domingo, 27 de agosto de 2017

LA VIOLENCIA EN EUROPA, EL MUNDO Y ARGENTINA

San Martín, 25 de agosto de 2017

Jorge A. Benedetti


El lamentable y criminal golpe terrorista realizado en Barcelona, ha vuelto a poner sobre el tapete el tema de la violencia.
Ciertamente también en los últimos meses hubo varios atentados en Egipto, Libia y otros países del norte de África donde murieron más de 300 personas y estos no merecieron ni un sólo titular, ni prácticamente ningún comentario en los medios.
Tampoco parecen preocupar los innumerables muertos, víctimas civiles, especialmente chicos en escuelas u hospitales, que los bombardeos de la “coalición occidental” causan en Siria, Afganistán y otros países musulmanes, estas muertes son sólo “daños colaterales”.
Desgraciadamente hay dos varas y dos ópticas para medir la muerte y los asesinatos de inocentes que siempre son terribles  y muestran lo bajo que ha llegado la humanidad y la carencia de liderazgo.

¿Una explicación del atentado en Barcelona?
Es conocido que España participa, junto con otros países europeos, de la coalición encabezada por EE.UU., que realiza ataques en Afganistán contra los grupos de talibanes. De igual manera estas operaciones se desarrollan en otros países, Siria en particular.
Por otra parte y muy especialmente en estos días, hubo noticias públicas en el sentido de que el gobierno español estaba considerando incrementar su participación en las acciones bélicas en Afganistán, como efectivamente lo decidió un par de días después el gobierno norteamericano.
Lógicamente sería demencial pensar que un acto criminal justifica otro, el intento es sólo explicar por qué un grupo de chicos de entre 17 y 24 años, aparentemente captados por una central criminal como es el ISIS, de dudosa procedencia, realizan un atentado y luego enfrentan, armados con cuchillos y machetes comprados en un supermercado de los suburbios, a policías con armamento sofisticado. Como dato marginal estos chicos van dispuestos a morir (para ello simulan tener un cinturón de explosiones ¡hecho con latas de gaseosas!). La vida en la sociedad donde están, sea España, Francia u otro país europeo, se les ha hecho insoportable y la única salida que encuentran al desprecio, la marginación y exclusión, es un martirio erróneamente considerado como heroico.

Aquellas lluvias trajeron estos lodos
Inglaterra, Francia, Bélgica y España, entre otras naciones europeas, ocuparon y sojuzgaron a los pueblos africanos siempre con violencia, mayor o menor según los casos, pero siempre con violencia (España sigue hoy ocupando los territorios de Ceuta y Melilla) y todos ellos ejercen un poder neocolonial manejando empresas de servicios, bancos, minas, plantaciones y la mayor parte del comercio interno y externo de estas naciones.
En el marco de estas reflexiones no podemos menos que recordar las palabras de aquel brillante pensador y militante argelino, el Ministro de Cultura del primer gobierno independiente, Frantz Fanon, cuando describía que mientras las tropas francesas torturaban y masacraban a los militantes del Frente de Liberación Nacional, la prédica acerca de las virtudes de la civilización occidental en general  y francesa en particular, de la democracia y del modo de vida de los ocupantes, ejercían una notable atracción para un sector de los colonizados.
Es así que un número relativamente considerable de ellos decide dirigirse a la metrópoli, en espera de encontrar un mundo mejor para sus familias y descendientes.
La realidad fue otra, fueron marginados y empujados a vivir en los suburbios de París (o de otras ciudades) y condenados a trabajos de tercera categoría, que eran desestimados por los europeos. Quienes habían sido valorados para pelear contra los alemanes en los peores combates de la guerra, ahora eran despreciados y marginados en tiempos de paz.
Así nació, en el caso de Francia, una generación de franco argelinos creciendo en un medio hostil, frente al desprecio de sus connacionales y en el marco de una exclusión creciente, pues cuando el estado de bienestar europeo comenzó a diluirse, los más perjudicados, una vez más, fueron los más pobres, los que en su inmensa mayoría eran inmigrantes y sus descendientes.
Podemos recordar cómo hace unos años, se producían en forma sistemática las “noches de furia”, donde los hijos de inmigrantes salían a incendiar automóviles y todo lo que encontraban a su paso.
Un fuerte llamado de atención a la sociedad francesa acerca de la exclusión creciente en su propio territorio, al tiempo que la globalización avanzaba y en el marco del “fin de la historia” (y de las fronteras), los capitales podían circular libremente, los turistas adinerados también, las empresas se concentraban y ocupaban aún más los ex mercados coloniales, lo único que parecía que no podía globalizarse era la libre circulación de los pobres y una más justa distribución de las riquezas. Pero el llamado de atención quedó sólo en eso, sin cambiar la realidad.
De esta manera nace una segunda generación de franceses de origen africano, marginados, desplazados, despreciados, donde los beneficios de la sociedad que sus abuelos añoraban estaban definitivamente vedados para ellos, no tenían ningún futuro, o – aún más– el destino que se presentaba era cada vez  menos promisorio.
Y aquí aparece el ISIS, una organización que formalmente condena al Estado de Israel, pero que mata musulmanes, católicos y cristianos en general y que hace llamados a estos desesperados prometiéndoles un futuro mejor en el paraíso, dado que en la tierra les sería imposible alcanzarlo.
Las lluvias del colonialismo traen estos lodos, convirtiendo en realidad aquello de que toda acción genera una reacción.

La violencia en la Argentina
Vale la pena preguntarse cómo se reproduce el fenómeno de la violencia en nuestro país y considerar dos aspectos; el de la política exterior y el de la situación interna.
Argentina – a pesar de los vaivenes políticos y de la alternancia de gobiernos populares y otros oligárquicos (siempre ilegítimos por asumir por el fraude o la violencia golpista) - había mantenido, desde una notable actitud independiente (durante los gobiernos populares), hasta una dependencia “negociada” (durante los gobiernos oligárquicos).
Nuestra oligarquía del siglo XIX y gran parte del XX, había guardado al menos las formas y si bien los presidentes se designaban en la embajada británica, estos se disponían a negociar como socios menores, pero sintiéndose parte del mundo de los poderosos.
Pero después de la última dictadura oligárquica aparecieron los gobiernos (también ilegítimos por llegar al poder fundados en la mentira), que decidieron su alineamiento (subordinación) en forma automática. Así en el tiempo de las “relaciones carnales” menemistas nuestro país envió “simbólicamente” un buque a Oriente Medio en la primera invasión norteamericana a Irak. De resultas de ese hecho “simbólico” (y con independencia de otras consideraciones sobre la realidad de los atentados) el ataque a la AMIA y a la embajada de Israel no pueden desvincularse de este alineamiento  servicial al gobierno de George Bush.
El retorno a una política de “volver al mundo”, es decir subordinarse automáticamente al gobierno estadounidense, aparece hoy con claridad. La afirmación del presidente D. Trump en el sentido de que “Yo le voy a hablar de Corea y él me va a hablar de limones” pone a las claras el carácter de la relaciones, “si queres vender limones tenes que actuar de mercenario”.
Pero la arremetida no quedó allí, hace pocos días recibimos la visita del ignoto vicepresidente de los EE.UU. (Mike Pence), quien volvió a notificar al presidente Macri que su misión era “encabezar” la coalición que podría invadir el territorio venezolano. El problema son los requerimientos petroleros de los EE.UU, sumado a necesidad de dar salida a la gran cantidad de mano de obra desocupada que ha quedado en Colombia, a consecuencia del tratado de paz promovido por Cuba, Noruega y el Vaticano y que concluyó con la foto triunfal de Raúl Castro apretando las manos del presidente Juan Manuel Santos y del jefe de las FARC, Rodrigo Londoño “Timochenko”. La no respuesta afirmativa en forma pública, dado las debilidades internas del presidente y la falta de apoyo de las naciones del MERCOSUR, trae consecuencias para un gobierno indigno que necesita, para continuar la transferencia de riquezas hacia los sectores vinculados con el poder, el auxilio financiero de la potencia del norte.
Si bien la presión fue denunciada con el presidente Maduro, quien tildó de cobarde a Macri, sus aliados norteamericanos decidieron igual castigarlo: “Por no haber respetado el alineamiento automático, te quedas sin biodiesel”.
Sin dudas este alineamiento aumenta el riesgo de ponernos en la mira de “los enemigos de occidente” y el peligro de un nuevo atentado, vuelve aparecer en escena. 

¿Volver a los 70?
Al igual que la situación europea, al analizar la de nuestro país vale la pena rastrear las posibles causas de la violencia.
Debemos hacer una analogía con la situación de fin de los 60 y principios de los 70. Gobernaba nuestro país una demencial y perversa dictadura, manejada por una cúpula militar empleada de la oligarquía y un grupo de CEOs que desde los grandes grupos económicos habían asaltado las principales funciones del gobierno.
Al tiempo que los trabajadores perdían sus conquistas, se violaban los derechos políticos y sociales del conjunto de los argentinos. Parecía que la política había dejado de ser un instrumento para cambiar la realidad y una minoría oligárquica se había hecho cargo del manejo de los resortes del país. La única alternativa que quedaba era la resistencia a la opresión. Al no poder ejercer sus derechos políticos, muchos decidieron recurrir a la violencia amparados en aquello que todos los pensamientos filosóficos y religiosos  proclaman: la justa resistencia a la opresión. 

¿Sirve la política para cambiar la realidad?
Si bien estamos convencidos que la política es el instrumento de los pueblos para cambiar la realidad, muchos de los que han asaltado el gobierno tratan de demostrar lo contrario, con lo que convierten a la Argentina en un caldo de cultivo para retornar a instancias que parecían superadas.
El hecho de que el gobierno haya basado su camino para ganar las elecciones del 2015 en una sistemática campaña de mentiras, formuladas con el amparo de los grandes grupos económicos y mediáticos, parece haber sido superado para mal. Vuelve la violenta represión a la protesta popular, vuelven los presos políticos y dramáticamente vuelven los desaparecidos en aparente democracia. Se remueven jueces con mecanismos delincuenciales (con la complicidad activa del presidente de la Suprema Corte y la protección mediática), la ministra de seguridad da a conocer los datos de testigos protegidos para que no pueda hablar más, la concentración de la riqueza de todos los argentinos en muy pocas manos avanza en forma descarada, y el fraude electoral y la mentira son datos cotidianos. Para no hablar del robo de una banca en el Consejo de la Magistratura (con la complicidad de Massa y sus aliados). Desvergonzadamente se proclama que vivimos el tiempo de la pos verdad, donde las autoridades, los medios y sus lenguaraces pueden manifestar cualquier afirmación sin ningún correlato con la realidad, es decir se puede mentir impunemente.
Violencia es que casi el 50% de los chicos de la Argentina estén bajo la línea de la pobreza y que las cifras de indigencia alcancen porcentajes escandalosos.
Mientras tanto se  quiere convencer a un sector de los argentinos de que la política no sirve para cambiar la realidad, se los desafía y provoca, alentando algún accionar violento (o seudo violento) a fin de instaurar una fuerte represión sobre el pueblo, como argumento para someterlo al proceso de exacción y robo más escandaloso que haya vivido la Argentina.
De la misma manera que anhelamos poder ser eficaces colaborando con el papa Francisco en su monumental tarea, manifestamos nuestra preocupación por la paz en el mundo, en América  y muy especialmente por la paz en peligro en nuestra comunidad nacional.   
La violencia es un instrumento de la oligarquía contra la vida de los pueblos, construyamos una unidad del campo popular frente a la violencia oligárquica.


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