jueves, 14 de septiembre de 2017

Edgar Morin, un medaz divulgador

      

                                                                                            Alberto Buela (*)

Nosotros, los argentinos, estamos desde chicos acostumbrados a la barbarie. Es un concepto que nos resulta familiar desde que vamos a la escuela por aquella contraposición de Sarmiento en su Facundo de 1842 entre civilización y barbarie, donde lo autóctono, lo criollo es lo negativo y lo ajeno es lo positivo.”La idea no fue desarrollar América según América, incorporando los elementos de la civilización moderna…sino que se intentó crear Europa en América”. Así Facundo, Rosas y los caudillos son la barbarie, mientras que él, Echeverría, Alberdi y demás ilustrados y románticos son la civilización. 
Cuando leemos Breve historia de la barbarie en Occidente de Edgar Morin (1921-2017) vemos que no hace ninguna mención a Sarmiento y su difundida tesis en toda Nuestra América. Es que sigue vigente el hecho, al menos en filosofía, que los franceses se piensan a sí mismos como el centro del mundo.
El libro es de una simpleza y un reduccionismo y una falaz información que asombra. ¿Cómo es posible que un autor tan publicitado pueda acumular tantos prejuicios y preconceptos, siendo que él mismo se presenta como libres de prejuicios y poseedor de un pensamiento abierto?
Es de una simpleza absoluta porque no sale de los lugares comunes sobre la barbarie, pues bárbaros son los españoles, la Iglesia católica, los nazis, los romanos,  el cristianismo, la implantación de la idea de nación.
Y entonces, ¿quiénes son los que se oponen a la barbarie?. Y acá viene lo del reduccionismo: los judíos marranos sefarditas de origen español, como él que es hijo de judíos marranos españoles de Estambul.
El libro es un desfile de personales marranos como Fernando Cardoso, no el ex presidente de Brasil, sino un escritor del siglo XVII que imprimió en Holanda un trabajo Sobre la excelencia de los judíos, Bartolomé de las Casas, Miguel de Montaigne, Miguel de Cervantes, Baruj Spinoza, y para rematar Sabbatai. Este último, un judío convertido al Islam, pero no del todo, que formó a los oficiales turcos y a Mustafá Kemal Ataturk, creador de la nueva Turquía.
En cuanto a la falsa información que transmite, todo el libro es una falaz y errónea información dirigida a colonizar al lector en favor de su reduccionista tesis. Así sostener que Bartolomé de las Casas por el hecho de ser marrano es un campeón de la civilización, cuando en realidad en su afán de defender a los indios fue el primero que introdujo esclavos negros en América. Que el conde de Montaigne era marrano porque había un López en su familia es de una arbitrariedad total. Que el marrano Sabbatai fue un campeón en contra de la barbarie y éste engendro intelectualmente a Kamal Ataturk, que produjo el primer genocidio del siglo XX con la matanza de un millón y medio de armenios.
Lo más lamentable de todo esto es que Edgar Morin, que solo creó un rótulo dentro de la filosofía como lo es eso de pensamiento complejo, haya sido elevado a los altares del pensamiento. Si hasta el CNRS francés creó un instituto de investigaciones que lleva su nombre.
Qué manera de bastardear la filosofía y las ciencias, poniéndola en manos de mendaces divulgadores. 
Y lo peor es que viajó por toda Nuestra América merced a las arcas de nuestros empobrecidos Estado, engrupiendo a la gilada de México, Brasil, Colombia, Argentina haciéndoles creer que estaba pensando, cuando toda su propuesta política es un remedo de Kant y su Paz Perpetua, con la postulación de una ciudadanía mundial como objetivo. ¿Será por esto, la UNESCO y la Ministerio de cultura de Francia lo bautizaron como “El pensador planetario”?.                  










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