron, el 9 de Octubre de 1945.
La reacción
popular no se hizo esperar y el 17 de octubre significó una bisagra fundamental
en la historia argentina. Los trabajadores organizados en sindicatos,
federaciones y en la CGT dejaron de ser meros espectadores de la realidad
nacional y se convirtieron en protagonistas políticos de la Argentina. Hay
quienes afirman, criterio que comparto, que los trabajadores ese 17 de octubre
dieron nacimiento al Peronismo y eligieron a Perón como conductor de ese
Proyecto de Nación que él les venía inculcando.
A partir de
entonces, la CGT como central única y el
sindicato único por rama constituirían la base del modelo sindical argentino
y, por ende, el fundamento y garante de la instauración y vigencia de los
derechos laborales y sociales de los trabajadores argentinos. La CGT tuvo
activa participación en la elaboración de los planes quinquenales y el avance
en la dignificación de los trabajadores se extendió a la infancia, a la familia
y a los ancianos. El país se desarrollaba armónicamente a la par que aumentaba
el bienestar de todos los argentinos.
En 1947 se dictan los derechos del trabajador
y Perón transforma a la CGT en custodia futura de los mismos,
responsabilidad que ha cumplido en mayor o menor medida de acuerdo a las
distintas coyunturas y condicionamientos.
En 1951 la CGT impulsó sin éxito a Evita como
vicepresidente de la Nación; con ella los
trabajadores mantenían una relación privilegiada. Entre los inconmensurables gestos
de Eva Perón hacia los trabajadores, está la donación a la CGT del edificio de la calle Azopardo -su sede desde
entonces- que era propiedad de la Fundación. Y tal vez el hecho más importante:
que ella eligiera compartir la Eternidad junto a los trabajadores, razón por la
que en CGT fue depositado el féretro con sus restos, donde descansaron hasta
que fueron secuestrados por la Fusiladora en 1955.
La emergencia de
la sequía bianual que soportó el país, encontró a la CGT participando
activamente junto a la CGE del Congreso
de la Productividad, que, en 1953 reordenó equitativamente la economía y la
salida de la crisis.
Pero también
serán los trabajadores los que pagarán con sangre su compromiso con el Gobierno
que los había dignificado y hecho protagonistas de la vida nacional. Los
atentados terroristas de abril de 1953: las bombas en el subte de Plaza de Mayo
que dejaron numerosos muertos -si hubieran explotado todas las plantadas, el
saldo hubiera sido inmensamente mayor- y el bombardeo a la Plaza de Mayo y a la CGT, el 16 de junio de 1955 que dejó centenares de
muertos, marcaron la llegada de la violencia política al país. A eso se suma,
en septiembre de 1955 el bombardeo de la flota naval a la ciudad de Mar del
Plata y la amenaza de extenderlo a La Plata y Buenos Aires, con la
participación de potencias extranjeras que aprovisionaron a la flota golpista
en alta Mar, lo que determinó la decisión de Perón de abandonar el país, para
evitar una guerra civil.
Instaurada la
dictadura, como en todas las que siguieron, la CGT fue intervenida y también la mayoría de los sindicatos, al
tiempo que sus dirigentes eran encarcelados. En los 18 años que siguieron de
proscripción del Peronismo, la CGT y los trabajadores lucharon junto con todo
el Peronismo por el regreso del General Perón, que no era ni más ni menos
que la voluntad mayoritaria de los argentinos. La CGT en ese período impulsó sus Programas Históricos, que
representaban el modelo de país que reivindicaban los trabajadores: La Falda
(1957) y Huerta Grande (1962), antecedentes de los 26 Puntos de la CGT de 1986
y de los 21 Puntos de la CGT de octubre de 2012.
Durante esos
años se intercalaron gobiernos débiles, surgidos de las proscripciones al
peronismo, impuestas por el poder militar y las dictaduras. La Argentina detuvo
su desarrollo económico y social y se deterioró el nivel de vida de los
ciudadanos por aplicación de políticas liberales. En ese período la CGT supo de
divisiones surgidas por la posición frente a los gobiernos de turno que
debilitaron y, hasta se podría decir que retrasaron el regreso de Perón a la
Patria. Fue a partir de la asunción de
José Ignacio Rucci como secretario General que se fortaleció la lucha por el
retorno del General.
Con el regreso
de Perón en 1972, la CGT volvió a estar
unida y fue protagonista del Gobierno surgido de elecciones libres. La
participación en el Plan Trienal y la firma del Pacto Social con el sector
empresario fueron clara expresión del diálogo tripartito en la más alta esfera
de decisión de los destinos de la Nación.
No es casual que
con una CGT unida y un Gobierno que recuperó
el control del ahorro nacional (a través de la nacionalización de los depósitos
y las reformas a la Carta Orgánica del Banco Central), y avanzó hacia un mayor
control del comercio exterior (garantizando precio sostén a los productores
y sacando provecho de las exportaciones para que ese beneficio motorizara el
desarrollo nacional), en poco más de un año, la participación de los asalariados en la renta nacional, pasara del 31
al 47% y el salario real a fines de 1974 alcanzara el nivel más alto en la
historia Argentina (hoy estamos a años luz de acercarnos a él). Tampoco que
se sancionara la ley 20.744 de Contrato
de Trabajo, ejemplo mundial, entonces, en la protección de los derechos del
trabajador.
El magnicidio del Secretario General de la CGT
José Ignacio Rucci a sólo 2 días del triunfo de la fórmula Perón-Perón fue,
además de un acto de terrorismo, un golpe a Perón y, con ello, a las esperanzas
del Pueblo argentino de afianzar el camino hacia la concreción del Proyecto
Nacional.
El enfrentamiento entre facciones extremas del
movimiento tiñó el panorama político y ocultó el verdadero boicot, que fue el llevado adelante por los sectores más concentrados y
transnacionales que, con la complicidad de potencias extranjeras, aislaron a la
Argentina en Sudamérica y buscaron neutralizar todas las medidas económicas
tomadas por el Gobierno de Perón (hechos que él mismo denunciara en el discurso
de la mañana del 12 de junio de 1974) y luego de su muerte, por el de Isabel
Perón.
En esas horas
aciagas, la CGT fue sostén del orden constitucional y de Isabel Perón, aunque a
partir de la muerte del General en 1974, la suerte del Gobierno estaba echada. Al fracasar el intento de hacer renunciar a
Isabel a la Presidencia (la licencia forzada en 1975), los militares
precipitaron la decisión del Golpe que dieron el 24 de marzo de 1976.
No fue un golpe
más. Esa dictadura genocida pretendió destruir la Argentina con que San Martín
soñó y que había realizado Perón. Por eso el Plan Martínez de Hoz incentivó el
saqueo del país, el endeudamiento externo y, para ese fin ejecutó la sangrienta
persecución al movimiento obrero organizado. Prohibida la CGT, intervenidos los
sindicatos, los trabajadores organizados llevaron adelante una heroica
resistencia y ofrendaron en la lucha por la recuperación de la democracia, la
mayor parte de las víctimas de esa brutal represión: muertos, desaparecidos,
encarcelados, torturados, cesanteados, ya sean dirigentes, delegados o
militantes. Toda esa barbarie no detuvo la resistencia que se expresó en miles
de medidas de fuerza a lo largo de todo el oscuro período. Al tiempo del
resonante Paro General del 27 de abril
de 1979, ya se habían contabilizado más de 260 actos de resistencia sindical
(paro de gremios, de empresas, de regionales de CGT, etc).
Desde entonces
se incrementó la lucha, fracasando los intentos de la dictadura de “inventar”
una dirigencia sindical amiga. La CGT
recuperada, bajo la conducción de Saúl Ubaldini fue el estandarte de la última
etapa de esa Resistencia y puente para el regreso a la democracia.
La vuelta a la democracia en 1983 devolvió
a los argentinos los derechos civiles y políticos. Pero a los trabajadores no
se les devolvió ninguno de los derechos conculcados por la dictadura. Es más,
el gobierno constitucional de Alfonsín, tal vez condicionado por las debilidades
de la reinstauración democrática y las imposiciones de poderes transnacionales
(las mismas que lo llevaron a convalidar una deuda externa fraudulenta a poco
de intentar un club de deudores para impugnarla), pretendió atacar al modelo
sindical argentino, como si los trabajadores organizados fueran los causantes
de los problemas del país. Ese fracaso legislativo, posible porque el
movimiento sindical tenía un importante representación parlamentaria, tuvo
consecuencias importantes: enfrentó al Gobierno con el movimiento sindical (con
la CGT) innecesariamente, cuando ambos deberían haber estado asociados en la
reconstrucción del país. También definió el nuevo esquema parlamentario
argentino futuro: la representación
sindical iría disminuyendo hasta ser hoy meramente testimonial, incluso, en
la expresión electoral del movimiento peronista. Sin que esa disminución haya
mejorado la realidad del país sino todo lo contrario.
La fractura de
la CGT generada al asumir el gobierno de
Carlos Menem aceleró el debilitamiento del movimiento sindical, y el vaivén
entre sus reunificaciones y sus fracturas definen a las claras la situación
actual. La Argentina no ha podido recuperar los niveles de justicia social, los
trabajadores activos y pasivos han ido perdiendo paso a paso derechos y, el número
de excluidos por la sociedad del “descarte” crece angustiosamente. Las
divisiones en el sindicalismo evidencian por un lado el accionar de los poderes
constituidos y sus gerentes locales que buscan atentar contra el modelo
sindical y debilitar la protección de los trabajadores. Pero también desnuda un
fenómeno que se percibe en todo el espectro dirigencial argentino, pero que
duele más que se dé en lo sindical: las
apetencias personales. En el pasado, nadie osaba, por más diferencias que
tuviera con sus conducciones, crear y dividir a sus gremios (un ejemplo fue
el dirigente clasista de Luz y Fuerza Córdoba, Agustín Tosco, crítico de la
conducción de su Federación pero que jamás intentó dividir a la misma).
A partir de los 90 el “divide y reinarás” de los
romanos, caló hondo en muchos dirigentes que pensando (o no) que lo hacían en
defensa de sus trabajadores terminaban siendo funcionales a los poderes
políticos y económicos que buscaban medrar con los derechos de los mismos. Con
la CGT pasa algo parecido. Todos hablan de unidad y pocos trabajan para
lograrla. Muchos repiten el apotegma primero la Patria, pero primero piensan en
sí mismos.
Hoy es difícil
encontrar algún trabajador que no reclame esa unidad, imbuidos no sólo de una
experiencia histórica sino de la sabiduría criolla de “si entre hermanos se
pelean, los devoran los de afuera”.
Este es un
momento crucial para la Patria. Perón nos enseñó en 1946 que las crisis
mundiales eran oportunidades si entendíamos al mundo que teníamos enfrente y
veíamos qué papel podía jugar en él nuestro país. El Papa Francisco nos acaba de recordar en su mensaje a la ONU que “de
las crisis se sale mejor o, se sale peor”. Hace falta patriotismo en los
dirigentes y conductas ejemplares.
Perón el 17 de
Octubre de 1945 señalaba el camino cuando nos decía “Únanse trabajadores porque
detrás de la unidad del movimiento obrero, construiremos la unidad de todo el
Pueblo Argentino”. Hoy con más de 40% de pobres, con tantos desocupados y
precarizados, en una Patria saqueada donde los que más ganan son los que
especulan, no queda sino reclamar actitudes patrióticas a los dirigentes.
El camino debe ser uno: la UNIDAD para defender a los
trabajadores, para crear trabajo, para recuperar el bienestar de las familias,
para unir a los argentinos, para no resignarnos, para saber que la sangre que
ofrendaron Rucci y tantos mártires no fue en vano y recordar que el Modelo Argentino
para el Proyecto Nacional nos señala el camino.
Compañeras y
compañeros: ¡90 años cumple la CGT! hagamos honor a su historia. ¡Los
trabajadores y la Patria nos lo demandan!