Mariano Sciaroni para INFOBAE
No se puede definir mejor a la
relación que mantuvo la Argentina con la Unión Soviética durante el Proceso,
como lo hizo Tato Bores. El genial
humorista señaló que la Junta Militar era "anticomunista prosoviética".
Ningún analista internacional fue tan preciso.
La dictadura que se inició en
el año 1976 tenía una matriz ideológica
de derecha, pero necesitaba de los países del Este como mercados alternativos
para colocar la producción agrícola-ganadera del país, tanto que hasta motivó
parcialmente la negativa del gobierno militar a plegarse al embargo cerealero
que Estados Unidos realizó sobre la Unión Soviética con motivo de su
intervención en Afganistán.
Con estas contradicciones, el flujo comercial entre ambos países crecía,
Argentina recibía a artistas e intelectuales del bloque del Este, las
selecciones de fútbol de ambos países se visitaban, se permitía que existiera
el Partido Comunista Argentino y que la agencia noticiosa TASS siguiera
teniendo una corresponsalía.
Pero, por otra parte, la Armada Argentina le disparaba a pesqueros
soviéticos (en unos lamentables sucesos ocurridos en el Mar Argentino en
1977), el país se sumaba al boicot de
los Juegos Olímpicos de Moscú y condenaba ampliamente la invasión de Afganistán.
Se trataba, realmente, de una
relación agridulce entre ambos países.
Los soviéticos ofrecieron armamentos, barcos, aviones y misiles, entre
otras cosas, además de información de inteligencia. Las armas nunca llegaron,
pero sí los informes de los espías
El primer contacto con
diplomáticos de la Unión Soviética en lo que hace a la cuestión Malvinas
ocurrió el mismo 2 de abril, día de la
recuperación, cuando el embajador Serguei Striganov fue citado por el Canciller
argentino Nicanor Costa Méndez. Ese día también hubo una reunión en Moscú
entre el embajador argentino y altas autoridades soviéticas.
En ese momento se intentaba
explicar a las autoridades del bloque oriental los motivos de la recuperación
y, principalmente, obtener un veto de la
Unión Soviética en Naciones Unidas de cualquier resolución que intentara
privilegiar los intereses británicos. Claramente, lo último no se logró por
una excesiva cautela soviética en un problema que veía ajeno a su área de
interés.
Sin embargo, esas reuniones
fueron también el punto de partida para contactos en altas esferas. A partir de
ese momento, y en plena guerra fría, Argentina y la Unión Soviética
compartieron algo especial: un enemigo.
Poco después comenzaron a
llegar variadas ofertas soviéticas, tanto de armamentos (barcos, aviones y
misiles, entre otras cosas) como de información de inteligencia.
La Junta consideró que si los soviéticos terminaban interviniendo
directamente en el conflicto de Malvinas, también lo haría Estados Unidos a
favor de Gran Bretaña. Y que eso posiblemente podría escalar hacia la Tercera
Guerra Mundial
La Cancillería argentina
realizó un interesante análisis de la "alternativa soviética" durante
ese mes de abril. Allí se indicó que "no resulta aconsejable, como
estrategia principal", debido a los riesgos inherentes a la propuesta (se
decía, perder la identidad nacional y posible falta de efectividad de cualquier
apoyo de aquel país). Sin embargo, se indicaba que "no debía ser
descartada ni desalentada", en tanto servía como contrapeso a las
presiones de Estados Unidos y Gran Bretaña en el tema Malvinas.
La lectura que hacía Estados
Unidos del acercamiento argentino a la Unión Soviética, tanto por lo que se
conocía a través de los medios de prensa como por lo que obtenía de sus canales
de inteligencia, era que hacía peligrar la seguridad hemisférica.
El 14 de abril, el presidente norteamericano Ronald Reagan ya había
expresado: "Me gustaría que ellos (los soviéticos) dejen de entrometerse
en el conflicto Malvinas".
Al día siguiente, se reunía
Lawrence Eagleburger, Subsecretario de Estado para Asuntos Políticos y número
tres de la Secretaría de Estado, con el embajador británico Nicholas Henderson.
El estadounidense le señaló los temores de su país de una participación
soviética más activa en el tema Malvinas. Es más, indicó que "temían que
los soviéticos participaran de actividades militares", algo que conmocionó
al interlocutor inglés.
La situación en Argentina
cambió el 1° de mayo de 1982, cuando los británicos dejaron en claro que
combatirían por las islas, por lo cual se analizaron nuevamente los
ofrecimientos de la Unión Soviética.
A mediados de mayo el jefe de
la Fuerza Aérea, brigadier Basilio Lami
Dozo, le dijo a un interlocutor norteamericano que "los soviéticos
ofrecían equipos militares y asistencia a precios moderados, pero el dinero es
sólo parte del precio y la Argentina jamás pagará ese precio".
El "precio" al que
se refería Lami Dozo tenía que ver con la demanda
final soviética para proveer armas, la cual había sido realizada al presidente
de facto Leopoldo Fortunato Galtieri
a principios de mayo por el embajador Striganov.
La misma consistía en:
1) La inmediata retirada de los asesores argentinos de América Central.
2) La abstención de vetar contra la Unión Soviética en Naciones Unidas,
cuando se trataran temas como la ocupación de Afganistán.
3) Se daría autorización a los
soviéticos para construir pesquerías en
Ushuaia.
4) Argentina cesaría de apoyar
a la junta militar de derecha del
General Torello en Bolivia.
El almirante Jorge Anaya, Jefe
de la Armada, pensaba en términos similares. En abril había expresado que
"nunca, repito, nunca volvería hacia la Unión Soviética. Traicionaría
todos los sentimientos que mantuve durante toda mi vida".
Así, la Junta no pudo más que
reiterar la "imposibilidad política de recurrir a la asistencia militar
soviética", agregando la percepción que si los soviéticos terminaban
interviniendo directamente, también lo haría Estados Unidos a favor de Gran
Bretaña. Y que ello posiblemente escalara hacia la Tercera Guerra Mundial.
Más allá de todo, los equipos militares nunca llegaron. Como escribió
el reconocido periodista moscovita Sergei Brilev: "Nunca llegaron armas
soviéticas a Argentina, eso es un mito".
Pero sí se aceptó, muy
disimuladamente, cierta información de inteligencia.
EL "AMIGO INVISIBLE" Y EL "OJO MÁGICO"
El problema argentino no era
menor, ya que se carecía de medios efectivos para hacer un seguimiento en alta
mar de la flota británica, algo que resultaba vital para proceder correctamente
tanto en el campo militar como en el diplomático.
Tal es así que dos brigadieres
de la Fuerza Aérea Argentina habían concurrido a Washington, el 12 y 13 de
abril, para pedirle a los mismos norteamericanos que suministraran esa
información. El argumento fue que sabían que estaban ayudando a los británicos
y, en tanto resultaban neutrales, según afirmaban, debían de alguna forma
compensar a la Argentina. Además dijeron que si no aceptaban -lo cual fue
claramente de ese modo-, recurrirían a la oferta soviética. Y así fue.
Documentos muestran cómo se detectó a lo largo de todo el conflicto
a los principales buques británicos, y cómo algunas de las misiones de la
guerra -incluso el ataque al portaaviones Invencible- se apoyaron en datos que
la Unión Soviética suministró
Poco después, se le suministró
al Agregado Militar de la Embajada de la
Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas en Buenos Aires, coronel de
tanques Valentín Livtonchicov, una de las escasas líneas de teléfono de la
embajada para que pudiera establecer su vínculo con altas autoridades de la
Fuerza Aérea.
LA INFORMACIÓN EMPEZÓ A FLUIR
Desde un Centro de Control en
Moscú la información llegaba al télex de la embajada soviética en Buenos Aires
y, en sobres cerrados y previas coordinaciones dignas de películas de espías,
disimuladamente se le enviaba a oficiales de la aeronáutica.
No se entregaban imágenes (por
razones técnicas, según los soviéticos), sino datos de objetivos de interés
militar en cifras coordenadas.
Las carpetas de la Dirección
de Estudios Históricos de la Fuerza Aérea Argentina muestran hoy cómo se detectó a lo largo de todo el conflicto a
los principales buques británicos, y cómo algunas de las misiones de la guerra
-incluso el ataque al portaaviones británico HMS Invencible- se apoyaron en
datos que la Unión Soviética suministró.
Pero no fueron todas las
misiones: el Jefe de Inteligencia del Comando de la Aviación Naval (COAN)
durante el conflicto, rebatió enérgicamente un artículo periodístico que
indicaba que la información satelital soviética permitió ciertos hundimientos
de buques británicos: "No hubo participación extranjera en la obtención de
las posiciones de los buques Sheffield, Coventry y Atlantic Conveyor", los
cuales terminaron hundidos.
Para la Fuerza Aérea esta información la daba el "Amigo
Invisible", mientras que en ciertos documentos navales se la cita como
proporcionada por el "Ojo Mágico". Solo un círculo muy pequeño
conocía esta colaboración y jamás se dejaba constancia sobre su origen.
Más críptico aún, a los
iniciados se les decía únicamente que la información provenía de "fuentes
confiables". Y punto.
LOS SATÉLITES QUE "ESPIABAN" A LA FLOTA BRITÁNICA
La información recibida era
recolectada por diversos medios que se encontraban muy disimulados en el
Atlántico Sur, sea debajo del mar (submarinos), sobre el mismo (pesqueros), en
el aire (aviones de reconocimiento de largo alcance) y, principalmente, en el
espacio.
La Unión Soviética realizó, durante 1982, 101 lanzamientos al espacio
de satélites, algunos de los cuales fueron destinados a seguir el conflicto del
Atlántico Sur.
El mismo 2 de abril pusieron
en órbita al satélite Kosmos-1347 y el día 15 el Kosmos-1350, ambos de la serie
Yantar de satélites de reconocimiento, lo que llevó a la Casa Blanca a
considerar que el "grado de cubrimiento fotográfico del área por los
soviéticos era inusual".
El 21 de abril fue puesto en
una órbita adecuada para observar el Atlántico Sur el Kosmos-1352 y, más tarde,
el 23 de abril el Kosmos-1353, ambos de la serie Zenit, con cámaras de alta
resolución. Poseían una vida útil máxima de 14 días en el espacio, por tanto
los últimos reemplazaban a los primeros.
También debe mencionarse al
Kosmos-1368, lanzado el 21 de mayo de 1982 y que pasó a 240 km de altura sobre
Malvinas todos los días a las 11:00 horas hasta el 3 de junio, cuando se
terminó su misión.
Pero la inmensa mayoría de los
satélites soviéticos de reconocimiento espacial por imágenes de ese momento
implicaban el uso de cámaras fotográficas con film, el cual era lanzado una vez
que el satélite pasaba por territorio continental soviético. La demora en el procesamiento de los datos,
entonces, hacía que no fueran especialmente aptos para seguir los dinámicos
movimientos de un teatro aeronaval, amén que no eran ayudados por la
siempre nubosa meteorología malvinense.
Sin embargo, la mejor
información la proveyó el sistema
conocido como MKRTs (Leyenda), operativo desde el año 1975. Esta
constelación de satélites incluía dos subsistemas, los dos pasando información
a un centro de control en Moscú (o a buques en el mar).
Los satélites proveyeron la ubicación de los buques ingleses. Con
lo que sabemos hoy, la información no fue muchas veces certera. Pero allí
estaba. Entregada a los argentinos. Y también robada para los británicos
El primer subsistema incluía
una red de satélites denominado US-P, que interceptaba señales de radio (de cualquier
tipo) que pudiera emitir un buque enemigo (US significa "Upravlayemyi
Sputnik" o satélite controlado, mientras que la P es por ser el sistema
pasivo de recepción de señales). Es decir, eran satélites de inteligencia
electrónica.
El segundo subsistema estaba
denominado US-A, siendo la A por activo, utilizando un radar para localizar
buques en el mar. Estos últimos estaban alimentados por un pequeño reactor
nuclear.
De esta constelación y durante
el conflicto fueron puestos con órbitas adecuadas a Malvinas el Kosmos-1355, de
inteligencia electrónica (US-P), que fue lanzado el 29 de abril de 1982, y los
Kosmos 1365 (14 de mayo) y 1372 (1° de junio), de reconocimiento radar (US-A).
El sistema se encontraba
operativo en 1982 y, en uno de los escasos reconocimientos de su existencia por
parte de los soviéticos, fuentes oficiales indicaron que "la alta
efectividad del sistema fue demostrada durante el conflicto Anglo-Argentino por
las Islas Malvinas en 1982. El sistema permitió una completa evaluación de la
situación en el mar, y por la información recibida desde el sistema, el Estado
Mayor (de la Armada) pudo determinar el momento exacto en el cual comenzó el
desembarco británico".
LA AYUDA DE NORUEGA AL REINO UNIDO
En Fauske, Noruega, cerca del
círculo polar ártico, desde 1965 funciona la estación interceptora de señales
"Cod Hook" (Anzuelo de Bacalao). La ventaja de la estación reside en
que se encuentra situada en un lugar que, a través de enormes antenas, permite
captar las emisiones de los satélites que desde el espacio envían señales al
Centro Control Moscú.
Dichas emisiones, en la medida
de lo posible y durante la guerra fría, eran descifradas y/o enviadas
directamente a la NSA (Agencia de Seguridad Nacional) de los Estados Unidos o a
la estación de Chicksands en el Reino Unido, debiendo agregarse que el esfuerzo
de los noruegos en recursos y personal para espiar electrónicamente a los
soviéticos era subsidiado en gran parte por los Estados Unidos.
La estación interceptora de
Noruega en el círculo polar ártico captaba las emisiones de los satélites
soviéticos e informaba a los británicos sobre la posición de los buques de
guerra argentinos
Los datos interceptados por
dicha estación durante el conflicto habrían sido vitales para el Reino Unido,
indicando un oficial de inteligencia: "Cuando la guerra empezó, nosotros
no teníamos ningún tipo de información de inteligencia sobre el área. Es aquí
cuando tuvimos ayuda de los noruegos, que nos dieron un flujo de información
sobre la posición de los buques de guerra argentinos. La información venía a
nosotros todo el tiempo y directamente a nuestro cuartel general en Northwood.
La información era continuamente actualizada…".
Esto es, los británicos
utilizaban los datos satelitales que recogían los soviéticos y luego estos
pasaban a las fuerzas argentinas.
Dichas actividades se
repitieron durante la Guerra del Golfo (1991), cuando la interceptación de
satélites soviéticos permitió localizar el paradero de un piloto de la
coalición que debió eyectarse sobre territorio iraquí y que no lograba ser
ubicado por los satélites norteamericanos sobre la zona.
Por tanto, puede entenderse que los soviéticos ayudaron también a sus
enemigos, aun cuando involuntaria e inadvertidamente.
Para equilibrar un poco,
científicos argentinos hicieron buen uso de un satélite norteamericano que
pasaba por el Atlántico Sur. Pero esa es otra historia.
LA CIA, EL PARLAMENTO INGLÉS Y LAS TRES NEGATIVAS SOVIÉTICAS
La colaboración de
inteligencia de la Unión Soviética con Argentina pasó mayormente desapercibida
en los círculos de las agencias de inteligencia británicas y estadounidenses,
si bien quedaba claro que aquel país estaba recolectando una cantidad de
información de utilidad militar.
En efecto, para el 26 de mayo
de 1982, los analistas de la CIA indicaban que "no había evidencia que una
cantidad sustancial (de inteligencia) esté siendo pasada a los
argentinos", aun cuando se sugería que sería lógico que los soviéticos
pasen "información con desinformación (por ejemplo, que tanqueros
estadounidenses reabastecen a los bombarderos Vulcan)".
Hay que agregar que el
embajador británico en Moscú inquirió directamente a los soviéticos si estaban
pasando información de inteligencia a Argentina y, como era de esperarse, estos
negaron cualquier contacto.
No contentos con ello, días
después insistieron con la pregunta: el
Secretario de Relaciones Exteriores soviético respondió
"enfáticamente" que no se estaba suministrando inteligencia a Buenos
Aires.
El 6 de mayo, dos fuentes oficiales
de la Unión Soviética fueron nuevamente contactadas por el ya impertinente
personal diplomático británico, para establecer si se estaba suministrando
información o armas a la Argentina. Y, por tercera vez, los soviéticos negaron
cualquier colaboración en dicho sentido.
El "amigo invisible" fue uno de los secretos mejores
guardados del conflicto. Que, aún hoy, es solo comentado entre susurros.