Por Juan Godoy*
“La defensa nacional es así un
argumento más que debe incitarnos para asegurar la felicidad de nuestro pueblo”
(Juan Domingo Perón)
Lo acontecido con el submarino ARA San Juan,
más allá de lo que efectivamente haya pasado en tanto existen varias hipótesis,
no es el objeto de estas líneas pues estamos lejos de poder establecer alguna
idea en torno a las mismas en un tema tan delicado, sino que nuestra intención
aquí es reflexionar brevemente, a partir de lo que los hechos conocidos hasta
el momento dejan en evidencia y a algunos discursos que circularon en los
últimos días en torno a las Fuerzas Armadas, sobre la función de las mismas en
los países semi-coloniales como la Argentina.
En relación a lo que el ARA San Juan deja en evidencia es la política
llevada a cabo por los diferentes gobiernos en torno a las Fuerzas Armadas, al
menos desde 1983 hasta la actualidad. Más específicamente, desde la
posguerra de Malvinas, y ligada estrechamente con el proceso de
desmalvinización, hasta nuestros días la política de los gobiernos, más allá de
su matríz ideológica, prácticamente fue similar en relación a la función de las
Fuerzas Armadas en nuestro país. Una política
de relegamiento y de poca atención a la importancia de las mismas, que se
revela más grave aún en un país como la Argentina, con enormes recursos ya sea
naturales o económicos, y con un territorio, en su mayor parte, con escasa
densidad de población y una parte del mismo ocupada por una potencia
imperialista. Las Fuerzas Armadas fueron dejadas de lado en torno a la defensa
y el desarrollo nacional.
En referencia a los discursos
que circularon aparecen fuertemente penetrados por una matríz, a saber: el anti-militarismo abstracto. Es
decir, un pensamiento que considera que todo lo que proviene de las Fuerzas
Armadas es negativo, que las mismas solo tienen la función de ser garantes y
custodios del orden oligárquico. En fin, solo son el brazo armado de la
oligarquía. José Enrique Miguens
argumenta al respecto que este anti-militarismo abstracto considera que
“los militares pueden ser únicamente lo que se califica como guardia pretoriana
de la oligarquía, cuya actividad se limita a sofocar los movimientos
populares”.
Sobre estas dos cuestiones
pretendemos reflexionar, y desde ya, dejar de lado. En torno al anti-militarismo abstracto, tan
presente en los sectores de la izquierda tradicional y del progresismo, acá
desde una matríz nacional consideramos que las Fuerzas Armadas son una
institución, y como toda institución está compuesta por hombres y mujeres, y
por lo tanto puede cumplir diferentes roles, es decir, sintéticamente: pueden
servir para anudar la dependencia o bien para romperla. Lo mismo que entre los
civiles: hay sectores revolucionarios y contra-revolucionarios. Las Fuerzas
Armadas están sujetas a tensiones, son un fenómeno vivo, contradictorio y
vinculado a las luchas que se dan en nuestro país. A lo largo de la historia
podemos comprobar estas diferentes vertientes que se dan desde los cimientos de
la patria.
Basta recordar los orígenes de nuestro ejército cuando la invasión
inglesa al Río de la Plata de 1806-1807. Este hecho fundacional le da un
origen anti-colonialista y fuertemente popular. El hecho fundacional heroico
que muchos sectores presos del amor por Europa y Gran Bretaña pretenden
olvidar, y alguno llegan a expresar ¡lo mal que estuvo el pueblo criollo en
rechazar la “civilización británica”! Es
un Ejército popular que se improvisa ante la urgencia de combatir al enemigo,
anota Miguel A. Scenna “eran militares improvisados, ciudadanos arrancados
a sus actividades ordinarias por la emergencia derivada de la invasión”. No es
un hecho meramente de nuestro país, sino que Gianfranco Valori sostiene que
“las fuerzas armadas en América Latina son todas de origen popular”. Ramos
sintetiza el proceso: “el pueblo criollo en armas se improvisa en Ejército para
combatir la invasión británica. Así nace el Ejército argentino; y la palabra
“argentino” se creará por esa misma razón (…) La milicia se hará Ejército y el
nativo se hará argentino al nacer ambos para la historia en lucha con
Inglaterra”.
A lo largo de nuestra historia
se enfrentan entonces dos vertientes de las Fuerzas Armadas, que
arquetípicamente se pueden establecer en figuras: como “el ejército de San Martín y el ejército de Rondeau, el de Mitre y el de
Roca, la milicia facciosa y el Ejército del pueblo al servicio de la nación”
(Ramos), podríamos sumar muchos casos como el de Mosconi, Savio, Vicat o el de
Agustín P. Justo, o bien el de Perón, Valle, Juan Ignacio San Martín o Aramburu
y Videla, por poner algunos ejemplos. En estas vertientes se observa el
desprecio por el territorio (“el mal que aqueja a la Argentina es su
extensión”) o una política de soberanía sobre el mismo. Una política ligada a
la patria chica, reducida a la Pampa Húmeda y a unas pocas familias, enfrentada
a una vinculada a la Patria Grande y los sectores populares. Un ejército para
la emancipación nacional con la integración del pueblo y defensor de la
soberanía nacional, o uno elitista, pro-oligárquico, asesino de su pueblo y/o
genocida aliado a las potencias imperialistas.
El anti-militarismo abstracto que deriva en
general de la importación acrítica de ideas de lugares lejanos y distantes de
nuestra realidad, y de un profundo desconocimiento de la misma. Hay un error
grosero que es la identificación del nacionalismo de los países dependientes
con el de los imperialistas, y que lleva a confundir al mismo tiempo los
ejércitos de los diferentes tipos de país.
Al mismo tiempo, si observamos la historia
de nuestro país, observamos que también por sus características como país semi-colonial con la ausencia de
una burguesía nacional fuerte, fueron principalmente las fuerzas armadas las
que plantearon tempranamente el problema del desarrollo y las mismas las que lo
llevaron a cabo más profundamente. Es que la lucha nacional es al mismo
tiempo la lucha por el desarrollo, pues como decía Hernández Arregui: “o somos
nación o factoría”, y en esta lucha las Fuerzas Armadas se revelaron como uno
de los factores más dinámicos.
Ahora bien, con la derrota del
proyecto industrialista, argumenta Jorge Abelardo Ramos, las mismas depuraron
sus filas “para ceder el paso a otros oficiales que interpretaban los viejos
intereses agrario-comerciales”. Sin embargo, a pesar de esto, la línea nacional siguió perdurando.
Asimismo, en naciones con una cuestión nacional inconclusa como el nuestro,
afirma Salvador Lozada “en que la formación de una conciencia nacional es tarea
parcialmente incumplida y reclamada con urgente ansiedad, el papel de las
fuerzas armadas tiende a destacarse marcadamente”.
Las Fuerzas Armadas para
cumplir este papel que indicamos deben estar subordinadas (y al mismo tiempo
ser parte), a una política nacional. Definir el proyecto de nación es
fundamental para definir el papel de las mismas. Por eso Arturo Jauretche afirma que “sin Política Nacional no hay
ejército nacional y recíprocamente”. Es que las Fuerzas Armadas en un país
en condición dependiente, no puede permanecer al margen del debate de las
grandes problemáticas nacionales. Y es más, como considera Juan Enrique Guglialmelli, las Fuerzas Armadas como “factores activos y
dinámicos de la seguridad nacional tienen como tarea fundamental una misión
pacífica aunque esencialmente combativa: constituir el escudo protector y,
en muchos casos, la vanguardia de la
lucha de todo el pueblo por asentar la soberanía y la autodeterminación
nacional a través del desarrollo acelerado de la economía y de las formas
superior de la convivencia social”. Nos preguntamos ¿Qué defensa nacional
podemos tener sin unas Fuerzas Armadas fuertes y poderosas? La reconstrucción
de las mismas requiere retomar una política nacional que apunte a un proyecto
industrial, donde tengan un rol central.
Es evidente que las potencias imperialistas quieren países sumisos sin
posibilidad de defensa. A los detractores y/o descreídos de un ejército nacional
comprometido con la defensa de la soberanía, los invitamos a recorrer nuestra
historia y observar lo que venimos sosteniendo, desde las invasiones británicas
al Plata y el proceso de emancipación, hasta las revoluciones nacionales que
estallaron a lo largo y ancho de Nuestra América. Sino también pueden observar
el presente, y por ejemplo las Fuerzas Armadas conformadas por el Comandante Chávez hoy pilar y sostén de la
Revolución Bolivariana, ¿alguien puede pensar que esa revolución seguiría sin
el apoyo de las Fuerzas Armadas (y el apoyo popular)?, o el ejército
boliviano de Evo Morales que retoma la mejor senda de aquellos patriotas que
volvieron de la cruenta guerra del Chaco impulsada por el apetito imperialista
de las petroleras yanqui y británica, con la derrota, las muertes, pero al
mismo tiempo con el cimiento de la conciencia nacional y llevaron a cabo una
Revolución Nacional, o si se quiere otro ejemplo también actual, pero más
lejano, podríamos tomar la heroica resistencia del ejército sirio al
avasallamiento imperialista. Quizás algunos piensen que el mundo es un “club de
amigos”, pero evidentemente no, hay intereses contrapuestos y la historia está
escrita con sangre, mayormente la sangre de los puebles. Así, si se quiere
mantener una paz duradera y la soberanía nacional es necesario el
fortalecimiento de las Fuerzas Armadas.
A partir de los expuesto
brevemente, consideramos que urge la
apertura del debate acerca de la función de las fuerzas armadas, pues no hay
proyecto de nación posible, en un país semi-colonial, sin la integración de las
mismas a una política nacional, más aún en un mundo en que las potencias
imperialistas a partir del enorme poder que tienen, y mediante la penetración
de las empresas transnacionales avasallan la soberanía de los pueblos sin más
interés que el de reproducir su propia ganancia. Que la situación, que muchos
nacionales vienen denunciando desde hace tiempo, y que quedó cristalizada por
la lamentable situación con el ARA San Juan sea la oportunidad para abrir ese
debate, que los cuarenta y cuatro
compatriotas que tienen como misión la defensa de nuestra soberanía y los
recursos sean de guía. En un mundo,
que trascurre, como dice Francisco, en una guerra mundial por etapas, y donde
la mayor parte de los pueblos tienen como destino “el basural” y la muerte,
llegando al primer cuarto del siglo XXI en nuestro caso en particular con
un gobierno totalmente sumiso al interés extranjero, es necesario el
fortalecimiento de la conciencia nacional y la discusión de las problemáticas
centrales donde las fuerzas armadas tienen un lugar central o sino corremos el
peligro de perecer como nación. Esperamos pues que como afirma Alberto Belloni “los ejércitos juegan
un papel esencial en los países coloniales, y sufren también la presión
imperialista, pero en momentos decisivos, toman conciencia del sometimiento
nacional y se lanzan a la lucha”.
* Sociólogo, UBA