Alberto Buela (*)
El circuito de las ideas políticas, sociales,
económicas y culturales de la Argentina actual es el siguiente: viene una idea,
siempre de afuera, que está de moda, por ejemplo: el progresismo, el
multiculturalismo, el igualitarismo, el dios consenso, el derrame de dólares, la
función social de los agentes de la Mossad, el indigenismo; agregue cada uno el
ítem que quiera.
Eso es elaborado y difundido en forma positiva
y alabanciosa por los grandes mass media,
pero como los que escriben y hablan son periodistas y locutores, de hecho son ellos
los que fabrican el discurso único que recibe la masa del pueblo. Este circuito
de ideas se cierra cuando los periodistas y locutores llaman a los eruditos,
que son quienes justifican dicho discurso.
Finalmente, como todo discurso exige el paso a
la acción, los actores políticos, sociales, económicos y culturales lo llevan a
la práctica sin juicio crítico ni criterio propio.
Con nombres propios el circuito sería así:
llegada de los agentes de la Mossad como mochileros benefactores, Clarín, La
Nación y Página 12, luego América y Fantino lo difunden, como erudito Sergio
Berensztein lo justifica, como ejecutora Patricia Bullrich lo realiza.
Otro ejemplo. Llegada de la idea de consenso
como principio de la acción político cultural y no como meta, como debería ser.
Clarín, La Nación y Página 12 como difusores, luego Canal 13 con Pagni y Morales
Solá, como eruditos Rosendo Fraga y Rozitchner lo defienden y como ejecutores
Avelluto y Lombarda lo realizan.
Estudiemos un caso para que se vea cómo
funciona el circuito de las ideas.
El multiculturalismo alabado e introducido por
los antropólogos culturales norteamericanos nos viene a decir que la idea de
Estado nación tiene que dejar su carácter de unitario (es una contradicción in adjecto plantear un estado
plurinacional como el caso de Bolivia)[1] para exaltar las
diferentes culturas minoritarias que lo componen: los indios, los gay, los
diferentes grupos inmigratorios, los combatientes de Malvinas que no
combatieron, los exiliados de la dictadura por voluntad propia. Es decir, el
multiculturalismo disuelve la eticidad del Estado en una multiplicidad de
derechos subjetivos, poniendo en riesgo la misma existencia del Estado nación.
Ante esto sostenemos; que al multiculturalismo
hay que oponerle la idea de interculturalismo, nosotros, y sobre todo los
argentinos, somos muchas culturas al mismo tiempo. Conviven en nosotros,
constituyen nuestra identidad, muchas culturas de manera armónica, que terminan
configurando una original: la cultura criolla. Esto es, no somos ni tan
europeos ni tan indios. Tanto comemos un pato a la naranja como una pizza, un
puchero como un fatay, pero todos terminamos comienzo asado y milanesas (que en
Milán no se comen).
A propósito de esto recuerdo una anécdota:
vino un filósofo francés de visita y lo llevé el domingo al Tigre, cuando
bajamos de la autopista y pasamos frente a hacoaj, el club de campo de la
numerosa y enriquecida colectividad judía argentina, me observa el profesor la
cantidad de humo que salía de las diversas chimeneas, a lo que en sorna
respondo: deben estar adorando a Mamón quemando incienso. Pas posible, incroyable. No, profesor, le respondí, están comiendo
asado.
La vieja idea de que somos un crisol de razas
es una idea acertada y explica, en parte, lo que queremos decir, siempre y
cuando, que ese crisol se inserte en un proyecto nacional común. Los hombres no
valemos simplemente por lo que somos cuando caemos a la existencia sino que
valemos por lo que hacemos. Uno no es noble por ser hijo de nobles, uno es
noble cuando realiza actos nobles. Así como las ideas generan la acción, la
acción transforma al hombre en lo que termina siendo. En definitiva, serás lo
que haces.
La Argentina pensada con cabeza propia tiene
que logar imponer un discurso antiglobalista, soberanista e identitario. Hoy la
situación mundial nos es propicia: Trump ganó en yanquilandia, Putin gobierna
Rusia, China es socia de todos pero no se casa con ninguno. Los tres grandes se
desarrollan y prefieren a sí mismos. Esto es, refuerzan cada vez más sus
Estados nacionales. Bueno, es hora que hagamos lo mismo. Tenemos que recuperar
la idea de soberanía. Y para ello se necesita decisión propia y autónoma.
Para que una acción sea eficaz se necesita la
convergencia de hombres, medios y acontecimientos. Estos últimos, por lo que
vemos, nos son propicios, contamos con los hombres (en Argentina hay miles de
hombres “que se dan cuenta”, solo nos faltan los medios. Será cosa de
conseguirlos.
[1] En un
reciente artículo el politólogo Miguel Ángel Barrios critica a García Linera quien
sostiene la idea de un Estado continental
plurinacional: “Se vuelve difícil de
entender esta categoría porque en verdad somos una Nación fragmentada en
múltiples Estados. Una Nación en la diversidad, donde lo común es lo
ibérico y la diversidad reside en la riqueza de nuestros etnias originarias y
las diferentes formas que tomó el mestizaje con sus choques y confluencias”.