Por Patricia Lee Wynne
El ARA San Juan yace en el
fondo del Atlántico Sur porque la OTAN, Estados
Unidos y Gran Bretaña nunca perdonaron a Argentina la Guerra de las Malvinas de
1982.
Para Margaret Thatcher y
Ronald Reagan fue inaceptable que un país
en desarrollo reivindicara la soberanía de una parte de su territorio y de
su plataforma continental, en uno de los muy contados rezagos coloniales que
perviven.
Por eso respondieron con las
armas. Estados Unidos rompió el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR) que obligaba a los Estados del
continente a defenderse entre sí de una potencia extraregional, para apoyar al
Reino Unido, su aliado de la OTAN.
Ciertamente, la recuperación
de las Malvinas fue una maniobra desesperada de una dictadura militar
sangrienta y desprestigiada. La Junta pensó que Estados Unidos la apoyaría en
agradecimiento por su contribución para entrenar a los ‘contras’ que combatían
al Gobierno sandinista en Nicaragua.
La guerra no era inevitable. Londres pudo buscar una salida negociada
tal como exigió la ONU en numerosas oportunidades. Pero había que escarmentar
la osadía para que nunca nadie más se atreviera.
Argentina fue derrotada a
pesar de la justicia del reclamo de soberanía y del apoyo y solidaridad
latinoamericanos. También de la Unión Soviética, como lo demostró el periodista
Serguéi Brilev en su libro ‘Fidel, Fútbol y Malvinas’.
Pero sus soldados, aviadores y marinos le propinaron a las fuerzas
británicas daños como ningún otro Ejército del mundo lo hizo desde la Segunda
Guerra Mundial. 24 barcos dejados fuera de combate, sin hablar de los datos
que se mantendrán secretos hasta 2072 para ocultar la vergüenza que sufrió la
real Corona.
Desde entonces, las Fuerzas Armadas argentinas fueron reducidas a su
mínima expresión. Fue un propósito explícito de Estados Unidos y el Reino
Unido, acompañado desde los Gobiernos argentinos de los últimos 35 años.
El octavo país más grande del mundo, con una superficie marítima igual
o superior a su área continental, con las mayores reservas ictícolas del
planeta, además de petróleo y otros ricos recursos, con una de las llanuras más
productivas del mundo, no tiene cómo defenderse.
Los aviones con droga surcan
los aires desde el norte sin que haya radares para encontrarlos. Los barcos
chinos y de otros países se roban la riqueza del Océano, sin que puedan ser
detenidos.
“Después de un periodo
significativo de declinación, Argentina ha dejado de ser una fuerza militar
operativa”, tituló la publicación inglesa UK Defense Journal.
“La Fuerza Aérea retiró sus
Mirage y confirmó que todos los Lockheed Martin A-4AR Skyhawk fighters están en
tierra y no serán reemplazados en el futuro inmediato”, agrega la publicación.
Las tripulaciones de submarinos necesitan por lo menos 190 días de inmersión
por año y en 2014 solo tuvieron 19 días, continúa.
Según un análisis de IHS
Janes, citado en la nota, “la Fuerza Aérea es una colección de aviones viejos
de los años setenta que frecuentemente están en tierra por su baja
operatividad”.
Argentina habría intentado
comprar aviones Gripen de Suecia vía Brasil, pero fue vetada por el Reino
Unido, que produce una gran parte de los componentes de la nave, continúa la
publicación.
El 23 de noviembre, Janes.com
publicó un artículo titulado: “La emergencia del submarino expone las
limitaciones de operabilidad de Argentina”, en el cual resalta que “varias
plataformas aéreas y marítimas del inventario argentino están fuera de
servicio, con presupuestos vaciados que llevan a la falta de repuesto y
mantenimiento”.
Citando a fuentes militares
locales, la publicación destaca que la Armada tiene sus cuatro aviones de
patrullaje P-3B fuera de servicio, y que el único avión con un detector de
anomalías magnéticas (DAM) capaz de detectar submarinos bajo el agua es un S-2T
Turbo Tracker, que volvió al servicio en 2016 tras pasar varios años en tierra.
Cuando el país se prepara para recibir la Cumbre del G20 en 2018, los
submarinos se hunden y los aviones no vuelan.
Más grave aún, desde 1982, los británicos no sólo están en
posesión de las Malvinas, sino que ocupan millones de kilómetros cuadrados del
territorio marítimo argentino, explotando los recursos pesqueros que no les
pertenecen y avanzando en la exploración de hidrocarburos.
Todo esto defendido desde la
base de la OTAN en Monte Agradable, con submarinos nucleares controlando el
camino hacia la Antártida, el objetivo final.
Por eso se hundió el ARA San
Juan.