En
los pueblos latinoamericanos, la expresión “carajo” se utiliza para manifestar
contrariedad, enfado y tensión. Esas tres cosas pasan, por estos días, en los
cuerpos y mentes de los más de 44 millones de argentinos.
EL
GOBIERNO DE MAURICIO MACRI Y LA INTERNA FINANCIERA MUNDIAL
El
triunfo de la Alianza Cambiemos en 2015 fue la victoria de una “comunidad de
negocios” entre el conglomerado agroalimentario exportador, los grandes grupos
económicos locales (petroleras, energéticas y siderúrgicas), subordinados a la
conducción de las dos facciones más importantes de la oligarquía financiera mundial, la globalista y la neoconservadora.
Ambas facciones expresan dos proyectos
estratégicos distintos, que disputan el dominio de la red financiera
transnacional, también definida por las investigaciones de Stefano Battiston
como “red global de control corporativo”. Ambas
líneas de la oligarquía financiera se expresaron en el ejecutivo argentino
desde la llegada de Macri y su “gobierno de CEO’s”, con una prevalencia del
globalismo, al menos, hasta el cambio en las relaciones de fuerza mundiales
entre ambos proyectos luego del Brexit en Reino Unido (salida de la Unión
Europea) y el triunfo de Donald Trump en Estados Unidos.
El
globalismo se encuentra más vinculado a
la trama de intereses y al ideario del partido demócrata norteamericano y a
la “tercera vía” europea, apostando por el diseño de una “Argentina en el G-20” y la subordinación del país a una nueva
“gobernanza global”; mientras que el neoconservadurismo
se emparenta con los intereses económicos y el ideario político del Partido
Republicano y la centro derecha europea, reconociendo a “Occidente” como
garante del orden mundial y a una “Argentina
dolarizada bajo control del FMI”.
La
apuesta de campaña de Macri por Hillary
Clinton “obligó” al presidente a nombrar a Nicolás Dujovne (neoconservador) como ministro de Hacienda, vinculable hasta “familiarmente” con los
negocios del actual presidente estadounidense en el cono sur.
En
diciembre de 2017, el por entonces titular del Banco Central, Federico Sturzenegger (globalista,
hombre del banco HSBC), se vio forzado a
realizar un cambio en las metas de inflación, pudiendo este hecho ser tomado
como la señal de inicio de una ofensiva neoconservadora.
DUJOVNE Y STURZENNEGER,
LA PUJA ENTRE GLOBALISTAS Y NEOCONSERVADORES
Vendrían
tres “corridas” cambiarias que condicionaron progresivamente las acciones
políticas de Macri. Los “golpes de mercado” de diciembre, abril y agosto irían
sometiendo al país a los lineamientos de una agenda neoconservadora: la casi total interrupción de los acuerdos
económicos con China, el desguace del Plan Nuclear Argentino, la incorporación
“extraoficial” de Argentina a la OTAN, el alineamiento al “Grupo de Lima”,
el uso de las Fuerzas Armadas en tareas de seguridad y, centralmente, el
retorno a los préstamos y al monitoreo económico del Fondo Monetario Internacional (FMI).
El
proyecto neoconservador desplegaría esta agenda ocupando nuevas posiciones
institucionales en una alianza con los intereses de los “grupos económicos
locales”: en junio de este año el Banco
Central caería en manos del hasta entonces Ministro de Finanzas, Luis Caputo
(hombre del JP Morgan), mientras que las carteras de Agroindustria, Producción y Energía serían ocupadas por los
latifundistas (Luis Etchevehere),
por el empresariado articulado a la burguesía brasileña (Dante Sica), y por las petroleras nacionales (Javier Iguacel), respectivamente.
Este
escenario de creciente disputa inter-capitalista abrió las posibilidades de que
(re)emergiera un “tercer proyecto” en la pelea, el Proyecto Popular. Vinculado a un núcleo político-gremial, este
proyecto está articulando al movimiento obrero con los pequeños y medianos
empresarios, con las organizaciones sociales, con los partidos de la oposición,
con la explosión del movimiento feminista, y con las protestas de educadores y
universitarios.
La
expresión más contundente de este tercer proyecto en disputa se vivió en las
jornadas de lucha por la reforma laboral y jubilatoria en diciembre de 2017.
Desde allí aparece como fuerza social de oposición política articulando una
agenda de defensa de conquistas sociales históricas y de pelea por nuevos
derechos.
Pese a la interna, en el
“gobierno de CEO’s” hay un enorme acuerdo: La implementación del modelo
neoliberal debe caer en manos del empresariado pyme y de los sectores
asalariados y desocupados.
Este es un consenso entre los dos grandes proyectos estratégicos de la
oligarquía financiera, los grupos
económicos locales (Techint, Pérez Companc) y los sectores agroexportadores (AGD, Arcor, Los Grobo). El conjunto de
las disputas manifiestan una crisis, donde todos los actores se ven obligados a
incrementar sus apuestas.
LOS HECHOS DE AGOSTO
No
hay ninguna casualidad, pues, en todo lo que viene sucediendo en Argentina en
los últimos días. Sólo anunciaremos algunos de los episodios que creemos
centrales:
–
Macri, en un mensaje de apenas 2 minutos, anticipa una corrida financiera y
lanza como “acuerdo concretado” un nuevo pedido de salvataje al FMI.
El
valor promedio en bancos y casas de cambio cerró ayer al público por debajo de
los 39 pesos.
–
Dos días de “golpe de mercado” derrumban el peso argentino al menos un 20% con
respecto al dólar.
– Mientras que el JP Morgan (banca neoconservadora) aconseja a su cartera de clientes
vender las acciones de empresas argentinas, el CEO argentino del HSBC (banca globalista) respalda
públicamente al gobierno. A pesar de su interna, el país asiste a una
descomunal fuga de capitales (unos U$S 47 mil millones).
–
Una cruenta represión a trabajadores de la empresa estatal Astillero Río
Santiago el 21 de agosto en la ciudad de La Plata se convierte, al día
siguiente, en una protesta popular amplia que articula solidariamente a los
trabajadores del astillero con trabajadores de la construcción, estatales y
universitarios.
–
El conflicto universitario, iniciado en febrero de 2018, moviliza el 30 de
agosto a 350 mil personas a Plaza de Mayo, señalando el deterioro del gobierno
ante las clases medias urbanas y profesionales.
–
El 4 de septiembre el movimiento obrero paraliza el cordón industrial rosarino,
uno de los más importantes del país, con apoyos de diversas organizaciones
universitarias y políticas.
“Esta crisis tiene que ser la última” afirmó
Macri el 3 de septiembre en un discurso de 22 minutos, donde anunciaría
importantes cambios en el diseño de su gabinete: puso a Nicolás Dujovne como el “super” ministro de
Economía que el FMI reclamaba, mientras a la par, recortaba el poder de su jefe
de gabinete, Marcos Peña (globalista), desplazando del cargo a sus dos
vices.
Al
mismo tiempo, Macri decidió “compactar su equipo”, reduciendo de 23 a 10 los
ministerios nacionales. La medida subordinó a las carteras que median con los
sectores productivos locales (agroindustria, energía, ciencia y tecnología) y
con los sectores populares (salud, trabajo, cultura).
PALABRAS FINALES
Las
últimas decisiones que Mauricio Macri tomó traen una sola afirmación posible:
en Argentina la crisis va a seguir. Ante tamaña depredación de los “buitres”
globalistas y neoconservadores, los sectores populares están obligados a seguir
forjando su proyecto de unidad.
Las
distintas protestas populares expresan, en su diversidad, las posibilidades de
conformar una fuerza de oposición al neoliberalismo, que no sólo alcance una
victoria electoral en octubre de 2019, sino que también permita el desarrollo
de una fuerza organizada en base a un programa de justicia social con visión
latinoamericana, a favor de las clases subalternas del mundo.
En
ese sentido, aparece en la agenda argentina un punto relevante: la movilización y el paro general del
próximo 24 y 25 de septiembre, donde el movimiento popular mostrará su
creciente nivel de conciencia, heterogeneidad y organización.