Dr. César Augusto Lerena
10 de junio
de 2019
Cuando el 30
noviembre de 1973 el presidente Juan D.
Perón promulgó la Ley 20.561 que declaró el día «de la Afirmación de los
Derechos Argentinos sobre las Malvinas, Islas y del sector antártico» el 10 de
junio, como «expresión de soberanía», utilizando para ello, la fecha que en
1829 el Gobernador de Buenos Aires Brig. Gral. Martín Rodriguez creó la
Comandancia Política y Militar de las Islas Malvinas y adyacentes al Cabo de
Hornos y, estableció también mecanismos que pusieran de manifiesto «las agresiones
sufridas por la República en la región» y, luego, cuando se reformó en 1994 la Constitución Nacional,
estableciendo en las “Disposiciones Transitorias” que «La Nación Argentina
ratifica su legítima e imprescriptible soberanía sobre las islas Malvinas,
Georgias del Sur y Sándwich del Sur y los espacios marítimos e insulares
correspondientes, por ser parte integrante del territorio nacional. La
recuperación de dichos territorios y el ejercicio pleno de la soberanía,
respetando el modo de vida de sus habitantes, y conforme a los principios del
Derecho Internacional, constituyen un objetivo permanente e irrenunciable del
pueblo argentino» nadie podía imaginarse que se tratarían de meras
declaraciones inconducentes en manos del Poder Ejecutivo Nacional.
Mientras el pasado 29 de mayo los ocupantes británicos
en Malvinas resolvieron ratificar, lo ya resuelto en 2012, respecto a extender
en 1 millón de km2 un Área Marítima Protegida alrededor de las Islas Georgias y
Sándwich del Sur, corroborando la vocación invasiva británica en el
Atlántico Sur y Océano Antártico, violando las Res. de la ONU 31/49 que pidió a
ambos gobiernos que aceleren las negociaciones de soberanía e instó a las
partes a abstenerse de adoptar modificaciones unilaterales mientras no se realicen
las negociaciones relativas a la disputa sobre soberanía (Res. 2065/65 y Res.
3160/73) y, en igual sentido, por analogía, las Res. de la ONU Nº 3171/73 y ONU
3175/73 relativas a soberanía sobre los recursos
naturales que no deben explotarse en el país ocupado, el canciller Jorge
Faurie, manifestaba que después de tres año y medio, el gobierno trabaja para
“crear condiciones de diálogo y llevar adelante una política de recrear
confianza y crear condiciones para un diálogo”.
Para “recrear
esa confianza”, a la que refiere el ministro, ya la Argentina acordó investigar
recursos pesqueros que son vitales para la economía de las Islas (140 mil
millones de dólares de productos finales desde 1976); otorgó a favor de tres empresas inglesas áreas estratégicas
en el atlántico sur para la explotación petrolera offshore; acordó nuevos vuelos -resignando la línea área
de bandera argentina- a San Pablo, que facilitarán la logística y el comercio
de las Islas con el mundo.
Habría que
observarle al ministro Faurie que es muy ingenuo para ser el canciller o tiene
una errónea apreciación respecto a que la desconfianza inglesa habría “surgido
con el conflicto bélico” (sic). Las Islas
fueron ocupadas en 1883 y, las Naciones Unidas, desde hace 54 años que instan
sin solución de continuidad a ambos países a negociar la soberanía, sin que
jamás el Reino Unido se hubiese dignado a hacerlo. La invasión y ocupación
estratégica británica es una cuestión geopolítica y, si nuestro ministro de
Relaciones Exteriores no lo ha entendido, estamos en serios problemas, porque
no ha entendido que vivimos en un país ocupado (1.639.900 km2 marítimos e
insulares) y, que, la voluntad popular de los argentinos ratificó «su legítima
e imprescriptible soberanía sobre las islas Malvinas, Georgias del Sur y,
Sándwich del Sur y los espacios marítimos e insulares correspondientes».
¿Pensará el
canciller argentino, que la base
misilística instalada en Malvinas, es para evitar un nuevo intento armado
de recuperar las Islas por parte de los argentinos? Bueno, ello sería suponer
que los ingleses no conocen nuestra limitadísima capacidad de fuego y que
nuestro presupuesto de defensa es similar al de Chile o Perú, con un territorio
continental y marítimo infinitamente menor.
Aquí no se
trata de cuestionar idoneidades, se trata de establecer una estrategia nacional
para dar cumplimiento a la voluntad popular plasmada en la Constitución
Nacional y, en ello, desde el inicio de esta gestión, en su intento infructuoso
por recrear confianza, el canciller incumple con lo prescripto en la Carta
Magna y, en todo caso, ajusta su proceder a todo lo acordado en el Tratado de
Madrid, cuyo contenido no cuenta con la aprobación del Congreso de la Nación.
Se lo llamó “Relaciones Carnales”, ahora
“restablecer Confianza”. Por razones de decoro, omitimos decir de que se
trata.
No será posible recuperar Malvinas y los
territorios marítimos ocupados, sino se deroga el referido Tratado de Madrid y
el consecuente acuerdo Foradori-Duncan; se denuncia al Reino Unido ante los
organismos internacionales por la explotación y depredación de los recursos pesqueros de la Argentina; se
acuerda la explotación de los recursos originarios en el área adyacente a la
ZEE con los países que pescan nuestros recursos migratorios; se promueva ante
la UE -con motivo del Brixet- la colocación de los mismos aranceles de
importación que sufren los productos argentinos, a los originados en las Islas
o los países que capturen bajo su licencia ilegal; se deje sin efectos los vuelos que desde las Islas transponen nuestro
espacio aéreo; se acuerde con la República Oriental del Uruguay para finalizar
con el apoyo logístico que le prestan sus puertos a los buques extranjeros;
se dote a las fuerzas navales de nuestro
país de los medios aptos para ocupar y controlar el territorio marítimo y
continental patagónico, se lleve adelante una política activa en el
Atlántico Sur, considerando a este espacio, de función social, interés y
desarrollo para todos los argentinos.
La soberanía
no se declama. Se ejerce.
(*) Experto
en Atlántico Sur y Pesca, ex Secretario de Estado, ex Secretario de Bienestar
Social (Ctes) ex Profesor Universidad UNNE y FASTA, Asesor en el Senado de la
Nación, Doctor en Ciencias, Consultor, Escritor, autor de 24 libros (entre
ellos “Malvinas. Biografía de Entrega”) y articulista de la especialidad.