Leonardo Dino CAJAL
¿Por
qué Roca?
Julio
Argentino Roca fue un hombre del norte de la Patria, nacido en la provincia de
Tucumán, en una Argentina pre capitalista que al no tener contacto con las
nuevas olas, conservaba la pureza del espíritu nacional que se fue apuntalando
entre tradiciones, caballos y campo. Estas características, ese sufrimiento y
penar del interior, lo hicieron diferenciarse del habitante común de la ciudad
puerto, y lo acompañará hasta casi el final de su vida política.
Fue hijo
del coronel José Segundo Roca y Tejerina
que integró el Ejercito del Norte y participó del Ejercito Libertador del General San Martin en la campaña al Perú, que luego pasará a estar a las órdenes
del Mariscal Sucre; y que también
combatió contra las fuerzas Imperiales junto al General Lucio V. Mansilla.
Segundo
luchó en varias batallas intestinas hasta que, una vez estallada la guerra del
Paraguay, partió a combate junto a sus hijos Ataliva, Celedonño, Julio
Argentino, Rudencindo y Marcos.
Su
madre fue Agustina Paz Mariño de Roca
fue quien decidió llamarlo así, esto lo explica en una carta dirigida a su
esposo que al momento de nacer el quinto hijo se encontraba en campaña, “Nuestro hijo se llamará Julio por nacer en
ese mes glorioso y Argentino porque confío en que sea como su padre un fiel
servidor de la Patria”
De muy
joven, Julio Argentino, se vio atraído por la profesión militar, fue
entonces que durante sus estudios en el Colegio del Uruguay de Entre Ríos, se
anotó en las clases de instrucción militar y tiempo después, sin dejar sus
estudios ingresó al Ejercito de la Confederación con el cargo de alférez de
artillería recibiendo su bautismo de fuego en la batalla de Cepeda en 1859.
Con
tan solo 17 años Roca participa como teniente de artillería en la batalla de
Pavón, en donde se destaca su valor por salvar cañones de la batería y es
ascendido a teniente primero.
Con la
muerte de Alsina, Ministro de Guerra de Avellaneda, Roca ocupa su lugar y comienza
su tiempo. Como buen hombre de armas termina con el nudo gordiano que
representaba la frontera con el indio en el desierto. Un verdadero problema que
azotaba desde hacía tiempo las poblaciones del sur de la campaña que
sistemáticamente eran saqueadas por malones que provenían del otro lado de la
cordillera e intercambiaban ganado robado con los mercaderes ingleses de los
puertos chilenos. Una especie de ejército de desgaste constante.
Muchos
“librepensadores” de la historia atribuyen a Roca el genocidio de lo los
pueblos originarios, una falacia absoluta, un error recurrente de aquellos que
confunden métodos y miden con valores actuales hechos del pasado, desconociendo
la idiosincrasia de una época y el atravesamiento ideológico en relación tiempo
y espacio. El positivismo ya se había instalado en América, seguro que de forma
diferente a Europa, acá se adentró a sangré de criollo y pólvora. Sea ese el
verdadero genocidio, pero esto ocurrió mucho tiempo antes y no sobre
poblaciones de “originarias” sino sobre el componente hispánico que finaliza en
la guerra del Paraguay.
Fueron
esos “civilizadores”, Bartolomé Mitre a la cabeza, quienes comienzan con esta
infamia sobre Roca que desde las columnas del diario La Nación, órgano de
difusión del mitrismo, el 16 de noviembre de 1878 se utiliza por primera vez en
la historia el termino Lesa Humanidad para referirse a él.
Una campaña sistemática de desprestigio que se intensificará luego con un hecho
que traerá fin al enfrentamiento entre “interior” y Buenos Aires, la federalización de la
ciudad, sellada durante la batalla de Puente
Alsina, en 1880, que de haber triunfado las tropas mitristas al mando del
Gral. Arias hoy estaríamos frente a la República del Plata, dado que la
segregación de la provincia de Buenos Aires hubiera sido de carácter
definitivo.
Julio
Argentino Roca es una figura controversial, contradictoria y discutida, pero
innegablemente continuador de un proyecto de País que pareció desaparecer luego
de la Batalla de Pavón, cuando Buenos Aires sentenció al gaucho y al
caudillo, representantes naturales de la Patria Federal a la desaparición, y que
casi sin fuerzas intentará erguirse en figuras tales como el Chacho
Peñaloza, Felipe Varela y López Jordán; y que la Guerra de la
Triple Alianza tendrá efectos devastadores.
El
mérito de Roca no fue su figura, sino y sin ninguna dudas, fue lo que representó el roquismo; ese movimiento que
supo encuadrar y ser continuador de una generación del ´80 hija de la
generación del Paraná, esa que surgió en momentos de la separación de la
Provincia de Buenos Aires y que estuvo conformada
por personajes fuera de la órbita de
Entre Ríos que apoyaron a Urquiza. Entre ellos se encontraban a los viejos
guerreros de la independencia, Alvarado, Guido, Pedernera, Iriarte, Espejo y
Roca, y también a toda la columna de
pensadores nacionales de aquel entonces que nutrió a la generación del ´80, Vicente
Quesada, Carlos Guido y Spano, Lucio V. Mansilla, Nicolás A Calvo, Benjamín
Victorica, Mariano Fragueiro (quien por encargo de Urquiza y siendo Ministro de
hacienda de la Confederación Argentina, realizó la Constitución económica y además experimentó en un proyecto ferroviario
en forma de columna vertebral que iba de norte a sur y era atravesando por múltiples
trazados de este a oeste) y el pensador más grande que ese siglo iba a dar, José Hernández.
Todos
ellos, salvo algunas excepciones, sostuvieron la figura de Roca en el poder.
Los
hermanos José y Rafael Hernández, Miguel Cané, Florentino Ameghino, Adolfo
Saldías, Eduardo Wilde, Pascasio Moreno conformaron la maquinaria intelectual
conducida por Roca que tiempo más tarde y nuevamente con este en su segunda
presidencia, continuará en la generación
del ´900, Manuel Ugarte, Del Valle Iberlucea, Alfredo Palacios, José
Ingenieros, Roberto Payró, entre otros. Una generación relacionada con el
socialismo de Juan B. Justo pero que no dudará en abandonarlo en lo inmediato por
su lejanía al pueblo y proximidad a los intereses de las elites, rasgos comunes
que caracteriza hasta nuestros días a las izquierdas autóctonas.
Muchos
de pensadores de esta generación serán continuadores de un pensamiento nacional
y actuarán como el recorrido de un pincel que colorea de americanismo al
radicalismo, servirán de inspiración para FORJA
y recalarán en el final en el movimiento nacional por antonomasia del S.
XX, el
peronismo. Tal es el caso de Manuel
Ugarte, que inspiró la Reforma del 18 y aportó el concepto de Patria Grande
en distintas expresiones nacionales de
toda Iberoamérica.
“Lo que urge es reaccionar contra las
malas costumbres políticas, contra los errores endémicos, contra la absurda
organización de nuestras repúblicas, si es que hemos de llamar
"organización" al dominio de una oligarquía o de una plutocracia que
nunca tuvo más visión de la patria que sus conveniencias.” Manuel Ugarte.
Manifiesto de APRA. Perú, 1930
Julio
Argentino Roca fue presidente en dos oportunidades 1880-1886 y 1898-1904 y
algunos de sus logros fueron:
La ley
1420 de educación Común, creando más de 600 escuelas y elevando
el número de docentes a más de 3500, posibilitando el ingreso de casi 100 mil
alumnos; la ley 1130 de unificación de moneda, organizó los territorios
nacionales; fundó el Municipio de la Ciudad de Buenos Aires; creó
los tribunales de Justicia local, emprendió las obras de Salubridad,
contrató la construcción del Puerto Madero, creo el Registro
Civil de Capital Federal y en los Territorios Nacionales, dio el primer
paso para la ley de Matrimonio Civil.
Además
reinstauró la Ley de Aduanas que
había sido dictada por Rosas en 1835, federalizando el puerto y con esto
favoreció a las industrias locales de las distintas regiones del país, se
entiende que casi 30 años de librecambio había aniquilado no solo a las
poblaciones criollas sino al proceso pre-industrial autóctona, con esta
política proteccionista comenzó a desarrollarse una prospera industria
argentina en diversos rubros en diversos zonas del país, Mendoza, San Juan,
Tucumán, Santa Fe, Salta, tales como jabón, vino , cerveza, cigarrillos,
calzado, vestidos, maquinaria agrícola y gráfica.
Por
causas relacionadas a la persecución del criollo llevadas a cabo durante la
primera parte del proceso de organización nacional, el país llega a los ´80 con
poca población, y en 6 años de gobierno roquista llegan al país casi 400 mil
extranjeros. El sueño sarmiertino de sustituir a la población “bárbara”
se había consolidado en parte, porque los inmigrantes que llegan se caracterizaron
por ser de las clases bajas, ignorantes en su mayoría, producto del descarte
capitalista por el excedente de mano de obra en una Europa.
La
maquinaria estatal roquista tuvo que hacer frente a esa inmigración que marcó a
fuego las calles porteñas con el cocoliche tan particular. No solo tuvo que ser
distribuida sino, que tuvo que ser re-culturalizada con sentir nacional. Este
proceso tomará algunas décadas pero dará sus frutos y llegará a conducir los
destinos políticos de la Patria en el Primer Yrigoyenismo.
Además
moderniza la ciudad de Buenos Aires, que hasta 1880 era un gran humedal.
También estableció a través del Coronel Ricchieri la ley de servicio militar
obligatorio, producto de la combinación entre la necesidad de una unidad
militar unificada y moderna, la pasión militar forjada y heredada de su padre y
su pasado urquicista con sabor a un federalismo de un país profundo que no
logra organizarse e institucionalizarse de manera concreta, pero que inmediatamente
después de ser presidente de la Nación, este, sienta las bases de una moderna
institución castrense, e instala de manera definitiva la estructura de
verdadero ejército nacional, cuyo pasado se encuentra en la Reconquista, su
valentía es tomada de las montoneras y su componente es enteramente popular.
Durante
su segunda presidencia Roca, centró toda su obra de en dos grandes cuestiones,
la social y la internacional.
Como
se dijo anteriormente la generación del 900 marcó con su impronta este periodo,
y Roca supo interpretar los pedidos de
una sociedad que se alineaba a las nuevas demandas sociales.
“las huelgas desatadas por aquel entonces, por un movimiento obrero de características
anarcosindicalista había puesto a la oligarquía en alerta, es así que la
intelectualidad socialista sugirió a Roca la creación de un Código de Trabajo.
El encargado fue su ministro del Interior Joaquín V.Gonzalez y fueron sus
colaboradores todo la llamada juventud dorada de la izquierda, Manuel Ugarte,
delegado del socialismo argentino en la Segunda Internacional en Bruselas,
Enrique del Valle Iberlucea, miembro del C. E del Partido Socialista, Augusto
Bunge, dirigente del mismo partido; el ingeniero Bialet Massé y Leopoldo
Lugones, José Ingenieros que apoyó el proyecto y el diputado Palacios.
A pesar de eso el partido Socialista de Justo
comenzó una campaña en contra al proyecto. Roca planteaba en el Código de 1904
la sanción de una ley que establezca: jornadas de 8 horas, limitación de las
horas de trabajo de los jóvenes obreros; la supresión del trabajo nocturno,
descanso semanal de 36 horas continuas (sábado ingles); la prohibición de
trabajar a los niños menores de 14 años, la exclusión de las mujeres de ciertos
trabajos; el salario mínimo para trabajadores del Estado, el alojamiento higiénico
de los obreros y la seguridad en el trabajo; las responsabilidad patronal por
los accidentes, el reconocimiento de las organizaciones obreras, lao tribunales
mixtos de obreros y patrones. Todo esto, ante la negativa de los socialistas
deberá esperar a una revolución que se dará 40 años después. “(Jorge Abelardo
Ramos, Del Patriciado a la Oligarquía)
La
otra cuestión fue la internacional en la que la política fue signada por la doctrina
Drago que luego de los hechos sufridos en la hermana República de
Venezuela por potencias extranjeras, estableció que la deuda pública no puede
dar lugar a la intervención armada.
Esa
intervención diplomática argentina terminó con la aceptación de la postura Drago
y hoy se la conoce como “Doctrina Drago” utilizada reciente
por la Argentina frente a distintos embargos en los conflictos con los fondos buitre.
Por
esto, por la presencia en la Antártida, el afianzamiento territorial, la unidad
continental y por mucho más, es necesario recordar a Julio Argentino Roca,
porque si hay una figura vituperada en este último tiempo es la suya. Es el progresismo
autóctono, ese ser inacabado, que distinto al de inicios del siglo XX, naufraga
en las resmas manchadas de difusa traducción, niega su identidad mientras
vocifera ser ciudadano del mundo y al mismo tiempo desconoce la tierra que vio
nacer, se postra ante los métodos mitristas, y en su incomprensión con los
procesos de liberación, abocó a la idea de “desmonumentar” la figura de Roca.
Sostengo
que el progresismo y sus variantes son fuerzas antagónicas a los intereses de
la Patria, y hoy embanderados en Frankfurt imponen desde las usinas del
pensamiento liberal, universidades, profesorados y demás academias, la nueva historia
oficial donde la dialéctica desplaza e invisibiliza al pueblo en su conjunto y
su causa.
Y pensar
que lo llaman el padre de la oligarquía y genocida de los pueblos originarios.