San Martín, 25 de agosto de 2017
Jorge A. Benedetti
El lamentable y criminal golpe terrorista realizado en
Barcelona, ha vuelto a poner sobre el tapete el tema de la violencia.
Ciertamente también en los últimos meses hubo varios
atentados en Egipto, Libia y otros países del norte de África donde murieron
más de 300 personas y estos no merecieron ni un sólo titular, ni prácticamente
ningún comentario en los medios.
Tampoco parecen preocupar los innumerables muertos,
víctimas civiles, especialmente chicos en escuelas u hospitales, que los
bombardeos de la “coalición occidental” causan en Siria, Afganistán y otros
países musulmanes, estas muertes son sólo “daños colaterales”.
Desgraciadamente hay dos varas y dos ópticas para medir
la muerte y los asesinatos de inocentes que siempre son terribles y muestran lo bajo que ha llegado la
humanidad y la carencia de liderazgo.
¿Una explicación del atentado en
Barcelona?
Es conocido que España
participa, junto con otros países europeos, de la coalición encabezada por EE.UU.,
que realiza ataques en Afganistán contra los grupos de talibanes. De igual
manera estas operaciones se desarrollan en otros países, Siria en particular.
Por otra parte y muy especialmente en estos días, hubo
noticias públicas en el sentido de que el gobierno español estaba considerando
incrementar su participación en las acciones bélicas en Afganistán, como
efectivamente lo decidió un par de días después el gobierno norteamericano.
Lógicamente sería demencial pensar que un acto criminal
justifica otro, el intento es sólo explicar por qué un grupo de chicos de entre
17 y 24 años, aparentemente captados por una central criminal como es el ISIS,
de dudosa procedencia, realizan un atentado y luego enfrentan, armados con
cuchillos y machetes comprados en un supermercado de los suburbios, a policías
con armamento sofisticado. Como dato marginal estos chicos van dispuestos a
morir (para ello simulan tener un cinturón de explosiones ¡hecho con latas de
gaseosas!). La vida en la sociedad donde están, sea España, Francia u otro país
europeo, se les ha hecho insoportable y la única salida que encuentran al
desprecio, la marginación y exclusión, es un martirio erróneamente considerado
como heroico.
Aquellas lluvias trajeron estos lodos
Inglaterra, Francia, Bélgica
y España, entre otras naciones europeas, ocuparon y sojuzgaron a los pueblos
africanos siempre con violencia, mayor o menor según los casos, pero siempre
con violencia (España sigue hoy ocupando los territorios de Ceuta y Melilla) y
todos ellos ejercen un poder neocolonial manejando empresas de servicios, bancos,
minas, plantaciones y la mayor parte del comercio interno y externo de estas
naciones.
En el marco de estas reflexiones no podemos menos que
recordar las palabras de aquel brillante pensador y militante argelino, el
Ministro de Cultura del primer gobierno independiente, Frantz Fanon, cuando describía
que mientras las tropas francesas torturaban y masacraban a los militantes del
Frente de Liberación Nacional, la prédica acerca de las virtudes de la
civilización occidental en general y
francesa en particular, de la democracia y del modo de vida de los ocupantes, ejercían
una notable atracción para un sector de los colonizados.
Es así que un número relativamente considerable de ellos
decide dirigirse a la metrópoli, en espera de encontrar un mundo mejor para sus
familias y descendientes.
La realidad fue otra, fueron marginados y empujados a vivir
en los suburbios de París (o de otras ciudades) y condenados a trabajos de
tercera categoría, que eran desestimados por los europeos. Quienes habían sido
valorados para pelear contra los alemanes en los peores combates de la guerra,
ahora eran despreciados y marginados en tiempos de paz.
Así nació, en el caso de Francia, una generación de franco
argelinos creciendo en un medio hostil, frente al desprecio de sus
connacionales y en el marco de una exclusión creciente, pues cuando el estado de
bienestar europeo comenzó a diluirse, los más perjudicados, una vez más, fueron
los más pobres, los que en su inmensa mayoría eran inmigrantes y sus
descendientes.
Podemos recordar cómo hace unos años, se producían en forma sistemática
las “noches de furia”, donde los hijos de inmigrantes salían a incendiar automóviles
y todo lo que encontraban a su paso.
Un fuerte llamado de atención a la sociedad francesa acerca
de la exclusión creciente en su propio territorio, al tiempo que la
globalización avanzaba y en el marco del “fin de la historia” (y de las fronteras),
los capitales podían circular libremente, los turistas adinerados también, las
empresas se concentraban y ocupaban aún más los ex mercados coloniales, lo
único que parecía que no podía globalizarse era la libre circulación de los
pobres y una más justa distribución de las riquezas. Pero el llamado de
atención quedó sólo en eso, sin cambiar la realidad.
De esta manera nace una segunda generación de franceses
de origen africano, marginados, desplazados, despreciados, donde los beneficios
de la sociedad que sus abuelos añoraban estaban definitivamente vedados para
ellos, no tenían ningún futuro, o – aún más– el destino
que se presentaba era cada vez menos promisorio.
Y aquí aparece el ISIS, una organización que formalmente
condena al Estado de Israel, pero que mata musulmanes, católicos y cristianos
en general y que hace llamados a estos desesperados prometiéndoles un futuro
mejor en el paraíso, dado que en la tierra les sería imposible alcanzarlo.
Las lluvias del colonialismo
traen estos lodos, convirtiendo en realidad aquello de que toda acción genera
una reacción.
La violencia en la Argentina
Vale la pena preguntarse cómo se reproduce el fenómeno
de la violencia en nuestro país y considerar dos aspectos; el de la política
exterior y el de la situación interna.
Argentina – a pesar de los vaivenes políticos y de la alternancia
de gobiernos populares y otros oligárquicos (siempre ilegítimos por asumir por
el fraude o la violencia golpista) - había mantenido, desde una notable actitud
independiente (durante los gobiernos populares), hasta una dependencia “negociada”
(durante los gobiernos oligárquicos).
Nuestra oligarquía del siglo XIX y gran parte del XX,
había guardado al menos las formas y si bien los presidentes se designaban en
la embajada británica, estos se disponían a negociar como socios menores, pero
sintiéndose parte del mundo de los poderosos.
Pero después de la última dictadura oligárquica
aparecieron los gobiernos (también ilegítimos por llegar al poder fundados en
la mentira), que decidieron su alineamiento (subordinación) en forma automática.
Así en el tiempo de las “relaciones carnales” menemistas nuestro país envió
“simbólicamente” un buque a Oriente Medio en la primera invasión norteamericana
a Irak. De resultas de ese hecho “simbólico” (y con independencia de otras
consideraciones sobre la realidad de los atentados) el ataque a la AMIA y a la
embajada de Israel no pueden desvincularse de este alineamiento servicial al gobierno de George Bush.
El retorno a una política de “volver al mundo”, es decir
subordinarse automáticamente al gobierno estadounidense, aparece hoy con
claridad. La afirmación del presidente D. Trump en el sentido de que “Yo le voy a hablar de Corea y él me va a
hablar de limones” pone a las claras el carácter de la relaciones, “si queres vender limones tenes que actuar de
mercenario”.
Pero la arremetida no quedó
allí, hace pocos días recibimos la visita del ignoto vicepresidente de los
EE.UU. (Mike Pence), quien volvió a notificar al presidente Macri que su misión
era “encabezar” la coalición que podría invadir el territorio venezolano. El
problema son los requerimientos petroleros de los EE.UU, sumado a necesidad de
dar salida a la gran cantidad de mano de obra desocupada que ha quedado en
Colombia, a consecuencia del tratado de paz promovido por Cuba, Noruega y el
Vaticano y que concluyó con la foto triunfal de Raúl Castro apretando las manos
del presidente Juan Manuel Santos y del jefe de las FARC, Rodrigo Londoño
“Timochenko”. La no respuesta afirmativa en forma pública, dado
las debilidades internas del presidente y la falta de apoyo de las naciones del
MERCOSUR, trae consecuencias para un gobierno indigno que necesita, para
continuar la transferencia de riquezas hacia los sectores vinculados con el
poder, el auxilio financiero de la potencia del norte.
Si bien la presión fue denunciada con el presidente
Maduro, quien tildó de cobarde a Macri, sus aliados norteamericanos decidieron
igual castigarlo: “Por no haber respetado
el alineamiento automático, te quedas sin biodiesel”.
Sin dudas este alineamiento aumenta el riesgo de
ponernos en la mira de “los enemigos de occidente” y el peligro de un nuevo
atentado, vuelve aparecer en escena.
¿Volver a los 70?
Al igual que la situación europea, al analizar la de
nuestro país vale la pena rastrear las posibles causas de la violencia.
Debemos hacer una analogía con la situación de fin de
los 60 y principios de los 70. Gobernaba nuestro país una demencial y perversa dictadura,
manejada por una cúpula militar empleada de la oligarquía y un grupo de CEOs
que desde los grandes grupos económicos habían asaltado las principales
funciones del gobierno.
Al tiempo que los trabajadores perdían sus conquistas,
se violaban los derechos políticos y sociales del conjunto de los argentinos.
Parecía que la política había dejado de ser un instrumento para cambiar la
realidad y una minoría oligárquica se había hecho cargo del manejo de los resortes
del país. La única alternativa que quedaba era la resistencia a la opresión. Al
no poder ejercer sus derechos políticos, muchos decidieron recurrir a la violencia
amparados en aquello que todos los pensamientos filosóficos y religiosos proclaman: la
justa resistencia a la opresión.
¿Sirve la política para cambiar la
realidad?
Si bien estamos convencidos que la política es el instrumento
de los pueblos para cambiar la realidad, muchos de los que han asaltado el
gobierno tratan de demostrar lo contrario, con lo que convierten a la Argentina
en un caldo de cultivo para retornar a instancias que parecían superadas.
El hecho de que el gobierno haya basado su camino para
ganar las elecciones del 2015 en una sistemática campaña de mentiras, formuladas
con el amparo de los grandes grupos económicos y mediáticos, parece haber sido superado
para mal. Vuelve la violenta represión a la protesta popular, vuelven los
presos políticos y dramáticamente vuelven los desaparecidos en aparente
democracia. Se remueven jueces con mecanismos delincuenciales (con la
complicidad activa del presidente de la Suprema Corte y la protección mediática),
la ministra de seguridad da a conocer los datos de testigos protegidos para que
no pueda hablar más, la concentración de la riqueza de todos los argentinos en
muy pocas manos avanza en forma descarada, y el fraude electoral y la mentira
son datos cotidianos. Para no hablar del robo de una banca en el Consejo de la
Magistratura (con la complicidad de Massa y sus aliados). Desvergonzadamente se
proclama que vivimos el tiempo de la pos verdad, donde las autoridades, los
medios y sus lenguaraces pueden manifestar cualquier afirmación sin ningún correlato
con la realidad, es decir se puede mentir impunemente.
Violencia es que casi el 50% de los chicos de la Argentina estén bajo
la línea de la pobreza y que las cifras de indigencia alcancen porcentajes
escandalosos.
Mientras tanto se quiere convencer a un sector de los argentinos
de que la política no sirve para cambiar la realidad, se los desafía y provoca,
alentando algún accionar violento (o seudo violento) a fin de instaurar una
fuerte represión sobre el pueblo, como argumento para someterlo al proceso de exacción
y robo más escandaloso que haya vivido la Argentina.
De la misma manera que anhelamos poder ser eficaces colaborando
con el papa Francisco en su
monumental tarea, manifestamos nuestra preocupación por la paz en el mundo, en
América y muy especialmente por la paz
en peligro en nuestra comunidad nacional.
La violencia es un instrumento de la oligarquía contra la
vida de los pueblos, construyamos una unidad del campo popular frente a la
violencia oligárquica.