miércoles, 9 de noviembre de 2016

Ante la crisis global ¿un 17 de octubre universal?


Humberto Podetti
La crisis global
El mundo sufre una crisis humanitaria y antropológica, tal vez la más grave de la historia.
La causa principal es el sistema de poder mundial, estructurado en torno al “mercado” y al sistema “financiero” globales. Sus actores principales son los grandes estados del centro del mundo y corporaciones privadas y delictivas de poder semejante o mayor a los estados.
El sistema ha concentrado el conocimiento y los bienes en una pequeña parte de la población mundial y producido la mayor exclusión de la sociedad –verdadera ‘muerte civil’ en masa- de la historia (aprox. 30 % de la población mundial).
Para ello ha impuesto globalmente el uso de la violencia, económica o militar, y su propaganda, como fundamento del poder.
También ha desarrollado nuevas formas de violencia económica: trabajo esclavo y robótico en el camino de la supresión del trabajo, agresión irracional a la naturaleza y concentración de la riqueza mediante condiciones abusivas en el “comercio libre” interno e internacional.
También nuevas formas de la guerra: la población civil actor y víctima, ejércitos privados, el espacio y el ciberespacio como escenarios bélicos, incremento de la letalidad de las armas de toda naturaleza.
El sistema ha provocado simultáneamente el derrumbe de las sociedades de los grandes estados (EEUU, UE, Japón), manifestados en pérdida de sentido de la vida personal y social, desestructuración de la familia, tasa de crecimiento de la población negativa o neutra, abandono de la espiritualidad, individualismo extremo, desaparición de la solidaridad y la reciprocidad, disociación definitiva del amor, el sexo y la vida, pérdida de poder de los sindicatos, desaparición de las organizaciones libres del pueblo, fortalecimiento de los derechos individuales frente a los derechos sociales e incremento de la desigualdad a extremos nunca vistos en la historia (Nueva York es la ciudad más desigual del mundo, con una desigualdad sólo comparable a la de  Ciudad del Cabo en la época del apartheid). Esto se expresa con claridad en cronistas y politólogos de todas las tendencias políticas o ideológicas (Levin: La República fracturada. Renovar el contrato social de (Norte) América en la era del individualismo; Packer: El desmoronamiento: Treinta años de declive (norte) americano; Junger: La tormenta perfecta; La Tribu. Del regreso a casa y de la pertenencia (la psicosis de guerra como psicosis al ver la sociedad al regreso de la guerra ¿por esto luché?); Robinson: Fuera del camino. Miedo, asco y esperanza en (Norte) América; Frank: (Escucha progre ¿qué ocurrió con el partido del pueblo?; David Brooks: Democrisis. El misterio del apoyo a Trump y del éxito de Sanders está en uno de los lemas de Occupy Wall Street: el 1% controla el sistema y la riqueza y el 99% padece las consecuencias; Martin Schulz: Si continuamos así destruiremos a la Unión Europea. Solidaridad y responsabilidad vs. Competencia; Vattimo: El pensamiento débil. Una culminación de la post modernidad europea; Naomí Klein: película Toma y Esto lo cambia todo. El capitalismo contra el clima.
La respuesta de los pueblos
Desde comienzos del siglo XXI se producen movilizaciones de millones de personas en todo el mundo alzándose contra el sistema en todas sus formas. También se iniciaron las migraciones más numerosas de la historia. El conocimiento de la situación del mundo por millones de personas por medio de internet ha cooperado a ese proceso y también a configurar una asamblea virtual universal, que prolonga las asambleas en las plazas de todo el mundo.
Esta respuesta, multitudinaria y caótica pero esperanzada, plena de sentidos en un mundo sin sentido, se ha agregado como causa del carácter terminal de la crisis.
En efecto las movilizaciones y la resistencia de los pueblos han iniciado la degradación del poder sobre el que está construido el sistema mundial y por ende de los liderazgos de toda naturaleza que directa o indirectamente se fundan en él.
Los grandes analistas y propagandistas del sistema ocultan o ignoran la naturaleza y direccionalidad del proceso porque piensan con las categorías del sistema que agoniza y los pueblos son inexistentes o invisibles para esas categorías. En particular desconocen las periferias de los pueblos del mundo. En el seno de todas las naciones, el sistema ha creado extensas periferias: excluidos, sometidos a la violencia económica o militar, mujeres negadas en su dignidad y derechos, niños explotados y vejados, pueblos excluidos de las decisiones por las democracias de representantes, migrantes que no pueden vivir en sus patrias de origen y llevan su cultura adonde migran, víctimas del consumismo y el abandono de sí mismos… Es decir,  todos aquellos cuya vida no tiene sentido para la sociedad global del mercado o los que han perdido el sentido de la vida por participar de ella.
La comprensión cabal de la crisis sólo puede hacerse desde “el fin del mundo”, desde las periferias, desde la mirada y la perspectiva de los pueblos. También desde allí puede proponerse y construirse un nuevo mundo.
Sin complicidades con el pensamiento del sistema global en cualquiera de sus tendencias, particularmente las que se pretenden ‘progresistas’ y sólo son las ‘izquierdas’ del sistema global.
Eludiendo todas las formas de violencia que propone el mundo que agoniza y recuperando el valor de la política –sin corrupciones de ninguna naturaleza- como instrumento de transformación y como acción dadora de sentido de la vida personal y social.
Las posibilidades del humanismo popular, sin guillotinas ni lucha de clases, como el del peronismo, son visibles: los pueblos se alzan en todo el mundo y deliberan no sólo cuestionando el sistema que los condena sino también proponiendo un nuevo mundo. 
Visto desde América y en la perspectiva de los pueblos movilizados, el proceso tiene una dirección y un sentido claros: es el subsuelo del mundo sublevado, un 17 de octubre universal y prolongado, probable preludio de una hora también universal de los pueblos. Incluido el simbolismo de la plaza multitudinaria imponiéndose desarmada a una fuerza militar.
La asamblea universal en las calles y en la red ejercita formula reclamos comunes sin ‘representantes’ ni ‘vanguardias esclarecidas’, a través de textos breves escritos en pancartas: participar en las decisiones acerca del presente y del futuro, pertenencia a una comunidad organizada, acceso universal a los bienes y al conocimiento y sujeción del mercado a un poder político que exprese las decisiones de los pueblos.
La situación hoy
Los poderes militares, políticos y económicos del sistema que agoniza, sin embargo, aún son inmensos. Y tiene armas tan poderosas como las militares: destrucción de las culturas, las familias, las organizaciones sociales y afirmación del individualismo extremo. Hay esfuerzos nítidos para prolongar la agonía e impedir el nacimiento de un nuevo sistema mundial. La alianza de EEUU, UE, Japón, China y las grandes corporaciones, con sus agendas liberal y social demócrata, es la más notoria. También la reunión en el sistema financiero global del dinero proveniente de todas las economías: la del “libre comercio”, la de la corrupción política, la del tráfico de drogas, de personas y de armas. Se está desarrollando un Yalta II: las naciones se están convirtiendo en meras zona de producción de alimentos y materias primas directamente en sus territorios por los grandes estados y las corporaciones globales. En el caso de China, ese proceso va acompañado de ocupación física de los territorios por chinos.
Pese a esa reacción, que puede imponerse, algo del futuro depende de cada uno de nosotros. Podemos optar entre la resignación y la indignación, entre el abandono o el sentido de la vida. Y aún en la derrota, valdrá la pena.
La respuesta posible
Hay sobrados estímulos para elegir la indignación y el sentido, para abrazar la causa de los pueblos. Y no sólo en nuestra historia latinoamericana, en nuestro pensamiento y en nuestros grandes movimientos políticos que varias veces en la historia de los últimos cinco siglos propusieron al mundo otros mundos posibles, hasta ahora desechados, sino en algunos signos del presente que muestran que los alzamientos populares tienen posibilidades de iniciar la transformación del sistema mundial en este siglo.
La creciente presencia de los migrantes africanos, asiáticos y latinoamericanos permiten prever cambios en la conducción en Estados Unidos y Europa. Es que el vergonzoso muro Sensembrener en la frontera entre EEUU y México y el muro líquido del Mediterráneo, pese a que se cobran innumerables víctimas entre los migrantes, no logran detener a quienes buscan posibilidades para una vida digna que migran llevando su cultura. Las elites dirigentes norteamericanas y europeas han abandonado la paternidad y la maternidad, renunciando a participar en la conservación de la especie, probablemente porque los ha alcanzado el sinsentido de la vida en el sistema que crearon. Y los migrantes tienen muchos hijos, más que sus patrias de origen. Por eso el castellano será la lengua más hablada en Estados Unidos en 2030 y es probable que antes de ese año haya un Presidente norteamericano de origen latinoamericano. Y que alemanes de origen turco o franceses de religión musulmana gobiernen Alemania y Francia e indignados españoles, griegos, italianos, irlandeses, portugueses gobiernen sus países en pocos años. La nueva movilización multitudinaria en la Puerta del Sol exigiendo a Podemos que deje de merodear el agónico sistema político español, mantiene viva la posibilidad de asambleas populares señalando la dirección de marcha a los políticos. Cada vez más pueblos que son convocados a elecciones o plebiscitos expresan su opinión aún pese a los raquíticos o repugnantes medios que el sistema les ofrece. El Brexit, el triunfo de Trump en EEUU, las condiciones puestas por Bélgica al acuerdo de libre comercio UE-Canadá, el plan de política industrial de Teresa May, el anuncio de Hollande que Francia rechazará el acuerdo de libre comercio UE-EEUU, etc. no son más que producto del pronunciamiento de los pueblos del centro del sistema global.
Por último, también ha significado un cambio trascendente de la situación mundial, la elección de Francisco como Papa. Su gesto inicial, al salir al balcón e inclinarse ante el pueblo reunido en la Plaza, implicó una reconocimiento simbólico de la autoridad de la asamblea popular. Y sus primeras palabras –“me fueron a buscar casi al fin del mundo”- señalaron a las periferias como las autoras de su elección. “Dios deposita el poder en el pueblo y el elige” decía Francisco de Vitoria hace 500 años. Francisco ha establecido un diálogo con los  pueblos sublevados y ha señalado a la periferia como elaboradora del proyecto de una nueva sociedad humana, al mundo como patria y a la humanidad como pueblo, y ha convocado a todos los habitantes del planeta a debatir acerca del futuro.

Ese proceso tiene raíces antiguas en la historia y el pensamiento latinoamericano. Y raíces nuevas en los grandes movimientos populares de nuestro continente. Es probable entonces que América tenga un papel significativo en la configuración de ese mundo nuevo que proponen los pueblos, un mundo poliédrico, Y que nuestro pensamiento sea un actor protagónico en el diálogo entre todas las culturas. 

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